Cuando la planta insolente del extranjero profanó el sagrado
suelo de la patria, lo primero que hizo en general Cipriano Castro, fue poner
en libertad al “Mocho” Hernández, el legendario caudillo popular, quien había
pretendido derrocarlo, pero no con declaraciones de prensa ni con micrófonos,
sino mediante la guerra, con un ejército armado hasta los dientes, que ya le
había producido varias derrotas a los gobiernos de la época. Después de leer su
célebre proclama, que según don José Giaccopinni Zárraga, fue redactada aquí en
La Victoria por Eloy Guillermo González
“El Águila de la Tribuna”, el doctor Ángel Carnevalli Monreal y un Zaraceño
cuyo nombre no recuerdo ahora y que según él mismo fue un plagio de una
proclama argentina muy parecida, el “Siempre Invicto” apareció en el balcón de
la Casa Amarilla abrazado con “El Mocho”, ordenó soltar a todos los presos que
llenaban las cárceles del país y mandó a poner en todas las plazas de Venezuela
mesas, para que se fueran a inscribir todos los venezolanos que estuvieran
dispuestos a salir como soldados a defender a la patria de sus invasores. Por
cierto que una de las primeras actas dice: Estados Unidos de Venezuela,
Distrito Federal. Jefatura de Milicias N° 1, Caracas, 11 de diciembre de 1902.
Mocho Hernández |
Y así fue en todas las plazas, amigos y enemigos unidos. Solo
así pudo el general Castro solicitar que todo el país lo rodeara y no solamente
sus partidarios y logró el milagro de unificar aunque por poco tiempo, a una
sola Venezuela. Sus gestos más importantes fueron “La Proclama” y la libertad
del “Mocho”. Ahora bien; ¿quién era este misterioso personaje y por qué era tan
importante su excarcelación? Veamos: El general José Manuel Hernández (Caracas
1853-New York 1821) Hijo de canarios trabajadores, nació en el barrio San Juan
de Caracas, y con apenas 17 años se unió al ejército que trataba de tumbar al
Ilustre Americano. Fue cuando en la batalla de “Los Lirios”, cerca de
Paracotos, el 11 de agosto de 1870 le pegaron un balazo y cuando estaba en el
suelo, le machetearon el cuello y en el brazo, acción en la que perdió dos
dedos de la mano derecha, de donde le vino el apodo de “El Mocho”. De allí en
adelante su vida se reparte entre guerras, prisiones, exilio, carpintero y
repartidor de pan en La Habana, se casó, enviudó y tuvo u solo hijo aparte de
los regados.
Fue líder militar en el estado Bolívar, diputado al congreso
ministro de Castro por cuatro días (a los cuatro días de alzó), gran líder de
masas (el más importante del siglo XIX junto con Antonio Leocadio Guzmán el
fundador del periódico “El Venezolano” y del Partido Liberal y padre de Antonio
Guzmán Blanco). Siendo opositor al régimen del triborlado Raimundo Andueza
Palacio, es apresado en Ciudad Bolívar (septiembre de 1891-febrero de 1892), y
una vez puesto en libertad se hace crespista y
organiza la Revolución Legalista en Guayana, alzándose en abril de
1892. Luego pasa una larga temporada en
los Estados Unidos, Nueva York. Cabe destacar que durante su estadía en la
capital estadounidense, Hernández pudo observar las técnicas electorales
desarrolladas en las elecciones de 1896, en las cuales se enfrentaban el
populista demócrata William Jennings Bryan y el republicano William McKinley,
técnicas que posteriormente implementará en Venezuela. Pegó afiches, repartió
fotos, estrechó manos, hizo mítines, pero al final siendo el más popular,
perdió las elecciones. Le robaron las elecciones en 1897, mediante el más escandaloso chanchullo
ocurrido en Venezuela antes del de 1952.
Hubo cinco candidatos que fueron el propio “Mocho”, aclamado por
todas las masas populares, el general
Ignacio Andrade de La Victoria, candidato del gobierno, cuyos descendientes
viven aquí en nuestra ciudad; el doctor Juan Pablo Rojas Paúl quien ya había sido
presidente de la República y tenía fama de ser muy religioso y curero, hasta el
punto de que oía misa y comulgaba todos los días, don Alejandro Castillo quien
era Concejal en La Victoria, célebre por su belleza física (parecía un artista
de cine) y el gran poeta Pedro Arismendi Brito, hombre de letras, destacado
intelectual, padre del doctor José Loreto Arismendi, nuestro profesor de
derecho Mercantil, quien fue Ministro de Educación y Canciller durante el
gobierno de Pérez Jiménez.
