24 mar 2015

LA PLANTA INSOLENTE DEL EXTRANJERO Y “QUE VIVA EL MOCHO HERNÁNDEZ”



Cuando la planta insolente del extranjero profanó el sagrado suelo de la patria, lo primero que hizo en general Cipriano Castro, fue poner en libertad al “Mocho” Hernández, el legendario caudillo popular, quien había pretendido derrocarlo, pero no con declaraciones de prensa ni con micrófonos, sino mediante la guerra, con un ejército armado hasta los dientes, que ya le había producido varias derrotas a los gobiernos de la época. Después de leer su célebre proclama, que según don José Giaccopinni Zárraga, fue redactada aquí en La Victoria por  Eloy Guillermo González “El Águila de la Tribuna”, el doctor Ángel Carnevalli Monreal y un Zaraceño cuyo nombre no recuerdo ahora y que según él mismo fue un plagio de una proclama argentina muy parecida, el “Siempre Invicto” apareció en el balcón de la Casa Amarilla abrazado con “El Mocho”, ordenó soltar a todos los presos que llenaban las cárceles del país y mandó a poner en todas las plazas de Venezuela mesas, para que se fueran a inscribir todos los venezolanos que estuvieran dispuestos a salir como soldados a defender a la patria de sus invasores. Por cierto que una de las primeras actas dice: Estados Unidos de Venezuela, Distrito Federal. Jefatura de Milicias N° 1, Caracas, 11 de diciembre de 1902. 

Mocho Hernández
El ciudadano José Gregorio Hernández se halla alistado en la milicia de la Parroquia de Altagracia. Vive en la calle Norte 2, casa N° 36. El Jefe Civil: G. Arenas. El Prefecto: L. Carvallo. Filiación: Edad treinta y ocho años. Estado: Soltero. Profesión: Médico”.
Y así fue en todas las plazas, amigos y enemigos unidos. Solo así pudo el general Castro solicitar que todo el país lo rodeara y no solamente sus partidarios y logró el milagro de unificar aunque por poco tiempo, a una sola Venezuela. Sus gestos más importantes fueron “La Proclama” y la libertad del “Mocho”. Ahora bien; ¿quién era este misterioso personaje y por qué era tan importante su excarcelación? Veamos: El general José Manuel Hernández (Caracas 1853-New York 1821) Hijo de canarios trabajadores, nació en el barrio San Juan de Caracas, y con apenas 17 años se unió al ejército que trataba de tumbar al Ilustre Americano. Fue cuando en la batalla de “Los Lirios”, cerca de Paracotos, el 11 de agosto de 1870 le pegaron un balazo y cuando estaba en el suelo, le machetearon el cuello y en el brazo, acción en la que perdió dos dedos de la mano derecha, de donde le vino el apodo de “El Mocho”. De allí en adelante su vida se reparte entre guerras, prisiones, exilio, carpintero y repartidor de pan en La Habana, se casó, enviudó y tuvo u solo hijo aparte de los regados.

Fue líder militar en el estado Bolívar, diputado al congreso ministro de Castro por cuatro días (a los cuatro días de alzó), gran líder de masas (el más importante del siglo XIX junto con Antonio Leocadio Guzmán el fundador del periódico “El Venezolano” y del Partido Liberal y padre de Antonio Guzmán Blanco). Siendo opositor al régimen del triborlado Raimundo Andueza Palacio, es apresado en Ciudad Bolívar (septiembre de 1891-febrero de 1892), y una vez puesto en libertad se hace crespista y  organiza la Revolución Legalista en Guayana, alzándose en abril de 1892.  Luego pasa una larga temporada en los Estados Unidos, Nueva York. Cabe destacar que durante su estadía en la capital estadounidense, Hernández pudo observar las técnicas electorales desarrolladas en las elecciones de 1896, en las cuales se enfrentaban el populista demócrata William Jennings Bryan y el republicano William McKinley, técnicas que posteriormente implementará en Venezuela. Pegó afiches, repartió fotos, estrechó manos, hizo mítines, pero al final siendo el más popular, perdió las elecciones. Le robaron las elecciones en  1897, mediante el más escandaloso chanchullo ocurrido en Venezuela antes del de 1952.  

Hubo cinco candidatos que fueron el propio “Mocho”, aclamado por todas las masas populares,  el general Ignacio Andrade de La Victoria, candidato del gobierno, cuyos descendientes viven aquí en nuestra ciudad; el doctor Juan Pablo Rojas Paúl quien ya había sido presidente de la República y tenía fama de ser muy religioso y curero, hasta el punto de que oía misa y comulgaba todos los días, don Alejandro Castillo quien era Concejal en La Victoria, célebre por su belleza física (parecía un artista de cine) y el gran poeta Pedro Arismendi Brito, hombre de letras, destacado intelectual, padre del doctor José Loreto Arismendi, nuestro profesor de derecho Mercantil, quien fue Ministro de Educación y Canciller durante el gobierno de Pérez Jiménez.

Si las elecciones hubieran sido honestas, el presidente hubiera sido el general Hernández, pero no contaban con la astucia del general Joaquín Crespo, presidente de la República, quien tenía sus propios planes. En esa oportunidad no se votaba con maquinitas ni con tarjetas de colores (eso se implantó medio siglo después), sino que se colocaba una mesa en el medio de la plaza de cada pueblo y los electores que iban llegando tenían que poner el nombre del candidato por el cual estaban votando, con lo que está dicho, que no podía votar quien no supiera leer y escribir. Pues bien el día de las elecciones el general Crespo puso a su gente en todas las esquinas de todas las plazas del país con la orden de que sólo dejaran pasar a quienes fueran a votar por el general Andrade que era su candidato. Y así se hizo. Andrade sacó 406.610 votos  y “El Mocho” que era el más querido, sacó apenas  2.203. La gente decía: “El Mocho Hernández era el candidato de las masas; el doctor Rojas Paúl el de la Misas, el doctor Castillo, el de las mozas, el poeta Arismendi Brito el de las musas; pero ganó el general Andrade porque era el candidato de las Mesas”. Algunos mamadores de gallo decían: “Ganó El Mocho Andrade”. Con el derrocamiento del general Ignacio Andrade llega a su fin el bloque de gobierno de los Próceres de la Federación y comienza el bloque de los andinos en el poder. Y aunque Andrade no era tachirense sino merideño, era andino. Eso dio para que se dijera que los andinos eran tan ordenados, que los ocho habían llegado a la presidencia de Venezuela en estricto orden alfabético: Ignacio Andrade, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita, Marcos Evangelista Pérez Jiménez,  Carlos Andrés Pérez Rodríguez  y Ramón J. Velásquez.   Es verdad. 

Era tanta la popularidad del “Mocho” y duró tanto tiempo, que recordamos como en nuestra infancia, algunos viejos de El Consejo cuando se encontraban o estaban frente a una multitud, gritaban: “Que viva el Mocho Hernández” y aún hay quienes de cuando en vez, dejan oír ese gritico.
Con la muerte de Crespo, el derrocamiento de Andrade, el nuevo presidente general Castro, nombra al Mocho Ministro de Fomento, pero solo dura “cuatro días”. Castro para no alarmar al pueblo con la llegada de sus andinos designa un gabinete integrado por muchos de los ministros del gobierno anterior y eso provoca que el general Gómez al ver la lista pronunciara su célebre frase: “Las mismas caritas del noventa y dos”; pero en cambio el general Hernández  lanza su manifiesto y sale a la guerra. Cuenta el doctor Urbaneja que una tarde El Mocho le dijo: “Me voy a alzar doctor Urbaneja; redácteme una proclama, pero eso sí, en mi estilo”. Él se lo quedó viendo y le preguntó: “Pero…¿ que estilo de mi tormento tienes tú, Mocho?” El 28 de octubre de 1898, desde Las Tejerías, “El Mocho” hace pública una proclama y comienza la llamada Revolución de Queipo. Sale en su persecución el propio general Joaquín Crespo y en la Mata Carmelera, estado Cojedes, recibe un balazo que lo convierte en el único presidente de Venezuela muerto en un campo de batalla. La gente grita: “Por fin, por fin, El Mocho mató a Joaquín.

Preso, lo llevan al Castillo de la Barra de Maracaibo es  de allí de donde lo saca el general Castro después de leer su célebre proclama. 

La tal planta insolente la integran los países más poderosos de Europa: Alemania, Inglaterra, España, Italia, Bélgica. Holanda, y nosotros apenas teníamos unos barquitos que nos hundieron en las primeras de cambio. Le toca al canciller de Argentina, Drago, exponer una doctrina según la cual no se permitiría el uso de la fuerza para cobrar deudas financieras y al presidente de los Estados Unidos Teodoro Roosevelt comunicarse con los poderosos países invasores y manifestarles que la armada estadounidense zarparía de inmediato para hacerle frente a las armadas europeas invasoras. Al fin lo que querían todos era repartirse a Venezuela. El fin del bloqueo se firmó en Estados Unidos el 13 de febrero de 1903. Por Venezuela firmó el ministro estadounidense Hebert Bowen junto con los representantes de Alemania, Inglaterra e Italia. 

Nombrado ministro plenipotenciario en Washington, “El Mocho” formula críticas a la administración de Castro, renuncia al cargo y  permanece en el exilio hasta 1908. Luego de la caída de Castro, es nombrado por el general Juan Vicente Gómez miembro del Consejo de Gobierno de 1909 a 1911, pero en ese año se ausenta de Venezuela y decide romper con Gómez.  Acusado de fomentar varios levantamientos contra Gómez, se exilia en Puerto Rico, Cuba y finalmente en los Estados Unidos donde muere en Nueva York en 1921. No le gustaba el poder; luchó por conseguirlo y cuando lo tenía, se rebelaba y “cogía el monte”. Simbolizó por mucho tiempo y aún simboliza, las esperanzas del pueblo venezolano. ¡QUE VIVA “EL MOCHO” HERNÁNDEZ!




1 comentario:

  1. Siempre muy refrescantes y aleccionadores estos artículos del apreciado amigo Germán.

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