26 mar 2014


NADIE SE ENTRISTECIÓ
Germán Fleitas Núñez cronista de La Victoria
Cuando se cumplen 200 años y un día de la gran batalla del 12 de febrero de 1814, la ciudad recobra su celebración de “Fiesta Parroquial y Pueblerina” que había perdido desde hacía muchos años y que ojalá no vuelva a perder jamás.  Esta sensación de vecindario reunido, de caras conocidas, de acto íntimo y doméstico, debe parecerse en mucho a la sensación de paz, de familiaridad, de portón cerrado, que experimentó nuestro pueblo en 1917, al día siguiente del despojó que nos arrebató la condición de capital del estado Aragua que ostentaba nuestra ciudad desde hacía 70 años por méritos propios que el poeta Sergio Medina llamaba “teñidos con las rojas tragedias del pasado”. Contaban los viejos victorianos que en aquel entonces, nadie se entristeció, porque detrás de la presidencia del estado, se fueron los capataces, los coroneles, los mandamás que venían desde afuera a mandar, a enriquecerse, a humillar a esta martirizada ciudad; se fueron los negociantes, los adulantes, los sigüises, los soplones, los espías;  se mudaron todos para Maracay y nos dejaron a La Victoria para los victorianos. ***************************************
Hizo ayer doscientos años, en esta misma plaza, “un  macizo de árboles y un macizo de gloria” como dice en su verso nuestro gran poeta Miguel Ángel Álvarez primer Cronista de la Ciudad, se estremeció la tierra bajo el repiquetear de las caballerías de Simón Bolívar y José Félix Ribas, sobre cuyos lomos venía cabalgando el pueblo venezolano y bajo el repiquetear de las caballerías de José Tomás Boves, sobre cuyos lomos también venía cabalgando el pueblo venezolano. Unos venían a defender las banderas de La Patria y otros a defender las banderas del Rey.
Nos hemos congregado en esta “historiada plaza bajo la azul rotunda” -como la llamó Sergio Medina en su imponente soneto-,  para rendirle homenaje a nuestros abuelos patriotas, ratificarles nuestro compromiso de honrar siempre el sacrificio que hicieron, inclinarnos reverentes ante sus sangres derramadas, orgullosos  de los ideales que nos legaron y dispuestos a transitar los caminos que ellos emprendieron; y a decirle a nuestros abuelos realistas -no a sus líderes- que a nuestro juicio de hoy, estaban equivocados  por seguir ideales  monárquicos, si es que alguna vez siguieron algún ideal monárquico, que entendemos el que en un principio arremetieran contra sus libertadores y que lejos de condenarlos, sabemos que actuaron en defensa propia de sus intereses, en legítima defensa y que tambien los reconocemos como nuestros abuelos porque también lo son; y a decirles que al juntarse con sus adversarios y cambiar el rumbo hacia la sabana de Carabobo, acaudillados por Simón Bolívar y José Antonio Páez, además de una patria, nos dieron una lección que debemos aprender, aunque  transitoriamente  nos hagamos los desentendidos porque le sacamos mejor provecho  a la división y al enfrentamiento  que al entendimiento y a la unión. Hemos pasado dos siglos divididos; el tiempo de avanzar lo hemos perdido andando con una sola rueda del carruaje; ayer: aborígenes y conquistadores; amos y esclavos, mantuanos y peonadas, patriotas y realistas, liberales y conservadores, centralistas y federalistas, gomecistas y “malos hijos de la Patria”, explotadores y explotados; en nuestra juventud: perezjimenistas y demócratas, civiles y militares, adecos y copeyanos; hoy: chavistas y antichavistas, porque hasta en lo religioso andamos divididos: hay quienes son de José Gregorio Hernández y quienes somos de la Madre María de San José.    Simón Bolívar pretendió ser el líder de “todos los venezolanos”; para lograrlo, se abrazó con el capitán general Pablo Morillo, nombró como representante del ejército patriota de Colombia a un general realista, le escribió cartas al Rey Fernando Séptimo y le envió mensajes a José Tomás Boves. El pueblo venezolano, lo que somos hoy en día, es producto del mestizaje y de esa guerra; además de ser el punto equidistante entre América, España y África, como lo dijo el Libertador,  es tambien el punto equidistante entre nuestros abuelos patriotas y nuestros abuelos realistas y de la bravura con la que ambos defendieron sus diferentes causas, debemos sentirnos todos orgullosos, porque descendemos de todos y el pueblo somos todos. **********************************************
Lo que pasó aquel día, venía pasando desde antes, siguió pasando luego y seguirá pasando en el futuro, porque es la eterna lucha  del pueblo por resolver las contradicciones que arrastramos desde los días mismos del descubrimiento y que todavía no se han resuelto.
