A MIS AHIJADOS DE LA PROMOCIÓN DE
ABOGADOS 2013
Germán Fleitas
Núñez
Queridos
ahijados: En nuestra última clase formulé una pregunta que he debido formular
el primer día: ¿Por qué estudiaron derecho? En sus respuestas encontré la clave
de la unión, la solidaridad, la aplicación, el compañerismo, la alegría, la
hermandad, que han prevalecido entre ustedes durante estos cinco años. Todos
mencionaron las palabras justicia, libertad, amor, igualdad, responsabilidad, equidad,
unión, compromiso, patriotismo, solidaridad y revolución.
Hubo un hombre
que en su tiempo fue tildado de loco porque en un mundo de desigualdades se
atrevió a decir que todos éramos iguales, porque éramos hermanos, porque éramos
hijos del mismo padre, que era Dios. A ese hombre le hicieron lo que siempre le
hacen a los hombres que pretenden con sus ideales y con sus conductas, cambiar
el mundo: lo crucificaron. Lo que no pudieron fue matarlo, pero lo
crucificaron. Habrá quienes pretendan crucificarlos a Ustedes si verdaderamente
luchan por esos ideales. No se dejen. Recuerden siempre lo de “la otra mejilla”
pero no olviden nunca lo de “la vara con que midáis”.
Ustedes son los
protagonistas de un acontecimiento
histórico para la vida de nuestra ciudad y de nuestra región, porque estamos recogiendo y cada vez con
mayor solemnidad, las primeras cosechas de una siembra cuyas semillas fueron
esparcidas por nuestros paisanos victorianos desde hace más de tres siglos pero
que han fructificado en los últimos tiempos porque hoy nuestro municipio
incorpora al foro de Aragua y de Venezuela un torrente de sangre nueva y de
voces nuevas que va a engrosar el ejército de hombres y mujeres que luchan por la justicia y por la libertad; y porque
este hecho extraordinario, se ha convertido en ordinario y cuotidiano.
Con este aporte de
nuevos profesionales que estamos
haciendo a nuestra región, van nuestras ilusiones y nuestras esperanzas, porque
entre ustedes están los futuros profesores, jueces, alcaldes, concejales,
síndicos, litigantes, prefectos y demás altos funcionarios públicos de nuestros
municipios cuya actividad deba tener alguna relación con el derecho.
El instante más
glorioso y sublime de la historia universitaria venezolana, tiene aquí en La Victoria su escenario y es el
mismo instante más glorioso y sublime de la historia de esta ciudad. Y
quienes el 24 de junio de 1827, durante
su última visita juntos a Caracas, redactan los reglamentos de la universidad,
para democratizarla y permitir que puedan ser rectores los pardos y los médicos
y luego le cambian el nombre de Real y
Pontificia (del Rey y del Pontífice) por el de Universidad Central de
Venezuela, son un consejeño y el más
ilustre hijo de un victoriano.
Pero con toda
esa íntima relación que de antiguo teníamos con nuestra alma mater, no teníamos
universidad; ahora si tenemos y a falta
de una, tenemos dos y ustedes son de los primeros frutos de
esa siembra porque son de los primeros profesionales universitarios que
lograron culminar sus estudios y obtener sus títulos, sin haber salido nunca de
la ciudad y eso hay que celebrarlo porque es un hecho histórico.
Ustedes
centraron parte de su esfuerzo estudiantil en la elaboración de Proyectos cuya
finalidad principal fue la de vincularlos a la comunidad; no solo para
diagnosticar sus problemas y ayudar a
gestionar las soluciones, sino para que las comunidades se vincularan con sus
universitarios. Ahora que están
graduados es cuando pueden ser más útiles. Regresen, no pueden abandonar esas
trincheras donde hacen falta, porque ustedes se ganaron la confianza del pueblo
y sembraron en cada vecindario una esperanza. Ahora son apenas un almácigo, un
semillero de futuros árboles frondosos de quienes se espera sombra, protección
y abrigo. Seguirán vinculados a la tierra y a la gente, crecer con ellos y
afincar bien la raíz, recordando siempre que al árbol que no afinca bien sus
raíces, el viento se lo lleva. Vendrán momentos de tempestad y de oscuridad
pero siempre habrá un faro encendido en la orilla. Hoy se gradúan más abogados que los que hemos
tenido en toda nuestra historia. Eso nos permite solicitar con propiedad que se
cree el “Colegio de Abogados de La
Victoria”.
Cuando hace 46
años recibí mi título, en La Victoria
habíamos 22 abogados y había que enfrentarse diariamente a inteligencias
preclaras. Ahora será más difícil el ejercicio porque en pocos años tendremos
diez mil abogados en el municipio. Prevalecerán los mejores, como en la naturaleza;
los mejor preparados, los más cultos, los más diligentes, los más estudiosos,
los más honestos, los más avispados. Nuestra profesión debe ser ejercida con
gran responsabilidad porque en nuestras manos ponen todos, su tranquilidad, su fortuna o su libertad “Pobre
del abogado a quien no le tiemble la mano en el momento de firmar una demanda”.
“Antes de redactar una demanda, redacten la contestación”. Debemos esmerarnos en ser abogados cultos;
Líbrenos Dios de un abogado que solamente sepa de derecho; debe ser tan
peligroso como un médico que solamente sepa de medicina.
