En Venezuela todo lo que no es propio de las culturas
originarias, es importado y todos somos descendientes de extranjeros. Absolutamente todo lo que no es indígena, vino
de fuera, independientemente de que unas cosas hayan llegado primero que otras.
Los idiomas que hablamos, las creencias religiosas, la música, los bailes, la
comida, la cultura en general, todo, vino de fuera (menos el aporte de nuestros
primitivos habitantes). Por supuesto que al mezclarse lo de adentro y lo de
afuera, el resultado fue algo diferente que tomaba de cada uno de los aportes (casi siempre lo mejor)
para producir algo diferente. Esto unido a prejuicios naturales, ha desdibujado
lo que debería estar claro. Un ejemplo palpable lo tenemos en la guerrita que
se ha pretendido armar entre “El Nacimiento” y “El Arbolito de Navidad”. Para
muchos lo “verdaderamente nuestro” es el nacimiento, llamado también “El
Pesebre o “El Belén”; mientras que “El Arbolito” es un recién llegado como
parte de una manera de penetración del imperio.
Es cierto que el nacimiento
llegó unos cuantos siglos antes con los primeros conquistadores castellanos y
para ser más exactos, con los primeros evangelizadores. Los indios no conocían
el nacimiento porque para comenzar mientras el Dios de los invasores nacía una
sola vez al año (en navidad), el de nuestros habitantes autóctonos (El Sol),
nacía todos los días. Mucho tiempo después llegó el arbolito que no es una
tradición originaria del imperio sino de los países nórdicos; de los países
escandinavos, de donde pasó a los Estados Unidos.
Los venezolanos lo adoptamos
inmediatamente como habíamos adoptado el nacimiento. Y lo adoptamos en su
totalidad, como era, con bastante nieve.
Yo era el encargado de poner sobre el arbolito los copos de nieve hechos
de algodón y de poner en el nacimiento los campos de aterrizaje, los
helicópteros, los teleféricos hechos con carretes de hilo y cajitas de
cartón, los bombillitos y los trenes. Y
ay de aquel que me dijera que en El Consejo no había nieve o que cuando nació
el niño Jesús no había helicópteros. Montar el nacimiento era -y sigue siendo-
construir el mundo.Pero como vivimos inventando verdades nuevas que sustituyen
a las viejas, hemos inventado que el “Espíritu de la Navidad” lo
inventaron para desplazar al “Niño
Jesús” y para que la gente gaste toda la plata el 21 de diciembre y no guarde
nada para el 24.
Recientemente asistí a un interesante y enriquecedor debate (o conversatorio como le dicen ahora), entre niños de preescolar, donde un grandulón de cinco años se atrevió a decir que el Niño Jesús no existía sino que eran los papás los que compraban los regalos y se los ponían en los zapatos. Todos “le cayeron encima” y allí escuché explicaciones bellísimas de entre las cuales recuerdo tres: 1) Que el Niño Jesús si existía, pero que sólo le traía regalos a quienes creían en él. A los demás, tenían que comprárselos los padres. 2) Que efectivamente los padres compraban los regalos pero con dinero que les dejaba e Niño, por dos razones: que eran tanto los niños del mundo que él no tenía tiempo de comprarlos todos y los padres tenían que ayudarlo con dinero que él les suministraba consiguiéndole buenos trabajos a los padres de los niños que se portaban bien y que solo los padres podían saber con certeza qué era lo que sus hijos querían que les trajeran y 3) La conclusión casi general fue la de que el Niño eran San Nicolás, Santa Claus y Papa Noel y los tres Reyes de Magos, quienes se disfrazaban de niños para poder llegar a todas las casas. Cuando me tocó opinar me anoté en la primera porque expliqué que en mi casa siempre nos había traído a todos y nos seguiría trayendo, porque todos creíamos en él. Todo esto forma parte de la cultura del pueblo venezolano que a los trece mil años (y más) de pueblos indígenas, sumó otros tantos de pueblos africanos y otro tanto de europeos, aunque todavía haya quienes insisten en decirle afrodescendientes solamente a los negros cuando todos los somos.
Recientemente asistí a un interesante y enriquecedor debate (o conversatorio como le dicen ahora), entre niños de preescolar, donde un grandulón de cinco años se atrevió a decir que el Niño Jesús no existía sino que eran los papás los que compraban los regalos y se los ponían en los zapatos. Todos “le cayeron encima” y allí escuché explicaciones bellísimas de entre las cuales recuerdo tres: 1) Que el Niño Jesús si existía, pero que sólo le traía regalos a quienes creían en él. A los demás, tenían que comprárselos los padres. 2) Que efectivamente los padres compraban los regalos pero con dinero que les dejaba e Niño, por dos razones: que eran tanto los niños del mundo que él no tenía tiempo de comprarlos todos y los padres tenían que ayudarlo con dinero que él les suministraba consiguiéndole buenos trabajos a los padres de los niños que se portaban bien y que solo los padres podían saber con certeza qué era lo que sus hijos querían que les trajeran y 3) La conclusión casi general fue la de que el Niño eran San Nicolás, Santa Claus y Papa Noel y los tres Reyes de Magos, quienes se disfrazaban de niños para poder llegar a todas las casas. Cuando me tocó opinar me anoté en la primera porque expliqué que en mi casa siempre nos había traído a todos y nos seguiría trayendo, porque todos creíamos en él. Todo esto forma parte de la cultura del pueblo venezolano que a los trece mil años (y más) de pueblos indígenas, sumó otros tantos de pueblos africanos y otro tanto de europeos, aunque todavía haya quienes insisten en decirle afrodescendientes solamente a los negros cuando todos los somos.
La reflexión anterior viene a cuento porque es oportunidad
propicio para repetir una historia que hemos contado con anterioridad por esta
misma época y es que el primer “Arbolito de Navidad” se adornó en nuestra ciudad
de La Victoria a comienzos del siglo pasado por un maestro y Pastor Evangélico
norteamericano llamado David E. Finstrom, quien dirigió una célebre escuela, fundó la Iglesia
Evangélica Ebenezer de La Victoria y junto con la familia Collín, la de La Colonia
Tovar.
Yo había afirmado que la escuela y habitación de “Mister Filtro”
quedaba diagonal con la Casa Parroquial, en la casa que fue hogar de la Familia
Páez Cordero, pero en estos días mi amiga doña Carmen Luisa Ochoa me corrigió y
me dijo que la verdadera casa estaba del lado norte de la de don Fermín López
Revenga, residencia que fue del General Castro y lugar de los bailes del 12 de
febrero. Pues, allí, se adornó en La Victoria a principios del siglo pasado, el
Primer Arbolito de Navidad. Mister Filtro vino al país en 1898 cuando apenas nos
recuperábamos de los estragos de la Revolución Legalista que acaudillada por el
general Joaquín Crespo, derrocó al doctor Andueza Palacio y ya estábamos
inmersos en la Revolución Liberal Restauradora que trajo a los andinos al poder
y luego en la Revolución Libertadora que tratando de tumbarlos, mordió el polvo
precisamente aquí en La Victoria en la primera derrota militar sufrida por el
imperialismo en América Latina.
Es a ese ambiente de guerra, de muerte y de miedos donde llega un joven de 23 años, nativo de Kerkhoven, Minnesota, quien viene a predicar el Evangelio, a difundir ideas y a enseñar las primeras luces. Se llamaba David Edward Finstrom; se avecinda en nuestra ciudad donde se gana el cariño y el respeto de todos y a quien el pueblo comienza llamando Mister Finstrom hasta terminar llamándolo por cariño “Mister Filtro”.
Es a ese ambiente de guerra, de muerte y de miedos donde llega un joven de 23 años, nativo de Kerkhoven, Minnesota, quien viene a predicar el Evangelio, a difundir ideas y a enseñar las primeras luces. Se llamaba David Edward Finstrom; se avecinda en nuestra ciudad donde se gana el cariño y el respeto de todos y a quien el pueblo comienza llamando Mister Finstrom hasta terminar llamándolo por cariño “Mister Filtro”.
En el cumplimiento de su misión, funda en La Victoria
la primigenia Iglesia Evangélica Libre de Venezuela, la centenaria Iglesia
Evangélica “Ebenezer” de la calle Félix María Paredes; en la Colonia Tovar
junto con la familia Collin, la Iglesia “Emanuel” y aquí, una Escuela Primaria
en la cual estudió una generación de victorianos entre quienes estaban don
Félix María Dieppa, don Pedro Oropeza Cabrera, los hermanos Condat, los
hermanos Richard Flores, los hermanos Mengelles y muchos más, ya fallecidos todos.