Contra aquella Primera República, la república aérea -como la llamó el Libertador-  nacida el 19 de abril de 1810 y confirmada el 5 de julio de 1811, reaccionó con fiereza el gobierno de la corona  y el pueblo venezolano, nuestros abuelos,  en lugar de irse detrás del patriota Francisco de Miranda, se fue detrás del caudillo realista Domingo Monteverde y aunque el Precursor lo derrotó dos veces aquí, en la “Primera Batalla de La Victoria”, a los cinco días se rindió y le entregó la Patria que tanto trabajo estaba costando construir. Aquí murió la Primera República y nació la Segunda, cuando al final de la Campaña Admirable, el 4 de agosto de 1813, a dos cuadras de esta plaza, en la “Casa de la Capitulación”,  mejor conocida como casa de “La Mascota”,  el gobierno realista de Caracas capitula y El Libertador, quien era hijo de un victoriano, recoge en la cuna de su padre, las banderas que el año anterior, aquí mismo, había dejado caer Miranda. Pero esta Segunda República también va a caer, porque nuevamente el pueblo venezolano, nuestros abuelos,  otra vez y por las mismas causas,  en lugar de irse detrás de los patriotas Simón Bolívar y José Félix Ribas y del mantuanaje criollo -que era capaz de  ofrendar sus vidas por darle libertad a La Patria pero no se la daba a sus esclavos- se va detrás del nuevo caudillo realista que esta vez se llama José Tomás Boves. Es en el marco de esta Segunda República cuando se produce la gran Batalla del 12 de febrero de 1814 que estamos recordando hoy. 
En realidad se trató de un rosario de batallas, libradas durante mucho tiempo en el más amplio frente que conoció la historia de Venezuela,  porque cuando los libertadores Bolívar y Ribas entraron a Caracas después de cubrirse de gloria en la Campaña Admirable, ya Boves tenía reunido en el llano guariqueño, un ejército de veinte mil hombres con veinte mil lanzas sobre veinte mil caballos, el mayor que ha conocido nuestro país en toda su historia; más grande que el que un siglo después, en 1902 trajo el banquero Manuel Antonio Matos a la “Cuarta Batalla de La Victoria”, a sufrir la primera derrota militar del imperialismo en Latinoamérica. Era como una misma  gran batalla movible, con variados escenarios y distintas suertes.
Se libraron en el llano, en el centro y en oriente,  grandes combates: Santa Catalina, donde derrotaron a Mariano Montilla; Mosquiteros, con el enfrentamiento de dos españoles, en el cual Campoelías derrotó a Boves; La Puerta, donde siempre perdieron los patriotas; La Victoria y Pantanero; luego vendrán las dos de San Matheo, con el épico sacrificio de Antonio Ricaurte; Bocachica, con triunfo del recién llegado Mariño sobre Boves; la segunda de La Puerta,  trágica victoria de Boves sobre Bolívar y Mariño juntos;  después Valencia y la espantosa huida de 20.000 caraqueños hacia el oriente por entre pantanos, fieras y plagas,  perseguidos de cerca por Boves y Morales llamando a degüello; y todo, para ver perecer a la Patria en Urica donde fue aniquilado el ejército patriota. En Urica mueren La Patria y su peor verdugo; derrotan a Ribas pero matan a Boves. Todos los grandes jefes patriotas derrotaron a Boves pero todos fueron derrotados por él. Con estas derrotas de Urica  y Maturín cayó la segunda república y hubo que volver a empezar.*********
Nuestra gran batalla ha sido estudiada por todos los historiadores, quienes han hecho variadas descripciones y dicho desde sublimes exaltaciones hasta tremendos disparates. Entre los mejores libros destacan: “Venezuela Heroica” de don Eduardo Blanco, “Lanzas Coloradas” de Arturo Uslar Pietri, la “Rebelión Popular de 1814” del doctor Juan Uslar,   la “Biografía de José Félix Ribas” de Juan Vicente González, las historias de Francisco Javier Yánez, Feliciano Montenegro y Colón y Héctor Bencomo Barrios. Para decir estas palabras,  he decidido poner a un lado el promontorio de papeles escritos por quienes no estuvieron en la acción, de quienes le dan más crédito a las palabras de Morales que a las de Ribas, de quienes ni siquiera habían nacido y guiarme por lo que dice el mejor testigo presencial que es el propio general José Félix Ribas.
