Hace hoy cincuenta
años, el 26 de julio de 1963 murió en El Consejo el gran arpista y cantador
Pedro Matos. Se llamaba Pedro Rafael y había nacido en Quebrada Seca de Urbina
el 31 de enero de 1888. Era descendiente
de campesinos de la “Urbina” propiedad de doña María Josefa Matos Monserrate viuda de don
Juan Peinado de quien había heredado la hacienda. Hijo del pueblo, de cuya creatividad llegó a
ser máximo exponente, creció dedicado a las faenas del campo, en contacto directo con la gente, con el río y
con la vegetación exuberante que tanto impresionara a Humboldt cuando se
hospedó dos días en “Urbina”. Creció inmerso en la vida campesina donde la música y
la poesía tuvieron tanta importancia. Desde su infancia estuvo empapándose de
la cultura de los suyos que luego expresaría en sus cantos y en sus versos.
Viajó a Caracas acompañando a su madre que se había concertado en la casa de un
joven maestro llamado Rómulo Gallegos. Conversaciones con el maestro, lecturas
y complicidades (lo mandaba a que le comprara cigarros a escondidas) le
ampliaron la visión de un mundo que era imposible imaginar desde Quebrada Seca.
En su juventud conoce y
se hace amigo de los grandes arpistos de su tiempo con quienes aprende a tocar
el instrumento. Comienza a tener éxitos en los bailes de arpa y cuando su fama
había crecido, un accidente en una mano lo obliga a dejar por un tiempo la
ejecución del arpa y es cuando se hace cantador. En sus conversaciones recordaba a sus
maestros en el canto y en el arpa, de quienes aprendió “viendo”. No tuvo grado de escuela pero su cultura
general era vasta. Conocía la geografía, la historia universal, la religión, la
historia sagrada, la urbanidad, las reglas matemáticas y todo lo reflejaba en
sus improvisaciones y poemas. Siempre fue pobre como todos los artistas
populares y al final de su vida era
vendedor de billetes de lotería. Sus contemporáneos en el canto, Quintín
Duarte, Pedro Pablo Romero “El Chirulí de Aragua”, Emilio Mejías, Silvino
Armas, “Cantabonito”, Esteban Blanco, Margarito Aristiguieta, José Alvarado, lo
llamaban “El Maestro”. Los arpistos más afamados de su tiempo, Salvador
Rodríguez, Fulgencio Aquino, “Payón”,
Pedro Sarmiento “Piringa”, Alberto Bejarano “Úrica” (el autor del joropo Quitapesares),
El maestro Sanabria, Ciro Pimentel, Rafael Aponte y muchos otros, lo ponderaban
como “el mejor”.
Era un arpista puro,
sin influencias alienantes; su música era la propia de su región consejeña. Conocía bien las semejanzas y diferencias
existentes entre un golpe, un pasaje, un joropo, una maricela, unos yaguazos,
una llamada de mono. Igualmente conocía bien las semejanzas y diferencias entre
la música llanera, la tuyera, la aragüeña, la carabobeña y la caraqueña; se
hubiera aterrorizado si en su tiempo alguien se hubiera atrevido por ignorancia
o por flojera intelectual, a arropar todos esos matices de nuestras expresiones
musicales, con el nombre de “joropo central”, con lo cual se desvirtúa la esencia
de nuestra música y se le borran sus sutiles especificidades. Se ha cometido el
mismo crimen que se cometió cuando a la música afro caribeña tan diversa,
creativa y bella, la uniformaron los americanos a raíz de la revolución cubana,
con el nombre de “salsa”.
Los matices desaparecieron porque para ellos un son montuno era salsa, una guaracha era salsa, un bolero son era salsa, una rumba, una conga, un guaguancó, un guararé, todo fue bautizado con el nombre de salsa. Siempre he creído que la misma frustración que experimenta una cocinera que prepare diferentes platos con sus diferentes sazones y sabores, y que al final vea como los comensales viertan sobre sus creaciones un frasco de kétchup y los revuelvan para que todo les sepa a salsa de tomate, la hubiera sentido Pedro Matos si se hubiera enterado, como me enteré yo, de que el Instituto Nacional de Folklore editó un CD de “Joropo Central” y a su monumental “Pasaje del Delirio” grabado por partes en 1950, se lo piratearon y fusilaron (tocado por él mismo) y le pusieron por nombre “Joropo Central” y no mencionaron al autor ni al intérprete que era él mismo. Algún día, tal vez cuando cumpla cien años de muerto, su pueblo le rendirá el homenaje de cariño y de gratitud que merece.
Los matices desaparecieron porque para ellos un son montuno era salsa, una guaracha era salsa, un bolero son era salsa, una rumba, una conga, un guaguancó, un guararé, todo fue bautizado con el nombre de salsa. Siempre he creído que la misma frustración que experimenta una cocinera que prepare diferentes platos con sus diferentes sazones y sabores, y que al final vea como los comensales viertan sobre sus creaciones un frasco de kétchup y los revuelvan para que todo les sepa a salsa de tomate, la hubiera sentido Pedro Matos si se hubiera enterado, como me enteré yo, de que el Instituto Nacional de Folklore editó un CD de “Joropo Central” y a su monumental “Pasaje del Delirio” grabado por partes en 1950, se lo piratearon y fusilaron (tocado por él mismo) y le pusieron por nombre “Joropo Central” y no mencionaron al autor ni al intérprete que era él mismo. Algún día, tal vez cuando cumpla cien años de muerto, su pueblo le rendirá el homenaje de cariño y de gratitud que merece.
El primero de mayo de
1950 -llamado entonces “Día del Obrero”- en “Santa Teresa” se reunió un grupo
de poetas, cantadores y arpistos, para formar un sindicato que los agrupara. La
ocasión fue propicia para que la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos
aprovechara de grabar nuestra música. Estaban entre muchos otros Quintín Duarte
(el de la Burrita), Salvador Flores, José Isabel Machillanda, Juan Onofre
Machillanda (el del pasaje de Marialuisa), Fulgencio Aquino, Emilio Mejías, Rafael Jesús
Blanco González (Jacinto Pérez) y José María Gutiérrez. El primero en cantar
fue Pedro y comenzó con un verso que luego glosó con cuatro impecables décimas.
El verso decía:
“Aquí está Salvador Floresen compañía e´ Pedro Matos; van
a hacer el Sindicato de
Arpistos y cantadores”.
Ya entrados en calor,
cantaban José Isabel Machillanda, Pedro y Salvador Flores y el anfitrión de la
fiesta don Alberto Vollmer les pidió que “cantaran como los llaneros, que se
tiraban puntas unos con otros y se contestaban”. A Pedro no le gustó mucho la
cosa e improvisó un verso en forma de interrogación que dio por terminado el
asunto. El verso decía:
“Compadre Salvador Flores, compadre
José Isabel; ¿Cómo
se van a picar tres
culebras cascabel?”
Hace medio siglo sus
discos se escuchaban en todas las motorolas del pueblo desde “El Nido” hasta
“La Parrilla”; hoy en día las mejores grabaciones de aquella jornada están en la Biblioteca del Congreso de los Estados
Unidos. Todo el pueblo lo quería y lo respetaba. Estuvo rodeado del cariño de
grandes afectos familiares entre quienes recuerdo a Margot Mijares, la mujer más
bella de El Consejo en nuestra ya lejana infancia y a su querido esposo el
camarada Euclides Basabe.
En el año de 1991 por
decreto de la Alcaldía del Municipio Ribas al cual todavía pertenecía El
Consejo, bautizamos el camino real que comunica al pueblo con el Tuy Arriba,
como “Camino Real de Pedro Matos”, por cierto que con el beneplácito y el entusiasta
apoyo del concejal consejeño que representaba a esta región en la Cámara
Municipal, nuestro recordado amigo el gran Alcalde Julio Bracho. Igualmente propusimos
que el centro cívico que se construía en Quebrada Seca llevara el nombre de “Centro
Cívico Pedro Matos” que era de allá y familiar de todos los habitantes
originarios del lugar.
En 1961 nuestro compañero
de ideales Guillermo Sánchez y yo, le hicimos a Pedro una larga entrevista que
publicamos en el “CEJU” y posteriormente reprodujo “En Hasz” periódico cultural
del pueblo. A pesar de la inexperiencia
de los entrevistadores, aparece Pedro Matos en toda su pureza e ingenuidad.
Valdría la pena republicar esa entrevista que ya tiene más de medio siglo.
A 50 años de su muerte,
el nombre de Pedro pervive aún entre quienes no lo conocieron, como perviven
los de Rafael Aponte, Vicentica Ramos, Roberto Torres, Fernando Borges
Medina, Carlos Barrios Padilla o Roque
Ayala Romero, porque son de los grandes pilares constructores del gentilicio
consejeño.
Creemos que el Tuy
Arriba, parte muy importante y la más extensa del municipio, cuna de José
Rafael Revenga y de Pedro, ya ha
acumulado méritos suficientes para que le sea reconocido su aporte en trabajo y
heroísmo a la construcción de la Patria y cuenta con numerosa población, alguna de la cual arraigada allí desde hace cuatro
siglos. En justicia, debe ser elevada a la condición de Parroquia Eclesiástica
y a Parroquia Civil, con el nombre de “Parroquia Pedro Matos”.
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