(a la memoria del “León Rojo de Petaquire”)
El
municipio era más grande que ahora, porque iba desde los linderos con San Matheo
hasta Las Cocuizas en el Tuy Arriba y desde El Pao de Zárate y los Valles de
Tucutunemo hasta los linderos con la Colonia Tovar. En ese tiempo mi pueblo querido de El Consejo formaba
parte de Ribas; le había sido negada la
autonomía que merecía por mil títulos y que después logró gracias a la lucha de
todo el pueblo. Iba de punta a punta y me bajaba en todas partes a conocer la gente
bella e interesante que puebla nuestra región. Uno de mis destinos preferidos
era Zuata; llegaba, me tomaba un café en la panadería y me iba a la plaza a
conversar con mi hermano Ángel Custodio Morales o con los Trujillo o con Cornelio
Urbina o a visitar a las Torrealba y mucha gente más.
Me llamaba la atención un
personaje que siempre estaba sentado solo, observando y como meditando y que
parecía salido de una novela romántica, Lo miraba de lejos y me daba cuenta de
que él también me observaba, hasta que un día me bajé directo a la plaza y
cuando pasaba frente al banco donde estaba sentado, me dijo: “Siéntate Alcalde,
no tengas miedo que yo también te quiero conocer”. Me senté y estuvimos hablando más de tres
horas. Confieso que en muchos años no había estado frente a una persona tan
inteligente, clara, honesta, bondadosa, amante de la belleza, poeta,
hombre culto, gran lector, buena copa, revolucionario, viejo
guerrillero, actividades de las que se había marginado por padecer una grave
enfermedad. y observador acucioso de la vida del pueblo y de sus gentes. Cuando le pregunté
cómo se llamaba, me respondió en voz alta: “Soy “El León Rojo de Petaquire”;
comunista, guerrillero, buen lector, cristiano en el buen sentido de la
palabra y amigo de mis amigos; pero no estoy pacificado sino enfermo”.
Cuando le pregunté nuevamente por su
verdadero nombre, me respondió con carácter: “Ya se lo dije; soy “El León Rojo
de Petaquire”. Desde entonces lo llamé
así y nunca más le pregunté, porque
entendí que era así como se quería llamar y como quería que lo llamaran. Nos hicimos amigos hasta el final de su vida;
nos prestábamos libros, hablábamos de poesía, de filosofía, de política, me
señalaba con precisión todos los errores que estaba cometiendo como alcalde, me
contó su vida y me atrapó porque era una persona tan llena de vivencias y sorpresas que era
difícil desprenderse de él.
Un día, me hizo una confesión: “Mira alcalde, me
queda poco tiempo de vida porque padezco una enfermedad terminal, ya no puedo
trabajar ni empuñar un fusil y no estoy preparado para claudicar como ustedes,
quienes agarran una pluma para escribir pendejadas en lugar de esgrimir una
espada. No tengo dinero pero tengo una
casa en esa calle que está hacia arriba; el problema es que si vendo la casa,
tengo dinero pero no tengo donde vivir y si no la vendo, tengo casa pero me
muero de hambre”. Entonces yo le confesé,
que desde antes de ser alcalde, tenía el
propósito de dejar en cada pueblo una “Casa de la Cultura” y convertir
en espacios culturales la mayor parte de los inmuebles que pudiera y que
creía que su casa, por su ubicación y por su propietario, era el sitio ideal para que fuera la de Zuata.
Me pidió que le detallara mi proyecto y le
dije que me proponía comprar el Teatro
Ribas para declararlo “Teatro Municipal”, Comprar el Nuevo Circo y la Gallera
de Gonzalo Gómez para que fueran un anfiteatro y un museo, comprar la Casa del doctor Camacho para ampliar la
Casa de la Cultura de La Victoria, comprar
la Casa de Adalina Colmenares para convertirla en Museo de la Cultura y
el Periodismo Victoriano (donde hoy funciona la Casa del Abuelo), comprar la Casa de la Cultura de El Consejo, comprar
la Casa de la Cultura de Mamón-Mijao, convertir el Antiguo Mercado Público en Ateneo de La Victoria, restaurar el
Cuartelito (hoy Casa de la Mujer), para ser convertido en Museo Histórico de la
Batalla del 12 de febrero, restaurar el Palacio de Campoelías para sede del
Museo Histórico de la Ciudad, convertir el Edificio del Concejo Municipal en
Biblioteca Municipal y por supuesto, comprar la Casa de la Cultura de Zuata. La
cultura no se podría quejar porque en esos tres años construiríamos el Liceo
“Rudecindo Canelón” en El Cementerio, el
Liceo “Francisco Javier Ustáriz” en El
Barrio de Jesús, el Liceo “Vicente Emilio Sojo” en La Mora, reconstruiríamos la
Capilla de El Calvario para que fuera
sede de la Parroquia Eclesiástica de El Calvario, crearíamos el Núcleo Inter Universitario “José Félix Ribas” para traer los estudios universitarios al
municipio y muchos proyectos más pero todo eso quedaría incompleto si no
dejáramos la “Casa de la Cultura de Zuata”.
Entonces
le propuse el siguiente negocio: “Tu me vendes la casa, yo te entrego tu dinero
completo y te quedas viviendo en ella el resto de tu vida; lo que llaman “un
usufructo” y puedes alquilar
habitaciones y hacer lo que tú quieras
sin limitaciones y solamente después que tú “te des de baja”, como dicen los
guerrilleros, el pueblo de Zuata tomará la casa”. Le pareció maravilloso y me dijo:”Estoy feliz de que mi
casa sea la Casa de la Cultura porque creo que trabajar por la cultura es el primer paso para hacer una
revolución. No hay problema -me tranquilizó-
ya tienes la casa. No hablemos
más del asunto; la casa es del Municipio y me debes seiscientos mil bolívares;
yo te aviso cuando firmamos los documentos”. Efectivamente, no hablamos más del asunto y
nos seguimos viendo como siempre, hasta que llegó un día triste en que me mandó
un papelito avisándome que había llegado la hora; que mandara a hacer los
papeles. Le pedí a la doctora Elena Bolívar quien ejercía el cargo de Síndico
Procurador Municipal, que se encargara de todo y así lo hizo. Preparó el
documento y me dijo que era necesario que nos trasladáramos al Hospital “José
María Benítez” donde estaba
hospitalizado “El León Rojo de Petaquire”.
Cuando
estuvo listo el documento, la doctora Bolívar me lo leyó y solo en ese momento
supe cómo se llamaba para el resto del mundo “El León Rojo de Petaquire”; su
nombre de pila era Luís Guillermo Marichales Pérez y el documento mediante el
cual le vendía su casa al municipio para que fuera la Casa de la Cultura de
Zuata, especificaba medidas, linderos y todo lo demás que llevan este tipo de
documentos. Decía así:
“Yo, LUÍS GUILLERMO MARICHALES PÉREZ, venezolano,
mayor de edad, comerciante, Divorciado de este domicilio, titular de la cédula de identidad N°
V-604.541., por medio del pres ente
documento declaro que doy en venta pura y simple, perfecta e irrevocable a el
Municipio “José Félix Ribas” del Estado Aragua representado en este acto por su
Alcalde Dr. GERMÁN FLEITAS NUÑEZ,
quien es venezolano mayor de edad,
abogado, titular de la cédula de identidad N° 1..786.258., unas Bienhechurías consistentes en una casa;
situada en la población de Zuata en la calle José Victorio Román, jurisdicción
del municipio “José Félix Ribas” del
Estado Aragua, la cual se encuentra
levantada en una parcela de terreno de propiedad Municipal, la cual
forma parte de los terrenos que donó, cedió y traspasó el señor JUAN JACINTO
RIVAS a la Parroquia de Zuata según documento debidamente Registrado en la
Oficina Subalterna de Registro del Distrito Ricaurte en fecha 30 de Enero de
1.864, folios 6 y 7, protocolo l, midiendo
dicha parcela de terreno aproximadamente CUATROCIENTOS METROS (400 Mts)
y encontrándose comprendida dentro de las siguientes medidas y linderos: NORTE: en aproximadamente cincuenta
metros (50 Mts) con casa y terreno de la Sociedad del Santo Sepulcro; SUR: es
igual medida de cincuenta metros (50 Mts) con casa y terreno que es o fue de la
Familia Montezuma; ESTE: que es su frente en nueve metros (9 Mts) con la calle
llamada José Victorio Román y OESTE: que es el fondo, en aproximadamente siete metros (7 Mts) con camino vecinal del
lugar.
El precio de esta venta es la
cantidad de SEISCIENTOS CINCUENTA MIL BOLÍVARES (650.000,oo Bs.) los cuales
declaro recibir en este acto de manos del DR. GERMÁN FLEITAS NÚÑEZ,
representante del Municipio “José Félix Ribas”
a mi entera y cabal satisfacción.
La casa que por este acto vendo me pertenece por compra que de ella hice
según consta de documento debidamente identificado por ante la Notaría Pública
de La Victoria, Estado Aragua, en fecha 22 de febrero de 1988, anotado bajo el
N° 100, Tomo m9 de los libros de autenticaciones, y el cual será protocolizado
con anterioridad al presente documento. Con el otorgamiento del presente
documento hago al Municipio “José Félix Ribas” la tradición legal, entrega y
posesión de la referida casa libre de todo gravamen, censo y servidumbre, y no
adeudando nada por concepto de Impuestos Nacionales o Municipales, me
comprometo al saneamiento de ley. Y yo, GERMÁN FLEITAS NÚÑES, anteriormente
identificado declaro: En nombre de mi representado Municipio “José Félix Ribas”
del estado Aragua, acepto la venta que
se le hace, en los términos expuestos. La Victoria, a la fecha de su
presentación. (Firmado) LUIS GUILLERMO MARICHALES PÉREZ (Firmado) GERMÁN
FLEITAS Núñez”. Este documento se firmó a las 11 y 30 de la mañana del 17 de
septiembre de 1992, en presencia de los testigos Xiomara Ascanio M. y Neida
Rubio; y le dio fe pública la Doctora Luisa Elena Oviedo, Notaria Pública de La
Victoria.
Tiempo
después, decidí poner la casa en manos
del pueblo de Zuata y a tal efecto, aproveché una solemne misa que se celebraba
en honor a la Virgen del Rosario, el 20 de octubre del año 1992 y desde el
altar de la iglesia, con el permiso del cura párroco, le anuncié al pueblo reunido en la misa, que ya tenían
su “Casa de la Cultura”, al igual que La Victoria y El Consejo y que como yo quería
hacerle entrega en ese momento al pueblo de Zuata reunido en su iglesia,
depositaría las llaves en la “manos alfareras” de mi vieja amiga Petra
Torrealba. Inmediatamente le hice entrega de las llaves, acto que contó con el
beneplácito y el aplauso general y con la bendición del cura.
A
los dos meses le hice entrega de la Alcaldía al nuevo Alcalde y mis idas a
Zuata se redujeron a visitas que de vez en cuando le hago a mi querido amigo
Ángel Custodio Morales quien me honra con su amistad desde hace más de sesenta
años, cuando compartíamos pupitres en el
Liceo “José Félix Ribas” de La Victoria y bancos en la Plaza Ribas. Acabo de
releer mi discurso de Juramentación como Alcalde, el cual está publicado en
varios libros y en él leo: “…comprar una
sede apropiada para la Casa de la Cultura de Zuata…”
Como
se ve, dejarle a Zuata su “Casa de la Cultura” no sólo fue uno de los
propósitos enunciados en mi plan de gobierno municipal, sino que es hoy en día,
uno de los logros de los que me siento más orgulloso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario