2 abr 2014

CAMAGUÁN EN LA POESÍA DE GERMÁN FLEITAS BEROES



DISCURSO PRONUNCIADO POR GERMÁN FLEITAS NÚÑEZ DURANTE LA SESIÓN SOLEMNE CELEBRADA POR EL ILUSTRE CONCEJO MUNICIPAL DE CAMAGUÁN, EL 5 DE ENERO DEL 2005, CON MOTIVO DEL ANIVERSARIO DE SU ELEVACIÓN A LA CONDICIÓN DE MUNICIPIO

Señoras y señores: 

Si alguien quisiera cantarle su amor al terruño propio con palabras ajenas,  le bastaría con repetir las que Simón Bolívar en diferentes correspondencias, le dedicó a Caracas, su ciudad natal: “Primero el suelo nativo que nada: el ha formado con sus elementos nuestro ser; nuestra vida no es otra cosa que la esencia de nuestro propio país; allí se encuentran testigos de nuestro nacimiento, los creadores de nuestra existencia y los que nos han dado alma por la educación; los sepulcros de nuestros padres yacen allí y nos reclaman seguridad y reposo; todo nos recuerda un deber, todo nos excita sentimientos tiernos y memorias deliciosas; allí fue el teatro de nuestra inocencia y de nuestros primeros amores, de nuestras primeras sensaciones y de cuanto nos ha formado.

Caracas es mi Patria. (...) Ya es tiempo de dedicar a Caracas todo mi conato, toda mi solicitud; por Caracas he servido a Colombia; por Caracas  he servido a Bolivia; por Caracas he servido al Nuevo Mundo y a la libertad, pues debía destruir a todos sus enemigos para que pudiera ser dichosa: mi primer deber para el suelo que ha compuesto mi alma de sus propios elementos; en mi calidad de hijo debo dar mi vida y mi alma por mi madre.

Venezuela es el ídolo de mi corazón y Caracas es mi Patria; juzgue Ud., cual será mi será mi interés por su prosperidad y por su engrandecimiento.

Mi derecha estará en las bocas del Orinoco y mi izquierda llegará hasta las márgenes del Río de la Plata, mil leguas ocuparán mis brazos, pero mi corazón se hallará siempre en Caracas; allí recibí la vida y allí debo rendirla y mis caraqueños serán siempre mis primeros compatriotas. Este sentimiento no me abandonará sino después de la muerte”.

Y en el instante final, cuando dicta su testamento hace anotar su última voluntad: “Es mi voluntad que después de mi fallecimiento, mis restos sean depositados en la ciudad de Caracas, mi País natal”
Y es que parece que los seres humanos, nos llevamos a nuestros pueblos en la capotera y cuando nos arrecia la tempestad, nos atrincheramos en ellos, en sus casas en sus calles, en sus rostros, y por muy lejos que estemos, recuperamos fuerzas y esperanzas con solo mirar hacia atrás, desandar parte del camino y refugiarnos en ese mundo íntimo y seguro que es la memoria.

Conocí a un poeta camaguanero que no pudo salir jamás de su Camaguán querido,  y todo lo que escribió fue sobre la llanura y los llaneros, porque se  había llevado al pueblo en el corazón y  lo que necesitó en la vida para ser feliz, lo tenía atesorado dentro de sus linderos; claro, entendiendo que por los cuatro vientos, el lindero de Camaguán fue siempre el horizonte.

En una tarde melancólica y nostálgica,  a muchos kilómetros de distancia, en El Baúl, escribe un hermoso poema y en el deja escapar esta décima:

Como estarán los esteros
de mi Camaguán querido.
La Portuguesa” dormido
con su carga de luceros.
Como estarán los llaneros
que me contaban consejas,
que cantaban coplas viejas
para que yo las glosara,
de modo que no faltara
mi nombre en las corralejas.

