30 mar 2014

DISCURSO DEL CRISTO DE EL CALVARIO
Germán Rafael Fleitas Freites 


DISCURSO DE ORDEN PRONUNCIADO POR EL BACHILLER GERMÁN RAFAEL FLEITAS FREITES, DURANTE LA SESIÓN CONJUNTA DE LAS SOCIEDADES BENEFACTORA DE JESÚS EN EL CALVARIO Y DE NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES, CELEBRADA EL DOMINGO 30 DE OCTUBRE DEL 2007.

Señoras y señores:

A finales del siglo antepasado, el 14 de septiembre de 1894, cuando esta  sociedad cumplió tan solo 22 años de fundada, mi tatarabuelo, devoto del Santo Cristo, inscribió como socio, a un hijo suyo que estaba por llegar,  a quien le faltaba un mes para nacer.

Lo inscribió con el nombre de Federico, y adquirió el compromiso de pagar 14 bolívares anuales de contribución. Tal como estaba previsto, 22 días después, el 6 de octubre de 1894, su esposa, que era una mujer nacida en este Barrio de Jesús,  dio a luz, pero con una sorpresa inesperada: que en lugar de un varón tuvo una hembra. Por ese motivo,  en los libros de contribuciones de 1894,  aparece “Federico” y a partir de 1895 aparece como “Belencita”.

Esa niña es mi bisabuela; llegué a conocerla;  vivió casi cien años, y siempre estuvo pendiente de enviar su contribución de 14 bolívares. Me cuenta mi padre,  que de tiempo en tiempo le ordenaba: “Llévale estos 70 bolívares a don Román Martínez y dile que ahí están los cinco años que debo”. Cuando yo nací, en 1986, hace ahora 21 años, ella tenía 92 y pidió que a su muerte, me inscribieran en su lugar y me sumaran su antigüedad.

En octubre de 1994, cuando yo tenía 8 años, ella cumplió cien  de haber nacido,  y entre los muchos años de su vida fecunda, y los muy pocos míos, yo cumplí un siglo como socio, por lo cual ahora mis amigos me invitaron diciéndome,  que yo era el socio más antiguo de esta venerable sociedad.

Sin embargo, registrando en la memoria, los primeros recuerdos que tengo del Barrio,  son:  un terreno enorme y polvoriento, con un parque de diversiones en el medio, y dando vueltas en unas velocísimas “sillas voladoras”,  mi papa montado conmigo y en los otros columpios, sus amigos Godofredo Rojas, Gustavo Romero, Eddie López, “Jota” Ontiveros, Oswaldo Carballo, Pedro Ramos, Humbertico Alvarado, el ecónomo,  a quien en mi media lengua yo llamaba “El Mónomo” y se quedó así, porque ahora todos los amigos lo llaman el Mónomo; todos estaban celebrando,  porque ese día habían comprado el terreno para construir una escuela; después supe que era el actual Liceo “Francisco Javier Ustáriz”.

Otro recuerdo más reciente que tengo,   es un gentío en la Capilla del Calvario, otra vez celebrando, porque estaban inaugurando  la reconstrucción de la Capilla que tenía muchos años en escombros y ellos la habían refabricado; no MINDUR, como se ha dicho por ignorancia en algunos artículos de prensa, sino la Alcaldía de La Victoria, con la ayuda eficiente de la Gobernación de Aragua,  para dar cumplimiento a una promesa que habían hecho durante la campaña, en la misma capilla, los habitantes del barrio, muchos de ellos presentes en este acto,  el Padre Antonio Rojas, Párroco en ese entonces y  nuestro Primer Alcalde. Los gobiernos nacionales nada tuvieron que ver con esa capilla y la dejaron caer como dejaron caer casi todo el patrimonio cultural edificado de Venezuela.

En otro recuerdo más reciente veo a mi mamá caminando por esta Calle Real del Barrio, como todavía la llaman en mi casa, rumbo a su trabajo como Maestra de Preescolar en la vecina Escuela “Sergio Medina”.

Pero mis recuerdos más claros y más recientes son en el gran patio de la casa natal de Eddie López, a una cuadra de aquí y esta casa,  donde todos los años venimos a cantar y a tocar un concierto,  para celebrar el cumpleaños de la sociedad.

Ahora, gracias a la generosidad de los amigos,  vengo a pronunciar unas palabras. Es un gran honor que debo agradecer a las Juntas Directivas de Las Sociedades hermanas del Santo Cristo del Calvario y de Nuestra Señora de Las Mercedes, especialmente a  “J” (José Ontiveros), Godofredo Rojas y Thaidé de Rodríguez, por permitirme ocupar esta alta tribuna que en su momento ocuparon venezolanos y victorianos eminentes como el gran Poeta Rafael Briceño Ortega, el poeta Sergio Medina, el poeta Gonzalo Carnevalli, el poeta Luís Pastori, el poeta Ángel Raúl Villasana, el poeta Miguel Ángel Álvarez, don Francisco Jaramillo, Monseñor Ángel Pérez Cisneros, el poeta Julio Páez, don Juan Esteban Smith, el doctor Carlos Julio Tavera Marcano y mi madrina Gisela Pastori, y tantos otros, cuyos nombres forman parte de la mejor historia de nuestra ciudad.


Este  lugar se  llamó primeramente “El Barrio”, porque era el único que había; cuando se pobló el sur en lo que se llamó La Otra Banda del Río Calanche, a este se le llamó “El Barrio Arriba” y así se le menciona durante más de un siglo; y al cobijarse bajo el manto de su Santo Patrón Aparecido, el propio pueblo lo comienza a llamar “El Barrio de Jesús”, hasta nuestros días.  

Como lo afirma el doctor Carlos Julio Tavera -mi padrino- en su magnífico libro “La propiedad de la tierra en La Victoria”,  a los habitantes originarios,  se les dio “una legua en cuadro a cada viento”,  y todas las tierras de labranza,  pastos, montes y aguas,  comprendidas dentro de dichos límites. Las leyes de indias obligaban a congregar a los naturales en pueblos “dando lo mejor a cada uno de ellos y parte de la tierra donde puedan plantar árboles y coger leña para él y toda la familia”. 

Esa tierra que le dieron llegaba por el Naciente hasta la Quebrada de Acapro en las sabanas de Lele; Por el Poniente hasta el Río Aragua, por el Sur hasta el riachuelo Calanche y por el Norte, hasta el sitio de La Puerta hacia Aragua Arriba. Pero cuando le fueron asignadas,  ya esta tierra del resguardo de indios era insuficiente,  gran parte se encontraba en manos de vecinos españoles y criollos, quienes dentro del propio pueblo habían fabricado casas y plantado cultivos. Y a los indios, los echaron para afuera, para esta parte del norte.

Los representantes del cabildo indígena protestaron y en su  escrito decían: “En nuestro pueblo estamos careciendo de todo… solo tenemos tierras muy pedregosas que solo producen hormigueros.  Por el poniente solo tenemos tierra mala y anegadiza, que en el invierno poco aprovechamos porque lo demás es una laguna”.

Los españoles se habían cogido las tierras del pueblo, propiedad de los indios.

Don Pedro de Ponte nos dio un pedazo de vega, pero el murió y su heredera Maria Eusebia nos mandó a expulsar con tanto rigor y apremio que nos causó gravísimo atraso y pérdida para nuestra pobreza, nos quitan los palos de  leña y las herramientas con que las cortamos y nos quitan la madera que cortamos para hacer nuestras casas, cortándonos las siembras de yuca, maíces y árboles frutales y platanales, que es nuestro mayor socorro para  nuestra manutención y ayudar a pagar nuestros tributos al Rey.

Los indios debían cultivar tierra para pagar: las necesidades del pueblo, necesidades de la iglesia, socorro permanente a los viejos, impedidos, enfermos,  huérfanos y pobres, el salario del maestro de lengua castellana y pagar los tributos al Rey.

Pero no tenían de donde sacar tanto, sin tierras ni tiempo; porque –continúa diciendo Tavera- las tierras se la fueron cogiendo los españoles y los criollos y el tiempo para sus labranzas lo  empleaban trabajando para haciendas e ingenios de vecinos criollos y españoles.

Esto lo alcahuetean las autoridades mediante sentencia que consagra: “Los dueños de haciendas, aunque con títulos viciosos o violentos en su principio, han hecho ya grandísimos gastos en los plantíos, edificios, canales,  y producen grandes caudales y derechos, a favor de la real hacienda todo lo cual se puede perder si se les despoja,  dejando en la miseria muchas familias opulentas y sin la esperanza de que los indios sacasen de ello fruto considerable”.

Una verdadera sinvergüenzura que dura hasta nuestros días y viene desde entonces.  El juicio que intentaron los indios victorianos contra los Ponte, ascendientes del Libertador, duró más de 50 años y por supuesto, lo perdieron.

Esas gentes echadas de sus tierras, se refugiaron en esta franja llena de bachacos y arena y fundaron este barrio.

Eso explica por qué  siendo en principio un “Pueblo de Indios”, en poco tiempo era ya un pueblo de españoles que tenían más de trescientas casas, calles bien alineadas,  y le solicitaban al Rey de España el pomposo título de Villa de Nuestra Señora de Guadalupe.

Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, se produce la primera transformación jurisdiccional y urbana importante en el pueblo y consiste en lo siguiente: las 50 familias canarias que han llegado al sur del río desde mediados del siglo, construyen la Iglesia de la Otra Banda, dedicada a la Patrona de Canarias, Nuestra Señora de Candelaria;

los españoles y criollos del centro demuelen la iglesia vieja y construyen la imponente Catedral que está frente a la plaza;

los habitantes del Barrio Arriba construyen la Capilla de El Calvario; se le solicita al Rey Carlos IV que eleve a La Victoria a la categoría de Villa

y los hacendados del Tuy separan sus tierras de las nuestras y fundan el Pueblo de Nuestra Señora del Buen El Consejo.

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Ya existía la devoción del Cristo Aparecido pero no existía La Capilla.

Varias leyendas se refieren a la aparición. Una de ellas escuchada a doña Ana Teodora de Pastori, cuenta que una humilde  lavandera del barrio mientras lavaba su ropa y la ajena en las aguas de una quebrada, encontró entre las piedras un pequeño crucifijo. El hecho fue conocido en el vecindario y los vecinos comenzaron a adorarlo, a rogarle y encomendarles sus necesidades y a ofrecerle promesas.

Otra leyenda dice que un humilde labrador llamado José Hilario Urbina lo encontró en el sitio donde hoy está la capilla en 1795.  

Otra, que apareció sin la cruz, que le fue añadida posteriormente.

Menos confusa es la historia de la Capilla, porque en documento muy conocido, fechado el 10 de junio de 1796,  un fiel devoto llamado Luís Tomás de Torres, solicita y obtiene del Obispo de Caracas y del Gobernador, permiso para cumplir su promesa de edificarla. Obtenidos los permisos la construcción tardó en comenzarse. Cuando 4 años más tarde el Barón Alejandro de Humboldt el 12 de febrero de 1800 visita La Victoria, sube a lo que el llama el Montículo del Calvario y describe la ciudad pero no habla de la capilla.

Según Landaeta Rosales, en 1825 se inaugura La Capilla, pero existen testimonios de que en 1824 “se le agregaron las 2 naves laterales. Se construye en un sitio que comienza a llamarse el Calvario Nuevo, porque anteriormente el Calvario estaba en un cerrito entre el pueblo y La Otra Banda, donde hoy está el Cuartel Montilla.

En los viejos documentos cuando se habla de El Calvario, se refieren a ese; después lo llaman “El Calvario Viejo”.

Mientras allá, en “el viejo” se construyó un cuartel para la guerra, aquí en “el nuevo”,  se construyó un templo para la paz.

Desde lejos, desde la autopista, la Capilla parece un palomar; parece una corona de azahares sobre la frente pura de una novia.

Y al contrario también es verdad. El pueblo es diferente visto desde el Calvario; el mundo es diferente visto desde el Calvario.

Siempre lo hemos sabido, gracias al magnífico verso de mi padrino Luís Pastori:


Plaza desde el Calvario.

Otra vez por las nubes
Vuelves a alzar el vuelo
De lento papagayo.

Otra vez quiebra el paso
Las ramas resecadas
Por el crudo verano.

Otra vez subo a verte
Plaza mía del pueblo
Desde el cerro lejano.

Perdóname si vengo
¡después de tanto tiempo!
Con los ojos cansados.

La subida era lenta
Con tantos sueños juntos
Para tan pocos años.

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El general Cipriano Castro, quien auspicia una segunda transformación urbana, junto con mandar a construir el Cuartel Montilla donde estaba el calvario viejo, el Palacio Castro (hoy Palacio de Campoelías) y El Acueducto del Barrio Arriba, mientras  se construyen los dos grandes tanques de agua de El Calvario, ordena la construcción de las dos torres de la capilla, una de adorno y otra para El Campanario.

Un pintor del pueblo realizó el gran mural de “La Jerusalén Libertada” inmenso fresco que será repintado por la gran artista victoriana Dinhora Fernández.

Para 1925 se instala una Junta Pro-Restauración, porque ya amenazaba ruina y estaba casi en escombro.

Después de muchos “paños calientes”, en 1990 La Alcaldía de La Victoria y la Gobernación de Aragua, contratan al constructor Luís Rodríguez, la restauran, y el 14 de septiembre de 1992 se inaugura con una Misa Solemne que preside el Obispo de la Diócesis, Monseñor José Vicente Henríquez Andueza. Todo el pueblo victoriano y especialmente el del Barrio, estuvo presente en la celebración, que constituyó una gran fiesta popular.   

La cronología de la Capilla es clara: en 1796 se solicitan los permisos, en 1825 se inaugura,  en 1907 se le agregan las dos torres y en 1990 se reconstruye. El 2 de agosto de 1964, por Decreto del Presidente Rómulo Betancourt pasó a ser Monumento Histórico Nacional y por Ordenanza de 4 de abril de 1990, Monumento Histórico Municipal.


76 años después de solicitados los permisos, se crea la Sociedad. La funda un grupo de héroes civiles, ellos son Martín Marcano, Juan Isidro Gutiérrez, Daniel González, Pedro José Muguerza, Leoncio Díaz, Jesús Ferrer, Luís Barrera, Eligio Lugo, Saturnino Gil, Carmen Carrasquel, Juan Pérez, Enrique Acedo, Manuel Noguera, Santiago Rivero, Irene Silva, Andrés A. Carrasquel, Santana Ávila, Marcos Martínez, Antero Blanco, Bacilio Urbina, Javier Aguilar, Antero Díaz, Francisco Acosta, Modesto Blanco, Balbino Flores, Avelino Acedo y Jesús Acosta  y enuncia en la propia acta de instalación, sus objetivos: “…celebrar una fiesta religiosa el 14 de febrero de cada año y el auxilio mutuo de los socios”.

No es la primera sociedad religiosa de La Victoria, pero es la mas antigua de las que sobrevive. Siempre hubo cofradías. Ya en 1737 están las de la Inmaculada Concepción y la de San Nicolás de Tolentino; cuando el Obispo Martí nos visita encuentra varias; y todas con los mismos nobles fines: el culto al Patrón y el mutuo auxilio. Durante la colonia y los siglos posteriores, cuando no existía Seguro Social ni Montepíos ni Compañías de Seguros, ni IPASME, eran las sociedades religiosas el refugio, el consuelo, la seguridad social, la tranquilidad; porque se sabía que ante la enfermedad, la miseria, la muerte, eran los socios y era la sociedad, la que nos proporcionaba la ayuda, la atención, el socorro, el pan de los hijos, el remedio, y en los momentos de mayor dolor, el entierro, el abrazo, el consuelo. Si alguna palabra define lo que fueron y son aún las sociedades religiosas, es la palabra solidaridad.


Después de la guerra de independencia la población de Venezuela disminuyó en  todas partes; en La Victoria, de 8.100 personas que vivían para el 19 de abril de 1810, para 1816, 4 años después de la batalla,  quedaban 4.482; o sea, 3.618 personas menos, entre los muertos y los que se fueron. Sin embargo, las cofradías y sociedades religiosas aumentaron en la misma proporción su número de socios.

Para 1872, se fundan en los pueblos de Aragua, cofradías y sociedades religiosas, entre ellas, la de Sociedad de Nuestra Señora del Carmen Benefactora de Sus Miembros de El Consejo.