Si las elecciones hubieran sido honestas, el presidente hubiera
sido el general Hernández, pero no contaban con la astucia del general Joaquín
Crespo, presidente de la República, quien tenía sus propios planes. En esa
oportunidad no se votaba con maquinitas ni con tarjetas de colores (eso se
implantó medio siglo después), sino que se colocaba una mesa en el medio de la
plaza de cada pueblo y los electores que iban llegando tenían que poner el
nombre del candidato por el cual estaban votando, con lo que está dicho, que no
podía votar quien no supiera leer y escribir. Pues bien el día de las
elecciones el general Crespo puso a su gente en todas las esquinas de todas las
plazas del país con la orden de que sólo dejaran pasar a quienes fueran a votar
por el general Andrade que era su candidato. Y así se hizo. Andrade sacó
406.610 votos y “El Mocho” que era el
más querido, sacó apenas 2.203. La gente
decía: “El Mocho Hernández era el candidato de las masas; el doctor Rojas Paúl
el de la Misas, el doctor Castillo, el de las mozas, el poeta Arismendi Brito
el de las musas; pero ganó el general Andrade porque era el candidato de las
Mesas”. Algunos mamadores de gallo decían: “Ganó El Mocho Andrade”. Con el
derrocamiento del general Ignacio Andrade llega a su fin el bloque de gobierno de
los Próceres de la Federación y comienza el bloque de los andinos en el poder.
Y aunque Andrade no era tachirense sino merideño, era andino. Eso dio para que
se dijera que los andinos eran tan ordenados, que los ocho habían llegado a la
presidencia de Venezuela en estricto orden alfabético: Ignacio Andrade,
Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina
Angarita, Marcos Evangelista Pérez Jiménez,
Carlos Andrés Pérez Rodríguez y
Ramón J. Velásquez. Es verdad.
Era tanta la popularidad del “Mocho” y duró tanto tiempo, que
recordamos como en nuestra infancia, algunos viejos de El Consejo cuando se
encontraban o estaban frente a una multitud, gritaban: “Que viva el Mocho
Hernández” y aún hay quienes de cuando en vez, dejan oír ese gritico.
Con la muerte de Crespo, el derrocamiento de Andrade, el nuevo
presidente general Castro, nombra al Mocho Ministro de Fomento, pero solo dura
“cuatro días”. Castro para no alarmar al pueblo con la llegada de sus andinos
designa un gabinete integrado por muchos de los ministros del gobierno anterior
y eso provoca que el general Gómez al ver la lista pronunciara su célebre
frase: “Las mismas caritas del noventa y dos”; pero en cambio el general
Hernández lanza su manifiesto y sale a
la guerra. Cuenta el doctor Urbaneja que una tarde El Mocho le dijo: “Me voy a
alzar doctor Urbaneja; redácteme una proclama, pero eso sí, en mi estilo”. Él
se lo quedó viendo y le preguntó: “Pero…¿ que estilo de mi tormento tienes tú,
Mocho?” El 28 de octubre de 1898, desde Las Tejerías, “El Mocho” hace pública
una proclama y comienza la llamada Revolución de Queipo. Sale en su persecución
el propio general Joaquín Crespo y en la Mata Carmelera, estado Cojedes, recibe
un balazo que lo convierte en el único presidente de Venezuela muerto en un
campo de batalla. La gente grita: “Por fin, por fin, El Mocho mató a Joaquín.
Preso, lo llevan al Castillo de la Barra de Maracaibo es de allí de donde lo saca el general Castro
después de leer su célebre proclama.
La tal planta insolente la integran los países más poderosos de
Europa: Alemania, Inglaterra, España, Italia, Bélgica. Holanda, y nosotros
apenas teníamos unos barquitos que nos hundieron en las primeras de cambio. Le
toca al canciller de Argentina, Drago, exponer una doctrina según la cual no se
permitiría el uso de la fuerza para cobrar deudas financieras y al presidente
de los Estados Unidos Teodoro Roosevelt comunicarse con los poderosos países
invasores y manifestarles que la armada estadounidense zarparía de inmediato
para hacerle frente a las armadas europeas invasoras. Al fin lo que querían
todos era repartirse a Venezuela. El fin del bloqueo se firmó en Estados Unidos
el 13 de febrero de 1903. Por Venezuela firmó el ministro estadounidense Hebert
Bowen junto con los representantes de Alemania, Inglaterra e Italia.
Nombrado ministro
plenipotenciario en Washington, “El Mocho” formula críticas a la administración
de Castro, renuncia al cargo y permanece
en el exilio hasta 1908. Luego de la caída de Castro, es nombrado por el
general Juan Vicente Gómez miembro del Consejo de Gobierno de 1909 a 1911, pero
en ese año se ausenta de Venezuela y decide romper con Gómez. Acusado de fomentar varios levantamientos
contra Gómez, se exilia en Puerto Rico, Cuba y finalmente en los Estados Unidos
donde muere en Nueva York en 1921. No le gustaba el poder; luchó por
conseguirlo y cuando lo tenía, se rebelaba y “cogía el monte”. Simbolizó por
mucho tiempo y aún simboliza, las esperanzas del pueblo venezolano. ¡QUE VIVA
“EL MOCHO” HERNÁNDEZ!
Siempre muy refrescantes y aleccionadores estos artículos del apreciado amigo Germán.
ResponderEliminar