29 mar 2014

LA BANDERA DE MIRANDA EN OCUMARE

VERSIÓN GRABADA DEL DISCURSO PRONUNCIADO DURANTE LA SESIÓN CONJUNTA DEL CONSEJO LEGISLATIVO DEL ESTADO ARAGUA Y EL ILUSTRE CONCEJO MUNICIPAL DE OCUMARE DE LA COSTA, EL 27 DE ABRIL DEL AÑO 2006, CON MOTIVO DE CUMPLIRSE 200 AÑOS DE LA LLEGADA DE LA BANDERA TRICOLOR A TERRITORIO VENEZOLANO.

(Antes de concederle la palabra al orador, los gobernadores presentes y otros invitados especiales, líderes políticos nacionales, regionales y municipales, hablaron durante tres horas y media).

Señoras y señores:

Venía pensando en esos pobres toreros a quienes le sueltan un toro de miura y primero se lo capotean, luego se lo banderillean, se lo rejonean, se lo estoquean, se lo torean y al final, cuando el toro está medio muerto, le dicen: “Matador, ahí tiene esa fiera; ¡Lúzcase!”. Yo no aspiro salir  en hombros de esta corrida, ni  llevarme ninguna oreja ni ningún rabo; pero al menos aspiro lograr esos tímidos aplausitos cariñosos con que el público de los tendidos despide a los toreros malos. (Aplausos).

Señoras y señores:

La primera vez que la bandera tricolor ondeó en territorio venezolano, fue en este mar de Ocumare de la Costa, el 27 de abril de 1806, hace hoy doscientos años. Flameaba airosa en los mástiles de los tres buques que conformaban nuestra primera flota naval, a bordo de la cual venía nuestro primer ejército patriota, a librar nuestro primer combate armado, que sería nuestra primera derrota. El 27 de abril de 1806 es el día auroral de nuestra guerra de independencia porque le dio comienzo; si entendemos como guerra, al enfrentamiento de un ejército organizado contra otro ejército organizado; el incipiente ejército patriota al mando del general Miranda, contra el poderoso ejército de Su Majestad, el Rey de España. Fue nuestra primera batalla naval y a su vez, la primera librada por la independencia de la América del Sur. Si es cierto lo que dijo nuestro Libertador el 19 de abril de 1820, que “El 19 de abril nació Colombia”, también lo es,  que  el 27 de abril, nació la América hispana independiente.

Hoy es el bicentenario del comienzo de la guerra de independencia. Por supuesto que antes hubo rebeliones y movimientos precursores, pero la guerra, la verdadera guerra,  comenzó el 27 de abril de 1806, cuando jóvenes norteamericanos, polacos y portugueses, reclutados por el General Miranda, invadieron la Provincia  a bordo de tres buques, por el mar de Ocumare de la Costa. En el mástil de la nave capitana, el Leander, y de las dos goletas que lo acompañaban, venía ondeando por vez primera en territorio venezolano, la bandera tricolor que habían izado en el puerto de Jacmel, en Haití, el 12 de marzo anterior.

Atacado el ejército invasor por la Armada realista,  fueron apresados dos de los buques con sus más de setenta tripulantes. Llevados a Puerto Cabello, tras un juicio sumario, diez de ellos fueron ahorcados en un cadalso irónicamente adornado con tres inmensas telas, una amarilla, una azul y otra roja. A quien declaró ser el abanderado del grupo, antes de ahorcarlo le colocaron entre las manos la bandera. Nuestra primera batalla por la emancipación fue una batalla Naval y la perdimos. En esa acción recibió nuestra bandera nacional, su bautismo de fuego, de sangre, de muerte, de ahogamientos, de enjuiciamiento, de condenados, de ajusticiados, de cautiverio, de humillación y de incineración, y por eso, a partir de ahora, del Día Nacional de la Bandera debe ser el 27 de abril, en lugar del 12 de marzo, fecha seleccionada hace 43 años, por un error de omisión que debe ser corregido.

El general Miranda, zarpó de Nueva York el 2 de febrero de 1806, a reencontrarse con una patria de la que había salido 35 años antes, cuando tenía él tenía 20; durante el viaje cumplirá los 56 años. Viaja a bordo del buque norteamericano “Leander”, un barco alquilado, cuyo nombre nada tiene que ver con el de su hijo de 18 meses, como se ha repetido erróneamente, cuyo alquiler y doble equipamiento se había hecho por un valor de $ 217.000. Un ejército de más de 300 jóvenes reclutas, en su mayoría norteamericanos, entre ellos un nieto del segundo presidente de Estados Unidos  después de Washington, John Adams (1797- 1801) cuyo hijo sería el sexto presidente de Estados Unidos, 24 años después (1825 a 1829); pues bien, el nieto del  presidente, venía en la expedición con el consentimiento de su abuelo, lo que dice mucho del apoyo tácito del gobierno norteamericano a la empresa mirandina.
El día 15 de febrero cruza el Paso de la Mona entre Santo Domingo y Puerto Rico, y el 18 llega a Jacmel, en la costa sur de Haití.

En Jacmel ocurren tres acontecimientos importantes para la historia de Venezuela: 1) el 12 de marzo, entre cañonazos, fiestas y brindis, se iza solemnemente la bandera tricolor sobre el mástil del barco; 2) se incorpora al equipaje una imprenta, esa herramienta que el Libertador llamó “la artillería del pensamiento” y que fue realmente la primera en tierra firme, porque fracasada la expedición, fue adquirida en Trinidad  y traída a Caracas y allí se editó “La Gaceta de Caracas”; y 3) Miranda asignará a sus hombres, mandos y rangos militares, lo que comprueba que lo que trae es un ejército; nuestro primer ejército patriota.

El 28 de marzo (casi dos meses después) sale de Jacmel con rumbo a la Provincia de Caracas, junto con dos goletas llamadas “Bachus” y “Bee”. Vienen 250 hombres en el Leander, 35 en la “Bachus” y 35 en la “Bee”.

Van a Aruba, Curazao, Bonaire, nuevamente Curazao y al fin, tras accidentada travesía, el 27 de abril, a este mar de Ocumare de la Costa. Llegan casi 3 meses después de haber iniciado el viaje. Llegan a Ocumare, no por accidente como se ha pretendido afirmar, sino por decisión tomada el día 21, en un Consejo de Guerra reunido en el Leander  al efecto. Pero hete aquí que el mismo día 2 de febrero en que salieron de Nueva York, salió una goleta directo a La Guaira con toda la información, y quienes pretendían invadir por sorpresa, fueron los sorprendidos al darse cuenta de que desde hacía mucho tiempo, los estaban esperando.

Cuando llega Miranda, según el censo que acaba de realizar el cura Marcial de Quintana, viven en Ocumare 2.226 personas; 86 blancos, un indio, 638 pardos libres, 37 negros libres y 1464 esclavos negros. Al final pone una nota que dice: a este número hay que agregar 2 locos.

El 27 mismo comienzan a desembarcar y al amanecer del 28 son  atacados por la armada real. Cañoneo y metralla cruzados entre el Leander y los buques españoles “Celoso” y “Argos”, dan como resultado la captura de las dos goletas patriotas, varios oficiales y soldados muertos por la metralla y varios ahogados, entre ellos el capitán Huddle, comandante de la “Bachus”, y 58 prisioneros. Los buques capturados y sus tripulaciones fueron llevados inmediatamente a Puerto Cabello; uno de los soldados murió de un infarto y los otros 57 fueron sometidos a juicio y 10 de ellos condenados a muerte.
El resto fue condenado a pasar 10 años de cárcel en las fortalezas de diversos países del Caribe.

El Gobernador Guevara Vasconselos, el mismo que había ahorcado a Gual y España, dictó sentencia el 12 de julio y condenó a muerte en la horca a los mayores de 25 años (10 en total), a pesar de que el Fiscal,  Juan Germán Roscio (quien llegó a ser después ilustre Prócer y redactor del Acta de la Independencia), había pedido que se ejecutara a todos los mayores de 17 años. Sentenció igualmente que una vez ahorcados, se les decapitase y sus cabezas fueran expuestas en los sitios más notables de Ocumare, La Guaira y Valencia, en los términos acostumbrados. El intérprete y traductor en los interrogatorios fue el joven Andrés Bello.

Junto con los prisioneros, capturaron las banderas y las proclamas redactadas en español y dirigidas a los pueblos de suramérica. En ellas se anunciaba la independencia plena de España y los ideales que animaban la revolución; algunos de ellos muy discutibles hoy en día, como por ejemplo no conceder la ciudadanía a los esclavos negros ni abolir la esclavitud,  en lo cual no se diferencian de muchos libertadores quienes 33 daños después de la batalla de Carabobo seguían comprando y vendiendo esclavos.

Las ejecuciones se efectuaron en Puerto Cabello el 21 de julio. El cadalso fue adornado con tres gigantescas telas, una amarilla, otra azul y otra roja, y a quien declaró ser el abanderado del grupo, le colocaron entre las manos, la bandera tricolor, antes de ejecutarlo.

Estos primeros mártires de la independencia venezolana y americana, sufrieron de una muerte horrenda y luego sus cabezas fueron expuestas en las entradas de Puerto Cabello, Valencia y Ocumare; lo mismo que ocho años después, harán los realistas con la cabeza del general José Félix Ribas.

Los ahorcados fueron Francis Farquason (30), teniente de artillería y encuadernador;  Charles Jonson (30) teniente de artillería; Milles Hall (30) teniente; Thomas Billop (40) capitán; Daniel Kemper (20) teniente de infantería; John Ferris (¿) oficial;  James Gardner (30) capitán de la goleta Bachus; Thomas Donohue (31) mayor; todos norteamericanos;  Gustavus Bergud (34) capitán de caballería,  polaco; y Paul George (¿), portugués.  

Para humillarlos, se colocó en cada horca la bandera tricolor en un palo sin labrar, pero con el asta hacia abajo.  El gobernador dispuso además, que la bandera “fuera  ejecutada por mano de verdugo”, lo cual se hizo el 4 de agosto en la Plaza Mayor de Caracas, donde, ante la tropa formada, fue incinerada “para que arda con esta llama y quede reducida a cenizas esta insignia”.

El general Miranda logró escapar en la nave capitana rumbo a Bonaire, Grenada, Barbados y Trinidad, dentro de un clima de mutuas acusaciones y desconfianza, lo que prueba una vez más, que  mientras las victorias tienen muchos padres, las derrotas son huérfanas.

Una vez reabastecido y rearmado, varios meses después, escoltado por una flota inglesa, atravesó todo el litoral en sentido este oeste, e intentó un segundo ataque, esta vez por La Vela de Coro; desembarco que afortunadamente se efectuó sin contratiempos, sin enfrentamientos ni muertes, en forma pacífica, tanto, que el general se hospedó en la casa de familia del Juez don Antonio Navarrete, donde fue generosamente obsequiado y permaneció durante varios días. Miranda desembarcó en La Vela el 3 de agosto y entró a Santa Ana de Coro, el 4 de agosto, y por casualidad, ese mismo día, en la Plaza Mayor de Caracas, frente a la tropa formada, y en cumplimiento de la sentencia del Capitán General de la Provincia, se estaba incinerando la bandera que le habían arrebatado al ejército patriota, aquí en Ocumare.

Cuenta el Juez Navarrete que Miranda llegó a su casa a las 4:45 minutos del 4 de agosto, vestido con un uniforme azul, ornamentado en oro, y con cuello, carteras y vuelta, y tres estrellas de oro en el corte. El uniforme tenía collarín encarnado, bordado con vueltas y golpes de palma, como los jefes de brigada de Francia. Estaba acompañado de oficiales norteamericanos, ingleses, dominicanos, franceses, cubanos, españoles, trinitarios, y negros barloventeños.

Izó la bandera en la iglesia y su secretario Molini escribe que revisando los mapas,  explicó que su destino era Ocumare, entre Puerto Cabello y La Guaira, próximo a Caracas, y no Coro, ciudad que no se podía fortificar ni defender,  por ser el terreno demasiado plano, abierta y sin alturas. Que resultaba imposible permanecer en ella. Navarrete le brindó su hospitalidad hasta el día 7 a las 10:15 de la noche cuando partió.

Cuando la flota del Rey llega a Coro desde diferentes puertos, ya Miranda ha levado anclas rumbo a Araba y Trinidad, y de allí, a Londres, de donde regresará cuatro años después, a raíz de los sucesos del 19 de abril. La actividad militar de Miranda en Venezuela será muy breve: unos meses en 1806 y menos de dos años entre 1810 y el 12; y todos signados por  el fracaso y la incomprensión; la derrota de Ocumare, el desaire de Coro, los fracasos de la primera república, la inexplicable capitulación de San Mateo, la prisión y entrega a manos de sus propios oficiales encabezados por el Libertador. Vendrán luego la Fortaleza de La Guaira, el Castillo de Puerto Cabello, el Castillo del Morro en Puerto Rico, y de allí al Castillo de las Siete torres en el Arsenal de La Carraca en Cádiz. “Estas cadenas españolas me pesan menos que las que me pusieron mis compatriotas en La Guaira”; dirá.  

Cuando la flota de Su Majestad llega a Coro, ya los cañones del imperio no lo alcanzan, pero lo españoles que si conocían perfectamente el poder y el alcance de las palabras, y cómo un verso podía ser más dañino que un cañonazo, pretendieron ridiculizarlo, y  desde lejos le lanzaron una cuarteta escrita en muy buen castellano, que copiaron como graffiti en las paredes de Caracas y otras ciudades del Caribe. La cuarteta, rescatada por el historiador Edgardo Mondolfi, decía así:

A ESTE VENDIDO AL INGLÉS
CON SU ZARCILLO EN LA OREJA
Y SU PELUCA DE VIEJA
TODO LE SALE AL REVÉS.



A finales del siglo XIX, el gobierno norteamericano regaló a Venezuela “las águilas del escudo de los Estados Unidos” en homenaje a los jóvenes norteamericanos muertos en la acción. Un juego de estas águilas fue colocado por orden del general Joaquín Crespo en Puerto Cabello, y otro en la Plaza Girardot de Maracay. Creo que las de Maracay deberían ser colocadas coronando un gran monumento, aquí, frente al mar de Ocumare.

En 1963, el Presidente Rómulo Betancourt decidió instituir un “Día Nacional de la Bandera” y a tal efecto invitó a Miraflores y le solicitó asesoría, a un grupo de muy destacados intelectuales entre quienes estaban  S. E. El Cardenal José Humberto Quintero, don J. A. Cova, don Enrique Bernardo Núñez Cronista de Caracas, don Cristóbal Lorenzo Mendoza, don Ramón Díaz Sánchez, don Marcos Falcón Briceño, el ex presidente don Edgar Sanabria Arcia,  don Martiano Picón Salas y don José Nucete Sardi, ambos, biógrafos de Miranda; la flor y nata de los académicos de la historia. Ellos  le hablaron del 12 de marzo, día del izamiento en Haití y del 3 de agosto, día del desembarco en La Vela de Coro. El presidente, sabiamente,  decidió declarar el 12 de marzo, aun cuando era una fecha no relacionada con el territorio nacional, con el sólido argumento de que durante el mes de agosto los estudiantes estaban de vacaciones y la idea era que se celebrara la fecha con actividades escolares: charlas, periódicos murales, escenificación de desembarcos y de izamientos.  Nadie le habló del desembarco en Ocumare. En el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar, el más completo publicado hasta ahora en el país, en el capítulo dedicado a la bandera, no se dice nada del desembarco en Ocumare. Esta inexplicable omisión, impidió que fuera instituido, el día en que el tricolor flameó por vez primera en nuestro territorio. De haberle hablado al Presidente del 27 de abril, ese hubiera sido el día elegido.

Indudablemente fue una decisión sabia, pero basada en información errónea, no por incorrecta, que no lo era; sino por incompleta.

Como Ustedes habrán observado, todas las televisoras oficiales y privadas (del gobierno y de la oposición), están promocionando programas titulados “Arribo de Miranda a La Vela de Coro”, cuyos solos títulos, hacen creer que la primera vez que el tricolor nacional ondeó en territorio venezolano, fue en La Vela de Coro, lo cual es inexacto. Se anuncian imponentes desfiles navales frente a las costas de Falcón y el Señor Gobernador de ese estado, ha manifestado públicamente su agradecimiento, en la televisión y en la prensa,  por haber recibido 85 mil millones de bolívares para celebrar dignamente la fecha, incluyendo la necesaria restauración del casco colonial de nuestra histórica primera ciudad capital de Venezuela, sin que nada se haya dicho de Ocumare de la Costa.

Muy mal servicio le hacen al gobierno nacional y a nuestros mandos militares, quienes elaboran programas de televisión sin el debido asesoramiento de historiadores calificados, porque  no se justifica que durante un gobierno presidido por un Oficial del Ejército,  se ignore la primera batalla militar que en territorio latinoamericano enfrentó a un ejército organizado (el patriota) contra otro ejército organizado (el realista), por la independencia de América. Extraña más que los medios  desconozcan nuestro primer combate naval y a sus mártires, y que se baypasée, se ignore o se minimice y de excluya de los actos conmemorativos al primer combate naval, siendo Ministro de la Defensa, un digno Almirante de nuestra gloriosa Armada.

Muy mal servicio se le hace a la memoria del General Miranda, quien tuvo su primera y su última actuación militar por la independencia, ambas veces, en territorio de Aragua, la primera vez en Ocumare en 1806, y la última en La Victoria en 1812, cuando hoy se le quiere celebrar con imponentes desfiles navales la llegada pacífica a Coro, mientras se le ignora la llegada a Ocumare, que no fue ni tan pacífica ni tan festinada, sino más bien bañada en sangre de héroes.

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Pero el daño mediático ya está hecho y desde hace mucho tiempo. Los primeros culpables del error fueron los historiadores que en sus historias minimizaron la importancia del combate de Ocumare, porque constituyó una derrota, así como hablan poco de las batallas de La Puerta en las cuales fue derrotado el propio Libertador. Ignoran que la guerra es un carro que avanza sobre dos ruedas, las victorias y las derrotas, y que jamás ha podido avanzar sobre una sola. Nuestros historiadores han descalificado el tema con una frase terrible; al referirse al viaje de Miranda dicen: “Salió de Haití y luego de una incursión fallida en Ocumare, arribó a La Vela de Coro”. Con esa frasecita, “incursión fallida”, echan un manto de olvido sobre la primera batalla de América hispana por su independencia y dejan a un lado, sin un Padre Nuestro,  a nuestros primeros mártires.

Si le preguntamos a cualquier venezolano, de cualquier tiempo, donde ondeó por vez primer nuestra bandera, todos responderán convencidos, que el La Vela de Coro, y eso es inexacto. Y ya es imposible detener el bombardeo de programas de televisión que inundan de información errada sobre el tema a los venezolanos. La Escuela de Historia de la U. C. V. realizó antenoche un programa de televisión con la presencia de su director y los profesores especialistas en el tema, y todos hablaron de la llegada de Miranda a Coro y nadie mencionó a Ocumare; y lo peor, la Academia Nacional de la Historia, a la cual me honro en pertenecer, ha organizado un interesante ciclo de conferencias bajo el título de “Bicentenario del arribo de Miranda a La Vela de Coro”, y ante mi palabra de protesta se rebautizó y ahora se llama “Arribo de Miranda a las Costas Venezolanas”, pero ni por casualidad se dice a cual costa.



Ocumare ha debido hoy ser declarada capital de Venezuela y ser escenario del más imponente desfile naval de nuestra historia para recordar nuestra primera batalla naval con la misma solemnidad con que recordamos la última.

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Se ha sido injusto con Miranda y con Ocumare, pueblo que con tanta historia siempre termina quedándose solo, afrontando solo su futuro.

Ocumare quedó por muchos años solo y en el olvido. Cuando el muy ilustre Primer Alcalde de El Limón, don Gerardo Yépez Tamayo  planteó la posibilidad de eliminar el Municipio Mario Briceño Iragorri y crear el gran Municipio de la Costa, integrado por los pueblos del frente Costero Aragüeño, porque no se justificaba que mientras Nueva York tiene un solo Alcalde, Maracay tuviera dos; ni que entre Ocumare y su Capital El Limón,  entre Choroní y su capital Maracay, y entre Chuao y su capital Turmero, se interpusiera nada menos que la Cordillera de la Costa,  un diputado “robañema” se apropió de la idea, en lugar de analizarla en toda su grandeza la mutuiló, y logró la independencia de Ocumare pero solo, no como capital del gran frente marino caribeño sino solo, con sus carencias y sus limitaciones; y le cambiaron su nombre histórico por uno turístico y rumbero.

Pero Ocumare tiene pasado, presente y futuro. Atrás están los indios Barriga, primeros pobladores, las encomiendas, los esclavos africanos, los ataques e invasiones de los corsarios, el contrabando inglés, francés y holandés que traficaba el 30% de las exportaciones, el cacao de Ocumare mantenía dos conventos en Caracas, entre ellos el de la Limpia Concepción de “Santa Clara de Asís”. Cuando muere el Rey Carlos II “El Hechizado” se plantea en Europa una guerra de años entre el Emperador Leopoldo de Austria y Felipe de Anjou, nieto del Rey  Luís XIV de Francia, por la corona española. Esa guerra tiene un epicentro, aquí en Ocumare, como lo han estudiado Lucas Guillermo Castillo Lara y Gisela Pastori. Inglaterra, Austria, Holanda y Portugal se oponen a que en una sola cabeza se unan las coronas de Francia y España y crean el Partido Austriaco para impulsar al Archiduque Carlos de Austria. Tratan de sublevar las provincias y viene al caribe don Bartolomé de Capocelato, Conde de Antería, quien se establece en Ocumare y desde aquí dirige la trama conspirativa, en acuerdo con los hermanos Heredia, curas de Ocumare y La Victoria y enredan la situación con la rebelión de los Alcaldes que aspiran y logran arrebatar el poder de los gobernadores y desatan cismas en la milicia, en los centros de poder y en la iglesia. Se hace preso al Conde de Capocelato aquí en Ocumare, cesa la conspiración, lo cual desanima a los países europeos, y se consolida definitivamente en España,  Su Majestad Felipe V, el primer Rey Borbón, fundador de la actual dinastía.

Hay que rescatar al prócer Sargento y Coronel Joaquín María Campo, ocumareño, quien peleó en Carabobo y acompañó al Libertador en la Campaña del Sur.

Y estudiar la influencia que tuvieron en el pueblo las chocancias del cura de Ocumare, denunciadas ante el obispo, quien hacía sentar a cuatro esclavos, antes de empezar la misa, en el banco de las autoridades españolas, y antes de iniciar el oficio religioso, al hacer su entrada las autoridades, hacía un seña y los esclavos se paraban y se llevaban el banco cargado para la sacristía.

Y la eterna pugna entre los cabildos de Caracas y Valencia por la jurisdicción sobre Ocumare. El 11 de julio de 1811, seis días después de la Declaración de Independencia, Valencia se opone y se declara fiel a la corona, pero Ocumare y Cata desconocen el pronunciamiento y se uman a la independencia. Esto recrudece la pugna y así se mantendrá hasta que el General Juan Vicente Gómez le poga fin al pasar a Ocumare de Carabobo para Aragua y construya la carretera en 1916.

Pero el momento más dramático de esa larga historia tiene lugar 10 años después de los acontecimientos que hemos recordado hoy. En julio de 1816. El mismo día que Miranda muere en el Arsenal de La Carraca, en Cádiz, Bolívar desembarca en esta misma playa de Ocumare y sufre una de sus más desalentadoras derrotas. Es una vuelta más que hace girar la rueda izquierda, la rueda sinistra, del carro de la guerra.

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Existe una sola manera de corregir el error y no hay ninguna otra, y es que el Señor Presidente de la República, por decreto ejecutivo, corrija el error de Betancourt y declare que “El Día Nacional de la Bandera será el 27 de abril”; para que cuando se diga, se pregunte el por qué.

Hace hoy 10 años, el gobernador del estado Aragua, declaró por decreto ejecutivo, al 27 de abril, “Día de la Bandera Nacional en Aragua”, ordenó la erección de un monumento y solicitó que se iniciaran gestiones para cambiar el Día de la Bandera; y el pasado 27 de abril de 2005, en la oportunidad de pronunciar el discurso de orden con motivo del cuatricentenario de la publicación de “El Quijote”, tuve el honor de proponer muy respetuosamente ante  la Asamblea Nacional,  que incluyeran en la futura ley de la materia (ya aprobada), el cambio de la fecha. Ni siquiera se tocó el tema en su oportunidad. Recientemente envié al señor Presidente y a las Asamblea Nacional, varias comunicaciones, que no se donde estarán.


En todas las épocas, nuestros pensadores y dirigentes han dicho que la clave está en la educación; que la democracia se basa en la educación; que sin educación no hay democracia ni puede haber revolución, que la revolución tiene que comenzar por la educación. Y eso es verdad. Pero la educación tiene que basarse en la verdad y vencer la distorsión. La historia de Venezuela adolece del mal de la distorsión y nos corresponde a los dirigentes y a los educadores, luchar contra ese mal y vencerlo. Todavía, dos siglos después, casi nadie sabe qué pasó el 19 de abril ni qué pasó el 5 de julio. Los periódicos se llenan de invitaciones a actos oficiales para celebrar el 19 de abril la declaración de independencia, lo cual es inexacto. Cuando se pregunta, se dice que el 19 de abril se declaró la independencia y el 5 de julio se firmó el acta. Eso es distorsión. Lo mismo que ha pasado con la bandera.

