Durante
la época colonial, cuando el estado no tenía entre sus obligaciones velar por
la salud ni por la educación de sus súbditos, ni existían seguros sociales ni
montepíos sino para los militares, los curas se encargaron de la educación y
desde un principio fundaron escuelas lo cual le trajo más de un problema con las autoridades de la corona;
pero los propios pueblos ante el desamparo de sus gobernantes, encontraron una
manera práctica y solidaria de socorrerse mutuamente entre ellos mismos y
fundaron cofradías y sociedades religiosas que tenían la doble finalidad de
rendirle culto al santo patrono y el mutuo auxilio de los socios. Por una parte
se manifestaba la fe religiosa y por otra la solidaridad que alcanzaba a los
hijos y demás familiares de los socios. En todos los pueblos de Venezuela se
fundaron sociedades dedicadas al Santo Cristo, a San José, a La Virgen María, a
la Inmaculada Concepción, y así, a todos, especialmente a los Santos Patronos
epónimos de los pueblos.
Así tenemos a San José de Cagua, San José de
Maracay, Nuestra Señora de La Candelaria
de Turmero, la Villa de todos los Santos de Calabozo, Nuestra Señora de
Guadalupe de La Victoria, Nuestra Señora del Rosario de Zuata y San Nicolás de
Tolentino Vice Patrono de La Victoria. En mi pueblo querido de El Consejo, hubo
sociedades religiosas antes de fundarse el pueblo y el mejor ejemplo es la de
los Promesarios de Quebrada Seca. Una de
las más destacadas es la Sociedad del Carmen que en menos de un mes cumplirá
siglo y medio. Tuvo su origen en tiempos de guerra. Venezuela se encontraba
inmersa en esa espantosa revolución federal que fue una gran matanza y los
consejeños de entonces opusieron al odio y a la guerra, una bandera de paz y de
solidaridad. El domingo 16 de julio de 1865, se reunieron sesenta y un
consejeños, en la casa de habitación del señor Domingo Orta, con la finalidad
de constituir la “SOCIEDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN BENEFACTORA DE SUS
MIEMBROS”.
El Consejo era pequeño y
joven, apenas tenía 88 años; casi todos vivían de la agricultura y muchos de
ellos eran hijos o nietos de los primeros fundadores del pueblo y cuando leemos
sus nombres nos damos cuenta de que también eran los padres o los abuelos de
los que nosotros conocimos. El mejor ejemplo está en el hecho de que entre los
fundadores está un Fernando Borges que no puede ser el que luego conocimos como
Presidente de la misma Sociedad pero más adelante aparece un Antonio Borges (el
padre de Fernando) quien tuvo Bodega e instaló el primer Molino de Vapor de la
población. Muchos de los fundadores pueden haber sido hijos o nietos de los
hombres que en 1813 (52 años antes) fusilaron las tropas de Simón Bolívar, por
seguir fieles a las banderas de su Rey. Ellos eligieron sus primeras
autoridades y levantaron un acta que firmaron todos.
Esos 61 buenos consejeños
fueron: El Presidente, Juan Agustín Torres.El Vicepresidente, José Andrés Tovar.
El Designado, Luis Rodríguez. El
Secretario, Julio Antonio Rivero. El
Subsecretario, Emilio Mejías. El
Tesorero, Domingo Pérez. Miguel
Tovar. Francisco Tovar. Juan Castillo. Francisco García. Julián Tovar.
Manuel Ríos. Tomás Briceño. Pedro Zurita.
Antonio Murga. Jesús
Marchen. Juan Adán Smith. Ángel María Aponte. Gregorio Angulo. Tiburcio Moreno. Simón Hernández. Carlos Sánchez. Antonio Rodríguez. Lucio Castro.
Tereso Uztáriz. Francisco
González. Francisco Colmenares. Juan Pedro Flores. Florencio Serrano. Hermenegildo Tovar. Andrés Flores. Felipe Manzo.