Los socios fundadores deben ser recordados, investigar quienes eran y exaltar su iniciativa, porque si hubieran sido unos guerreros alzados contra el gobierno, o una partida de forajidos, ya sus nombres estarían salvaguardados, pero ellos fueron gente de paz. Los documentos de la Iglesia Matriz y los de esta sociedad, esperan por un investigador serio que los investigue.

Para poder honrar su memoria, queremos saber quién fue José Hilario Urbina; quién fue Luís Tomás de Torres; quienes fueron Martín Marcano y sus compañeros fundadores.  He ahí una tarea hermosa para este próximo año.

Debemos ordenar la documentación, revisar los archivos de la iglesia y sobre todo, rescatar la memoria de los viejos. Que un trabajo dirigido por historiadores y otros profesionales, ayude a nuestros viejos a plasmar sus recuerdos; estaremos escribiendo la historia de la sociedad, del barrio y de la ciudad. No olvidemos a Teresa de la Parra en Las Memorias de Mamá Blanca: “Me dolía tanto que mis muertos se volvieran a morir conmigo, que se me ocurrió la idea de encerrarlos aquí; este es el retrato de mi memoria”.

Encerremos en un Libro, a la memoria de nuestros mayores.

Un grupo de estudiantes de cuarto año de Derecho de la Universidad Central de Venezuela, ha decidido cumplir con la obligación que nos impone la nueva Ley de Servicio Comunitario, desarrollando un Proyecto de Asistencia Jurídica en esta comunidad del Barrio de Jesús, durante dos años. Tal vez nuestra sede sea esta casa.


A los 96 años surge La Sociedad de Las Mercedes formada inicialmente por mujeres, con iguales nobles finalidades,  que ellas resumen en el estatuto: “conservar entre sus miembros vínculos de confraternidad y celebrar anualmente con la mayor solemnidad y esplendor posible los oficios religiosos del 24 de septiembre”.  

El próximo año arribarán a sus 40  y desde ya se prepara la celebración. Es alentadora la previsión con la que desde ahora trabajan. Ojalá previéramos así todo; estamos a 2 años del bicentenario del 19 de abril; a 3 del bicentenario del 5 de julio; a 4 del bicentenario de la Primera Batalla de La Victoria (Miranda-Monteverde) y a 6 del bicentenario de la segunda (Ribas-Boves). Estamos a 4 meses del próximo 12 de Febrero y aún no se oye nada. Deberíamos sacudirnos la costumbre de ir dejando todo para última hora.

 Muchas felicitaciones por adelantado a la Sociedad de Las Mercedes y un recuerdo cariñosos para Petra Sequera –donde esté-.


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Las promesas que se hacen deben cumplirse porque El Cristo de El Calvario premia y castiga. En la memoria colectiva está el recuerdo de cuando el encargado de la electricidad ignorante de la tradición se negó a “prestarle servicio eléctrico gratuito a un muñeco”; a las 6 de la tarde, creció el río y entre turbulencias, truenos y centellas, el apacible río Aragua se llevo por delante la planta eléctrica, una parte la enterró en la arena y la otra fue a tener a la laguna de Zuata; y durante quince días el pueblo quedó sin luz y sin agua, menos El Calvario.

O cuando una novia caraqueña para pagar una promesa que había hecho su madre,  vino de mala gana y le tiro sobre una mesa el bouquet y la corona al Cristo,  y cuando regreso a su casa, sobre su almohada, encontró la corona y el buquet, porque el santo se los había devuelto;

o cuando unos vagabundos se lo llevaron para la costa a pedir plata para parrandear y beber aguardiente y el santo se les perdió. Cuando regresaron lo encontraron en su nicho. 

O cuando los hombres más fornidos no pudieron levantar la procesión porque el Cristo no quería salir y se puso pesado,

o cuando un ventarrón tumbó árboles y ramas,  y levantó techos, pero no le tumbó a la procesión las flores que la adornaban ni apagó las velas que la iluminaban.


Pero ahora estamos frente al futuro.

Cual es el futuro de esta sociedad,  del Barrio y de la ciudad?

¿Cuantas instituciones han sido creadas en La Victoria desde 1872?

¿Cuántas empresas, cuantos colegios, cuantos partidos, cuantas iglesias, cuantos clubes, cuantas asociaciones? Y ¿cuantas subsisten hoy?