El gran estratega es el general Bolívar quien está en Valencia;  Ribas está en Caracas. Sabe El Libertador que Boves está en Villa de Cura con 7000 hombres y que en su afán de tomar el centro,  avanzará sobre Valencia o sobre Caracas. Por si va sobre Valencia, fortifica las dos puertas de entrada que son el Portachuelo de Guaica al sur del lago y Los Guayos al norte; por si va sobre Caracas, fortifica las entradas por el Tuy y a La Victoria, que es la puerta natural de Caracas, porque la geografía determina la historia. Enseña don Ramón Tovar que la historia no es más que “la geografía en el tiempo”, así como la geografía no es más que “la historia en el espacio”.  Cuando tiene claro que el ataque es a La Victoria, envía al  Teniente Coronel Mariano Montilla (del Pao de Zárate) a llevarle a Ribas la orden de avanzar sobre nuestra ciudad. El bravo guerrero quien desempeña el cargo de Gobernador Militar de la Capital,  parte el 8 de febrero con un ejército integrado por jóvenes estudiantes universitarios, seminaristas, soldados, campesinos, muchachos del pueblo y todos los que se le iban sumando. Y aquí topamos con una de las mayores mentiras que nos han repetido, según la cual los jóvenes, o no eran jóvenes, o eran unos imberbes asustados, quienes venían arriados, obligados, temerosos, temblorosos, refugiados detrás de sus sotanas –que por cierto todos debían usar aunque no estudiaran para curas- que venían aferrados a sus crucifijos y a sus rosarios, rezando y viendo por primera vez un fusil o una lanza. No es verdad; desde el 19 de abril de 1811, en el primer aniversario del golpe de estado contra las autoridades realistas, los estudiantes marcharon por toda Caracas dando “vivas” a la independencia y “mueras”, a Fernando VII, quemaron sus retratos, bailaron arriba de ellos y zapatearon sobre el pálido rostro de su Real Majestad tal como le chismosea José Domingo Díaz al monarca. Se organizaron en cuerpos y recibieron instrucción militar especialmente en el manejo de las armas, a diferencia de la conseja según la cual aprendieron a manejarlas por el camino. El Cabildo de Caracas estableció que el manejo de las armas se enseñara en los patios de sus colegios, pero tuvo que prohibir que se siguieran aceptando menores de catorce años, hasta que Bolívar prohibió que se siguieran alistando los estudiantes de la universidad. Los mayores en la batalla fueron: Campoelías de 42 años, Ribas de 38, Rivas Dávila de 35, Mariano Montilla de 32, Boves de 32 y Carlos Soublette de 19. Los demás eran menores tal como se comprueba de sus hojas militares y peticiones posteriores ante el Congreso.
Después de avanzar por las encrespadas montañas que separan El Valle de los Caracas del Valle de Aragua, descienden por Las Cocuizas, Buen Paso, El Conde, Quebrada Seca, Urbina, El Mamón, El Consejo y solía contar don Gustavo Richard Flores, que al llegar a la Quebrada de Macuaya, una comunidad indígena residente en la zona lo espera y el jefe le ofrece: “General, a los que huyan por aquí no los persiga que de aquí no pasan; Usted no se enterará porque las armas de nosotros no hacen tanto ruido como las de ustedes” y todos le enseñan las puntas de sus lanzas. ********************



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