2 abr 2014

A MEDIO SIGLO DE PEDRO MATOS




Hace hoy cincuenta años, el 26 de julio de 1963 murió en El Consejo el gran arpista y cantador Pedro Matos. Se llamaba Pedro Rafael y había nacido en Quebrada Seca de Urbina el 31 de enero de 1888.  Era descendiente de campesinos de la “Urbina” propiedad de doña  María Josefa Matos Monserrate viuda de don Juan Peinado de quien había heredado la hacienda.  Hijo del pueblo, de cuya creatividad llegó a ser máximo exponente, creció dedicado a las faenas del campo,  en contacto directo con la gente, con el río y con la vegetación  exuberante que  tanto impresionara a Humboldt cuando se hospedó dos días en “Urbina”. Creció  inmerso en la vida campesina donde la música y la poesía tuvieron tanta importancia. Desde su infancia estuvo empapándose de la cultura de los suyos que luego expresaría en sus cantos y en sus versos. Viajó a Caracas acompañando a su madre que se había concertado en la casa de un joven maestro llamado Rómulo Gallegos. Conversaciones con el maestro, lecturas y complicidades (lo mandaba a que le comprara cigarros a escondidas) le ampliaron la visión de un mundo que era imposible imaginar desde Quebrada Seca. 


En su juventud conoce y se hace amigo de los grandes arpistos de su tiempo con quienes aprende a tocar el instrumento. Comienza a tener éxitos en los bailes de arpa y cuando su fama había crecido, un accidente en una mano lo obliga a dejar por un tiempo la ejecución del arpa y es cuando se hace cantador.  En sus conversaciones recordaba a sus maestros en el canto y en el arpa, de quienes aprendió “viendo”.  No tuvo grado de escuela pero su cultura general era vasta. Conocía la geografía, la historia universal, la religión, la historia sagrada, la urbanidad, las reglas matemáticas y todo lo reflejaba en sus improvisaciones y poemas. Siempre fue pobre como todos los artistas populares y al final de su vida  era vendedor de billetes de lotería. Sus contemporáneos en el canto, Quintín Duarte, Pedro Pablo Romero “El Chirulí de Aragua”, Emilio Mejías, Silvino Armas, “Cantabonito”, Esteban Blanco, Margarito Aristiguieta, José Alvarado, lo llamaban “El Maestro”. Los arpistos más afamados de su tiempo, Salvador Rodríguez,  Fulgencio Aquino, “Payón”, Pedro Sarmiento “Piringa”, Alberto Bejarano “Úrica” (el autor del joropo Quitapesares), El maestro Sanabria, Ciro Pimentel, Rafael Aponte y muchos otros, lo ponderaban como “el mejor”. 

Era un arpista puro, sin influencias alienantes; su música era la propia de su región consejeña.  Conocía bien las semejanzas y diferencias existentes entre un golpe, un pasaje, un joropo, una maricela, unos yaguazos, una llamada de mono. Igualmente conocía bien las semejanzas y diferencias entre la música llanera, la tuyera, la aragüeña, la carabobeña y la caraqueña; se hubiera aterrorizado si en su tiempo alguien se hubiera atrevido por ignorancia o por flojera intelectual, a arropar todos esos matices de nuestras expresiones musicales, con el nombre de “joropo central”, con lo cual se desvirtúa la esencia de nuestra música y se le borran sus sutiles especificidades. Se ha cometido el mismo crimen que se cometió cuando a la música afro caribeña tan diversa, creativa y bella, la uniformaron los americanos a raíz de la revolución cubana, con el nombre de “salsa”. 

 Los matices desaparecieron porque para ellos un son montuno era salsa, una guaracha era salsa, un bolero son era salsa, una rumba, una conga, un guaguancó, un guararé, todo fue bautizado con el nombre de salsa. Siempre he creído que la misma frustración que experimenta una cocinera que prepare diferentes platos con sus diferentes sazones y sabores, y que al final vea como los comensales viertan sobre sus creaciones un frasco de kétchup y los revuelvan para que todo les sepa a salsa de tomate, la hubiera sentido Pedro Matos si se hubiera enterado, como me enteré yo, de que el Instituto Nacional de Folklore editó un CD de “Joropo Central” y a su monumental “Pasaje del Delirio” grabado por partes en 1950, se lo piratearon y fusilaron (tocado por él mismo) y le pusieron por nombre “Joropo Central” y no mencionaron al autor ni al intérprete que era él mismo.  Algún día, tal vez cuando cumpla cien años de muerto, su pueblo le rendirá el homenaje de cariño y de gratitud que merece.


El primero de mayo de 1950 -llamado entonces “Día del Obrero”- en “Santa Teresa” se reunió un grupo de poetas, cantadores y arpistos, para formar un sindicato que los agrupara. La ocasión fue propicia para que la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos aprovechara de grabar nuestra música. Estaban entre muchos otros Quintín Duarte (el de la Burrita), Salvador Flores, José Isabel Machillanda, Juan Onofre Machillanda (el del pasaje de Marialuisa),  Fulgencio Aquino, Emilio Mejías, Rafael Jesús Blanco González (Jacinto Pérez) y José María Gutiérrez. El primero en cantar fue Pedro y comenzó con un verso que luego glosó con cuatro impecables décimas. El verso decía:

“Aquí está Salvador Floresen compañía e´ Pedro Matos; van a hacer el Sindicato de Arpistos y cantadores”.

Ya entrados en calor, cantaban José Isabel Machillanda, Pedro y Salvador Flores y el anfitrión de la fiesta don Alberto Vollmer les pidió que “cantaran como los llaneros, que se tiraban puntas unos con otros y se contestaban”. A Pedro no le gustó mucho la cosa e improvisó un verso en forma de interrogación que dio por terminado el asunto. El verso decía:
                                                          
“Compadre Salvador Flores, compadre José Isabel; ¿Cómo se van a picar tres culebras cascabel?”
 
Hace medio siglo sus discos se escuchaban en todas las motorolas del pueblo desde “El Nido” hasta “La Parrilla”; hoy en día las mejores grabaciones de aquella jornada  están en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Todo el pueblo lo quería y lo respetaba. Estuvo rodeado del cariño de grandes afectos familiares entre quienes recuerdo a Margot Mijares, la mujer más bella de El Consejo en nuestra ya lejana infancia y a su querido esposo el camarada Euclides Basabe. 


En el año de 1991 por decreto de la Alcaldía del Municipio Ribas al cual todavía pertenecía El Consejo, bautizamos el camino real que comunica al pueblo con el Tuy Arriba, como “Camino Real de Pedro Matos”, por cierto que con el beneplácito y el entusiasta apoyo del concejal consejeño que representaba a esta región en la Cámara Municipal, nuestro recordado amigo el gran Alcalde Julio Bracho. Igualmente propusimos que el centro cívico que se construía en Quebrada Seca llevara el nombre de “Centro Cívico Pedro Matos” que era de allá y familiar de todos los habitantes originarios del lugar.   


En 1961 nuestro compañero de ideales Guillermo Sánchez y yo, le hicimos a Pedro una larga entrevista que publicamos en el “CEJU” y posteriormente reprodujo “En Hasz” periódico cultural del pueblo.   A pesar de la inexperiencia de los entrevistadores, aparece Pedro Matos en toda su pureza e ingenuidad. Valdría la pena republicar esa entrevista que ya tiene más de medio siglo. 

A 50 años de su muerte, el nombre de Pedro pervive aún entre quienes no lo conocieron, como perviven los de Rafael Aponte, Vicentica Ramos, Roberto Torres, Fernando Borges Medina,  Carlos Barrios Padilla o Roque Ayala Romero, porque son de los grandes pilares constructores del gentilicio consejeño.


Creemos que el Tuy Arriba, parte muy importante y la más extensa del municipio, cuna de José Rafael Revenga y de Pedro,  ya ha acumulado méritos suficientes para que le sea reconocido su aporte en trabajo y heroísmo a la construcción de la Patria y cuenta con numerosa población,  alguna de la cual arraigada allí desde hace cuatro siglos. En justicia, debe ser elevada a la condición de Parroquia Eclesiástica y a Parroquia Civil, con el nombre de “Parroquia Pedro Matos”.

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