9 feb 2015

LA CAMINATA


Cuando el 10 de febrero de 1814, hace doy 201 años, el general Ribas a la cabeza de los estudiantes, seminaristas, soldados y otros jóvenes que lo acompañaban, terminó de recorrer el camino que venía del Valle de Los Caracas al Valle de Aragua y a los llanos, después de atravesar el pueblo de El Consejo y andar Tiquire y La Mora, llegó al sitio donde se cruzan el Camino Real y la Quebrada de Macuaya, asiento de una numerosa comunidad indígena. Allí se encontraba el jefe de los indios de Macuaya acompañado de cientos de sus compañeros. Eran amigos de Ribas quien era gente de por aquí; y contaba don León Gustavo Richard, por habérselo oído muchas veces a sus mayores, entre los cuales había integrantes de esa comunidad, que al avistar al bravo guerrero lo detuvieron y le dijeron: “General, a los que corran huyendo por estos lados, no los persiga, porque de aquí no pasan. Usted no se enterará sino después porque las armas de nosotros no hacen tanta bulla ni tanto ruido como las de ustedes”. “Y entre vivas y griteríos, todos le enseñaron las puntas de sus lanzas”. 

Viene a cuento, porque a las muchas actividades con que la ciudad celebra el aniversario de la batalla, se han ido sumando desde hace muchos años nuevas formas de honrar a quienes dieron sangres y vidas en la lucha por la libertad. Primero fue una fiesta de iglesia; un Te Deum votivo (en cumplimiento del voto de Ribas); después en 1897 pasó a ser una fiesta parroquial y pueblerina; en 1944 un Día de Venezuela en Aragua y en 1947, el Día Nacional de La Juventud Venezolana”. 

En 1914 hubo el primer desfile militar en el que participaron tropas colombianas que se hospedaron en el piso de abajo del Cuartel Montilla aún en construcción, pero aprovechando que la placa del piso de arriba le servía de techo a tan importantes huéspedes. Desde 1964, la Junta 12 de Febrero que se nombraba cada año con personas notables,  se eligió la primera Reina de la Juventud (todavía no era novia) que lo fue al mismo tiempo del carnaval, siendo elegida la bella Gladys María Grillet Brouzes, quien fue coronada por el presidente de la junta doctor Reynaldo Paredes Hernández. Luego se fueron sumando otros números como “El Traslado” de la Virgen Vencedora, su Homenaje en el Cuartel Montilla, su  procesión hasta La Estatua, La Jura de los Centros de Estudiantes, su ingreso a la Catedral y posteriormente, “El Retorno”. 

Son ya tradicionales desde hace años la elección de la Novia (que debería ser de toda la juventud venezolana y no solo de La Victoria), “El Reencuentro”, las fiestas populares, los concursos de pintura; en una época lejana las conferencias y charlas y desde 1964, el imponente desfile militar, la Sesión Solemne del Ayuntamiento cuyo único punto es el Discurso de Orden, que el año pasado por ser el Bicentenario fue sustituida por una de la  Asamblea Nacional y este año por otra de la Legislatura Regional. Pero el año pasado se sumó un nuevo e imponente desfile llamado “La Caminata”, que consistió en una marcha de los Cadetes de la Academia Militar, saliendo el mismo ocho de febrero y llegando el mismo diez a La Victoria, siguiendo el mismo camino que siguieron los estudiantes de 1814, pernoctando en los mismos lugares y siendo recibidos en Macuaya (a la que le cambiaron su bello nombre indígena por el de Maletero), por estudiantes y gentes del pueblo, representantes y algunos hasta descendientes de las etnias aborígenes que poblaban esa quebrada y sus alrededores. Y esta nueva iniciativa llegó para quedarse, porque el Rector de la Academia Militar general Alexis Rodríguez Cabello, decidió incorporar “La Caminata” como materia obligatoria para los alumnos del Tercer Año de esa “alma mater” castrense. 

Es fácil adivinar que no sólo vendrán los Cadetes del Tercer Año, sino todos los futuros oficiales y que por el camino se le irán sumando jóvenes de los diferentes sitios que pueblan “El Camino”. Ya en “La Caminata” de hoy viene una compañera que no vino el año pasado: La Inmaculada Concepción (La Virgen Vencedora). La primera jornada fue anteayer desde Caracas hasta San Pedro; la segunda, ayer, desde San Pedro hasta “Las Cocuizas” y la tercera (la de hoy) desde allí hasta La Victoria. Al terminar la zona montañosa y bajar la “Cuesta de Márquez”, el camino se une al Río Tuy y emprenden juntos por varias leguas, el emocionante descenso hacia el valle, adentrándose en “la provincia de La Provincia”. Hasta el pueblo de La Victoria lo bordean de lado y lado haciendas que desde el siglo XVI hablan de la fertilidad de la tierra y de la industriosidad de sus hijos. El río las riega y el camino las comunica; de aquí para allá “El Valle del Miedo” y de allá para acá “Las Cocuizas”, nombres que le erizaban la piel a los forasteros. “Las Lagunetas”,  “Las Cocuizas”, “Nuestra Señora del Pópulo”, “El Carmen”, “Buen Paso”, “Los Jabillos”, “Quebrada Seca”, “La Urbina”, “San Isidro de Barrios”, “El Mamón”, “El Arenal”, “Monte Oscuro” (donde se fundó El Consejo), “Tiquire”, “La Mora” y “Macuaya” . Sembradíos de Cacao, Añil, o de Caña de Azúcar, rodeados de una vegetación exuberante, vienen entrecruzándose de norte a sur, de arriba hacia abajo, de la montaña hacia el valle, hasta que un brazo del camino sigue de largo al poniente y el otro desemboca en “Cantasapo”, punto de “El Arenal”, último tablón de caña de la “Hacienda Barrios”. Allí las turbulentas aguas del río dan un imprevisto giro hacia el naciente y abandonan al camino. A principio lo llamaron “Camino de los Indios”, luego “Camino Real”, “Camino de la Provincia” o “de la Gobernación”, “la Ruta de Lozada”, alguna vez “Camino de El Consejo”  y por último -y aún se llama- “Camino de los Españoles”.

Ahora los dueños de la tierra no son los mismos; las haciendas sí. Muy pocas han cambiado de nombre hasta nuestros días. El camino sigue siendo el mismo.

Desde el atardecer, una cúpula azul se va cuajando de luceros; son las almas de los antepasados que custodian la tierra y velan el sueño de sus descendientes para que sepan que no están solos. Los primitivos habitantes vieron nacer cada día a un Dios que iluminaba  el campo, calentaba la tierra, daba vida y disipaba la niebla, hasta que los evangelizadores les enseñaron  que de aquí en adelante verían nacer a Dios, no todos los días sino una sola vez al año.

Por su intrincada vegetación entraron lo bueno y lo malo. La conquista, la colonización, la Lengua Castellana, la religión católica, las instituciones peninsulares, el municipio, las leyes de indias, el derecho, la terrofagia, la esclavitud, el dominio. Los cueros y cordobanes, las plumas, el tabaco, el añil, el cacao, las cargas de papelón, el aguardiente. El oro no, la plata tampoco ni las perlas porque iban por otros caminos. Esta era una provincia muy pobre que le iba a causar muchos dolores de cabeza a nuestros monarcas.

En sus campos floreció la música. Vihuelas, guitarritas, arpas, clavecines, iban en los equipajes para el interior de la provincia y muchos de ellos se fueron quedando en el camino. Algunos viajeros los oyeron después en las casas de haciendas y en las pulperías. Fandangos mestizándose hasta convertirse en joropos y pasajes. Sobre el lomo de una mula pasó una vez un piano. Los toques de estos campesinos eran diferentes a los de los llaneros. Hacían un contrapunto con la voz y los capachos y sonaban como un clavecín.Y floreció también la vida. 

Las antiguas haciendas son ahora pueblos. “Los Jabillos” y “Nuestra Señora de las Angustias” son ahora los pueblos de El Conde y Quebrada Seca.Floreció el mestizaje. La mezcla enriquecedora de indios, españoles y africanos que dio origen al pueblo venezolano, a lo que somos hoy en día. La mezcla no solo fue de etnias, de sangres, lo fue también de culturas, de creencias religiosas, de comidas, de cantos y de bailes. Nuestros bisabuelos indios mezclados con nuestros bisabuelos blancos y con nuestros bisabuelos negros. Pudo decir Bolívar que éramos el punto equidistante entre América, África y España. Todos café con leche. Unos más leche y otros más café.

Con el paso del tiempo el camino se fue haciendo historia y los hombres a su paso le fueron dejando sus nombres como testimonio de  presencia. Se fueron convirtiendo en toponímicos. Invasores e invadidos fueron dando nombre a la tierra “Loma de Terepaima”, “Loma de Narbais (Narváez)”,  “Salto del Fraile (Freire)”, “Fila de Márquez”, “Quebrada de Galindo”, “La hacienda del Conde”, “La Hacienda Urbina”, la “Hacienda Barrios”,  “Las Tierras de Tovar”, “El Plan de Zurita”, “La Quebrada del Alemán”, “La Casa de Morgado”, el “Plan de Azevedo”, “El Plan de Palacios”.  El camino se fue haciendo historia y los hombres se fueron haciendo geografía. Pasaron trescientos años de aparente calma hasta cuando Bolívar preguntó que si no bastaban. 

El polvoriento camino se estremeció con el repiquetear de los cascos de las caballerías de Bolívar, donde venía la Patria y con el repiquetear de los cascos de las caballerías del Rey donde también venía la Patria.

Cronos, inexorable, ha ido poniendo lentamente cada cosa en su santo lugar y dando a cada quien lo que le corresponde, que no otra cosa es la justicia.

La importancia del camino duró hasta 1866 cuando Antonio Guzmán Blanco abrió la carretera Caracas-Los Teques-Las Tejerías-El Consejo-La Victoria. Entonces comenzó otra historia porque ahora era otra la geografía.

Pero “El Camino” recobrará la importancia nacional que antes tuvo,  porque cada año por febrero, los futuros oficiales y quienes los acompañen, podrán imaginar sobre el terreno, lo que hubo que andar  para arriba y para abajo, para que hoy pudiéramos tener una Patria.

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