Como ni los hacendados ni sus propios comisionados lograban ponerse de acuerdo sobre el “punto del camino” donde se iba a poner la iglesia y fundar el pueblo, el obispo Martí echo mano de un cura que con el tiempo llegó a ser uno de los sacerdotes más importantes del siglo XVIII venezolano y el único que a nivel popular se recuerda hoy en día.
Ya habían pasado cuatro años y medio de la solicitud y dos meses y medio
desde que Su Señoría Ilustrísima había firmado el decreto de creación del nuevo
curato rural bajo la invocación y título de Nuestra Señora del Buen
Consejo y todavía no se había comenzado
la construcción por falta de acuerdo sobre el lugar donde debía ponerse la
iglesia que ya tenía hasta su Santa Patrona.
El Capitán General de Venezuela y el Obispo designaron comisionados para que vinieran y se pusieran de acuerdo
pero todo había sido en vano. Al principio propusieron El Mamón o La Sabaneta
pero el Conde de Tovar insistía en El Mamón y don Pedro Mixares de Solórzano se
oponía. Era un ´pleito entre ricos. Cada uno firme en su posición y el pleito
seguía. El comisionado del obispo era el padre Francisco Xavier Siso, cura de
Turmero y el del Capitán general, don Manuel Monserrate Corregidor del pueblo de La Victoria, pero no llegaron a ningún acuerdo.
Es entonces cuando los dos curas más brillante y útiles del siglo XVIII, el
obispo Mariano Martí y el padre José Mohedano, se involucran juntos y
directamente en la fundación de El Consejo. El primero conoció y dirigió el
proceso y tomó la decisión final; y el segundo trajo palmas, café, música y
señaló no uno sino dos puntos en el camino; solo que se le olvidó firmar el
documento. El padre Mohedano nació el 20 de abril de 1741 en Talarrubias
(tierra de obispos) en la provincia de Badajoz, hijo de don José Antonio García
y de doña Socorro Mohedano y su nombre era José Antonio García Mohedano,
conocido simplemente como el padre Mohedano. Comenzó sus estudios en Toledo y
los continuó en Talarrubias, pero a los 16 años pasó a Venezuela en el navío
“San Ignacio” de la compañía Guipuzcoana, como secretario de su pariente, el
obispo Diego Antonio Diez Madroñero y continuó estudios en el Seminario de
Caracas. Fue designado primer cura de Chacao donde desarrolló parte de su gran
labor.
Construyó el templo, fundó junto con
el Padre Sojo la primera escuela de música de Caracas donde estudiaron entre
otros: José Angel Lamas, José Antonio
Caro de Boesi, Cayetano Carreño, los Montero, Pedro Nolasco Colón, Juan
Meserón, las Blandín, los Ustáriz, Lino
Gallardo, Elías Calixto Pompa y Juan José Landaeta. Liderizó a su pueblo en la
lucha contra la epidemia de fiebre amarilla y ofreció honrar a Nuestro Señor
durante la Semana Santa, con palmas que irían a buscar en el cerro el Ávila (es
el fundador de los Palmeros de Chacao),
ofrecía conciertos en la iglesia y en una finquita llamada “San Felipe”,
cerca de la iglesia, sembró las primeras
matas de café junto con Blandín y el padre Sojo. Don Arístides Rojas escribe
una bella crónica llamada “La primera taza de café en el valle de Caracas”
dedicada a él, a Pedro Palacios y Sojo y a Bartolomé Blandín. Se destacó por
ser gran orador sagrado, bondadoso y diligente. Cuando le ofrecían mejores
destinos los rechazaba diciendo: “Mi único deseo, mi anhelo es ver feliz a mi
grey, por lo que aspiro continuar siendo médico del alma y médico del cuerpo,
rematar el templo de Chacao, ver desarrollado el cultivo de café y después
morir en el seno de Dios y con el cariño de mi grey, he aquí mi única
ambición". “Mi aspiración es tener buenas cosechas de café para terminar
la iglesia de Chacao y morir tranquilo”.
A partir de entonces su método de cultivo se extendió por toda Venezuela,
siendo durante muchos años y hasta la llegada del petróleo, la principal fuente
de riqueza y exportación del país. Pero
en 1798, después de 29 años al frente de la parroquia de Chacao, el Rey Carlos IV lo designa Obispo de Guayana
y el papa Pio VI lo confirma. Fue consagrado obispo de Santo Tomás de Guayana
el 16 de agosto de 1800 por el Arzobispo Francisco Ibarra, primer obispo de
Guayana, primer venezolano en llegar a la dignidad de obispo, Primer Arzobispo
de Venezuela y primo del primer cura de El Consejo don Silvestre Ibarra. El
padre Mohedano desempeñó el obispado de Guayana hasta su muerte el 17 de
octubre de 1804. Sus restos reposan en el altar mayor de la Catedral de
Caracas.