En su primera navidad venezolana, “Míster Filtro” adornó dos frondosas matas de azahar que estaban
en el patio de la casa, con bombillitos, frutas, lazos, cajitas envueltas en
papel de regalo y dejó abiertas las ventanas durante todas las noches, para que
la gente pudiera ver el original arbolito. Junto con el célebre nacimiento de
Teresa Guarda y el de la Iglesia Matriz, el arbolito de “Mister Filtro” fue
parada obligatoria en el peregrinar de la antigua ciudad. De Caracas vinieron a
ver los arbolitos y los nacimientos, especialmente el de Teresa porque era un
fiel reflejo del pueblo; en él estaban los sitios y personajes de la vieja
villa, sus acontecimientos históricos y eventos sociales de relevancia.
Juntamente con la escuela, “Mister
Filtro” fundó un periódico llamado “El
Faro Evangélico” que se hizo nacional y
terminó siendo órgano de las iglesias evangélicas de Venezuela.
En los años siguientes ya eran más de 40 los arbolitos adornados
en La Victoria y otro tanto en Caracas.
Se multiplicó la siembra de arbolitos y
hoy en día son muy pocos los hogares de creyentes, que no pongan el suyo
(con bastante nieve) junto con el nacimiento. Por supuesto que en los primeros
tiempos era una “tradición extraña” como lo fue también el nacimiento o “El
Belén” en sus años iniciales, pero a estas alturas a más de un siglo, negar que
el arbolito es una verdadera “tradición venezolana”, sería como negar que son
muy nuestros y forman parte de nuestra identidad, el vallenato, las rancheras,
el son montuno, las guitarras, las guarachas o el pasodoble. Somos un país de
integración; todo “lo bueno” que nos llega. lo asimilamos, lo mestizamos, lo
metemos en nuestros corazones y le damos carta de naturaleza. Y eso desde el
principio; no olvidemos que el Acta de nuestra independencia le redactó un
italiano, que nuestro Escudo lo pintó un inglés, que en la Batalla de Carabobo
había más alemanes y británicos que carabobeños y que en el ejército realista
había más venezolanos que españoles. Seguimos siendo el punto equidistante
entre América, África y España, como decía El Libertador.
En tiempos de matazones y de oscuridad, “Mister Filtro” vino a enseñar primeras luces y a encender primeras luces. En su escuela de primeras letras, en sus
iglesias cristianas evangélicas, en su periódico y especialmente en sus
iluminados arbolitos, encontraron muchos victorianos de la época, luz y
belleza. Junto con el olor a pólvora se entremezclaba el olor a azahares. Una tradición escandinava (no es
norteamericana) sembrada en La Victoria, se extendió por toda Venezuela y hoy,
junto con el nacimiento, las cartas al Niño Jesús, los intercambios de regalos,
las parrandas y parrandones con los villancicos, aguinaldos y gaitas, la bajada
de los Reyes Magos en el Barrio de Jesús, las hallacas o el pan de jamón, forma
parte de nuestras más hermosas tradiciones. Cuando ya su obra estaba
consolidada, el maestro se mudó a Palo Negro y allá murió.
Su amadísima esposa
lo sobrevivió y continuó su labor evangelizadora hasta que ya anciana fue
llevada por su familia a su tierra norteamericana donde murió. Toda su obra
(escuela, iglesia, periódico y arbolito) es ya más que centenaria. Uno de los
alumnos más aventajados de su escuela fue don Félix María Dieppa a quien
tuvimos el honor de conocer y de oírle recordar con cariño a Mister Finstrom y
como había despertado en sus pupilos el interés por el conocimiento de las
ciencias y de la cultura en general. Todos los se destacaron en sus respectivos campos de acción. En estos días
navideños a los tantos recuerdos que todos atesoramos, sumemos uno nuevo para
dar gracias a David Edward Finstrom “Mister Filtro” y a su honorable esposa, unos
buenos pastores norteamericanos que vinieron
a traer su fe y a sembrar entre nosotros otra manera de adorar a Dios, oyendo
su palabra e iluminando arbolitos. Que
hayan sido premiados y que sea cual sea el cielo donde se encuentren,
sus bendiciones nos alumbren el camino y brillen como las estrellas del primer arbolito.
Sería interesante un homenaje y reseña histórica de este Señor David filtrom en la victoria el próximo año2021...
ResponderEliminarEsta es una buena oportunidad para comenzar otra buena tradición, escoger un día cada año y designarlo como el día de Mr. Filtro! Gracias por compartir
EliminarExcelente escrito, me encantó! Lo felicito. Reconocer la labor de los Finstrom en La Victoria y en el estado Aragua en general es valorar la gran labor que ellos hicieron en nuestras tierras.
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