Algo tienen estas honorables asociaciones  que han sobrevivido!

Hace un año, en la oportunidad de culminar el Mundial de Fútbol Alemania 2006, el Secretario General de la ONU, Kofi Annan,  afirmó que “envidiaba” a la FIFA, no solo porque tenía afiliados a 26 países más que la ONU, sino porque había sido más eficiente en unirlos, en ponerlos de acuerdo, en reconocer la igualdad de todos, en el respeto de las reglas de juego, en la obediencia a las decisiones del árbitro (lo que  no había logrado nunca la ONU), en la lucha contra la discriminación racial, y porque sus soluciones son inmediatas y generalmente aceptadas; aunque algunas no nos  favorezcan en todo lo que quisiéramos, pero al menos mantienen un equilibrio que es necesario para la coexistencia pacífica.

Nos contaba nuestro profesor de Derecho Internacional Público, Dr. Adalberto Urbina Briceño,  que en una oportunidad, en la ONU,  se discutió durante más de doce años, la forma que debía tener una mesa de reuniones. Un grupo de países opinaba que debía ser redonda para que todos estuvieran a igual distancia;  otros, que la mesa debía ser en forma de “U”; estos,  que ovalada; aquellos, que rectangular. No lograron ponerse de acuerdo. Al tiempo, la comisión se disolvió sin haberse reunido nunca.

Deberíamos invitar a Coffi Anan a conocer y convivir con nuestras cofradías y conversar con los “garantes de amistad” para que aprenda a mantener las buenas relaciones, la armonía, el equilibrio, la justicia, la paz, con respeto, reconociendo y aceptando las diferencias sin atropellar a quienes no piensan igual que nosotros. 

Pero tiene que apurarse, porque mientras estas sociedades que vienen de 300 y 400 años vivirán para siempre, es probable que la ONU, que es un elefante blanco, desaparezca.

Más le debe La Paz a estas instituciones, que a la ONU.

Creo que la marcha no se ha detenido gracias a “la procesión silenciosa”; la que no se escucha con estridencias ni bombos ni platillos, la que se echó al hombro al Cristo y lo trajo a paso lento, día por día y año tras año, durante más de un siglo, silenciosamente.

Mientras los estudiosos de esa materia encuentran las respuestas, yo propongo muy respetuosamente que ese mismo empeño,  lo proyectemos hacia la transformación de nuestro entorno urbano y espiritual.

Por las Sociedades no nos preocupemos; nacieron como un acto de fe, de amor a Dios y a Un Cristo en quien  creen, y la palabra de ese mismo Cristo es muy clara: “El que cree en mi, no morirá jamás”. La Sociedad Benefactora de Jesús en El Calvario y la de Nuestra Señora de Las Mercedes, no morirá jamás!

Pero…y el Barrio de Jesús?

La personalidad urbana de El Barrio está muy bien definida desde siempre, el territorio, el Patrón, las instituciones, las viejas familias, los sitios de atracción turística, y sobretodo la gente; Eddie López, Carmen Antich, Rafa Galindo, Román Martínez, La bajada de los Reyes Magos, la echada de cocos, la Plaza y la Plazoleta, los Garantes de Amistad, las escalinatas del Padre Lazo, donde el general Gómez le agarró la caña a sus adulantes, la Plaza colón que se resistió durante más de un siglo a cambiar de nombre y de estatua; Las Aceras Altas, los desayunos familiares con Virgilio y Emma, El Piamonte de los Pastori y de mi maestra Rosa Rígori, La Esquina de Miraflores, el Mabil, la Guaracola y las empanadas de Cecilio, las bodegas de Galindo y Cornelio, La Bodega “El Luchador” de Don Elías López, los Dulces de Berna,  la esquina de Los Claveles, Bomboná, Alfredo y las arepas más famosas de Venezuela,  restauradoras -al decir del Dr. Luís Fernando Martínez-  cuando se tiene una baja de  Vitamina “CH”: chicharrón, chorizo, chinchurria, chivo, chocozuela, chuleta, churrasco, chicha, chocolate.

En su reciente visita-concierto, el gran artista Anselmo López “El Rey de la Bandola”, comió, llevó y prometió componerle un joropo a esas arepas;   todo eso es historia viva y es mucho más que arenas y bachacos.

Propongo muy respetuosamente que la municipalidad restaure esta casa como se restaura un templo;

que se cree la Casa de la Cultura del Barrio de Jesús con el nombre de “Casa de la Cultura Eddie López” y que su sede sea la casa natal de Eddie López a pocos pasos de aquí y que es también la casa natal del Prócer de la Independencia Ramón García de Sena;

que se le construyan accesos adecuados al Puente Guzmán.

Es hora de que se organicen las nuevas Parroquias Eclesiásticas, paso previo a la creación de la Diócesis de la Victoria, y el primero es crear la Parroquia de El Calvario, que sería la más populosa de la ciudad y tendría su centro espiritual en la Capilla, para que deje de ser verdad el chiste de mi padrino Ángel Esteban Olivo, quien hace 70 años en la escuela preguntaba ¿En que se parecen la tuberculosis y la Capilla de El Calvario? Y contestaba: “En que ninguna de las dos tiene cura”. Por fortuna ya no es verdad, la tuberculosis si tiene cura y nuestra capilla también la tendrá.

¿Y la ciudad?

Somos una ciudad emblemática con  un claro destino agrícola, industrial, histórico, turístico y universitario. Es necesario reactivar la zona industrial, nuestra población estudiantil arrojará un número de muchos miles de niños al preescolar, a la escuela, al liceo y a la universidad. Eso ya está calculado. Es urgente prever esta situación y reforzar las instituciones e instalaciones educativas. Pero hay que hacerlo desde ya.

Los niños que están naciendo hoy, son los quinceañeros del 2021, en una ciudad que debe comenzar ahora mismo su reacomodo urbano, a fin de aprovechar su evidente vocación de ciudad turística. Se hace necesario prever la infraestructura; barajar el juego y cambiar el destino de muchos espacios del ente urbano. 

Hay mucho terreno vacío donde caben parques infantiles y canchas múltiples.

El Cuartel General Mariano Montilla debe convertirse progresivamente, en el Museo de Historia Militar de La Victoria;

Debemos adquirir el edificio White Tower antigua sede del los Testigos de Jehová para sede de la alcaldía; y convertir el Palacio de Campoelías en el Museo Histórico de la ciudad;

la antigua Casa de Camacho, sede provisional que fue, de la Casa de la Mujer “Josefa Palacios de Ribas”, debe cumplir con el destino que se le fijó al comprarla, que es el de ampliar la Casa de la Cultura;

el edificio del Mercado Municipal de La Mora debería destinarse a Gimnasio Cubierto de la ciudad; 

Debemos terminar de restaurar el Teatro Municipal “José Félix Ribas”,  la Plaza de Toros y el Museo Taurino, así como construir nuevos espacios culturales, en las instalaciones del Nuevo Circo y  “La Gallera” de Gonzalo Gómez.

Construyamos  las tribunas del Estadium Francisco de Miranda, la tan ansiada Manga de Coleo,  la sede permanente para la Junta 12 de Febrero, el Archivo Histórico de la ciudad, y el Casco Histórico.


Todas estas iniciativas son posibles y fáciles de lograr; mucho más difícil es mantener viva y activa una sociedad durante 135 años y ustedes lo han logrado.

Por último, elevemos el nivel espiritual de la ciudad; Salvemos a nuestros niños de la inseguridad y de la guerra, que siempre mata más niños que soldados; entreguémosles una ciudad habitable;

Tiene que llegar un día feliz,  en que todos los niños sean niños de la calle. Ese día llegará, cuando la calle sea de todos los niños”.

Señoras y señores:

Termino con una confesión íntima: Tengo desde ahora, un par de deudas con esta sociedad: una impagable y otra pagable.  La segunda es la eterna deuda de gratitud que contraigo con quienes me hicieron el honor de invitarme a ocupar esta tribuna, que es,  junto con la del 12 de febrero, la más importante de la ciudad. Mi primera deuda es la siguiente: desde el pasado 14 de septiembre, además de lo que quedó debiendo mi bisabuela, yo le debo a esta venerable e histórica sociedad, la suma de 294 bolívares, que corresponden, a:  mis 21 años de edad,              multiplicados por catorce bolívares.
        

      HE DICHO.

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