En abril de 1777 Juan Jacinto Mixares de Solórzano, hijo de don Pedro, le
pide a Monseñor Martí, que nombre otro comisionado que no sea ni el cura
Silvestre de Ibarra ni Francisco Xavier Siso, ambos afectos al Conde de Tovar;
Ibarra por parentesco familiar y Siso por ser cura de Turmero donde tienen los
Tovar su mayor hacienda llamada “Paya”. En la comunicación del 9 de abril de
1777 Juan Jacinto le dice al obispo que “desde el viernes de la semana pasada
(era el viernes 4 de abril) se estaba trabajando (…) en el citio donde pasado
el Mamon para la Victoria se piensa construir la Yglesia…” O sea, que de acuerdo
con esta información, nuestra iglesia se comenzó a construir el viernes 4 de
abril de 1777.
El 8 de abril de 1777 el Obispo Martí toma una de las decisiones más
afortunadas en este caso, cuyas consecuencias se harán sentir en la vida
cultural y económica de la región. Ese día, a menos de tres meses de haberse
fundado el pueblo, ante la imposibilidad de que los hacendados se pusieran de
acuerdo en la elección del “punto en el camino”, designa como su comisionado para la
escogencia del sitio, al Padre José García de Mohedano Cura de Chacao, cuya influencia dejará huella profunda en su
Parroquia, en la diócesis de la cual fue Obispo, en la región del Tuy y en el
resto de los campos de Venezuela.
La designación le fue notificada e inmediatamente emprendió viaje hacia los valles del Tuy.
Cuando llegó al camino ya conocía a casi todos los hacendados. Al bajar la
cuesta llega a “Buen Paso” de Domingo Rogerio de Briceño quien era sacerdote como él; ya era amigo de
Juan Palacios y Sojo, hermano del cura Pedro Palacios y Sojo (el Padre Sojo)
cofundador junto con él de la Escuela de Música de Chacao y muchos hacendados también tenían haciendas y
residencias en la región de Chacao y eran allá sus feligreses. Su estada en el
camino le permitió pasar horas compartiendo su experiencia como cafetalero,
como músico y convencer a los hacendados de sembrar café, que era más
productivo que el cacao y la caña de azúcar. Los convenció de que entre las
ventajas económicas del café estaba la utilización de las tierras altas y el poder compartir con las peonadas y
esclavitudes, quienes podían tener sus conucos y sembradíos, lo cual daba una
utilidad a tierras hasta ese entonces ociosas.
El primero en experimentar fue don
Domingo Rogerio, dueño de “Buen Paso”. Dedicó la parte alta de sus tierras al
nuevo cultivo y fundó la hacienda “El Valle de San Isidro”, pero por el destino
a que estaban dedicadas, parte de estas tierras inmediatamente fueron llamadas
y conocidas -y lo son aun- como “El Café”. Ganó para su decisión de sembrar café, la medianería: los
terrenos altos, lejanos y muchas veces inaccesibles fueron sembrados de café y
los dueños de la tierra y sus propios peones y esclavos “iban a medias”. Al
poco tiempo el cultivo se extendió por toda la provincia y generó riqueza. Ya
los grandes cacaos pasaron a ser los “Grandes Cafés”. Le correspondió a nuestro
pueblo ser el primer escenario del centro de la provincia en donde se sembró la
nueva riqueza nacional.
El 21 de abril los comisionados don Manuel Monserrate por el Capitán
General y don José de Mohedano por el
Obispo, se reunieron en “Santa Teresa”.
Para llegar tenían que pasar por las tierras de “Tovar”, “La Guadalupe” y
“Santa Rosa” que entonces eran haciendas separadas. Levantan un acta donde proponen que “habiendo hecho
un examen prolijo y tomado un
informe juicioso de los ánimos y del lugar bien ponderadas las razones de todos y pesadas según nuestro juicio (…) hemos
pensado de esta suerte: “que la fabrica
de la nueva Iglesia ni sea en el sitio de El Mamon, ni en el de la
Sabaneta”, que con una Yglesia sola,
como la feligresia no ofrece un puesto acomodado para todas las almas, que por
consiguiente “es preciso edificar dos Yglesias con un solo Cura”. “Que los
sitios de mejor disposición para el bien de los parroquianos en donde se puede
construir son en el Tuy Arriba la mesa que llaman de Zurita dividida de la de
Palacios por una quebrada y en el Tuy Abajo una bella mesa o Sabaneta que se
encuentra pasando el Ingenio de las Acevedo entre este y su hacienda de
Trapiche”. Levantan el acta con estas decisiones pero se olvidan de firmarla.
Esta omisión traerá consecuencias más adelante.
Fue acertada la designación del padre Mohedano porque trajo riqueza
material y espiritual a toda la región y a la provincia que inmediatamente
sembró café, escuchó buena música y en vez de un punto en el camino, encontró
dos.
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