12 abr 2014

LAS DOS BELENES DE SAN MATHEO





 “Simón: Ni una basquiña tengo para presentarme y que es prestada la con que me presento (…) pues hay días en que ni luz para alumbrarme tengo y si por tu decencia crees que el darme media docena de pesos no es decencia, te engañas; yo recibo cualquier cosa que puedan darme mis amigos pues hasta el pobre Diego me dio la silla con que me siento. Tengo mis dos niñas en cama; mi hija Solita ha estado de muerte y no tengo ni un medio…”



Esta carta llena de pena y desesperación, se la escribe a su primo El Libertador, una sanmateana que llegó a ser la mujer más rica y la más bella de Venezuela.

Habían quedado atrás los años felices de la juventud, de la opulencia; la casa de Caracas, asiento principal de la aristocracia, donde llegaron en su momento príncipes y marqueses europeos. Atrás quedó el gran salón revestido con cortinajes de damasco rojo flecos de oro, las mullidas poltronas y sofás, las orquestas de los rumbosos bailes y las guitarras de las serenatas en las noches románticas y frescas; los amigos –ahora casi todos muertos- y las extensas posesiones en los fértiles valles del Aragua, desolados, despoblados y destruidos durante la guerra.


Siete años había pasado la ilustre sanmateana huyendo por tierras de las Antillas y Guayana, rodando de pueblo en pueblo y muriéndose de hambre.

Al regreso a la Patria libre, sus bienes estaban destruidos por el terremoto, por lo enemigos, o por los  realistas y patriotas que se las habían cogido para ellos, como siempre ha pasado en nuestras revoluciones.


A su pariente el Marqués del Toro le escribe: “Ay Pancho, las cosas de este mundo, si tu papá y el mío vivieran y me vieran”.


Esta heroína sanmateana se llamaba Belén Xerez de Aristeguieta; su hija se llama Belén Soledad y su nieta también se llamará Belén. Nacida en San Matheo el 11 de mayo de 1765, su infancia y su alegre juventud transcurrieron  entre la opulenta mansión de Caracas y su casa de hacienda en San Matheo. En ambas casas vio congregarse en oración a su familia, en sendos oratorios dedicados a la devoción de  Nuestra Señora de Belén, apenas medio siglo mayor que ella. Cuando sea una mujer –de las más bellas de la Provincia-  prestará su rostro a la madre de Dios, para que el pintor Juan Pedro López la plasme en toda su belleza, en los retratos de la Virgen de La Merced y en el de Nuestra Señora de Belén.

San Matheo está en la obligación de rescatar para el afecto pueblerino, a esta mujer, Belén Xerez de Aristeguieta, dueña y señora de “El Palmar y del “Trapichito de la Santísima Trinidad”, haciendas que posteriormente pasarían a propiedad de las familias Ribas y Montesdeoca, quien por creer y militar en la causa de la libertad y de la independencia, y por haber sido fiel a los suyos, ahora no tenía ni un medio, ni una basquiña para presentarse, ni una silla en que sentarse, ni una vela con que alumbrarse.


La devoción de Nuestra Señora de Belén tiene ya medio siglo (56 años) cuando nace Belén.  Es la sexta de las nueve musas, las hermanas Xerez de Aristeguieta y Blanco Herrera, las mujeres más celebres de Caracas durante el siglo XVIII, primas hermanas y vecinas de cuadra de las Palacios Blanco Herrera, una de quienes, “Concha Palacios”, será, cuando Belén cumpla 14 años, la madre del libertador.  No solamente vivirá esta sanmateana todo el proceso de desmoronamiento del viejo orden colonial, sino que luchará por el establecimiento de un orden nuevo y será pionera en la defensa de los derechos de la mujer, y defenderá los suyos, al litigar en contra de su marido y alcanzar el derecho de administrar su propia fortuna. 

Verá desaparecer todos sus privilegios a casi toda su familia, morir a su única hija y su única nieta, y alcanzar una venerable ancianidad hasta su muerte en 1850, a sus 85 años de edad. Será testigo de la venta de la hacienda “El Palmar” donde había nacido,  a su primo José Félix Ribas Herrera; de este a su hermano Juan Nepomuceno y de este, a su hermano Antonio José, los tres casados con sus tres primas Palacios Blanco Herrera y los tres muertos alanceados en la guerra.  Ella misma junto con su hermana mayor, venderá el “Trapichito de la Santísima Trinidad” a la familia Montes de Oca  y será testigo del florecimiento de la devoción a La Virgen de Belén, en los tres altares donde se la venera inicialmente, que son los de su familia Xerez de Aristeguieta en “El Palmar” y “Trapichito”; el de la familia Bolívar en “El Ingenio”, y el del pueblo en la iglesia del Señor San Matheo.


Cuando aparece La Virgen, ya la Iglesia tiene ochenta y nueve años de haber sido erigida, el 30 de noviembre de 1620, fecha que no debe confundirse con la de la fundación del pueblo, desconocida hasta hoy.


