RIBAS
Y PIAR…¿ERAN HERMANOS?
Germán
Fleitas Núñez
Contó el
profesor José Antonio De Armas Chitty, que
según don Cristóbal Lorenzo Mendoza ilustre director de la Academia, la
hermosa historia del “Negro Primero” Pedro Camejo fue inventada por don Eduardo
Blanco quien al mismo tiempo que escribía su monumental “Venezuela Heroica”,
leía una obra del francés Víctor Hugo donde describía una escena en la cual un
mariscal de Francia salió del campo de batalla y cabalgaba hacia Napoleón quien
le gritó: “¿Por qué huye mariscal tiene miedo? Le contestó: “No huyo, majestad.
Vengo a decirle adiós porque estoy muerto” y abriéndose la casaca le mostró el
pecho herido de muerte y cayó a sus pies. A él le pareció tan bello el relato
que decidió meterlo en su descripción de la Batalla de Carabobo. Alguien le
reclamaba; “Nadie te lo va a creer, Eduardo, porque si fuera verdad, el general Páez lo
hubiera narrado en su Autobiografía”. “Por qué tenías que poner a un negro
pidiéndole permiso a un blanco para morirse; por qué mejor no pusiste a un
blanco pidiéndole permiso a un negro? Y el insigne escritor contestaba: “Porque
no hubo generales negros y a los dos únicos que alcanzaron ese rango los
fusilaron que fueron Piar y Padilla”. Ahí comenzaba una nueva discusión porque
alguien alegaba que Piar no era negro porque era hijo de una blanca blanca parienta
de don Eduardo que era Blanco Blanco y de un príncipe europeo. Ese era el nivel de las antesalas de las
sesiones y de las sobremesas. El asunto llamó siempre nuestra atención y en uno
de los capítulos de “Un Capitán de dos años” (biografía de José Félix Valentín
Ribas y Palacios) que lleva el mismo título de esta crónica, estudiamos el tema
con todos los detalles que hemos podido consultar y que ahora resumiremos al
mínimo. Este enredijo histórico político y genealógico tiene su origen en lo
siguiente: siempre se dijo que el valiente general Manuel Carlos Piar era hijo
de una Xerez de Aristeguieta de la más encumbrada aristocracia de Caracas que
para unos historiadores se llamaba Soledad y para otros era la heroína sanmateana
Belén a quien se atribuye ser tambien la madre del padre José Félix Blanco
prócer de la independencia y primer civil ministro de Guerra de Venezuela. Para muchos, el padre del general era el
portugués Duque de Braganza heredero de la corona de Portugal quien estuvo un
tiempo acompañado de Lafayette en Caracas, de donde pasó a Brasil, país en
el cual por motivos políticos fue envenenado. Según algunos autores la madre
fue recluida en el Convento de las Monjas Concepciones luego demolido por
Antonio Guzmán Blanco para construir el Palacio Federal Legislativo, donde pasó el resto de su vida y el fruto de
“su pecado” le fue entregado a una enfermera curazoleña llamada Isabel Gómez quien
lo crió como hijo suyo y de su marido de apellido Piar. Aquí descartamos el
nombre de Belén porque ella no pasó el resto de su vida en ningún convento sino
en un duro y miserable exilio. Algunos
autores afirman que cuando Guzmán echó a las monjas y demolió el convento,
entre la cantidad de papeles incautados apareció la partida de bautismo de Piar
tal como lo atestiguaba entre otros, el
doctor Rojas Paúl.
Vox populi Vox
Dei. En su Curazao “natal” sus compañeritos de escuela lo llamaban “Rey Zamuro”
por su blancura y le cantaban “lorito real, lorito real, coge tu camino para
Portugal”. Creció pero sin un solo rasgo de mulato o de zambo. Era blanco, de
facciones finas, pelo amarillo liso y ojos azules, de tipo caucásico. Así lo
describen todos sus contemporáneos. Es conocida su trayectoria heroica especialmente en las batallas que le
dan la libertad al territorio de la Guayana y muy especialmente en la Batalla
de San Félix. Circunstancias que no son de analizar aquí lo llevan a un juicio donde se le acusa de muchos delitos,
entre ellos el de insubordinación, el de soliviantar a las clases (negros,
pardos etc.) y el propio Fiscal Acusador que lo era el general Carlos Soublette
lo acusa de “hacerse pasar por pardo”. Lo cual deja claro que no lo era porque
cuando alguien se hace pasar por algo es porque no lo es. Acusado por el general Soublette
y defendido por el Teniente Coronel Francisco Galindo, un Consejo de Guerra presidido por el
almirante Luís Brión e integrado por Pedro León Torres, José
Anzoátegui, José de Ucros, José María Carreño, Judas Tadeo Piñango y Francisco
Conde, lo condena a ser pasado por las armas el 16 de octubre de 1817 y así se
hace. Fuentes han afirmado que ese día, Simón Bolívar, quien
presenció el fusilamiento, en voz baja pronunció: "Se ha derramado la
sangre de mi familia". Belén Aristeguieta viajó a Angostura,
en 1818, antes de que terminara la guerra, a orar ante la tumba de Piar. Según
Herrera Luque, lo hizo porque sin duda sabía que aquel era su hijo.