Hoy no estamos conmemorando la batalla sino la llegada de la bandera; la batalla fue mañana.

Tenemos que aprovechar este momento histórico, en el cual,  dentro del proceso de transformaciones que experimenta la Patria, se están actualizano los símbolos. Nuestro Escudo de Armas incorporó a las nuevas entidades federales, a nuestra exuberante flora y a la representación de los primitivos habitantes y de los campesinos. Solo le falta incorporar la representación de nuestros abuelos africanos, cuyos descendientes poblamos todo el país y especialmente  estas hermosas costas aragüeñas; y a nuestros abuelos españoles, especialmente a los españoles patriotas que como Villapol o Campoelías, también lucharon por la independencia. Somos como lo dijo el Padre de la Patria, un crisol de razas; producto de un mestizaje y nadie es descendiente exclusivamente de Guaicaipuro, ni del negro Miguel ni de Diego de Losada, todos somos descendientes de todos.

Y como el escudo debe representar a todo el pueblo venezolano, debemos representar en el  a los extranjeros, somos un país de integración, nuestro estado en lugar de cuatro etnias fue formado por cuatro, con  un pueblo entero de alemanes, nuestro escudo lo pintó un inglés, el Acta de la independencia la redactó un italiano y en la batalla de Carabobo había más ingleses, irlandeses y alemanes que aragüeños; y los verdaderos descubridores de nuestro país ante el mundo fueron un italiano y un alemán; Agustín Codazzi y Alejandro de Humboldt.

Ya a la bandera se le incorporó, cumpliendo un decreto del Libertador de 1817, la octava estrella, en representación de la Provincia de Guayana; ahora le faltan la novena en representación de la Provincia de Coro, incorporada a la independencia en 1818, y la décima, en representación de la Provincia de Maracaibo, en donde terminó verdaderamente nuestra gesta magna. La guerra no terminó con la batalla de Carabobo; fue necesario tomar al indoblegable Puerto Cabello en el año 23,  y librar la batalla naval del Lago, luego de la cual tuvo lugar el gesto más hermoso y que puso fin a la guerra.

Los buques españoles quedaron atrapados dentro del lago, con 600 familias españolas a bordo,  que se marchaban para Puerto Rico. Ante el temor de que pudieran ser cañoneados al pasar por la barra del lago, Francisco Tomás Morales, último Capitán General de España en Venezuela, se dirigió a los vencedores. Por respuesta se le comunicó que podían salir en paz; que a las familias que desearan quedarse, el gobierno republicano le garantizaba sus vidas y sus bienes, pero que quienes quisieran irse podían hacerlo sin peligro, y se le solicitó,  que los buques izaran en sus mástiles la bandera española, porque el ejército patriota desde tierra,  le rendiría honores militares, para significar que en lo sucesivo, Venezuela y España serían Patrias hermanas. Nadie  abrigará  dudas de que ese solo gesto, bien merece la décima estrella.

Pero lo fundamental, para poner las cosas en su sitio, para definitivizar a nuestros símbolos, para reivindicar el combate de Ocumare como el comienzo de la guerra; y para hacer un acto de justicia tardía,  es cambiar el “Día Nacional de la Bandera”.

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Señoras y señores:

Termino por donde he debido comenzar; por dar las gracias. Al Honorable Consejo Legislativo de Aragua, al ilustre Concejo Municipal de Ocumare de la Costa, a la señora Prefecto de Ocumare, a don Diógenes Hermoso, y muy especialmente al diputado Juan Monasterios Malavé, quien   como gran caballero que es, declinó el legítimo derecho que tenía de ser Orador de Orden en este acto, para  permitirme formular la proposición con la cual concluyo:

Que el pueblo de Ocumare y el de Aragua, juntamente con sus autoridades, solicitemos muy respetuosamente del señor Presidente de la República, la promulgación de un Decreto Ejecutivo,  mediante el cual se declare que en lo sucesivo, el “Día nacional de La Bandera” Y “Día de los Símbolos Patrios”, será el 27 de abril, en memoria de la primera vez ondeó en territorio venezolano, la bandera tricolor que es símbolo primero y principal de la Patria y siempre ha encabezado y encabeza hoy, las luchas del pueblo venezolano por su independencia y por su libertad.

                              HE DICHO.









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