Desde sus primeros poemas de juventud, lo que hace es devolverle a la tierra lo que esta le había dado; y lo dice. En la primera página de su libro “Tolvaneras” le dice al llano:
 

Tierra de Lazo Martí,
Arriero del silbo terso,
Te vengo a decir en verso
Lo que contigo aprendí

Era un apasionado de la poesía del gran bardo calaboceño Francisco Lazo Martí, y solía repetir que la mejor estampa de la llanura venezolana estaba contenida en un verso de la “Silva Criolla” que el poeta le había regalado original a su tío, el Dr. Pedro Beroes Rivas y que decía:


Cantando una tonada clamorosa
Y bajo el fiero sol de la sabana,
Al paso lento de la res morosa,
Con rumbo al sur pasó la caravana

Solía expresar su nostalgia cantando un verso de su gran amigo apureño Julio César Sánchez Olivo, que dice:

Hace años que no te veo
Cajón de Arauca apureño;
¡Como te recuerdo ahora
con cien leguas de por medio!

Y en todos sus poemas, lo diga o no lo diga, está su Camaguán.

Casan dos gallos de fama,
la gallera está repleta,
no queda ni una silleta
que no luzca un pelo e’ guama.
Está lindo el panorama,
Las cuentas vienen y van,
unos “piden” y otros “dan”,
cada garganta es un grito,
pelea la Flor de Uverito
con La Flor de Camaguán.

O en uno de sus  celebrados poemas,  aquel que comienza:

El arpa se abre camino
y corren por sus entrañas
como en un duelo de arañas
las manos de Cupertino.

La primera décima dice:

Arpa que me rinde el sueño
grita un borracho fiestero
y alegre como un jilguero
canta un catire apureño.

Se acerca un calaboceño

Al banco del mujerío
Corta nubes el tañío,
Suena linda la alpargata
Y a lo lejos se retrata
La media luna en el río.

Sin duda alguna,  ese río es “La Portuguesa” dormido con su carga de luceros.

En el poema “Toros Coleados” hay una parte que dice:
El toro se para al fin
Y el tierrero que levanta
Se introduce en la garganta
Rumbosa del cornetín
Arpa, maraca y violín
Alegran otros templete,
Suenen pitos y cohetes,
Huele aron el vocerío
Y la calle es como un río
De cintas y ramilletes.

No necesita decirlo para que sepamos que ese río de cintas y ramilletes era una calle de Camaguán, cuando las coleaderas las hacían dentro del pueblo.

La mujer llanera, su eterna inspiración, le permite bellos poemas y pasajes y hasta versos humorísticos entre los cuales recuerdo uno que es un dechado de picardía, escrito para despedirse de una novia camaguanera:

Cuando tu mires pasar
Por tu casa un güirirí,

Sales corriendo a la puerta

Y le preguntas por mí.

Si cae de pronto a tus pies,
Es que estoy pensando en otra,
pero si sigue volando
es que estoy pensando en ti.


En su conversación diaria aparecen sus paisanos, especialmente los poetas y músicos. José Cupertino Ríos Viña, Manuel Pérez Acosta, Ruperto Sánchez, Rafael Hurtado, Pedro Pablo Molina, el negro Acevedo Gil, Juan Briceño Zapata, Castor Vásquez de quien decía que por participar en la manifestación del 14 de febrero de 1936, le habían dado un tiro en la mano derecha y él, pintor de vocación se vio en la necesidad de aprender a pintar con la izquierda y sin ser zurdo, pintó más de tres mil cuadros.

Calificaba de héroes a quienes formaron la avanzada que a mediados del siglo XX popularizó a la música llanera; Juan Vicente Torrealba, Ignacio Figueredo, Reynaldo Espinoza Hernández, Fredy Reyna, Ernesto Luis Rodríguez, Mariano Hurtado Rondón, Juanito Navarro, José Romero Bello, Angel Custodio Loyola, Josefina Rodríguez, Pedro Emilio Sánchez, Adilia Castillo, Magdalena Sánchez y el conjunto Camaguán.

Con Juan Vicente Torrealba compone: “San Fernando”,  “Mujer Guayanesa”, “Madrugada Llanera”, “Primaveral”, “Secretos de amor”, “Volverás”, “Caprichos de Carmen”, “Muchachita Sabanera”, “Mujer llanera”, “Muchacha de ojazos negros”, “El cigarrón”, “Tu y el mar”, “Noche de luna”, “Tempestad en el palmar”, o “Aquella Noche”.

Con músicas del folklore  nacional o de otros grandes arpistas: “Guayabo Negro”, poema escrito sobre la música de un antiguo joropo barinés llamado “El Pasaporte”; “Ni las estrellas que alumbran el mes de abril”, con música de Chucho Moreno Moreán, “Estrofas de amor”, “Juan Solito” con música de Pedro Pablo Molina, “Seño Llanero”, “La Catira”, “La llanura”, “Los garceros”, “Aragüita” “Pata e’ Jaro”, “El Cabrestero”, dedicado a su amigo José María Nieves” “Cuerdas de Oro”, Tristeza Llanera”, “Un Pájaro”, “El Tordito”, “Mis cantares”, y “Mi Pasaje”, cuya primera copla se puede copiar en vallas en la carretera antes de la entrada al estero:

“Sobre el potrillo alazán
Cuantas veces en mi infancia
Me topé con tu fragancia
Estero de Camaguán”

Pero su gran amigo, su hermano de alma, seis años mayor que él, fue el gran “cuatrista” Juan Briceño Zapata, el hombre que según el “Seis por derecho” de Pedro Emilio,  “Briceño tocaba el cuatro con una muñeca rara”. Juan y él, arpa y libreta en mano, compusieron obras que son hoy monumentos de nuestra música llanera: “Canoero del Guanare”, “Resentimiento”, “Una casita bella para ti”, y el célebre “Caminito Verde”.

“Lloraré cuando recuerde
que te vi reverdecer
Adiós caminito verde
Me voy para no volver”.

Y hasta cuando quiere “comprar para ti una casa bella donde se duerma con el ruido de la mar” (una casa en la playa) dice que  debe ser donde podamos bailar “como se baila en el  llano guariqueño”, “oyendo el cuatro del maestro Juan Briceño” otro camaguanero. Ni aun frente al mar abandonó a su pueblo.

Publica varios libros, entre ellos “Tolvaneras”, “Cien Coplas”, “Estrellas y Candiles”, Páseme acá la guitarra”, “Arpa que me rinde el sueño”, y muchos artículos de prensa y ensayos que esperan ser editados.

Une su pluma a la lira del gran maestro Antonio Lauro, y juntos componen el Himno de Camaguán que debe ser cantado en actos como este.

Himno de Camaguán.
       (fragmento)

Camaguán con su estero grandioso
Que parece un pedazo de mar
*************************
“tus jinetes, del llano la flor,
descendientes de aquellos que un día
escoltaron al Libertador”.

Esta tarde nos hemos reunido para celebrar los 15 años de la autonomía municipal. Tal día como hoy, el 5 de enero de 1990, prestó juramento como Primera Alcaldesa de Camaguán, la única mujer que ha ejercido ese alto cargo.

No puedo evitar en este momento un recuerdo cariñoso. Hace muchos años, casi medio siglo, la primera vez que vine a Camaguán con mi tía Aurora Fleitas Beroes, quien entonces se ocupaba de impulsar la construcción de la Casa Parroquial, se detuvo en una casa de amigos, y me presentó a la primera persona que conocí en este pueblo; se llamaba Roquelina Navarro. Desde entonces somos amigos. Y el 3 de diciembre de 1989 en la misma jornada cívica en la que yo fui electo Primer Alcalde de La Victoria, ella fue electa Primera Alcaldesa de Camaguán. Por eso me alegra que esté presente en este acto histórico. Su nombre queda inscrito en la historia de Camaguán.

Con la elección de Gobernadores, Alcaldes y Concejales, la democracia tocó piso. Anteriormente para construir una acera o pavimentar una calle era necesario trasladarse a San Juan de los Morros o a Maracay a convencer al gobernador. Desde entonces no, porque el poder de decisión quedó en el pueblo. Ese es el paso más trascendental que dio la democracia en el siglo XX: la elección directa. Ella devolvió el poder al municipio que fue la institución que trajeron los españoles. No olvidemos que fue el municipio, el cabildo, la institución que logró reconquistar a España después de ocho siglos de dominación, y que fue el Cabildo de Caracas, el organismo que inició la independencia de América.

Después de ella vinieron Jacinto Jarmakani, Carlos Ramiro Orna, y ahora Usted.

Señor Alcalde: como es usted un destacado deportista, le voy a hablar en términos deportivos: el pitcher -Usted lo sabe- es el que gana el juego y el que lo pierde. Si usted picha mal pero el tercera base batea jonrón, todos dirán: pitcher ganador: José Manuel Vásquez; pero si usted picha bien y batea bien, pero al short stop se le cae la pelota, nadie dirá “short stop perdedor”, sino pitcher perdedor: José Manuel Vásquez. Y resulta, señor Alcalde, que usted es el pitcher de este juego que se está jugando en Camaguán. Por todo lo bueno que hagan sus colaboradores lo felicitarán, pero por todos los errores que cometan lo condenarán a usted. Por eso le sugiero que esté permanentemente pendiente y vigilante del equipo.


Rece de vez en cuando el Padre Nuestro y haga hincapié, deletree, la frase que dice: “no me dejes caer en tentación”. Y es que a un Alcalde lo acechan muchas tentaciones. No solo la de quienes quieren sacarle provecho económico a la gestión, sino una peor que es la de los adulantes que le dicen que todo está bien y la de quienes le ponen un cerco pretoriano y lo alejan de la gente común y corriente. Téngale miedo cuando digan que el Alcalde está ocupado atendiendo asuntos prioritarios, porque no hay “ninguna prioridad más prioritaria” que oír a la gente que lo eligió y a la que no votó por usted, porque si ayer usted fue el candidato de unos, hoy es el Alcalde de todos y en su persona están cifradas muchas esperanzas. Eche mano de gente útil que puede aporta mucho y no les pregunte si votaron por usted. No tengo el honor de conocerlos, pero usted sí. 

Ahí está Ítalo Jiménez nuestro Cronista, está el Diácono Jesús Ramón Ortiz,  a quien siempre veo en Caracas “consiguiendo” para Camaguán. Ese término “conseguir” es muy noble porque quien “consigue” no pide para sí,  sino para los demás y este hombre se mete en los archivos, en la academia y nunca regresa  con “la mano pelada”; siempre trae un libro o un documento o un dato, y esa es la gente que a usted le hace falta.                                                                                                                                

Dios, la buena fortuna, su trabajo y la confianza que inspira, se unieron para darle la gran oportunidad de su vida. Aprovéchala! La pelota está ahora en su terreno.

Yo también tengo mis expectativas y se las voy a enumerar muy respetuosamente:

El mejor libro de historia que puede tener un pueblo, es el cementerio. Allí reposan nuestros antepasados. Es el campo Santo. Invite por familias a que lo ayuden a embellecerlo. Constrúyale caminerías, restaure las tumbas, alindérelo, señalícelo y préstele vigilancia y seguridad.

Convoque por decreto sendos concursos para dotar al Municipio de un Escudo de Armas y de una bandera o estandarte. Fije las condiciones, nombre jurados, establezca los plazos y premie a los ganadores. Haga cantar el himno en los actos públicos y en las escuelas, publique obras sobre Camaguán y escritas por camaguaneros.

Los problemas usted lo conoce y la gente confía en que encabezará la marcha del pueblo para resolverlos. Por eso lo eligieron. Haga las gestiones necesarias para que cuando entregue la Alcaldía, en Camaguán no quede una sola calle de tierra.
Adquiera para el Municipio los terrenos donde estuvo la casa de Marino Hurtado Rondón y construya ahí la “Casa de la Cultura” o el “Museo Histórico de la Ciudad”.

Cree la Biblioteca Pública que sirva a su vez de Oficina del Cronista de Camaguán y ábrala al servicio de los estudiantes y de todo el pueblo.

Dele todo el apoyo a la Primera Dama, su distinguida esposa, en su proyecto de crear la Casa de la Mujer de Camaguán y la Casa del Menor Trabajador, así como de favorecer a las personas más desamparadas.

Haga como los arqueros, que apuntan lo más alto posible para que la flecha se eleve y caiga lo más lejos posible, pero sin apuntar hacia arriba para evitar que la flecha le caiga en la cabeza. Usted sabe de que le estoy hablando.

Sueñe, suelte de vez en cuando a la imaginación y contemple al Camaguán que quiere entregar dentro de algunos años, contémplelo, recórralo y pregúntese que tiene que hacer para que ese sueño se convierta en realidad.

Haga su propia revolución municipal y doméstica.

Este no es el pueblo que se negó a morir como dicen algunos, sino por el contrario, el pueblo que siempre lucho por sobrevivir. La prueba está en que lo fundaron varias veces y lo despoblaban y lo volvían a fundar y aquí está.

Primero fue en 1690, hace 315 años, un pueblo misión que se llama San Buenaventura de Camaguán, fundado por Fray Ildefonso de Zaragoza y Fray Buenaventura de Vistabella. La creciente y la inundación los corrió y desapareció el pueblo. 59 años después Fray Antonio de la Higuera lo refunda y nuevamente el río los hace salir. 20 años después, En 1768, el negro Fabián de Uribe,  reúne a la gente y gestiona ante la iglesia y se funda Nuestra Señora de la Merced de Camaguán; esta vez quienes los corren son los indios. Por último, un fraile andaluz llamado Tomás Bernardo de Castro, funda a la Humildad y Paciencia de Camaguán, el pueblo actual. Su nombre debe figurar en sitio de honor, en el templo.


En Camaguán con la presencia de diferentes grupos autóctonos, muchos negros y muchos españoles, se produce,  una mezcla total de sangres, fablas, cultura, religiones, cantos,  que van a dar origen al hombre venezolano. Vienen los tres largos y silenciosos siglos del mestizaje.

Primero fue descubrir la tierra:  valles ríos, lagos llanuras inmensas y solitarias; una vegetación desconocida, animales exóticos; un verdadero mundo nuevo. Luego conquistarla a punta de espadas u cruces; pólvora y oraciones. La conquista de la tierra no fue tan dura ni tan peligrosa como la conquista de sus habitantes. Después fue poblarla: siembra de hombres y siembra de pueblos. Y durante todo el tiempo la mezcla creadora del pueblo.

Españoles con indios, negros con españoles, indios con negros, guitarras con tambores, maracas con zambombas, panderetas con quenas, oraciones, ensalmes, conjuros, guajiros con andaluces y con negros mandingas,  guaiqueríes y jiraharas mezclados con canarios, castellanos con luangos, africanos con caribes, maremares con fandangos; la tristeza india con la sangre caliente de los negros y el rasguear de guitarras con maracas y tambores y al final: galerones, fulías, décimas jotas, lloras,  polos, él “cuatro” y sobre la tierra el hombre nuevo;  todos los camaguaneros son café con leche; unos más leche y otros más café;  y en el aire: el joropo que era, hecha sonidos, el alma nacional. Años después pudo decir Bolívar que no éramos ni indios ni europeos ni sino un crisol de razas, una nueva raza sobre la faz de la tierra.

Cuando en 1780 el gran Obispo Mariano Martí visita a Camaguán, dice que “el vicio predominante es la embriaguez y la incontinencia, andaban desnudos tanto las mujeres como los hombre, son inclinados los casados a cambiar de mujeres por otras mujeres, les encanta la brujería y que no son solo los indios sino todos, incluidos los españoles. No existe un hato –dice- donde no haya por lo menos una mujer robada”.

Pero estos son cuentos que debe contarles Don Ítalo, el Cronista, así como la participación de nuestra gente en la guerra de independencia, la presencia del Libertador aquí, las dos batallas importante, la de Coplé y la de los Arrieros.

Pero para hacer una revolución local, municipal y doméstica, es necesario tener las metas y objetivos muy claros y anteponer los intereses colectivos a los particulares. Por esa defensa a ultranza de los intereses particulares e individuales frente a los intereses colectivos, en  Venezuela nunca hemos consolidado una verdadera revolución. Por ese “acomodarse bien para porsiacaso” que ha obnubilado a los líderes de nuestras llamadas revoluciones, todas se han quedado en el discurso y en el  tintero y han terminado siendo revoluciones de saliva y de papel. Así, socavadas por las pajarerías de los más vivos, se han frustrado las revoluciones a lo largo de nuestro continente, con muy contadas excepciones. Se podría simbolizar esa frustración con el caso de un bravo guerrero de la Revolución Mexicana llamado Sandalio Rojas, quien después de haber luchado con bravura por los desposeídos y ver como al final los generalotes se cogían las tierras y se enriquecían con los dineros públicos y se convertían todos en panzudos multimillonarios, regresó a su bodega de  Michoacán y sobre el mostrador puso un cartelito con un verso que decía:

“Si me vienen a buscar
para otra revolución,
les diré: toy’ ocupado
trabajando pal’ patrón”.

La Revolución de Independencia, la Revolución Federal, La Revolución Andina, la Revolución de Octubre, no fueron tales. Todos ellos, acontecimientos que introdujeron cambios significativos en la vida de la república, bautizados con el rimbombante nombre de “revoluciones”, no fueron tales.  La Independencia nos separó del imperio español y obtuvimos nuestra autodeterminación, pero no fue capaz de abolir la esclavitud; unos hombres siguieron siendo dueños de otros, y la tierra siguió en manos de los mantuanos, de los “grandes cacaos” de la colonia o de sus descendientes, a excepción de aquellas que se cogieron algunos de los generales y  doctores que hicieron la guerra. 33 años después de la Batalla de Carabobo todavía muchos de nuestros libertadores estaban vendiendo esclavos. Eso no fue una revolución.

La Revolución Federal, después de teñirnos de tinta y de sangre, después de 5 años de proclamas que hablaban de federación, produjo el gobierno más centralista de siglo XIX:  los 20 años de autocracia del general Antonio Guzmán Blanco; y la tierra siguió estando en manos de los godos a excepción de aquellas que se cogieron los generales y los doctores que hicieron la federación. Al final la guerra federal ni fue federal ni fue guerra. Apenas hubo dos grandes batallas; lo demás fueron combates de grupitos contra grupitos, una horrible matanza de escaramuza en escaramuza. Las dos grandes batallas fueron la de Santa Inés, ganada por los federales y la de Coplé ganada por los godos. Por cierto, que esta batalla de Coplé se libró aquí, en los alrededores de Camaguán.
La Revolución Andina fue puro nombre rimbombante y todavía muchos de nosotros vivimos sobre tierras que fueron potreros del general Gómez. La Revolución de octubre, que si hubiera podido ser una revolución, se frustró y todos sabemos cómo y por qué se frustró, por ser historia reciente.

No me referiré a la Revolución Bolivariana, porque es un proceso actualmente en pleno desarrollo y creo que los acontecimientos históricos deben ser observados muy de cerca y analizados muy de lejos, en perspectiva;  y porque yo soy hijo de llanero,  y  los  llaneros dicen que nunca se debe mencionar al caimán,  mientras se está atravesando el río.

Pero si se puede hacer una revolución municipal, con la participación de todos,  que permita que cuando ustedes dejen el gobierno, el Camaguán que entreguen sea mejor, sea diferente al que reciben. Ustedes conforman el cuarto equipo en cuyas manos el pueblo confía su futuro. Además del relevo propio de la democracia, aquí ha habido un relevo generacional. En 15 años se ha avanzado mucho con respecto al pueblo que yo conocí, pero ahora es cuando falta por hacer y El Libertador decía que mientras haya algo por hacer, nada se ha hecho.

Señor Alcalde, señores Concejales, señoras y señores:

Yo no soy camaguanero pero soy agradecido. Nunca tendré como pagarles la  decisión de ustedes, tomada en  aquella sesión privada, que es la más pública de las reuniones secretas que he visto, de invitarme a tomar la palabra en este acto, porque me han dado la oportunidad de retomar mis raíces camaguaneras y guariqueñas.

Al Guárico, tierra de poetas y de músicos, le dedicó mi padre una copla con la que quiero terminar:

GUÁRICO, MI SAL, MI LUZ,
      ANCESTRO DE MIS MAYORES,
     HAS DADO MÁS RUISEÑORES
                                      QUE TODO EL CAMPO ANDALUZ.

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