2 abr 2014


RIBAS Y PIAR…¿ERAN HERMANOS?
Germán Fleitas Núñez
Contó el profesor José Antonio De Armas Chitty, que  según don Cristóbal Lorenzo Mendoza ilustre director de la Academia, la hermosa historia del “Negro Primero” Pedro Camejo fue inventada por don Eduardo Blanco quien al mismo tiempo que escribía su monumental “Venezuela Heroica”, leía una obra del francés Víctor Hugo donde describía una escena en la cual un mariscal de Francia salió del campo de batalla y cabalgaba hacia Napoleón quien le gritó: “¿Por qué huye mariscal tiene miedo? Le contestó: “No huyo, majestad. Vengo a decirle adiós porque estoy muerto” y abriéndose la casaca le mostró el pecho herido de muerte y cayó a sus pies. A él le pareció tan bello el relato que decidió meterlo en su descripción de la Batalla de Carabobo. Alguien le reclamaba; “Nadie te lo va a creer, Eduardo,  porque si fuera verdad, el general Páez lo hubiera narrado en su Autobiografía”. “Por qué tenías que poner a un negro pidiéndole permiso a un blanco para morirse; por qué mejor no pusiste a un blanco pidiéndole permiso a un negro? Y el insigne escritor contestaba: “Porque no hubo generales negros y a los dos únicos que alcanzaron ese rango los fusilaron que fueron Piar y Padilla”. Ahí comenzaba una nueva discusión porque alguien alegaba que Piar no era negro porque era hijo de una blanca blanca parienta de don Eduardo que era Blanco Blanco y de un príncipe europeo.  Ese era el nivel de las antesalas de las sesiones y de las sobremesas. El asunto llamó siempre nuestra atención y en uno de los capítulos de “Un Capitán de dos años” (biografía de José Félix Valentín Ribas y Palacios) que lleva el mismo título de esta crónica, estudiamos el tema con todos los detalles que hemos podido consultar y que ahora resumiremos al mínimo. Este enredijo histórico político y genealógico tiene su origen en lo siguiente: siempre se dijo que el valiente general Manuel Carlos Piar era hijo de una Xerez de Aristeguieta de la más encumbrada aristocracia de Caracas que para unos historiadores se llamaba Soledad y para otros era la heroína sanmateana Belén a quien se atribuye ser tambien la madre del padre José Félix Blanco prócer de la independencia y primer civil ministro de Guerra de Venezuela.  Para muchos, el padre del general era el portugués Duque de Braganza heredero de la corona de Portugal quien estuvo un tiempo  acompañado de Lafayette  en Caracas, de donde pasó a Brasil, país en el cual por motivos políticos fue envenenado. Según algunos autores la madre fue recluida en el Convento de las Monjas Concepciones luego demolido por Antonio Guzmán Blanco para construir el Palacio Federal Legislativo,  donde pasó el resto de su vida y el fruto de “su pecado” le fue entregado a una enfermera curazoleña llamada Isabel Gómez quien lo crió como hijo suyo y de su marido de apellido Piar. Aquí descartamos el nombre de Belén porque ella no pasó el resto de su vida en ningún convento sino en un duro y miserable exilio.  Algunos autores afirman que cuando Guzmán echó a las monjas y demolió el convento, entre la cantidad de papeles incautados apareció la partida de bautismo de Piar tal como lo atestiguaba entre otros,  el doctor Rojas Paúl.
Vox populi Vox Dei. En su Curazao “natal” sus compañeritos de escuela lo llamaban “Rey Zamuro” por su blancura y le cantaban “lorito real, lorito real, coge tu camino para Portugal”. Creció pero sin un solo rasgo de mulato o de zambo. Era blanco, de facciones finas, pelo amarillo liso y ojos azules, de tipo caucásico. Así lo describen todos sus contemporáneos. Es conocida su trayectoria  heroica especialmente en las batallas que le dan la libertad al territorio de la Guayana y muy especialmente en la Batalla de San Félix. Circunstancias que no son de analizar aquí lo llevan a un  juicio donde se le acusa de muchos delitos, entre ellos el de insubordinación, el de soliviantar a las clases (negros, pardos etc.) y el propio Fiscal Acusador que lo era el general Carlos Soublette lo acusa de “hacerse pasar por pardo”. Lo cual deja claro que no lo era porque cuando alguien se hace pasar por algo es porque no lo es. Acusado por el general Soublette y defendido por el Teniente Coronel Francisco Galindo,  un Consejo de Guerra presidido por el almirante Luís Brión e integrado por  Pedro León Torres, José Anzoátegui, José de Ucros, José María Carreño, Judas Tadeo Piñango y Francisco Conde, lo condena a ser pasado por las armas el 16 de octubre de 1817 y así se hace. Fuentes han afirmado que ese día, Simón Bolívar, quien presenció el fusilamiento, en voz baja pronunció: "Se ha derramado la sangre de mi familia".   Belén Aristeguieta viajó a Angostura, en 1818, antes de que terminara la guerra, a orar ante la tumba de Piar. Según Herrera Luque, lo hizo porque sin duda sabía que aquel era su hijo.
Durante su permanencia en Angostura, El Libertador y su pariente el general Carlos Soublette Xerez de Aristeguieta, se hospedaban en la casa de doña Isabel Soublette de Dalla Costa hermana del general Soublette y esposa del acaudalado veronés Juan Bautista Dalla-Costa quien había llegado de Italia en plena guerra de independencia, se dedicó al comercio, casó con Isabel Soublette, casó a una de sus hijas con Leandro el hijo del general Miranda y cedió parte de su fortuna para financiar la independencia. Después de oír las descargas de la fusilería que acabó con la vida del general Piar, tanto Bolívar como Soublette se encaminaron hacia su residencia,  pero cuando llegaban, la dueña y señora de la casa, doña Isabel hermana de Carlos y parienta de Simón, no los dejó entrar;  les cerró el portón y les dijo; “A esta casa no entran más porque acaban de derramar sangre de sus sangres”.
Muy poco se ha escrito sobre el asunto, pero la obra fundamental que recomendamos consultar es “Anales de Guayana” de Bartolomé Tavera-Acosta, así como las novelas “Manuel Piar” de Asdrúbal González y “Piar caudillo de dos colores” de Francisco Herrera Luque.
La casa caraqueña de don Miguel Xerez de Aristeguieta, dueño de la hacienda “El Palmar” de San Mateo y padre de las  “Nueve Musas”, el ramillete de mujeres bellas más célebres de Caracas, daba frente con frente con la de los Ribas Herrera sus parientes. La esposa de don Miguel era doña Isabel María Blanco Herrera,  hermana de doña Francisca Blanco Herrera esposa de Feliciano Palacios,  padres de los Palacios Blanco y abuelos del Libertador. Los Xerez Blanco Herrera eran primos hermanos de los Palacios Blanco Herrera. La esposa del viejo Ribas era doña Petronila Herrera Mariñas, prima vieja, madre de los Ribas Herrera (José Félix y sus hermanos).
La casa de los Xerez fue vendida para residencia de los Capitanes Generales, allí se hospedaron Humboldt y Bonpland durante su estada en Caracas, luego fue residencia particular y primera sede de “El Universal”; en su lugar se construyó el edificio Humboldt hoy sede de la librería Historia.
Sobre esta residencia escribió en 1909 el historiador Lino Duarte Level en su obra de Historia, lo siguiente: “…aquella casa era el centro social de Caracas (…) Para entonces la tertulia de la casa la componían María Antonia, Mercedes, Rosa y  Begonia, a quienes se juntaba una prima llamada Soledad, cuyo genio alegre y divertido animaba la casa. Como la familia Herrera era íntima de las Aristeguieta se consideraba a Don Marcos Ribas como de la casa por estar casado con doña Petronila Herrera. Era don Marcos entrado en años y padre de once hijos, de los cuales el postrero fue el general José Félix Ribas, y se le miraba con marcadas atenciones de cariño. El buen viejo se enamoró de Soledad y la pobre niña vino a comprender su falta cuando ya era tarde. La intervención del canónigo Xerez de Aristeguieta y la circunstancia de estar el obispado gobernado por el Provisor, facilitó la entrada en el convento de las Concepciones,  a Soledad, que tuvo más tarde el nombre de Sor María de la Concepción. El fruto de estos amores fue confiado a Isabel Gómez, y fue el general Manuel Carlos Piar. La familia Ribas conservó la tradición de estos extraños sucesos corroborados por la íntima amistad y otras circunstancias especiales que existieron entre los generales Ribas y Piar quienes se decían hermanos. Hemos obtenido estos informes de fuente tan respetable, que nos creemos autorizados para publicarlos”.




No emitiré opinión alguna por tratarse de un tema delicado que requiere de investigaciones más profundas. Solo recordaré que mientras investigaba sobre “Josefelixcito” que así llamaban al hijo del general Ribas, oí dos veces una expresión que me llamó la atención. A una de sus tataranietas se le derramó un café y dijo en voz muy baja: “Si José Félix estuviera aquí, esto no estuviera pasando”. En otra oportunidad se cayó algo y surgió nuevamente el comentario: “Si José Félix estuviera aquí, esto no estuviera pasando”. Traté de averiguar muy discretamente pero sin resultado, hasta que un día me confiaron: “Esa es una expresión de los viejos de la familia; cuando en casa ocurría algún percance, decían así”.  Mucho tiempo después, cuando tuve el honor de ser persona de confianza para ellas, me dijeron: “Antes no le decían a uno nada; los viejos eran muy reservados, pero oímos decir que según contó el cura que acompañó al general Piar la noche antes de su fusilamiento,  mientras caminaba nerviosamente por la habitación, hacía ese comentario sin que llegara a explicar lo que quería decir.
Expongo diferentes teorías tal como fueron expuestas en su momento por  distintos autores en las obras citadas, sin tomar partido por ninguna de ellas.  Me ha llamado poderosamente la atención esta última de don Lino Duarte Level, porque de acuerdo con la versión del destacado historiador, los generales José Félix Ribas y Manuel Carlos Piar, quienes se decían hermanos, …eran hermanos.









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