Tal vez el más hermoso grito de
guerra por la libertad, la igualdad y la justicia, que se haya pronunciado en
lengua castellana, sea el de “Viva la Pepa”, por lo que significó, los cambios
que produjo y las repercusiones que tuvo y sigue teniendo tanto en España como
en los países americanos. Pero ha sido tan desvirtuado ese grito, que lo que
fue en un tiempo timbre de orgullo (ser un “vivalapepa”) es hoy en día una
descalificación o al menos “una raya”. Recordemos su origen y su gloriosa
historia.
Cuando nosotros estábamos en
plena guerra por la independencia y apenas nos faltaban tres meses (93 días)
para que se produjera la Primera Batalla de La Victoria (1812), España se
encontraba invadida por los ejércitos franceses. Napoleón Bonaparte en su afán
expansionista había entrado en España con el pretexto de estar apenas
atravesando el territorio para invadir Portugal, pero la realidad era otra,
apresó e hizo abdicar a los Reyes Carlos IV y Fernando VII y colocó en el trono
de Madrid a su hermano José a quien por ser un borrachón, los madrileños
llamaron “Pepe Botella”. Desde un primer momento el ejército español y
fundamentalmente el pueblo rechazaron al rey usurpador y a la invasión que no
llegó nunca a dominar toda la península. Las fuerzas patriotas se fueron
recluyendo hasta quedar reducidos a la ciudad de Cádiz que era la salida
natural hacia el continente americano.
Hasta allá fueron a tener las
Cortes (equivalentes a nuestra Asamblea Nacional) y se dieron a la tarea de
redactar una Constitución que era la primera de España y la tercera del mundo,
después de la de los Estados Unidos y la de Francia. Las Cortes estaban
integradas por 303 diputados de los cuales 68 eran de las provincias
americanas. En los libros de Actas se pueden leer sus impresionantes
intervenciones como la que hizo el Inca Yupanqui en defensa de los derechos de
los indígenas y en contra de la explotación a que habían sido sometidos durante
tres siglos. Tres diputados eran venezolanos: Esteban Palacios Blanco (tío del
futuro Libertador), Fermín Clemente
Palacios y José Domingo Gómez de Rus.
La constitución se promulgó el 19
de marzo de 1812 e inmediatamente por haber nacido el día de San José, el
pueblo de Cádiz la bautizo como “La Josefina” o simplemente como “La Pepa” (el
nombre que se le da a las Josefinas). Allí se recogieron los principios más
avanzados del derecho constitucional de entonces, tales como que la soberanía
reside en la nación (el pueblo), la división de los poderes, las instituciones
representativas elegidas y los derechos
individuales (libertad de imprenta, derecho a la propiedad, inviolabilidad del
domicilio, derecho a la educación, etc.), la igualdad de todos ante la ley,
quienes debían ser llamados “ciudadanos” y no “súbditos”, el sufragio
universal, el reconocimiento de la
libertad de trabajo y de contratos y la
anulación de la Inquisición. Suprimió el absolutismo real y los privilegios de
la nobleza y el clero. Por supuesto que se aprobó con la oposición de quienes
veían esfumarse sus privilegios y ventajas.
Los invasores franceses
estuvieron en España desde 1808 hasta 1814 (año de la Segunda Batalla de La
Victoria) cuando fueron expulsados. Desde el mismo 1808 las atrocidades del
ejército napoleónico contra el pueblo español fueron tales que las obras del
pintor Francisco de Goya han sido publicadas muchas veces como ilustrativas de
los fusilamientos (los de El Consejo entre ellos).
La primera gran batalla donde
derrotan a los franceses es la de Bailén el 19 de julio del mismo 1808 y el más
hermoso canto a este triunfo (Soneto a
la Batalla de Bailén) lo escribe el caraqueño Andrés Bello (Rompe el león
soberbio la cadena / con que atarle pensó la felonía, / y sacude con noble
bizarría / sobre el robusto cuello la melena…”
Esta invasión fue una de las causas externas de la independencia y hubo
sociólogos chimbos que le atribuyeron nuestra inestabilidad republicana al
hecho de haber aprovechado que la Madre Patria estaba invadida y en guerra
contra los franceses para nosotros también golpearla. “Es -decían- como cuando
un hijo presencia un pleito casero y al ver que la madre está siendo golpeada
por el padre, aprovecha para darle golpes él también. Eso se paga y ustedes la
están pagando”.
Al final ante la arremetida
violenta del pueblo español en la batalla de Vitoria el 13 de junio de 1813,
“Pepe Botella” huye llevándose un gigantesco botín con dinero, joyas, obras de
arte y entre ellas, 400 cuadros sin marcos, enrollados, de Zurbarán, Durero,
Rubens, Rembrandt, Murillo, Tintoreto, Goya, Velásquez, Ticiano, Rafael,
Leonardo y otros grandes artistas (el mismo saqueo que hizo su hermano en
Grecia y otras partes del mundo, cuyo botín puede verse hoy en el Museo de
Louvre en Paris). Avisado el inglés Duque de Wellington cuyas tropas habían
apoyado a España contra Francia, hizo enviar las obras a Inglaterra (dizque
para salvarlas de la codicia francesa) pero no las devolvió; hoy pueden verse en el Museo de Wellington en
Londres, por lo cual el avispado duque tiene “cien años de perdón”. Al fin se
van los intrusos y Napoleón pone fin a esta “guerra maldita” que reconoce, fue
el comienzo de su caída.
