30 mar 2014

A ESTE SANTO NOMBRE DE EL CONSEJO



                                                         A Polita Manzano quien comenzó esta investigación.

El 2 de septiembre de 1774, el Conde de Tovar se dirige al Señor Provisor y Vicario General, en su propio nombre y en el de los demás interesados en la erección de la nueva iglesia y le pide que la misma sea dedicada a honra de la Santísima Virgen Nuestra Señora del Buen Consejo. 

Era una antigua devoción de la familia Tovar. A la primogénita de los doce hijos del Señor Conde y de su legítima esposa doña María Manuela Concepción de Ponte y Mijares,  con quien estaba casado desde 1758, la bautizan con ese nombre. Nacida el 25 de marzo de 1761 (ahora tiene 13 años), cuando a su padre le faltan diez años para recibir el título de Conde y once para que solicitara la creación del pueblo, se llama María Josefa del Buen Consejo del Sudor de la Encarnación Ignacia Dominga Antonia Nicolasa Petronila Pulcheria Luisa de la Luz Tovar y Ponte. Su padre tiene 35 años y su madre 19.  A sus 23 años, el 15 de agosto de 1784, María Josefa del Buen Consejo ingresó a la Congregación de las Carmelitas Descalzas con el nombre de Sor María Rosa de San José y murió a sus 70 años, en 1831.  Vivió sus últimos años y murió en la Hacienda familiar de “Paya” en Turmero en cuya casa grande existe una hermosa habitación llamada “El cuarto de la monja”. Su nombre quedó vinculado a la historia de nuestro  pueblo,  por haberle solicitado al Obispo, por intermedio de su padre,  el nombre de Pueblo de Nuestra Señora del Buen Consejo.

En su monumental obra “La Ciudad de los Techos Rojos”, dice el gran Cronista de Caracas don Enrique Bernardo Núñez, que María Josefa había nacido en el pueblo de su nombre el 17 de marzo de 1761. (Probablemente en una de las haciendas de su padre porque ese año, todavía el pueblo no estaba fundado).    En la mañana del 29 de julio de 1782 después de un año de noviciado María Josefa del Buen Consejo, con el nombre de sor María Rosa,  hace renuncia de sus bienes. A la iglesia del Buen Consejo dona una custodia de plata sobredorada con piedras de Francia, una lámpara de plata y dos botijuelas de aceite anuales para el alumbrado del Santísimo Sacramento. En la mañana del 24 de agosto recibe el velo negro “con gran concurso de la nobleza y asistencia del señor Gobernador (Don Manuel González Torres de Navarra) con su cabildo.”  El mismo 24,  día de San Bartolomé –dice don Enrique Bernardo-  comienzan las fiestas patronales de El Consejo” (?).

Patrona de Albania.
Nuestra Señora  del Buen Consejo es la Patrona de Albania, un lejano país situado al sudeste de Europa, en la costa oriental del mar Adriático y del mar Jónico, limitado al norte por  Montenegro, Serbia y Kosovo, al este por Macedonia, al sur por Grecia y al oeste por los mares que lo comunican con Italia y con el Mar Mediterráneo. A finales del siglo XV adoptó un nombre que significa “Tierra de las Águilas” mientras que Albania viene del latín  “albus” que  significa “blanco” y hace referencia a las nieves de sus montañas.

Su paso a Italia.
Cuenta una antigua leyenda que cuando los turcos invadieron Albania, dos albaneses  llamados Giorgio y De Sclavis del pueblo  Scutari, último  tomado por los invasores, ambos fieles devotos de la Patrona la Virgen del Buen Consejo,  cuando comprendieron que ya no podían resistir, le pidieron consejo de qué hacer para huir  y mantener la fe religiosa. Vieron entonces con ojos asombrados como la imagen de la Virgen se desprendió de la pared y elevándose por los cielos se comenzó a trasladar lentamente hacia el oeste. La siguieron hasta la orilla del mar, cruzaron el Adriático cuyas aguas se endurecían a su paso para volverse nuevamente líquidas al pasar y así llegaron a la costa italiana.  La imagen llegó a un pueblo llamado Genazzano  donde desde hacía muchos años, la estaban esperando.

Era  un pueblo situado a 30 millas de Roma donde mucho antes del nacimiento de Cristo se le construyó un templo a Venus Diosa pagana del Amor. Grandes fiestas, cantos y bailes se hacían especialmente entre el 25 y el 27 de abril de cada año. Para ponerle fin a la parranda,  en el siglo IV de nuestra era, el Papa San Marcos mandó a construir una iglesia firme y fuerte pero pequeña y sencilla en una colina del pueblo muy cerca del temple de Venus y la dedicó a Nuestra Señora del Buen Consejo y en reconocimiento al amor del pueblo por sus fiestas, declaró el mismo 25 de abril como fecha de celebración y le entregó la custodia de la iglesia a los frailes de San Agustín en 1356.               

El tiempo hizo su trabajo y ya para el  siglo XV, la iglesia se había venido desvencijando tanto que algunos temían su total colapso y nadie se interesaba en su reconstrucción porque había iglesias nuevas más grandes y bellas.


Una viuda rica, piadosa y santa, llamada Petruccia de Geneo, viuda desde 1436,  Terciaria de San Agustín, que amaba a la Virgen devotamente,  tuvo una revelación de que la célebre imagen de Nuestra Señora de Buen Consejo que se veneraba en Escutari de Albania, pasaría milagrosamente a Genazzano para purificar la fe de los paganos y convertir a muchos hombres hacia Dios, prodigio para el cual debería reconstruirse la deteriorada y desvencijada iglesia de los Agustinos, en donde la Virgen había sido ya honrada. Se  sintió inspirada a reconstruir la iglesia para que fuera más grande, más bonita y más apropiada para recibir a la Madre de Dios. Confiando en Nuestra Señora, Petruccia contrató trabajadores y constructores, compró también los materiales y vio las paredes subir. Sus vecinos la observaron por un tiempo en silencio, luego comenzaron a burlarse de ella, especialmente cuando les pedía ayuda.

Petruccia no podía comprender la actitud que sus vecinos y pensaba que su amor a Nuestra Señora los inspiraría a ofrecer ayuda. Pero los corazones no estaban para eso. Ellos sabían que construir una iglesia grande y bonita era un gran proyecto y que Petruccia tenía dinero, pero no lo suficiente. Percibían la obra como un acto de orgullo y presunción por parte de Petruccia y la criticaban. Cuando la obra tuvo que detenerse por falta de fondos, las paredes sin terminar fueron bautizadas como "la locura de Petruccia".

Ella no se dejó dominar por los obstáculos; estaba determinada a hacer todo lo que pudiese para ver la iglesia completada. Sentía que Nuestra Señora había inspirado el trabajo y que Ella lo apoyaría cuando fuese necesario. Decía que algún día "una gran Señora vendría a tomar posesión de ella". Petruccia entonces recurrió a sacrificios y oraciones más fervorosas.

Un poco después, durante la fiesta del pueblo, el 25 de abril de 1467 día de San Marcos, estaban congregados en la plaza los vecinos, pasando un buen rato, festejando, bailando y cantando pero sin rendir culto a Nuestra Señora del Buen Consejo como lo habían hecho sus antepasados en siglos anteriores. En medio del jolgorio  alguien vio una nube flotando muy bajo a través del claro cielo azul. El asombro paralizó el baile y el canto. Toda la atención fue puesta en la nube que bajaba despacio dejando oír una música angelical, hasta que finalmente se detuvo en un borde angosto de las paredes sin terminar de la iglesia de Petruccia. La nube se abrió gradualmente, y en su centro apareció una bellísima pintura de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Todas las campanas del pueblo comenzaron a sonar sin que nadie las tocara.

Atraídos por el  fuerte repicar de las campanas, la gente de las villas aledañas se apresuraron a Genazzano para averiguar la causa. Mientras tanto, al escuchar del milagro, Petruccia, que estaba orando en casa, se apresuró a la iglesia para arrodillarse ante la pintura. Llena de alegría dijo que ella sabía que Nuestra Señora vendría a tomar posesión de su iglesia. Toda la gente se le unió en las alabanzas.

Nadie conocía la procedencia de la pintura ni la había visto antes. Pronto una maravillosa lluvia de gracias y milagrosas curaciones comenzaron a suceder. En solo cuatro meses, 171 milagros fueron realizados. La gente comenzó a llamar a la imagen "Nuestra Señora del Paraíso" porque creían que había sido traída a Genazzano por manos de los ángeles ocultos en la nube. Otros, por los numerosos milagros, la llamaban "Nuestra Señora de los Milagros".