Durante su
permanencia en Angostura, El Libertador y su pariente el general Carlos
Soublette Xerez de Aristeguieta, se hospedaban en la casa de doña Isabel
Soublette de Dalla Costa hermana del general Soublette y esposa del acaudalado
veronés Juan Bautista Dalla-Costa quien había llegado de Italia en plena guerra
de independencia, se dedicó al comercio, casó con Isabel Soublette, casó a una
de sus hijas con Leandro el hijo del general Miranda y cedió parte de su
fortuna para financiar la independencia. Después de oír las descargas de la
fusilería que acabó con la vida del general Piar, tanto Bolívar como Soublette
se encaminaron hacia su residencia, pero
cuando llegaban, la dueña y señora de la casa, doña Isabel hermana de Carlos y
parienta de Simón, no los dejó entrar; les cerró el portón y les dijo; “A esta casa
no entran más porque acaban de derramar sangre de sus sangres”.
Muy poco se ha
escrito sobre el asunto, pero la obra fundamental que recomendamos consultar es
“Anales de Guayana” de Bartolomé Tavera-Acosta, así como las novelas “Manuel
Piar” de Asdrúbal González y “Piar caudillo de dos colores” de Francisco
Herrera Luque.
La casa
caraqueña de don Miguel Xerez de Aristeguieta, dueño de la hacienda “El Palmar”
de San Mateo y padre de las “Nueve
Musas”, el ramillete de mujeres bellas más célebres de Caracas, daba frente con
frente con la de los Ribas Herrera sus parientes. La esposa de don Miguel era
doña Isabel María Blanco Herrera, hermana de doña Francisca Blanco Herrera esposa
de Feliciano Palacios, padres de los
Palacios Blanco y abuelos del Libertador. Los Xerez Blanco Herrera eran primos hermanos
de los Palacios Blanco Herrera. La esposa del viejo Ribas era doña Petronila
Herrera Mariñas, prima vieja, madre de los Ribas Herrera (José Félix y sus
hermanos).
La casa de los
Xerez fue vendida para residencia de los Capitanes Generales, allí se
hospedaron Humboldt y Bonpland durante su estada en Caracas, luego fue
residencia particular y primera sede de “El Universal”; en su lugar se
construyó el edificio Humboldt hoy sede de la librería Historia.
Sobre esta
residencia escribió en 1909 el historiador Lino Duarte Level en su obra de
Historia, lo siguiente: “…aquella casa
era el centro social de Caracas (…) Para entonces la tertulia de la casa la
componían María Antonia, Mercedes, Rosa y
Begonia, a quienes se juntaba una prima llamada Soledad, cuyo genio
alegre y divertido animaba la casa. Como la familia Herrera era íntima de las
Aristeguieta se consideraba a Don Marcos Ribas como de la casa por estar casado
con doña Petronila Herrera. Era don Marcos entrado en años y padre de once
hijos, de los cuales el postrero fue el general José Félix Ribas, y se le
miraba con marcadas atenciones de cariño. El buen viejo se enamoró de Soledad y
la pobre niña vino a comprender su falta cuando ya era tarde. La intervención
del canónigo Xerez de Aristeguieta y la circunstancia de estar el obispado
gobernado por el Provisor, facilitó la entrada en el convento de las
Concepciones, a Soledad, que tuvo más
tarde el nombre de Sor María de la Concepción. El fruto de estos amores fue
confiado a Isabel Gómez, y fue el general Manuel Carlos Piar. La familia Ribas
conservó la tradición de estos extraños sucesos corroborados por la íntima
amistad y otras circunstancias especiales que existieron entre los generales
Ribas y Piar quienes se decían hermanos. Hemos obtenido estos informes de
fuente tan respetable, que nos creemos autorizados para publicarlos”.
No emitiré opinión alguna por tratarse de un tema delicado que requiere de investigaciones más profundas. Solo recordaré que mientras investigaba sobre “Josefelixcito” que así llamaban al hijo del general Ribas, oí dos veces una expresión que me llamó la atención. A una de sus tataranietas se le derramó un café y dijo en voz muy baja: “Si José Félix estuviera aquí, esto no estuviera pasando”. En otra oportunidad se cayó algo y surgió nuevamente el comentario: “Si José Félix estuviera aquí, esto no estuviera pasando”. Traté de averiguar muy discretamente pero sin resultado, hasta que un día me confiaron: “Esa es una expresión de los viejos de la familia; cuando en casa ocurría algún percance, decían así”. Mucho tiempo después, cuando tuve el honor de ser persona de confianza para ellas, me dijeron: “Antes no le decían a uno nada; los viejos eran muy reservados, pero oímos decir que según contó el cura que acompañó al general Piar la noche antes de su fusilamiento, mientras caminaba nerviosamente por la habitación, hacía ese comentario sin que llegara a explicar lo que quería decir.
Expongo
diferentes teorías tal como fueron expuestas en su momento por distintos autores en las obras citadas, sin
tomar partido por ninguna de ellas. Me
ha llamado poderosamente la atención esta última de don Lino Duarte Level,
porque de acuerdo con la versión del destacado historiador, los generales José
Félix Ribas y Manuel Carlos Piar, quienes se decían hermanos, …eran hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario