30 jun 2015

150 AÑOS DE LA SOCIEDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN BENEFACTORA DE SUS MIEMBROS DE EL CONSEJO


Durante la época colonial, cuando el estado no tenía entre sus obligaciones velar por la salud ni por la educación de sus súbditos, ni existían seguros sociales ni montepíos sino para los militares, los curas se encargaron de la educación y desde un principio fundaron escuelas lo cual le trajo más de un  problema con las autoridades de la corona; pero los propios pueblos ante el desamparo de sus gobernantes, encontraron una manera práctica y solidaria de socorrerse mutuamente entre ellos mismos y fundaron cofradías y sociedades religiosas que tenían la doble finalidad de rendirle culto al santo patrono y el mutuo auxilio de los socios. Por una parte se manifestaba la fe religiosa y por otra la solidaridad que alcanzaba a los hijos y demás familiares de los socios. En todos los pueblos de Venezuela se fundaron sociedades dedicadas al Santo Cristo, a San José, a La Virgen María, a la Inmaculada Concepción, y así, a todos, especialmente a los Santos Patronos epónimos de los pueblos. 

Así tenemos a San José de Cagua, San José de Maracay,  Nuestra Señora de La Candelaria de Turmero, la Villa de todos los Santos de Calabozo, Nuestra Señora de Guadalupe de La Victoria, Nuestra Señora del Rosario de Zuata y San Nicolás de Tolentino Vice Patrono de La Victoria. En mi pueblo querido de El Consejo, hubo sociedades religiosas antes de fundarse el pueblo y el mejor ejemplo es la de los Promesarios de Quebrada Seca.  Una de las más destacadas es la Sociedad del Carmen que en menos de un mes cumplirá siglo y medio. Tuvo su origen en tiempos de guerra. Venezuela se encontraba inmersa en esa espantosa revolución federal que fue una gran matanza y los consejeños de entonces opusieron al odio y a la guerra, una bandera de paz y de solidaridad. El domingo 16 de julio de 1865, se reunieron sesenta y un consejeños, en la casa de habitación del señor Domingo Orta, con la finalidad de constituir la “SOCIEDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN BENEFACTORA DE SUS MIEMBROS”.  

El Consejo era pequeño y joven, apenas tenía 88 años; casi todos vivían de la agricultura y muchos de ellos eran hijos o nietos de los primeros fundadores del pueblo y cuando leemos sus nombres nos damos cuenta de que también eran los padres o los abuelos de los que nosotros conocimos. El mejor ejemplo está en el hecho de que entre los fundadores está un Fernando Borges que no puede ser el que luego conocimos como Presidente de la misma Sociedad pero más adelante aparece un Antonio Borges (el padre de Fernando) quien tuvo Bodega e instaló el primer Molino de Vapor de la población. Muchos de los fundadores pueden haber sido hijos o nietos de los hombres que en 1813 (52 años antes) fusilaron las tropas de Simón Bolívar, por seguir fieles a las banderas de su Rey. Ellos eligieron sus primeras autoridades y levantaron un acta que firmaron todos. 

Esos 61 buenos consejeños fueron: El Presidente, Juan Agustín Torres.El Vicepresidente, José Andrés Tovar.  El Designado, Luis Rodríguez.  El Secretario, Julio Antonio Rivero.  El Subsecretario, Emilio Mejías.  El Tesorero, Domingo Pérez.  Miguel Tovar.  Francisco Tovar.  Juan Castillo.  Francisco García.  Julián Tovar.  Manuel Ríos.  Tomás Briceño.  Pedro Zurita.  Antonio Murga.  Jesús Marchen.  Juan Adán Smith.  Ángel María Aponte.  Gregorio Angulo.  Tiburcio Moreno.  Simón Hernández. Carlos Sánchez.  Antonio Rodríguez.  Lucio Castro.  Tereso Uztáriz.  Francisco González.  Francisco Colmenares.  Juan Pedro Flores.  Florencio Serrano.  Hermenegildo Tovar.  Andrés Flores.  Felipe Manzo.  Eduardo Lacruz.  Domingo Nabas.  Bonifacio Freites.  Domingo Colmenares.  Mateo Tovar.  Antonio Hernández.  Nieves Hernández.  Antonio Hernández.  Jacinto González.  Visitación Flores.  Domingo Hernández.  Francisco Hernández.  Juan Gil.  Luis Flores.  Enrique Torrealba.  José Sandoval.  Juan Agustín Flores.  Canuto Tovar  Antolín Mijares.  Fernando Borges.  Lucio Herrera.  Pedro Flores.  Felipe Carvajal.  Juan Antonio Solano.  Senón Sanabria.  Francisco Chaves.  Juan Pedro Carvajal y  Justo Tovar.


Ya para 1910 habían pasado 45 años de la fundación y no quedaba ninguno activo en la Sociedad; la mayoría ya había muerto. Pero habían ingresado nuevos socios cuyos nombres nos hablan de renovación, de nuevos ingresos, de hijos siguiendo los pasos de sus padres y sobre todo, de raíces y orígenes porque todos conocemos o conocimos a hijos o nietos o descendientes de esta nueva generación activa para 1910. Eran: Andrés Bravo,    Donato Rivero, Andrés S. Tovar,  Gerónimo Blanco, Francisco de S. Rivero, Rosalio Hernández,  Timoteo Lugo, Julio A. Rivero,     José Madero,  Eusebio Madero,  Ygnacio Alvarrán, Miguel Moreno,  Roberto Torres, Antonio Chuo (¿), Andrés Ramírez,  Santos Tovar, Francisco Salas,   Bruno Borges, Antonio Borges, Felipe Betancourt, Cecilio Sosa, Juan Nieves, Eugenio Lobera,  José Savino, Antonio Savino, Gregorio Alfonzo,  Rafael Fajardo,     Damián Lías,  Francisco Heredia,  José María Alfonzo,  José Eugenio Hernández,  Emiliano Mosquera,  Jesús María Fajardo, Guillermo Frey, José Moreno, Manuel Flores,  Pablo Mellado, Tomás Bello,  Miguel Pacheco,  Antonio Pacheco, Ladislao Rengifo,  Sandalio (¿) Torres,  Carlos Cristiansen, Armando Lozada,  Nemecio Mentado,  Jorge Seijas y  Domingo Mengelle. 


El próximo 16 de julio (faltan 24 días) cumple siglo y medio “La Sociedad”. Al día siguiente (el 17)  cumplo yo 75 años, o sea que nací el día siguiente de haber cumplido “La Sociedad”, la edad que tengo yo ahora. Se dice fácil, pero para poder decirlo, es necesario haber vivido tres cuartos de siglo vinculado afectivamente a una institución y sentirnos orgullosos de ese vínculo. Por eso esta crónica tiene más de afectos y de agradecimiento que de historia.


“La Sociedad” se fundó el 16 de julio (Día del Carmen) de 1865 y cuando comenzó el siglo XX ya tenía 34 años de fundada pero todavía quedaban vivos algunos de sus fundadores. Desde su primer día hasta hoy, no ha dejado de funcionar y se ha regido por estatutos que han sido respetados rigurosamente. Tiene una clara jerarquización de sus miembros, en casi todos los casos atendiendo al tiempo de participación y ha sido pionera en todo; Fundó la primera Emisora Radial del pueblo (“La Voz Carmelitana”), el primer periódico (“La Antorcha Carmelitana”), la primera biblioteca (“Mariano Fernández Fortique”), participó activamente en todas las iniciativas a favor del pueblo tales como la creación de las escuelas, del dispensario, del acueducto, de la electricidad, del telégrafo, de los teléfonos y fue la verdadera “Casa de la Cultura” cuando en el Consejo no había Casa de la Cultura pero si había Cultura. Los jóvenes de hace 60 años recordamos cómo “La Sociedad” era el epicentro de la vida cultural, sin desatender sus funciones principales que eran el Culto a su Santa Patrona y el Mutuo auxilio de los Socios, por ser precisamente “Benefactora de sus Miembros”. Ya para mediados del siglo XX lo socios eran entre otros: Antonio Borges Yumar  y su hijo Fernando Borges Medina, los Sabino, Ramón Aguilera, Manuel Delgado, José Albarrán, Nicolás Llanos, Fermín Guillén, Antonio Hernández Payares,  Yginio Rosales, Pedro Perdomo, Toribio Borges, Antonio Visbal Pino, Alejandro Madero, Rafael Aponte, Gregorio Sumoza, José Durán, Fernando Borges Medina, Miguel Carvajal, Jacinto González y José Julián Navarro.


Cuando fundamos el Centro de Exalumnos “Juan Uslar”, nuestros dos cuarteles generales eran la dirección del Grupo Escolar, gentilmente cedido por el Profesor Julián Navarro y “El Local” de la sociedad. Todavía en el techo del baño del local están los esténsiles utilizados para editar “El Ceju” órgano del Centro de Exalumnos. En los actos del 16 de julio actuaban los mejores arpistas y cantadores de la región, los poetas y declamadores “y el carato es para los socios”. Pedro Matos, Rafael Aponte (El Arpisto) Estaban Blanco, Salvador Rodríguez, Alberto Bejarano “Úrica”, José Alvarado quien todavía nos acompaña, todos ellos actuaban y allí leía sus poemas y otros escritos Fernando Borges Medina quien fue el gran líder de la institución durante muchos años. Cuando en 1973 cumplió diez años de muerto Pedro Matos, tuvimos el honor de traer  a Jacinto Pérez “El Rey del Cuatro” quien le quiso rendir un homenaje a su amigo de muchos años. Mi vinculación afectiva es grande porque mis grandes amigos estaban allí: Rafael Aponte, José Albarrán, Francisco Salazar Antonio Lugo, José Albarrán y el Maestro Navarro. Una vez, en 1953 solicité de la Biblioteca Fernández Fortique, en calidad de préstamo, los dos tomos de la Autobiografía del general Páez y el bibliotecario que era Rafael Aponte, me los prestó. Me quedé con ellos durante cincuenta años y en 1913, cuando se cumplía medio siglo del  préstamo, pedí una reunión para devolverlos. Todavía tenían archivada la Boleta del Préstamo y me la firmaron como “Recibido”. 

Otra vez, en 1963, cuando la sociedad cumplió 98  años me invitaron como Orador de Orden. Leí un discurso que por suerte se les olvidó, porque en 1983 (20 años después), me volvieron a invitar y lo que hice fue leer el mismo discurso. En el 2003 (hacía 40 años del primero y 20 del segundo) me volvieron a invitar y volví a leerlo. El discurso era el mismo pero el público siempre había cambiado. En el 2013, cuando hacía 50 años del primero, 30 del segundo y diez del tercero, pedí un derecho de palabra y además de devolver los libros regalé la Primer Bandera de El Consejo, el original de “La Antorcha Carmelitana”, varias fotografías. Por cierto que en la primera foto aparece nuestra querida y recordada doctora Rebeca Moreno de Cuenca y para el segundo, las fotos las tomó Rebequita su bella e inteligente hija. No era mi primer regalo; en 1961 les llevé varios de los documentos originales de la Fundación de El Consejo que hicieron encuadernar bellamente en cuero y fueron publicados en el periódico “En Hazz” que dirigía Leancy Tovar. A los seis años cuando me gradué de abogado recibí una bella carta firmada por los miembros de la sociedad, que conservo montada, en sitio de honor, en mi bufete.   La Sociedad tiene una bandera de tres franjas horizontales blanca, roja y azul y al centro tres estrellas que simbolizan los tres fines de la institución; y tiene un hermoso lema que une a todos y es “FEATERNIDAD POR LA VIRGEN”.     

8 jun 2015

¿EL ÚNICO CULPABLE FUE BOLÍVAR?


Para muchos historiadores y analistas políticos, el único culpable de la separación de Venezuela de la Gran Colombia fue Simón Bolívar, por haber creado un inmenso país que iba desde Cumaná hasta Quito, sin medios de comunicación y en el cual hasta muchos años después, había pueblos que todavía no se habían enterado de que pertenecían a ese gigantesco nuevo estado. 


 El general Páez no separó a Venezuela de la Gran Colombia sino que Venezuela se separó sola, o para ser más exactos, nunca llegó a entrar de lleno. Comenzando porque cuando nos separamos, ya la Gran Colombia no existía; apenas quedábamos unidos las Provincias de Venezuela y la Nueva Granada. Allí no estaban ni el Perú, ni Bolivia, ni Ecuador. Además, recibíamos de buena gana las órdenes que venían firmadas por el Presidente que era Bolívar, pero no así las que enviaba el Vicepresidente.


Por otra parte eximen de culpas al general Páez quien supo interpretar y galopar el sentir colectivo del pueblo de Venezuela. Tanto, que desde que se iniciaron los acontecimientos separatistas de la Cosiata, comenzó a hacerle llamados al Libertador para que viniera él mismo a contener personalmente el movimiento, lo cual hizo Bolívar en 1827, cuando ya casi todo estaba perdido. En ese año que fue el último en que Bolívar vino a Venezuela (pasó en los primeros días de enero por La Victoria), además de tomar decisiones de gobierno para toda Colombia, también las tomó para resolver asuntos locales como fue por ejemplo cambiar las leyes universitarias no sólo para que la nuestra dejara de ser Real y Pontificia (del Rey y del Pontífice) para convertirla en una universidad republicana (Fue quien le puso el nombre de Universidad Central), sino también para que los pardos y los médicos pudieran ser rectores y entonces puso a Vargas que era pardo y era médico. 


Páez no separó a Venezuela de la Gran Colombia sino que Venezuela se separó sola. Comenzando porque cuando nos separamos, ya la Gran Colombia no existía, ya se había ido todo el mundo y apenas quedaban unidas Venezuela y la Nueva Granada. Y para ser más exactos, creemos que no fue que nos separamos sino que nunca entramos del todo. No nos gustaba depender de Bogotá; obedecíamos las órdenes que venían firmadas por el Presidente que era El Libertador, pero nó, las que venían firmadas por el Vicepresidente. Por eso decían los viejos que Bolívar nos había independizado de los españoles y Páez de los bogotanos. En este punto hay que recalcar lo que ya hemos dicho muchas veces de que la inmortal Batalla de Carabobo no nos hizo una “Patria independiente, libre y soberana” como siempre se repite, porque cuando ocurrió (1821), teníamos dos años formando parte de una Patria mayor que era la Colombia que nuestro Libertador había creado en Angostura en 1819.


El sueño de Bolívar era Colombia (la Grande) de la cual formara parte Venezuela. Pero no una Venezuela separada sino integrada. La República de Venezuela se constituyó en 1830 “contra” la expresa voluntad del Libertador. 


Para algunos Colombia fue un proyecto militar. Cuando España terminó de echar de su territorio a los franceses, quedaron en la península cuatrocientos mil soldados sin oficio. Ya la Guerra de Independencia de España contra Francia había terminado y Bolívar que era un conocedor de los clásicos militares y de la historia, sabía que con solo dieciséis mil hombre, El Pacificador Pablo Morillo había reconquistado a toda la Provincia de Venezuela que se mantuvo nuevamente bajo el poder español durante más tiempo de lo que duraron la Primera y la Segunda Repúblicas juntas. 

Entonces, debió pensar El Libertador: ¿Qué no podrán hacer con cuatrocientos mil hombres? Hubieron podido reconquistar toda la América que luchaba por consolidar sus independencias. Entonces armó lo que los amantes del futbol llamamos “una defensa alemana”. Creó un gran frente dirigido por los hombres que hubieran derrotado a los españoles: Juan José Flores, Antonio José de Sucre, José Antonio Páez en Venezuela y él mismo se puso en Bogotá; hasta que se dio cuenta de que esa temida invasión no se produciría y dejó que la Gran Colombia muriera de muerte natural.   Y no solo eso, sino que aconsejó al general Páez sobre lo que debía hacer cuando se produjera la inevitable ruptura. Se fue convencido de que nadie apoyaba su proyecto inicial. Creyó siempre en dos líneas gruesas (como decimos ahora) que fueron “la independencia” y “la unión”. Sabía que tres siglos “bastaban” para tomar las riendas de nuestros propios destinos pero que desunidos seríamos presa fácil de las amenazas que nos acechaban. Por eso insistía tanto en la unión; no en una sola república, sino en “una nación de repúblicas”. Por eso sus últimos votos son por la unión. Desgraciadamente los gobernantes de “campanarios de aldeas” que nos gobernaron no supieron ni entender ni defender su proyecto. 


En alguna parte de su “Diario” dice Sir Robert Kerr Porter que cuando el general Bolívar se fue para siempre el 5 de julio de 1827, llevaba en el rostro la tristeza de la despedida de sus sueños. Había trabajado todos los días, reuniéndose con personas de todos los pueblos, de todos los oficios, de todos los niveles, de todos los pensamientos y no había encontrado a ninguno que apoyara la permanencia de Venezuela unida a Colombia y hasta hubo quien le reprochara el haber puesto de capital a Bogotá y no a Caracas o haberse quedado gobernando desde Angostura. Alguien dijo que prefirió a Bogotá, porque allá existía una verdadera aristocracia, una verdadera oligarquía, por haber sido la capital de un Virreinato (lo cual en Caracas no existía) y que además, en Bogotá “las mujeres eran blancas”.


Es necesario revisar todos los incidentes, antecedentes y acontecimientos que precedieron a la disolución de Colombia para no seguir echándole la culpa “a la ambición de Páez”. De no ser por el general Páez, probablemente nuestros últimos presidentes no hubieran sido Hugo Chávez y Nicolás Maduro sino Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos. Por eso no entendimos el por qué lo querían sacar del Panteón Nacional. 


Como vemos, historiadores y analistas han opinado en formas tan diversas sobre los acontecimientos que nos dieron una Patria Libre, Soberana e Independiente; pero en general sobre esos asuntos se discute poco; el tema político lo absorbe todo mientras en los aspectos históricos hay tanto que decir.