Corría el año de 1467, ya los agustinos tenían dos siglos en Genazzano. La historia de nuestra patrona se remonta hacia el año de 1278, época en la cual los Agustinos estaban radicados en Genazzano, en un sitio llamado la Pescara de San Francisco, bastante distante del pueblo. Era la época pagana y la pequeña ciudad de Genazzano era célebre como sitio de recreo principalmente el 25 de Abril por las fiestas paganas en honor a la diosa Venus.


Este maravilloso prodigio lo conocieron Paulo II y Pio VI y concedieron a los agustinos el privilegio de celebrar su fiesta el 26 de Abril, fecha en la cual celebraban su fiesta patronal.

Cuando el Santo Padre en Roma escuchó acerca de la pintura y de sus muchos milagros, mandó a dos obispos como comisionados a examinar y estudiar los acontecimientos extraordinarios. Después de una cuidadosa investigación, el Papa y los comisionados quedaron convencidos de que la pintura era verdaderamente Nuestra Señora del Buen Consejo, que había sido venerada por siglos en el pequeño pueblo de Scutari. El espacio vacío con las dimensiones exactas donde había estado la pintura en la iglesia fue evidente para todos. La imagen -del espesor de cáscara de huevo- había sido pintada sobre el yeso de la pared. Ninguna habilidad humana podría haber tomado con éxito la pintura de la pared sin romperla. Ninguna mano humana podría haberla traído a través del mar Adriático y colocarla en el borde angosto de la iglesia sin sujetarla.

Naturalmente, la iglesia de Petruccia fue completada. Más bien, hubo tantas donaciones y fue ofrecida tanta ayuda que se convirtió en una bella basílica. La pintura fue puesta en un relicario maravilloso con un marco de oro adornado con piedras preciosas. Más tarde dos coronas de oro enviadas por el Vaticano fueron colocadas en las cabezas de la Madre y el Niño. La pintura aún está en la iglesia "la locura de Petruccia". Los monjes Agustinos son los guardianes especiales de la iglesia y de la pintura milagrosa.

La basílica ha sido afectada por los siglos. Sufrió particularmente por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial.  En Genazzano, el santuario de Nuestra Señora no se libró. Una bomba explotó en el con toda fuerza. El altar mayor fue completamente destruido, todas las pinturas y las estatuas en las paredes alrededor se vinieron abajo, pero la milagrosa pintura de Nuestra Señora del Buen Consejo, se mantuvo perfectamente intacta, tan bella como cuando Petruccia la vio por primera vez.

Nuestra Señora tiene los ojos parcialmente bajos como si estuviera escuchando con intensidad. Su vestido verde oscuro está adornado con un borde de oro. Su manto azul oscuro cubre su cabeza y sus hombros y cubre parcialmente al Niño Jesús, quien tiene una mano alrededor del cuello de su Madre. Su mejilla toca la de ella, y su mano izquierda está sosteniendo el cuello de su vestido. El vestido rojo del Niño está adornado con un borde de oro. La expresión en ambos, Madre e Hijo es de una profunda atención. El Niño Jesús parece que está listo para susurrarle algo a Su Madre. Es una pintura sencilla pero atractiva.

En los últimos cuatro siglos innumerables peregrinaciones y muchos milagros han ocurrido en su santuario. Las palabras "Madre del Buen Consejo" fueron insertadas por  Pío IX a las letanías de la Virgen María.

Su llegada a España.
De Italia pasó la devoción y el culto por toda Europa; a España llegó en el siglo XVI con un retrato de la de Genazzano que se veneraba en el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús en Madrid. Los Jesuitas han hecho famoso el consejo que dio La Virgen a San Luís Gonzaga en 1583, a quien dijo: “Entra en la Compañía de mi hijo” y para algunos ese buen consejo es el origen de su nombre. Igualmente al Mártir Diego Luís de San Vítores a quien aconsejó el 25 de marzo de 1640: “Hijo, entra en la Compañía de Jesús”. Por cierto que ya en esta fecha se encontraba preparando su venida a Venezuela, el Obispo Fray Mauro de Tovar con sus tres sobrinos, Martín, Ortuño y Manuel Felipe, quienes entronizarían en nuestro país la devoción del Buen Consejo.
La hermana del rey Felipe II, la Emperatriz doña María de Austria mandó en 1560 a construir una imagen que se depositó en la iglesia de San Pedro y San Pablo. Su efigie es de cuerpo entero y de talla, pintada la túnica de blanco y el manto de azul, con un graciosísimo niño en el brazo izquierdo. Y es muy de notar que los Padres de la Compañía de Jesús tuvieron siempre el buen sentido de no consentir en disfrazarla, vestirla ni recargarla de extravagantes adornos, como con mal gusto y poco criterio se ha hecho con otras respetables efigies de la Virgen, pudiéndose verla aun hoy día tal cual estaba en tiempo de San Luis Gonzaga. 
El templo madrileño de San Pedro y San Pablo, hogar español de la Virgen, demolido en 1608, y reconstruido en 1651, en tiempos de Felipe IV, albergó las reliquias de San Isidro y su Santa esposa y en 1885 el Papa Leon XIII la designó oficialamente como Catedral de Madrid.  
Algunos pontífices de la iglesia católica le han rendido homenajes. Paulo II comenzó las averiguaciones, Pio V como exvoto le envió un corazón de oro; Urbano VII, en 1630 fue en peregrinación para pedir la ayuda durante una plaga; Inocencio XI, coronó a la imagen.Benedicto XIV aprobó la Cofradía de Nuestra Señora del Buen Consejo, siendo su primer miembro. Pio XII la escogió como la patrona de su pontificado. Muchos santos y beatos le han rendido mucha veneración.  Históricamente, se sabe que la imagen fue coronada como "Nuestra Señora del Buen Consejo" en el año 1682 en la Basílica del Vaticano.  El Papa Leo XIII le dio un significado especial añadiéndola a la Letanía de la Virgen María.
De España el culto pasó a América desde los primeros días de la conquista y está expandida por todo el continente. A Venezuela debió llegar con los jesuitas, pero es Fray Mauro de Tovar, el quisquilloso Obispo de Caracas, llegado en diciembre de 1640, su devoto desde sus tiempos de sacerdote en la península, quien la trae como devoción familiar.

A pesar de haber solicitado su patronazgo para el nuevo pueblo en 1774, tres años después, en el Acta de Fundación de El Consejo aparece entrelineada, prueba de que se les había  olvidado. Alguien señaló el olvido y entre líneas del acta, escribieron en letra muy pequeña la frase: “bajo la invocacion y titulo de Nuestra Señora del Buen Consejo”.

Cuando en 1800 pasa por aquí el barón Alejandro de Humboldt.  anota en su diario: “Para ir a La Victoria se pasa por el lindo pueblo del Mamón o del Consejo, célebre en la provincia por una imagen milagrosa de la Virgen”.

¿Cuál fue ese buen consejo?
Es hora de preguntarnos: ¿De dónde le viene el nombre a esa advocación? ¿Cuál fue ese Buen Consejo que mereció ser recordado con una advocación mariana? La respuesta está en la Biblia. Prudente, discreta y de pocas palabras, a la Madre de Dios le reconocen los estudiosos de La Biblia, solamente siete frases (las siete palabras) que son las siguientes: 1) “¿Cómo será esto si no conozco varón?” cuando el Ángel Gabriel le anuncia que tendrá un hijo; 2) “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” ante el mismo Ángel Gabriel; 3) “Shalom” cuando visita a su prima Isabel; 4) “El Magnificat” canto de alabanza; 5) “¿Por qué te has portado así? dirigiéndose al hijo que se ha extraviado momentáneamente; 6) ¡No tienen vino!  dirigiéndose al hijo en las bodas de Caná y 7) “Hagan lo que Él les diga”,  palabras  dirigidas a los hombres que servían el vino; son las primeras dirigidas a los hombres y no solo a quienes estaban en la boda sino a todos los hombres de todos los tiempos. Esta frase constituye “EL BUEN CONSEJO” y anunciaba el primer milagro hecho por su hijo Jesús.  Acudir ante su maternal presencia divina en busca de consuelo o de consejo, nos guiará hacia la palabra de su hijo: “HACED LO QUE ÉL LES DIGA”.


El Buen Consejo le dio nombre a la Madre de Dios y Ella se lo dio a nuestro pueblo. A este Santo Nombre “debemos solícito amor”. Su Santa Iglesia Parroquial y Su Santa Patrona son un permanente recordatorio de nuestros orígenes y de nuestros compromisos. Cada vez que postrados solicitemos de la Madre de Dios auxilio espiritual,  desde su imagen más que Bicentenaria,  intercediendo por nosotros ante su hijo y en silencio, Ella nos dará el  mismo buen consejo: “HACED LO QUE EL OS DIGA”.

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