El gran jurista
Couture aconseja en su “Decálogo del Abogado”:
los siguientes enunciados: I. Estudia, II. Piensa, III. Trabaja. IV. Lucha. Tu deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia. V. Sé leal. Leal con tu cliente, con el adversario, con el Juez. VI. Tolera. VII. Ten paciencia. VIII. Ten fe en el Derecho, en la Justicia, en la Paz y sobre todo, en la Libertad, sin la cual no hay Derecho, ni Justicia, ni Paz. IX. Olvida. X. Ama tu profesión, de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que sea Abogado.
los siguientes enunciados: I. Estudia, II. Piensa, III. Trabaja. IV. Lucha. Tu deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia. V. Sé leal. Leal con tu cliente, con el adversario, con el Juez. VI. Tolera. VII. Ten paciencia. VIII. Ten fe en el Derecho, en la Justicia, en la Paz y sobre todo, en la Libertad, sin la cual no hay Derecho, ni Justicia, ni Paz. IX. Olvida. X. Ama tu profesión, de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que sea Abogado.
Recuerden la
clase sobre el chofer que “se come” la flecha para llevar un herido al hospital
y le salva la vida. ¿Qué merece? ¿La medalla de buen ciudadano o una boleta por
“comerse” la flecha? Cuando para hacer un acto de justicia tengan que violar la
ley, modifíquenla porque la ley estará
mal hecha. La ley es humana pero la justicia es divina. .
Apenas
agregaríamos: Sé un ejemplo a seguir en tu vida pública y en tu vida privada,
de manera tal, que si algún día, no solo
tu hijo, sino cualquier hijo de
cualquier padre le pida consejo sobre su destino, ese padre le sugiera a ese
hijo, que se haga abogado, para que
algún día se parezca a ti. Y, se leal
con los demás, especialmente con tus amigos y recuerda siempre, que “cuando la
palabra del enemigo acusa, el silencio del amigo condena”.
Enseña lo que
sabes y se un multiplicador de tus saberes y de tus valores, en el foro y
dentro y fuera del aula, para que algún día, algún alumno pueda decirte las
palabras que Simón Bolívar le dijo desde Pativilca en 1824 a don Simón
Rodríguez: “Maestro, Usted formó mi
corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso, yo
he seguido el sendero que Usted me señaló”.
Nos toca ahora
darle calor y amor a nuestra universidad victoriana y por ende a la universidad
venezolana, o para decirlo con la letra del himno de nuestro gran poeta victoriano Luis Pastori
recientemente fallecido: darle calor y amor a
“este mundo de azules boínas (…) a esta casa que vence las sombras”. Han
cursado la carrera en íntima relación con los nombres del Bolívar que bautiza a
la Universidad, del Sucre que bautiza a la Misión y del Ribas que bautiza la
aldea.
Hemos sufrido
pérdidas dolorosas; hace dos años nos dejó nuestro compañero Pedro Lugo quien
se estaría graduando con ustedes, antes nos había dejado Heriberto, en el
semestre pasado las compañeras, Marbelia y María, hace un mes Dionisio Machado
y hace apenas ocho meses falleció el creador e inspirador de esta universidad,
el Presidente Hugo Chávez.
Salgamos todos a
la vida, a la lucha, a enfrentar nuestros destinos que serán superiores porque
ahora vamos bien equipados, bien armados, ahora somos abogados de la República
y la justicia, la libertad, la solidaridad, lo grande, lo hermoso, son nuestras
banderas; Vamos sin complejos, ni de superioridad ni de inferioridad. a honrar
a nuestra ciudad, a nuestra universidad, a nuestras mujeres y a nuestros
compañeros y profesores; a ser los mejores, a desempeñarnos con laboriosidad,
honestidad y con inteligencia, a desmentir a quienes pretendieron
descalificarnos en un principio, diciendo que esta era una universidad pirata,
tapa amarilla, de “tierrúos”, de pegadores de afiches y que no nos
graduaríamos de abogados sino de “asistentes jurídicos” y que para poder
ejercer, deberíamos tener al lado un
“abogado de verdad verdad”. Por supuesto que nuestra Universidad es diferente y
ustedes saben bien en qué consiste la diferencia; pero los demás, la gente de
la calle, lo sabrán mañana, cuando ustedes comiencen a ejercer. En ese momento
marcarán la diferencia de la cual no hablaré porque ustedes estuvieron cinco
años oyéndola todos los días de boca de sus profesores. A partir de hoy digamos
con el “Himno de la creación”: “De cara
al viento saldremos al camino, con ansias a buscar la claridad del sol”.
Queridos exalumnos
y ahijados hoy colegas: Hace medio siglo recibí mi título de manos de un rector
decente y valiente que supo defender la dignidad y la autonomía universitaria
de los zarpazos del gobierno y dos de mis hijos se graduaron de abogados; pero
es este inmenso honor inmerecido, el más gratificante que he recibido en mi
vida profesional y compromete mi gratitud para siempre.
Nuestros
destinos se han cruzado demasiado temprano y demasiado tarde porque ustedes
comienzan a ejercer sus dignas profesiones cuando yo estoy terminando de
ejercer la mía; pero de aquí en adelante recorreremos juntos el camino hasta
que la muerte nos separe.
Mis palabras
finales son las que los padrinos le dicen a sus ahijados queridos cuando
emprenden un viaje: que el camino sea grato y alfombrado de rosas, que les vaya bien y que
DIOS LOS BENDIGA.
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