21 oct 2014

CONSEJOS DE DON QUIJOTE PARA SER UN BUEN GOBERNANTE



Así aconseja Don Quijote a Sancho cuando se dispone a asumir el cargo de Gobernador de las Ínsula de Barataria: “Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría y siendo sabio no podrás errar en nada. Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey. Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio. La sangre se hereda y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale. Si trajeres a tu mujer contigo (porque no es bien que los que asisten a gobiernos de mucho tiempo estén sin las propias), enséñala, doctrínala y desbástala de su natural rudeza, porque todo lo que suele adquirir un gobernador discreto suele perder y derramar una mujer rústica y tonta. Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico.

Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos del pobre. Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia. No te ciegue la pasión propia en la causa ajena, Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera de espacio la sustancia de lo que pide, si no quieres  que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros. Al que has  de castigar con obras no trates mal con palabras. Muéstratele piadoso y clemente, porque, aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia. Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos  de la vida te alcanzará el de la muerte, en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros nietezuelos. Esto que hasta aquí te he dicho son documentos que han de adornar tu alma; escucha ahora los que han de servir de servir para adorno del cuerpo. Lo primero que te encargo es que seas limpio, y que te cortes las uñas; no andes, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmazalado; toma con discreción el pulso a lo que pudiere valer tu oficio,

Reparte entre tus criados y los pobres: quiero decir que si has de vestir seis pajes, viste tres y otros tres pobres, y así tendrás pajes para el cielo y para el suelo; No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanería. Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala. Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago. Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra. Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos, ni de eructar delante de nadie. Sea moderado tu sueño, que el que no madruga con el sol, no goza del día; y advierte, ¡oh Sancho!, que la diligencia es madre de la buena ventura, y la pereza, su contraria. Sancho: será menester que se me den por escrito, puesto que no sé leer ni escribir, yo se los daré a mi confesor para que me los encaje y recapacite cuando fuere menester. ¡Ah, pecador de mí -respondió don Quijote-, qué mal parece en los Gobernadores el no saber leer ni escribir”.


Cuan otra sería la historia de Venezuela, si quienes nos gobernaron durante los dos últimos siglos, hubieran leído “El Quijote”, o si por lo menos todos, especialmente los Prefectos y Jefes Civiles, hubieran sabido leer y escribir.


Se ha hecho énfasis en la anécdota divertida, en las ocurrencias, en lo gracioso, en lo cómico, pero la grandeza mayor está en lo que dijo. Cada uno de sus pasos, de sus movimientos, está motivado por una idea, un pensamiento o un sentimiento que explica. Nada es sinrazón. Y Cervantes pone en su boca y en las de los otros personajes, sus propios pensamientos. Tiene la novela mucho de proyección, autobiográfico. Si Don Quijote hubiera hecho lo que hizo pero no hubiera dicho lo que dijo, no estaríamos recordándolo cuatrocientos años después.

 

El buen castellano que hablan nuestros campesinos, lo hablan porque sus antepasados lo aprendieron de los castellanos de castilla, y mientras en la península evolucionó y fue absorbido por el español, en nuestros campos se mantuvo como lengua viva. Los magníficos trabajos de nuestro gran profesor Ángel Rosenblat y de su brillante alumna la doctora María Josefina Tejera, son fuente inagotable de conocimientos acerca del castellano que se habla en Venezuela. A unos campesinos analfabetas de Chabasquén les oímos cantar un par de coplas que decían:



Yo vide claro llover,

Tronar y quedar oscuro,

Y vide un amor perder

Cuando estaba más seguro.



Dicen que muere de espanto

Aquel que visiones ve;

Yo vide unos ojos negros,

No sé si me moriré. 


Ese es el buen castellano. Algo tenemos que hacer para conservarlo y evitar que nos sigan diciendo que “son las once con cuarenta minutos”, o que vamos a “aperturar” el acto, o que cuando con humildad pedimos un vasito de agua, se nos señala con dedo acusador mientras se nos humilla con el clásico grito de: “un vaso con agua para esta mesa”, como si Cervantes hubiera hablado de “odres con vino”.



Toda esa literatura popular nos llega y nos conquista. Nuestros cantares llaneros tienen sus raíces en Andalucía; llegaron en barco.



UN AÑO PARA UNA FIESTA

PARA UN BAILE ME INVITARON

PARA QUE FUERA A CANTAR

CERCA DE PUERTO MIRANDA…



Lo único que cambia es el nombre del pueblo.