Eduardo Lacruz. Domingo
Nabas. Bonifacio Freites. Domingo Colmenares. Mateo Tovar.
Antonio Hernández. Nieves
Hernández. Antonio Hernández. Jacinto González. Visitación Flores. Domingo Hernández. Francisco Hernández. Juan Gil.
Luis Flores. Enrique
Torrealba. José Sandoval. Juan Agustín Flores. Canuto Tovar
Antolín Mijares. Fernando
Borges. Lucio Herrera. Pedro Flores.
Felipe Carvajal. Juan Antonio
Solano. Senón Sanabria. Francisco Chaves. Juan Pedro Carvajal y Justo Tovar.
Ya
para 1910 habían pasado 45 años de la fundación y no quedaba ninguno activo en
la Sociedad; la mayoría ya había muerto. Pero habían ingresado nuevos socios
cuyos nombres nos hablan de renovación, de nuevos ingresos, de hijos siguiendo
los pasos de sus padres y sobre todo, de raíces y orígenes porque todos
conocemos o conocimos a hijos o nietos o descendientes de esta nueva generación
activa para 1910. Eran: Andrés Bravo,
Donato Rivero, Andrés S. Tovar,
Gerónimo Blanco, Francisco de S. Rivero, Rosalio Hernández, Timoteo Lugo, Julio A. Rivero, José Madero, Eusebio Madero, Ygnacio Alvarrán, Miguel Moreno, Roberto Torres, Antonio Chuo (¿), Andrés
Ramírez, Santos Tovar, Francisco
Salas, Bruno Borges, Antonio Borges,
Felipe Betancourt, Cecilio Sosa, Juan Nieves, Eugenio Lobera, José Savino,
Antonio Savino, Gregorio Alfonzo, Rafael
Fajardo, Damián Lías, Francisco Heredia, José María Alfonzo, José Eugenio Hernández, Emiliano Mosquera, Jesús María Fajardo, Guillermo Frey, José
Moreno, Manuel Flores, Pablo Mellado,
Tomás Bello, Miguel Pacheco, Antonio Pacheco, Ladislao Rengifo, Sandalio (¿) Torres, Carlos Cristiansen, Armando Lozada, Nemecio Mentado, Jorge Seijas y Domingo Mengelle.
El
próximo 16 de julio (faltan 24 días) cumple siglo y medio “La Sociedad”. Al día
siguiente (el 17) cumplo yo 75 años, o
sea que nací el día siguiente de haber cumplido “La Sociedad”, la edad que
tengo yo ahora. Se dice fácil, pero para poder decirlo, es necesario haber
vivido tres cuartos de siglo vinculado afectivamente a una institución y
sentirnos orgullosos de ese vínculo. Por eso esta crónica tiene más de afectos
y de agradecimiento que de historia.
“La
Sociedad” se fundó el 16 de julio (Día del Carmen) de 1865 y cuando comenzó el
siglo XX ya tenía 34 años de fundada pero todavía quedaban vivos algunos de sus
fundadores. Desde su primer día hasta hoy, no ha dejado de funcionar y se ha
regido por estatutos que han sido respetados rigurosamente. Tiene una clara
jerarquización de sus miembros, en casi todos los casos atendiendo al tiempo de
participación y ha sido pionera en todo; Fundó la primera Emisora Radial del
pueblo (“La Voz Carmelitana”), el primer periódico (“La Antorcha Carmelitana”),
la primera biblioteca (“Mariano Fernández Fortique”), participó activamente en
todas las iniciativas a favor del pueblo tales como la creación de las
escuelas, del dispensario, del acueducto, de la electricidad, del telégrafo, de
los teléfonos y fue la verdadera “Casa de la Cultura” cuando en el Consejo no
había Casa de la Cultura pero si había Cultura. Los jóvenes de hace 60 años
recordamos cómo “La Sociedad” era el epicentro de la vida cultural, sin
desatender sus funciones principales que eran el Culto a su Santa Patrona y el
Mutuo auxilio de los Socios, por ser precisamente “Benefactora de sus
Miembros”. Ya para mediados del siglo XX lo socios eran entre otros: Antonio
Borges Yumar y su hijo Fernando Borges
Medina, los Sabino, Ramón Aguilera, Manuel Delgado, José Albarrán, Nicolás
Llanos, Fermín Guillén, Antonio Hernández Payares, Yginio Rosales, Pedro Perdomo, Toribio
Borges, Antonio Visbal Pino, Alejandro Madero, Rafael Aponte, Gregorio Sumoza,
José Durán, Fernando Borges Medina, Miguel Carvajal, Jacinto González y José
Julián Navarro.
Cuando
fundamos el Centro de Exalumnos “Juan Uslar”, nuestros dos cuarteles generales
eran la dirección del Grupo Escolar, gentilmente cedido por el Profesor Julián
Navarro y “El Local” de la sociedad. Todavía en el techo del baño del local
están los esténsiles utilizados para editar “El Ceju” órgano del Centro de
Exalumnos. En los actos del 16 de julio actuaban los mejores arpistas y
cantadores de la región, los poetas y declamadores “y el carato es para los
socios”. Pedro Matos, Rafael Aponte (El Arpisto) Estaban Blanco, Salvador
Rodríguez, Alberto Bejarano “Úrica”, José Alvarado quien todavía nos acompaña,
todos ellos actuaban y allí leía sus poemas y otros escritos Fernando Borges
Medina quien fue el gran líder de la institución durante muchos años. Cuando en
1973 cumplió diez años de muerto Pedro Matos, tuvimos el honor de traer a Jacinto Pérez “El Rey del Cuatro” quien le
quiso rendir un homenaje a su amigo de muchos años. Mi vinculación afectiva es
grande porque mis grandes amigos estaban allí: Rafael Aponte, José Albarrán,
Francisco Salazar Antonio Lugo, José Albarrán y el Maestro Navarro. Una vez, en
1953 solicité de la Biblioteca Fernández Fortique, en calidad de préstamo, los
dos tomos de la Autobiografía del general Páez y el bibliotecario que era
Rafael Aponte, me los prestó. Me quedé con ellos durante cincuenta años y en
1913, cuando se cumplía medio siglo del
préstamo, pedí una reunión para devolverlos. Todavía tenían archivada la
Boleta del Préstamo y me la firmaron como “Recibido”.
Otra vez, en 1963, cuando
la sociedad cumplió 98 años me invitaron
como Orador de Orden. Leí un discurso que por suerte se les olvidó, porque en 1983
(20 años después), me volvieron a invitar y lo que hice fue leer el mismo
discurso. En el 2003 (hacía 40 años del primero y 20 del segundo) me volvieron
a invitar y volví a leerlo. El discurso era el mismo pero el público siempre
había cambiado. En el 2013, cuando hacía 50 años del primero, 30 del segundo y
diez del tercero, pedí un derecho de palabra y además de devolver los libros
regalé la Primer Bandera de El Consejo, el original de “La Antorcha
Carmelitana”, varias fotografías. Por cierto que en la primera foto aparece
nuestra querida y recordada doctora Rebeca Moreno de Cuenca y para el segundo,
las fotos las tomó Rebequita su bella e inteligente hija. No era mi primer
regalo; en 1961 les llevé varios de los documentos originales de la Fundación
de El Consejo que hicieron encuadernar bellamente en cuero y fueron publicados
en el periódico “En Hazz” que dirigía Leancy Tovar. A los seis años cuando me
gradué de abogado recibí una bella carta firmada por los miembros de la
sociedad, que conservo montada, en sitio de honor, en mi bufete. La Sociedad tiene una bandera de tres
franjas horizontales blanca, roja y azul y al centro tres estrellas que
simbolizan los tres fines de la institución; y tiene un hermoso lema que une a
todos y es “FEATERNIDAD POR LA VIRGEN”.
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