23 nov 2014

ASOMADA AL POSTIGO DEL RECUERDO


Mireya Briceño Álvarez de Guevara Partidas, descendiente de Próceres, pertenece a viejas familias victorianas muy vinculadas al hecho cultural. Su padre fue el poeta Rafael Briceño Ortega, descendiente de la briceñera que desde el siglo XVI abonó con tantas ideas, con tanto sudor, con tanta sangre y con tantas lágrimas, el suelo de la Patria y entre cuyos ascendientes figura la heroica presencia de “El Diablo Briceño”. 

Gran orador, cuentista, novelista, intelectual de  valía de ideas liberales, quien el 12 de febrero de 1932, pronunció el Discurso de Orden con motivo del aniversario de la batalla y al bajar de la tribuna fue arrestado por los sigüises y adulantes del gobierno y trasladado al Castillo Libertador de Puerto Cabello donde se le encarceló hasta su muerte. La inteligencia y la valentía del “Cojo Briceño”, introdujo en su hogar un elemento que se quedó hospedado para siempre: el dolor de la ausencia. Creció bajo el amparo y los desvelos de su Santa Madre doña Belén María Álvarez Mudarra. 

Los Álvarez fueron todos intelectuales; el varón, Miguel Ángel, fino poeta, cuentista y escritor, fue el primer Cronista Oficial de la Ciudad de La Victoria; Margot Álvarez, fina poetisa y educadora de larga y fecunda trayectoria; María Angelina de Yánez, poetisa y periodista, recientemente fallecida a la edad de ciento cuatro años y Ana Luisa (La Nene Aponte), esposa del destacado poeta, escritor, político e intelectual don Carlos Rafael Aponte, padres del poeta Heriberto Aponte y de nuestro gran artista Rafael “Cayito” Aponte. La hermana de don Carlos, doña Conchita, era la madre de nuestro gran poeta Luís Pastori. Como es de imaginar, el hogar familiar era un Ateneo y me he atrevido a decir que era la Casa de la Cultura de La Victoria cuando en la ciudad la cultura no tenía casa  pero la ciudad tenía cultura.

La familia materna de doña Mireya de Guevara era Álvarez Mudarra-Muguerza porque su abuelo fue el insigne maestro Jesús María Álvarez Delgado, fundador de colegios, quien estaba casado con doña Belén Eudocia Mudarra Rodríguez, nacida el  21 de agosto de 1868. Ella era hija de Manuel María Mudarra Mudarra quien nació en La Victoria el 14 de septiembre de 1833 y de doña Eudocia Rodríguez de León. Este bisabuelo de doña Mireya de Guevara era hijo de Simona Muguerza Díaz, hija del GENERAL PEDRO JOSÉ MUGUERZA (el mayor de los Macabeos) nacido en La Victoria el 29 de junio de 1790 y de doña Faustina Díaz. Como todos sabemos, los hermanos Muguerza (Los Macabeos),  fueron todos héroes de la independencia y pelearon al lado del general Ribas en la Batalla del 12 de febrero de 1814.

Es hecho sabido -y así lo relataba nuestro primer cronista- que durante el gobierno del general Joaquín Crespo, el día 3 de febrero de 1895 centenario del nacimiento del Mariscal Sucre, en el momento de inaugurar la Estatua de José Félix Ribas en la Plaza Mayor de La Victoria,  el propio escultor Eloy Palacios tomó por un brazo al bisabuelo de doña Mireya y le dijo: “Acompaña al presidente porque ese soldado que está con el fusil al lado del general Ribas, es tu abuelo Pedro José Muguerza y el soldado muerto en el suelo es tu tío Lázaro”.

Doña Mireya atesoró recuerdos y vivencias hermosas. No solo escribía sino que le escribían; es bellísimo el poema que le escribió el gran poeta Sergio Medina cuando nació. Fue integrante del “Orfeón Santa Cecilia” y allí se enamoró de uno de los tenores del coro, el barquisimetano Jesús María Guevara Partidas. Tuvieron 6 hijos hoy todos profesionales exitosos y personas de bien. Por cierto que el Orfeón la primera vez que cantó en público fue en el matrimonio de estos dos orfeonistas.

Durante su infancia y juventud participó en todas las actividades que se realizaban en la ciudad, relacionadas con la cultura llegando a ser de las actrices principales del antiguo “Teatro Ribas” alumna de la gran profesora Charito Peralta, junto con sus amigos Josefina Cano, Luís Pastori, Vestalia Núñez, Josefina Simoza y todos sus hermanos Briceño Álvarez. Pero sin duda su principal aporte fue al Orfeón que fundó el Padre Pérez, llegando a ser la más bella voz del legendario “Orfeón Santa Cecilia”. El día de Santa Cecilia de 1944 (hizo antier 70 años) comenzaron los ensayos bajo la dirección del maestro Pedro Oropeza Volcán. Se ensayaba en la iglesia y ya para la navidad de ese año hubo villancicos, aguinaldos y parrandas en las misas de aguinaldo. Pero el debut del Orfeón fue el Miércoles Santo 4 de abril de 1945 en la iglesia, cuando al salir la procesión del Nazareno, interpretaron “Llorad Mortales” y el “Popule Meus” de José Ángel Lamas, cuyo solista fue Francisco “Pancho” Villasana.  

El 26 de mayo de ese mismo año cantaron en la boda de dos orfeonistas: la bella Mireya Briceño Álvarez quien casó con J. M. Guevara Partidas. Cantaron el “Ave María” de Vitoria. Fue un hermoso espectáculo  ver a los propios novios cantando rodeados del Orfeón. Pero el primer Concierto Público se presentó el 25 de octubre del 45 en el “Teatro Ribas”. Entre los espectadores estaba el gobernador Aníbal Paradisi, gran cantidad de intelectuales caraqueños, aragüeños y victorianos, el famoso narrador hípico Eloy Pérez Alfonso (Mr. Chips), todas las autoridades de la ciudad y numeroso público que abarrotó el teatro. Desde entonces fueron muchos los conciertos, misas, aguinaldos, serenatas y parrandas. Se ha mantenido la tradición musical de la ciudad y medio siglo después se creó la Coral “Cantaragua” fundada y dirigida por Eduardo Plaza y contó entre sus filas a Mireya Briceño de Guevara ex integrante del “Orfeón Santa Cecilia”. Ella simbolizó el vínculo que une a la semilla con la flor.   
                                
En la foto del Orfeón, celosamente guardada por Josefina Simoza de Reyes, aparecen frente al histórico templo victoriano de izquierda a derecha EN LA PRIMERA FILA: Manuel Naranjo, Tulio Rodríguez Trilla, un orfeonista no identificado, el poeta Heriberto Aponte, EL NOVIO JESÚS MARÍA GUEVARA PARTIDAS, Luis Ascanio, Ansaldo Pastori, el poeta Julio Páez, Luis Carantoña y Alejandro José Muguerza; EN LA SEGUNDA FILA: Julio Quiñones, Pedro Remigio Oropeza, Francisco Aguilar, Manuel Rodríguez Barco, Humberto Buznego, Carlos Márquez, Porfirio Barrios, un orfeonista no identificado, Francisco (Pancho) Villasana “Solista del Popule Meus”, Fernando Lugo y Luis Romero (Romerito); EN LA TERCERA FILA: Carmen Castro, una orfeonista no identificada, Petra María Arana, Josefina Simoza, Zoilita López primera mujer presidenta de nuestro Concejo Municipal, María Luisa Sandoval, LA NOVIA MIREYA BRICEÑO, Esperanza Figuera, Esperanza Alfonzo, Josefina Silva Ríos, y EN LA CUARTA FILA: Josefina Rangel, Amanda Mengelles, Josefina Pérez, Esther Bejarano de Mena, el maestro Pedro Oropeza Volcán (Subdirector), el Padre Ángel Pérez Cisneros (Director), Carmen Isabel Bonnet, Yolanda Soto Áñez, Lourdes Pérez y Josefina Barrios. 

Con Luis Pastori y Germán Fleitas Freites
Mujer culta criada en un hogar donde se leía, se escribía, se pensaba, se hablaba, ejercicios ya casi olvidados, Mireya escribió y tuvo quien le escribiera. Desde su nacimiento los grandes poetas como Sergio Medina, su propio tío Miguel Ángel Álvarez, su primo Luis Pastori y muchos otros, le dedicaron páginas. Pero ella también escribió. Poco o mucho (sólo ella  lo sabe) escribió hermosas páginas llenas de evocaciones y recuerdos que eran acuarelas de una ciudad y una vida que ya solo quedan en el recuerdo. Muchos de esos escritos me los mostraba entre risas que tenían más de timidez que de gracia; no se atrevía a publicarlos. He conservado con mucho cariño un par de breves páginas que ella bautizó con el mismo título con el que he bautizado esta crónica y deseo publicarlo (sin su autorización) como homenaje a una gran señora, mujer inteligente, bella y virtuosa, de quien todos los victorianos debemos sentirnos orgullosos. 
 
ASOMADA AL POSTIGO DEL RECUERDO

Asomada al postigo del recuerdo en esta Calle Candelaria intacta en mi memoria; recorro paso a paso lentamente mi infancia, adolescencia hasta llegar a realizarme mujer.

Qué lindo todo aquello; la calle en línea recta de casas hasta el reloj de la Iglesia; este a veces apresurado o estático con sus campanas de fuerte tañido, nos mareaba el tiempo transcurrido; entonces no importaba; todo era ilusión alegría; hasta la felicidad se conocía. Los vecinos, personajes pintorescos, formaban una recia muralla con su aporte de algo grande y bueno; eran parte de la familia, hasta de la censura de nuestro comportamiento.

Los aleros de las casas con sus largas pestañas nos protegían del llanto de la lluvia o de la picardía del sol, las guayabitas reiganas altas arrogantes eran centinelas permanentes en los patios; crespatadas sus frutas por el chirulí o el cristofué dándose banquete.

Calanche con la amenaza de su crecimiento al desbordarse formaba un bazar multicolor con las pobres pertenencias. La casa de los Sanz siempre abierta con su majestuosa pianola servía de escenario de los últimos ritmos de la danza y el canto. Domitila Arias cuya pensión familiar donde los jóvenes forasteros se alojaban daban pié para que ella formara sus conceptos ya favorables o desfavorables según su criterio.

El viejo Faverola con su zapatería de la esquina martillando todo el día las entrañas de sus famosas sandalias.

En la otra esquina Juan Aponte con su pulpería donde posiblemente se alojaban Ratón Pérez y la Cucarachita Martínez. Al pagar la suma de un bolívar, reclamábamos la ñapa que consistía en un bono que se juntaba y era cambiable. Franquin el farmaceuta con su escuálida botica donde lo único abundante era la pasta de goma y las pastillas de azúcar. La clínica dental del Dr. Camacho donde los pacientes se impacientaban esperando el turno doloroso. Las Udis: Cira Angélica,  Josefina, Carmen Belén y María, con sus voces e instrumentos, hacían cambiar la pesadez del mediodía y los bostezos por fluidas melodías. 

La Casa Amarilla, testimonio histórico (desgarrada por manos inconscientes) fue sede del Colegio Cecilio Acosta donde María Luisa de Antonini, Margot Alvarez, Conchita Casanova, Loly Murzi, Marcia e Imeria Weistruk y Rosita Fernández, aportaban sus grandes conocimientos para nuestra formación. El viento se ha ido llevando la calle con sus esquinas que fueron puntos cardinales donde se dieron citas encuentros y despedidas. Los techos de tejas instrumentos del ritual de goteras invernales, Los zaguanes, cómplices de amores y caricias, las ventanas a veces indiscretas o coquetas, van quedando en un precioso recuerdo, en un eco, en un mudo silencio. Todo esto está detenido en mí. Sigo atisbando detrás de la celosía; ese ayer que hoy por hoy es parte de mi vida.(Mireya Briceño de Guevara).

6 comentarios:

  1. Maritza Yanez Alvarez24 de noviembre de 2014, 15:04

    Gracias German. Lo compartire y gardare entre mis tesoros.
    Maritza Yanez Alvarez

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy bonita redaccion. Soy nieta de Zobeida Alvarez hija tambien del Cojo Briceño.

      Eliminar
  2. Gracias, Germán por publicarlo y a Maritza Yanez por compartirlo. Otro bello recuerdo de nuestra Mireya y de toda esa querida familia.

    ResponderEliminar
  3. Gracias, Germán por publicarlo y a Maritza Yanez por compartirlo. Otro bello recuerdo de nuestra Mireya y de toda esa querida familia.

    ResponderEliminar
  4. Se me adelantaron, compadre, si, te quiero agradecer y felicitar por esta cronica tan hermosa que marca el paso victoriano de mucha gente querida.

    ResponderEliminar
  5. ¿Cómo se llamaba la madre del poeta Rafael Briceño Ortega?

    ResponderEliminar