PAJARILLO PAJARILLO

QUE VUELAS EN LA RIBERA

POR QUÉ NO VUELAS AHORA

QUE LLEGÓ LA PRIMAVERA.



Nosotros no usamos el diminutivo “illo” sino el “ito”. Hubiéramos dicho: “Pajarito pajarito”. Los versos del Pajarillo llanero, son andaluces con ancestros árabes.



Quien jamás niega y por el contrario, busca nuestra incorporación al mundo hispano es Bolívar. Hay que releer sus cartas a Fernando VII. Esta integración nuestra al mundo hispano es de vieja data. Quien recibe en Madrid a la delegación venezolana que gestiona el reconocimiento a la independencia, es Pablo Morillo, El Pacificador, el antiguo Capitán General que se entrevista en Santa Ana con Bolívar, convertido ahora en Capitán  General de Madrid. 



Nuestros enemigos naturales no han estado nunca en el mundo hispano. Me alegré al saber que la estatua de Colon no había sido derribada en nombre de Simón Bolívar, su gran admirador, sino por un vástago de nuestros enemigos naturales, los que pretendieron las desembocaduras del Orinoco, y nos arrebataron La Trinidad y El Esequibo.

En la Venezuela del siglo XX entre las muchas voces se elevaron para cantar a España; destaca la de nuestro poeta nacional Andrés Eloy Blanco. En su laureado Canto a España invita al Quijote:





VEN…AQUÍ VERÁS EL MUSGO EN LOS SENDEROS,

PORQUE PARA TUS LANZAS NO TENEMOS MOLINOS

Y PARA TUS ESCUDOS NO TENEMOS CABREROS.


¡HAZTE A LA MAR, QUIJOTE! NAVE DE LA ESPERANZA,

UNA ADRGA LA VELA Y EL BEAUPRÉS UNA LANZA:

CIERRA CONTRA EL REBAÑO QUE EN LAS OLAS BLANQUEA,

COBRA AL FUTURO EL SECULAR REPOSO,

QUE HAY EN ESTAS RIBERAS DEL TOBOSO

LECHO DE PALMAS PARA DULCINEA.



Aun en los momentos más cruentos de la guerra magna, pertenecíamos al mundo hispano. La guerra de independencia no fue propiamente una guerra entre venezolanos y españoles ni entre Venezuela y España, sino entre patriotas y realistas. El más furibundo realista es José Domingo Díaz, médico caraqueño autor del terrible libro sobre la Revolución de Caracas y en cambio quien salva a Ribas en la Batalla de La Victoria es Vicente Campoelías de Valladolid; y en la Batalla de Carabobo, entre los valientes defensores de las banderas del Rey,  había más venezolanos que españoles.



Por parte de España ha sido la propia corona quien ha hecho las demostraciones más significativas.



Cuando murió en Roma el ilustre Académico de la Historia,  Embajador de Venezuela ante la Santa Sede, doctor Carlos Grisanti Franceschi, se ofició un solemne funeral en la iglesia gótica de San Camilo, presidido con toda la pompa cardenalicia, por el Secretario de Estado Eugenio Paccelli, convertido al poco tiempo en Papa Pío XII. En pleno velatorio, llegó un caballero enjuto de rigurosa etiqueta cuya augusta presencia impresionó a todos los presentes. Era el Rey Alfonso XIII quien vivía en Roma desde su derrocamiento. Al recibir el reconocimiento que en nombre del gobierno se le manifestó por participar en nuestro duelo, recalcó: “Era mi deber, y deber de gratitud, porque como Rey de las Españas, estoy obligado para con Venezuela, en donde nació el más grande de los españoles modernos: ¡Simón Bolívar!”.



En 1930, el mismo monarca y su corte en pleno, habían convocado y presidido en Madrid, grandes solemnidades para conmemorar el centenario de la muerte del Libertador.



Y nosotros fuimos testigos de un hecho que ni el propio Bolívar, en sus momentos de mayor optimismo, hubiera imaginado jamás; cuando el anterior monarca Juan Carlos I, fue al Panteón Nacional a colocar sobre su tumba, una corona de flores. Ese día, para muchos, dentro de nuestros corazones, terminó para siempre la guerra de la independencia y España dejó de ser La Madre Patria para ser de allí en adelante, La Patria Hermana.

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