1) Cuando en 1896 se cumplieron ochenta
años de la muerte del generalísimo Francisco de Miranda, el presidente de la
República general Joaquín Crespo, le encargó al gran artista valenciano Arturo
Michelena, que le pintara un cuadro que representara al Precursor de la Independencia,
en su prisión del Arsenal de La Carraca en Cádiz, y ofreció pagarle cuarenta
mil bolívares. Michelena pintó el cuadro alterando un poco la realidad, ya que Miranda no estuvo
preso en un calabozo, con cadenas y rejas sino que por el contrario, tuvo plena
libertad para salir de la prisión a comer y beber en las fondas cercanas, que
podía andar para arriba y para abajo, metía mujeres en su celda-apartamento
donde tenía hasta un sirviente y lo mejor de todo, que hasta su último día
siguió cobrando su sueldo de general de los reales ejércitos que lo era por
nombramiento de Su Majestad Fernando Séptimo por mano de su Junta de Gobierno
de Caracas en diciembre de 1810.
El cuadro estuvo listo, pero sin el rostro,
porque Michelena esperaba encontrar un modelo digno de tan importante
personaje. Una mañana, cuando abría su taller, vio venir al gran escritor
Eduardo Blanco, autor de “Venezuela Heroica”, el devocionario de historia
patria más hermoso que conoce Venezuela e inmediatamente se dirigió a él
diciéndole: “Don Eduardo, quiero pintarle un retrato y le ruego que me dedique
algún tiempo para elaborar el primer boceto” Ante tan tentador honor accedió el
eminente historiador y esa misma mañana tuvieron su primera sesión de trabajo.
“Vuelva mañana para terminar y en dos días se lo entrego”. Así se hizo y al
cuarto día, el gran pintor le entregó su retrato al gran historiador. Oh!
Sorpresa, cuando a los pocos días, en la oportunidad de inaugurar el cuadro en
el Teatro Municipal de Caracas, todos los presentes observaron que el rostro de
Miranda era el de don Eduardo Blanco Blanco Blanco Blanco, que lo era cuatro
veces. Tenía para ese entonces el modelo, 58 años y Miranda tenía 63 cuando lo
hicieron preso.
Hay
quienes dicen que el escritor posó para modelar todo el cuerpo del generalísimo,
mientras que para otros, sólo lo hizo para el rostro. Nuestro amigo el doctor
Romero Zuloaga nos confió que el cuadro que le pintó Michelena a su bisabuelo
está en poder de su familia. O sea, que quien aparece en el más conocido cuadro
de toda la pintura venezolana, no es don Francisco de Miranda sino nuestro más
insigne historiador retratado por nuestro más insigne pintor.
2) Por un inexplicable error, se ha estado
ilustrando artículos y aún, libros, con un retrato de doña Concepción Palacios
Blanco, que no corresponde a ella, quien no dejó retratos, sino a la señora esposa
del pintor Emilio Mauri caraqueño formado en Francia y quién es autor de entre
muchos otros cuadros, el conocido de doña Luisa Cáceres de Arismendi que
aparece en nuestro billete de veinte bolívares. Esa fotografía fue publicada en
“El Cojo Ilustrado” de Caracas de donde la hemos ido copiando todos. En nuestro
libro “Municipalabreos” aparece el retrato atribuido a la madre del Libertador
cuando en realidad es el de la señora Mauri.
En un Boletín de la Academia Nacional de la Historia de comienzos del
siglo pasado apareció una nota de don Vicente Lecuna donde aclaraba el error,
pero se ha seguido cometiendo hasta nuestros días.
3) Igualmente pasa con el general Ribas.
En muchos artículos de prensa y hasta en libros, aparece la figura de un hombre
apuesto, de bigotes poblados, jinete en un hermoso caballo, que tiene mucho que
ver con nuestra ciudad pero que no es “El Vencedor de los Tiranos”. En realidad
el cuadro se llama “Joaquín Crespo después de la Batalla de La Victoria”, pintado
en Caracas por Emilio Mauri, el esposo de la señora que por error aparece como
la madre del Libertador. La batalla a la que se refiere el nombre del cuadro no
es la de 1814 sino una tercera que se produjo en 1879 a la muerte del general
Francisco Linares Alcántara (primer presidente venezolano que muere en el
ejercicio del cargo). Fue la primera batalla venezolana en la que se usaron
ametralladoras y en ella se enfrentaron el ejército guzmancista contra el
alcantarista y el triunfo del primero permitió el regreso al poder al general
Antonio Guzmán Blanco y el comienzo de “El Quinquenio”, el segundo de sus tres
mandatos. Por cierto que existe otro cuadro llamado “El general Crespo en la
Batalla de La Victoria” pintado por Arturo Michelena, que está o estaba, en el Despacho Presidencial de Miraflores.
O sea, que ni Miranda es Miranda, ni doña
Concepción es doña Concepción, ni el general Ribas es el general Ribas, pero
los tres están grabados con sus rostros verdaderos en el corazón de todos los
venezolanos.
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