Fernando VII era llamado “El
Deseado” por ser el rey legítimo de las Españas y cuando los derrotados
franceses huyeron, fue restituido al trono entre el júbilo popular. Pero el día
de su restauración mostró las uñas porque cuando el Cardenal de Borbón (Su tío)
le entregó la constitución para que la jurara, no lo hizo y en su lugar, le
mostró el anillo real y le dijo: “bésalo” y el pusilánime cardenal, se hincó de
rodillas y besó el anillo. Lo que siguió fue por el mismo estilo; persiguió,
encarceló, fusiló, abolió la constitución y regresó al absolutismo salvaje. El
desatinado rey promulgó un decreto que comenzaba diciendo: “Con el fin de que
desaparezca para siempre del suelo español hasta la más remota idea de que la
soberanía reside en otro que en mi real persona...” Y para evitar actos de
rebeldía, anuló todo lo acordado en Cádiz y ordenó la detención de los
diputados liberales. Los españoles
tuvieron que luchar simultáneamente contra el imperialismo francés y contra el
absolutismo de la corona.
Contra ese retroceso insurgió el pueblo con el grito de “Viva la
Constitución de Cádiz” o “Viva la Constitución de 1812”.
Pero la abolición de la Carta
Magna incluía no sólo la suspensión de
su vigencia, sino que también prohibía terminantemente la sola mención de su
nombre. De esta forma, los liberales no podían decir “Viva la Constitución”. Pero en lugar de
acatar esa medida arbitraria, sus partidarios encontraron la forma de referirse
a ella sin necesidad de mencionarla simplemente gritando “Viva la Pepa”. Comenzaron
reacciones por toda la península.
Una de las más notorias y que
tiene relación con Venezuela es la que encabeza el Teniente Coronel Rafael de Riego. Se produce cuando en 1820 se
arma un ejército de 20.000 hombres que debería venir a nuestro país a reforzar
al Pacificador Pablo Morillo. Cuando ya el ejército estaba listo, los soldados
al grito de “Viva la Pepa” se niegan a embarcar con el argumento de que no
vendrían a someter a un pueblo que había decidido ser libre. No embarcan y a
Riego se le somete a juicio, se le condena a muerte y se le descuartiza
públicamente. Cuando se conocen en
España las cartas del Pacificador Morillo recomendándole al Rey conceder la
independencia a estos países, simplemente se le acusa de ser un “vivalapepa” y
se le sustituye. Al conocerse la derrota de Ayacucho los conservadores
madrileños comentan que era evidente la derrota porque el ejército realista
estaba formado por puros “vivalapepas”. Como se ve, el término se aplica a los
amantes de la libertad, enemigos de los privilegios y luchadores contra el
absolutismo.
Es tal la propaganda de la corona
contra los “vivalapepas” que con el transcurso del tiempo la expresión fue perdiendo su significación
política y de rebeldía, atribuyéndole el
significado de irresponsabilidad,
desenfado, desorden y alboroto, tal como lo utilizamos actualmente.
Cuando hoy decimos que alguien es un “vivalapepa” queremos decir que es alguien
con falta de normas y de compromiso.
Tambien tiene un contenido alegre, fiestero, “ese tipo es un vivalapepa”. No te confíes mucho porque él tiene fama de
“vivalapepa”. Para los conservadores “Viva la Pepa” significaba desorden,
irreverencia, frasquitería, parejería,
anarquía, libertinaje, desorganización y vagancia porque la Constitución
de Cádiz estableció leyes sin precedentes como la libertad de prensa, de
expresión, la soberanía nacional, la división de poderes y otros derechos
civiles y constitucionales, que no cabían en las mentes monárquicas de la
época.
Esa conducta torpe le costó al Rey Fernando la pérdida de América porque
además de lo aguerrido de nuestros libertadores, muchos de sus soldados se
negaban a pelear y para la corona eran sencillamente unos “vivalapepas”. Muchos
de ellos le escribieron cartas a Bolívar
ofreciéndose para venir a luchar junto a él como es el caso del general
Renovales. El Libertador llegó a decir que al liberar a la América iría a
España a ayudarlos en su lucha contra la tiranía y el absolutismo. De esos
enfrentamientos surgieron dos Españas, una liberal y otra conservadora. Por
suerte se impuso el espíritu de Cádiz y hoy nuestra Patria Hermana se rige si
no por un régimen republicano, al menos por una monarquía constitucional fiel
al espíritu de “La Pepa”. Si algo conservamos los venezolanos, es el amor a la libertad, a la soberanía
popular, a la igualdad y a la
justicia. Bien podemos gritar: ¡Que Viva
Venezuela y que Viva la Pepa!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario