Cuando el 10 de febrero de 1814, hace
doy 201 años, el general Ribas a la cabeza de los estudiantes, seminaristas,
soldados y otros jóvenes que lo acompañaban, terminó de recorrer el camino que venía
del Valle de Los Caracas al Valle de Aragua y a los llanos, después de
atravesar el pueblo de El Consejo y andar Tiquire y La Mora, llegó al sitio
donde se cruzan el Camino Real y la Quebrada de Macuaya, asiento de una
numerosa comunidad indígena. Allí se encontraba el jefe de los indios de
Macuaya acompañado de cientos de sus compañeros. Eran amigos de Ribas quien era
gente de por aquí; y contaba don León Gustavo Richard, por habérselo oído
muchas veces a sus mayores, entre los cuales había integrantes de esa
comunidad, que al avistar al bravo guerrero lo detuvieron y le dijeron:
“General, a los que corran huyendo por estos lados, no los persiga, porque de
aquí no pasan. Usted no se enterará sino después porque las armas de nosotros
no hacen tanta bulla ni tanto ruido como las de ustedes”. “Y entre vivas y
griteríos, todos le enseñaron las puntas de sus lanzas”.
Viene a cuento, porque
a las muchas actividades con que la ciudad celebra el aniversario de la
batalla, se han ido sumando desde hace muchos años nuevas formas de honrar a
quienes dieron sangres y vidas en la lucha por la libertad. Primero fue una
fiesta de iglesia; un Te Deum votivo (en cumplimiento del voto de Ribas);
después en 1897 pasó a ser una fiesta parroquial y pueblerina; en 1944 un Día
de Venezuela en Aragua y en 1947, el Día Nacional de La Juventud Venezolana”.
En 1914 hubo el primer desfile militar en el que participaron tropas
colombianas que se hospedaron en el piso de abajo del Cuartel Montilla aún en
construcción, pero aprovechando que la placa del piso de arriba le servía de
techo a tan importantes huéspedes. Desde 1964, la Junta 12 de Febrero que se
nombraba cada año con personas notables, se eligió la primera Reina de la Juventud
(todavía no era novia) que lo fue al mismo tiempo del carnaval, siendo elegida
la bella Gladys María Grillet Brouzes, quien fue coronada por el presidente de
la junta doctor Reynaldo Paredes Hernández. Luego se fueron sumando otros
números como “El Traslado” de la Virgen Vencedora, su Homenaje en el Cuartel
Montilla, su procesión hasta La Estatua,
La Jura de los Centros de Estudiantes, su ingreso a la Catedral y
posteriormente, “El Retorno”.
Son ya tradicionales desde hace años la elección
de la Novia (que debería ser de toda la juventud venezolana y no solo de La
Victoria), “El Reencuentro”, las fiestas populares, los concursos de pintura;
en una época lejana las conferencias y charlas y desde 1964, el imponente
desfile militar, la Sesión Solemne del Ayuntamiento cuyo único punto es el
Discurso de Orden, que el año pasado por ser el Bicentenario fue sustituida por
una de la Asamblea Nacional y este año
por otra de la Legislatura Regional. Pero el año pasado se sumó un nuevo e
imponente desfile llamado “La Caminata”, que consistió en una marcha de los
Cadetes de la Academia Militar, saliendo el mismo ocho de febrero y llegando el
mismo diez a La Victoria, siguiendo el mismo camino que siguieron los
estudiantes de 1814, pernoctando en los mismos lugares y siendo recibidos en
Macuaya (a la que le cambiaron su bello nombre indígena por el de Maletero),
por estudiantes y gentes del pueblo, representantes y algunos hasta
descendientes de las etnias aborígenes que poblaban esa quebrada y sus
alrededores. Y esta nueva iniciativa llegó para quedarse, porque el Rector de
la Academia Militar general Alexis Rodríguez Cabello, decidió incorporar “La
Caminata” como materia obligatoria para los alumnos del Tercer Año de esa “alma
mater” castrense.
Es fácil adivinar que no sólo vendrán los Cadetes del Tercer
Año, sino todos los futuros oficiales y que por el camino se le irán sumando
jóvenes de los diferentes sitios que pueblan “El Camino”. Ya en “La Caminata”
de hoy viene una compañera que no vino el año pasado: La Inmaculada Concepción
(La Virgen Vencedora). La primera jornada fue anteayer desde Caracas hasta San
Pedro; la segunda, ayer, desde San Pedro hasta “Las Cocuizas” y la tercera (la
de hoy) desde allí hasta La Victoria. Al terminar la zona montañosa y bajar la
“Cuesta de Márquez”, el camino se une al Río Tuy y emprenden juntos por varias
leguas, el emocionante descenso hacia el valle, adentrándose en “la provincia
de La Provincia”. Hasta el pueblo de La Victoria lo bordean de lado y lado
haciendas que desde el siglo XVI hablan de la fertilidad de la tierra y de la
industriosidad de sus hijos. El río las riega y el camino las comunica; de aquí
para allá “El Valle del Miedo” y de allá para acá “Las Cocuizas”, nombres que
le erizaban la piel a los forasteros. “Las Lagunetas”, “Las Cocuizas”, “Nuestra Señora del Pópulo”,
“El Carmen”, “Buen Paso”, “Los Jabillos”, “Quebrada Seca”, “La Urbina”, “San
Isidro de Barrios”, “El Mamón”, “El Arenal”, “Monte Oscuro” (donde se fundó El
Consejo), “Tiquire”, “La Mora” y “Macuaya” . Sembradíos de Cacao, Añil, o de
Caña de Azúcar, rodeados de una vegetación exuberante, vienen entrecruzándose
de norte a sur, de arriba hacia abajo, de la montaña hacia el valle, hasta que
un brazo del camino sigue de largo al poniente y el otro desemboca en “Cantasapo”,
punto de “El Arenal”, último tablón de caña de la “Hacienda Barrios”. Allí las
turbulentas aguas del río dan un imprevisto giro hacia el naciente y abandonan
al camino. A principio lo llamaron “Camino de los Indios”, luego “Camino Real”,
“Camino de la Provincia” o “de la Gobernación”, “la Ruta de Lozada”, alguna vez
“Camino de El Consejo” y por último -y
aún se llama- “Camino de los Españoles”.
Ahora los dueños de la tierra no son los
mismos; las haciendas sí. Muy pocas han cambiado de nombre hasta nuestros días.
El camino sigue siendo el mismo.
Desde el
atardecer, una cúpula azul se va cuajando de luceros; son las almas de los
antepasados que custodian la tierra y velan el sueño de sus descendientes para
que sepan que no están solos. Los primitivos habitantes vieron nacer cada día a
un Dios que iluminaba el campo,
calentaba la tierra, daba vida y disipaba la niebla, hasta que los
evangelizadores les enseñaron que de
aquí en adelante verían nacer a Dios, no todos los días sino una sola vez al
año.
Por su intrincada vegetación entraron lo
bueno y lo malo. La conquista, la colonización, la Lengua Castellana, la
religión católica, las instituciones peninsulares, el municipio, las leyes de
indias, el derecho, la terrofagia, la esclavitud, el dominio. Los cueros y
cordobanes, las plumas, el tabaco, el añil, el cacao, las cargas de papelón, el
aguardiente. El oro no, la plata tampoco ni las perlas porque iban por otros
caminos. Esta era una provincia muy pobre que le iba a causar muchos dolores de
cabeza a nuestros monarcas.
En sus campos floreció la música.
Vihuelas, guitarritas, arpas, clavecines, iban en los equipajes para el
interior de la provincia y muchos de ellos se fueron quedando en el camino.
Algunos viajeros los oyeron después en las casas de haciendas y en las
pulperías. Fandangos mestizándose hasta convertirse en joropos y pasajes. Sobre
el lomo de una mula pasó una vez un piano. Los toques de estos campesinos eran
diferentes a los de los llaneros. Hacían un contrapunto con la voz y los
capachos y sonaban como un clavecín.Y floreció también la vida.
Las antiguas
haciendas son ahora pueblos. “Los Jabillos” y “Nuestra Señora de las Angustias”
son ahora los pueblos de El Conde y Quebrada Seca.Floreció el mestizaje. La mezcla
enriquecedora de indios, españoles y africanos que dio origen al pueblo
venezolano, a lo que somos hoy en día. La mezcla no solo fue de etnias, de
sangres, lo fue también de culturas, de creencias religiosas, de comidas, de
cantos y de bailes. Nuestros bisabuelos indios mezclados con nuestros
bisabuelos blancos y con nuestros bisabuelos negros. Pudo decir Bolívar que
éramos el punto equidistante entre América, África y España. Todos café con
leche. Unos más leche y otros más café.
Con el paso del tiempo el camino se fue
haciendo historia y los hombres a su paso le fueron dejando sus nombres como
testimonio de presencia. Se fueron
convirtiendo en toponímicos. Invasores e invadidos fueron dando nombre a la
tierra “Loma de Terepaima”, “Loma de Narbais (Narváez)”, “Salto del Fraile (Freire)”, “Fila de
Márquez”, “Quebrada de Galindo”, “La hacienda del Conde”, “La Hacienda Urbina”,
la “Hacienda Barrios”, “Las Tierras de
Tovar”, “El Plan de Zurita”, “La Quebrada del Alemán”, “La Casa de Morgado”, el
“Plan de Azevedo”, “El Plan de Palacios”.
El camino se fue haciendo historia y los hombres se fueron haciendo
geografía. Pasaron trescientos años de aparente
calma hasta cuando Bolívar preguntó que si no bastaban.
El polvoriento camino se estremeció con
el repiquetear de los cascos de las caballerías de Bolívar, donde venía la
Patria y con el repiquetear de los cascos de las caballerías del Rey donde
también venía la Patria.
Cronos, inexorable, ha ido poniendo
lentamente cada cosa en su santo lugar y dando a cada quien lo que le
corresponde, que no otra cosa es la justicia.
La importancia del camino duró hasta
1866 cuando Antonio Guzmán Blanco abrió la carretera Caracas-Los Teques-Las
Tejerías-El Consejo-La Victoria. Entonces comenzó otra historia porque ahora
era otra la geografía.
Pero “El Camino” recobrará la
importancia nacional que antes tuvo,
porque cada año por febrero, los futuros oficiales y quienes los
acompañen, podrán imaginar sobre el terreno, lo que hubo que andar para arriba y para abajo, para que hoy
pudiéramos tener una Patria.