Se ofrece ante la mirada asombrada de un hombre del pueblo, de un aborigen, el indio Tomás José y se va a mantener por ya casi tres siglos en la fe y en el amor de su pueblo. Sería reveladora de esa fe, una investigación documental en las Matrículas Eclesiásticas y en las Partidas de Bautismo y demás registros documentales, y mediante encuestas organizadas en las escuelas, acerca del número de mujeres que en San Matheo y Aragua, han llevado y llevan actualmente, el sagrado nombre de Belén.


Poco se habla de Inés Heredia, la esposa de Tomás José; y debería mencionársela más, porque la historia afirma que se le apareció a ambos. Él llamó a su mujer y cuando ella estuvo presente, fue cuando se les apareció la santa imagen en forma de una bamba, un real español, de plata, con una media luna sin nubes ni querubines, con su niño en los brazos, parada sobre la tierra elevada. La colocaron en un altar improvisado en su propia casa y esa misma noche del 26 de noviembre de 1709, recibió de María Micaela, la india madre de José Tomás, y de muchos otros indios y españoles, el primer rezo del Santo Rosario, primer homenaje de amor de un pueblo que tres siglos después la sigue homenajeando y reconociendo como su santa madre. Siempre se ha dicho y repetido que a diferencia de otras apariciones marianas, La Virgen de Belén no dejó ningún mensaje. Creemos por el contrario, que su mensaje estuvo en el propio hecho de la aparición, ya que no se le reveló “a un indio”, como se afirma, sino “a una familia” sanmateana, a una familia aragüeña, y ese regalo “a la familia”, es el mensaje.


El Padre Nicolás de la Torre, cura del pueblo, convenció al Indio José Tomás, de que debía trasladar la imagen a la iglesia y así se hizo. Repiques de campanas, chirimías, cajas, guitarras, acompañaron el regocijo y la solemnidad, que se mezclaron para hacer el traslado, hasta el altar de la Inmaculada Concepción. Al siguiente día, cuando el monaguillo descorrió el velo para cantar la misa, se había producido el primer milagro, la imagen estaba dorada y a su alrededor aparecían querubines y nubes. Esta vez también le había tocado a un niño del pueblo, al humilde monaguillo, ser testigo de este milagro; el primero de muchos. Algún día La Virgen hará el milagro de llevar a los altares al humilde indio Tomás José, como la Patrona Nacional al indio Coromoto y como la Virgen de Guadalupe, a Juan Diego.


La imagen, dicen los testigos, fue creciendo  hasta dos tercios de su tamaño original y se hizo necesario irle cambiando los relicarios, hasta el actual, mandado a hacer según algunos, por María Antonia Bolívar, en Londres; y según otros por los Xerez de Aristeguieta en Caracas. Nos inclinamos por la segunda tesis, siguiendo al sabio investigador Carlos F. Duarte, máxima autoridad en la materia, quien afirma en su magnífica obra sobre El Arte de la Platería en Venezuela, que la Custodia Expositor de la Virgen de Belén fue mandada a hacer por don Martín Xerez de Aristeguieta, dueño de la Hacienda “El Palmar”, con el orfebre caraqueño Francisco de Landaeta. Es de plata dorada con dobletes verdes y rosas, azogados. Tuerca de hierro forjado.  En la medialuna que sostiene la medalla de bronce hay (o hubo) una esmeralda y unos diamanticos. Tiene una altura de 0.585. Faltan la cruz y algunos angelitos y un ángel de cuatro alas. 


Según el ilustre académico, debió construirse en 1773,  pues existe una pintura de esa fecha que la representa. No puede ser cierto, como se afirma en muchas publicaciones,  que haya sido donada por María Antonia Bolívar  ni por ninguno de sus hermanos, porque cuando la custodia llegó a San Mateo, aún no se había casado don Juan Vicente de Bolívar y Ponte con doña Concepción Palacios Blanco. Durante su visita pastoral, el Obispo de Caracas, Monseñor Mariano Martí, afirma que es una dádiva de Don Miguel, el padre de los hermanos Xerez de Aristeguieta y Blanco Herrera, entre ellas, las célebres Nueve Musas y entre ellas, Belén.


Estos días de gloria para el por mil títulos heróico pueblo, son propicios para que se busquen las reliquias de Antonio Ricaurte en el altar de la Virgen de Belén, para que se retire del frontis de la iglesia esa placa embustera y apócrifa donde aparece una acta de fundación inventada y para que se rescate del olvido y se incorpore a la vida afectiva del pueblo, en calidad de Heroína de la Patria, a la sanmateana Belén Xerez de Aristeguieta, colocando su retrato copiado del rostro de Nuestra Señora de la Merced, en sitio de honor de esa histórica Santa Iglesia Parroquial del Señor San Matheo.

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