26 mar 2014


ESTE ES EL VERDADERO ROSTRO DE RICAURTE
Germán Fleitas Núñez

Boves debió huir despavorido porque probablemente en toda su vida de guerrero no había escuchado jamás un estallido tan pavoroso como el que había iluminado el cielo sanmateano desde la alta casa del ingenio, hace dos siglos. La derrota de Boves más que militar, ha debido ser psicológica, una derrota moral. El hombre que despreciaba la muerte, que no conocía el miedo y era capaz de sacrificar ejércitos y poblaciones enteras, ha debido sentir pánico ante la inesperada explosión. Fue a parar la carrera en Bocachica, un poco más allá de Villa de Cura, donde lo esperaba el general Mariño que venía subiendo hacia el centro y le hizo probar el valor de los orientales, en cuya lejana tierra moriría ese mismo año, atravesado precisamente, por la lanza de un soldado del ejército  oriental.
Pero mientras tanto, ¿qué pasó con Antonio Ricaurte? ¿Dónde están los restos de ese valeroso capitán? Según dice Facundo Mutis Durán en su Estudio biográfico de Ricaurte publicado en 1894,  “Venezuela alzó una estatua en bronce a Ricaurte en el campo de San Mateo (1911) y un busto de bronce se le erigió en Bogotá (1910). El centenario del sacrificio se celebró en 1914, y la Ley colombiana número 40 de 1913 creó la orden militar de San Mateo. Como dato nuevo insertamos lo que refiere sobre la sepultura de Ricaurte el testigo ocular Tomás Gutiérrez, en su autobiografía u hoja de servicios: “se peleó en San Mateo por más de un mes; todos los días o los más de ellos se tenían reñidos combates; en uno de ellos incendió y voló con el parque el héroe granadino Antonio Ricaurte. Sus restos no quedaron insepultos, como equivocadamente se dijo; no: un oficial granadino cucuteño, con otros compatriotas, los recogimos y sepultamos en la iglesia de aquel pueblo” (San Mateo). (Boletín de Historia y Antigüedades, número 80, volumen VII). Diríase hoy, lo que dijeron los compañeros de un héroe de la Coruña: sobre su sepulcro no pusimos ni una piedra, ni trazamos una línea. Lo dejamos sólo con su gloria”.
Por su parte, el soldado neogranadino Tomás Gutiérrez en su autobiografía, dice que él y otros tres soldados neogranadinos habían llevado el cadáver de Ricaurte y lo habían enterrado en el “altar derecho” de la iglesia de San Mateo y le habían puesto encima dos metros de cal para poder identificarlo en el futuro.                                                                                                                             En febrero del año antepasado (2012),  Monseñor Antonio Rojas Mata, cura valiente y decidido cuando hay que serlo, Ilustre Párroco del histórico pueblo de San Matheo, dirigía la remodelación de la iglesia para embellecer sus altares e informado de lo dicho por los historiadores colombianos, se interesó mucho en el asunto. Lo primero que hizo fue determinar cuál sería el “altar derecho” para el soldado neogranadino Tomás Gutiérrez,  porque visto desde la puerta principal hacia adentro, el altar derecho es el del Santísimo; pero visto desde el altar mayor hacia la plaza, es el de la Virgen de Belén. Por casualidad en ese momento se trabajaba en el altar de la izquierda, donde buscamos y no encontramos nada. Como luego se remodelaría el altar de la derecha para colocarle mármol a los pisos, él consideraba que una vez hecho el piso sería más difícil la búsqueda. Como  se requerían ciertos permisos, el 17 de febrero comunicamos el asunto  a los profesores Luís Ramón Mendoza y Víctor Ángel Rivero y los cuatro nos comunicamos con don Arístides Medina Rubio director del Centro Nacional de Historia quien ofreció ordenar la búsqueda. Lamentablemente fue separado del cargo y todo quedó para una próxima oportunidad que seguramente llegará. Probablemente los restos del héroe reposan en el lugar más sagrado, mejor que en el más imponente panteón: a los pies de nuestra querida Santa Patrona y Símbolo de Aragua Nuestra Señora de Belén.

En conversatorio público celebrado en la plaza de San Matheo hace poco, propuse nuevamente que buscáramos esas sagradas reliquias donde los neogranadinos dicen que están y que el mejor homenaje en el bicentenario de su heróico sacrificio sería entregarle a las Patrias Venezolana y Colombiana ese tesoro, pero creo que nada se ha hecho.

Ahora bien, surge otra pregunta: ¿cómo era Ricaurte? Hasta ahora solo conocemos a un joven soldado que no llegaba a los treinta años y que ha sido pintado y esculpido por artistas que no lo conocieron pero que se lo imaginan. Alguno lo pinta con una pistola en la mano cuando según relató la Negra Matea, lo que llevaba en la mano era “un tizón de candela” que le había dado “la niña Petrona”. Nuestro gran artista Lorenzo González lo esculpió por orden del general Gómez en 1811, centenario de la Independencia, para colocarlo en la Casa del Ingenio, tal como se lo imaginaba. Pero el único pintor afamado que lo conoció personalmente por ser su amigo y vivir en el mismo pueblo, fue su paisano José María Espinoza (1796-1883), el mismo que pintó cuadros muy conocidos del Libertador, especialmente los dos de 1828 y 1830 en los cuales se ve el deterioro del rostro y la presencia inminente de la muerte. José María Espinosa Prieto fue un pintor, grabador y  dibujante colombiano, que no sólo elaboró piezas históricas de arte nacional, sino que aportó a la historia testimonios de valor documental. Nació en Santa Fe de Bogotá en 1796 cuando ya Ricaurte tenía 10 años. Inició su vida como pintor cuando ingresó como cadete en el ejército centralista que comandaba Antonio Nariño, durante la llamada Campaña del Sur. Durante su servicio militar realizó sus primeros apuntes. Fue uno de los soldados escogidos al azar para ser fusilado por los españoles que dominaban el sur del país. El 8 de diciembre de 1816, logró huir y comenzar una de sus correrías por las zonas indígenas de su país, donde aprendió las técnicas pictóricas de los nativos. Acogiéndose a un indulto real del pacificador Pablo Morillo, se entregó a las autoridades españolas en 1819, lo que le permitió regresar a la capital de la República. Espinosa se dedicó a retratar a las familias de la alta sociedad de la capital, con la técnica de la miniatura que ya había aprendido. Más tarde, se convirtió en el pintor del libertador Simón Bolívar. Desarrolló su iconografía  y la de otros próceres de la independencia. Iconografía considerada actualmente como una de las más valiosas en su país.  Actualmente, algunas de sus obras son de propiedad de instituciones gubernamentales del país como, la Biblioteca y el Museo Nacional, la Casa Museo 20 de Julio, el Museo del Fondo Cultural Cafetero, la Quinta de Bolívar y el Palacio Presidencial y Episcopal de Santafé de Bogotá.

Dice  que la última vez que vio a Ricaurte a quien mucho conocía y veía con frecuencia, fue en 1813 cuando se alistó en la filas que acompañarían a Bolívar en la Campaña Admirable.
Este retrato que presentamos es la primera vez que se publica en Venezuela; fue copiado de un libro colombiano aparecido en el siglo XIX, totalmente desconocido entre nosotros. Lo ofrecemos como un regalo al querido pueblo de San Matheo, tan metido en el rincón de nuestros afectos juveniles.

Lo primero que revela el retrato es que era altísimo, de rostro serio y hermoso, pose decidida y resuelta, que vestía traje civil  y que usaba sombrero. No hemos podido determinar qué lleva en la mano porque parece un paraguas o un rollo de papeles, pero para la época no existían paraguas dentro de un forro como ahora.  El retrato hecho a lápiz sobre papel está desvaído; casi no se ve bien, pero los rasgos del pantalón y del rostro nos dan una idea clara de cómo era el hombre que en el momento crucial, cambió su vida por la Gloria. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario