NADIE SE ENTRISTECIÓ
Germán Fleitas
Núñez cronista de La Victoria
Cuando se
cumplen 200 años y un día de la gran batalla del 12 de febrero de 1814, la
ciudad recobra su celebración de “Fiesta Parroquial y Pueblerina” que había
perdido desde hacía muchos años y que ojalá no vuelva a perder jamás. Esta sensación de vecindario reunido, de
caras conocidas, de acto íntimo y doméstico, debe parecerse en mucho a la
sensación de paz, de familiaridad, de portón cerrado, que experimentó nuestro
pueblo en 1917, al día siguiente del despojó que nos arrebató la condición de
capital del estado Aragua que ostentaba nuestra ciudad desde hacía 70 años por
méritos propios que el poeta Sergio Medina llamaba “teñidos con las rojas
tragedias del pasado”. Contaban los viejos victorianos que en aquel entonces,
nadie se entristeció, porque detrás de la presidencia del estado, se fueron los
capataces, los coroneles, los mandamás que venían desde afuera a mandar, a
enriquecerse, a humillar a esta martirizada ciudad; se fueron los negociantes,
los adulantes, los sigüises, los soplones, los espías; se mudaron todos para Maracay y nos dejaron a
La Victoria para los victorianos. ***************************************
Hizo ayer
doscientos años, en esta misma plaza, “un
macizo de árboles y un macizo de gloria” como dice en su verso nuestro
gran poeta Miguel Ángel Álvarez primer Cronista de la Ciudad, se estremeció la
tierra bajo el repiquetear de las caballerías de Simón Bolívar y José Félix
Ribas, sobre cuyos lomos venía cabalgando el pueblo venezolano y bajo el
repiquetear de las caballerías de José Tomás Boves, sobre cuyos lomos también
venía cabalgando el pueblo venezolano. Unos venían a defender las banderas de
La Patria y otros a defender las banderas del Rey.
Nos hemos
congregado en esta “historiada plaza bajo la azul rotunda” -como la llamó
Sergio Medina en su imponente soneto-,
para rendirle homenaje a nuestros abuelos patriotas, ratificarles
nuestro compromiso de honrar siempre el sacrificio que hicieron, inclinarnos
reverentes ante sus sangres derramadas, orgullosos de los ideales que nos legaron y dispuestos a
transitar los caminos que ellos emprendieron; y a decirle a nuestros abuelos
realistas -no a sus líderes- que a nuestro juicio de hoy, estaban
equivocados por seguir ideales monárquicos, si es que alguna vez siguieron
algún ideal monárquico, que entendemos el que en un principio arremetieran
contra sus libertadores y que lejos de condenarlos, sabemos que actuaron en
defensa propia de sus intereses, en legítima defensa y que tambien los
reconocemos como nuestros abuelos porque también lo son; y a decirles que al
juntarse con sus adversarios y cambiar el rumbo hacia la sabana de Carabobo,
acaudillados por Simón Bolívar y José Antonio Páez, además de una patria, nos
dieron una lección que debemos aprender, aunque
transitoriamente nos hagamos los
desentendidos porque le sacamos mejor provecho
a la división y al enfrentamiento
que al entendimiento y a la unión. Hemos pasado dos siglos divididos; el
tiempo de avanzar lo hemos perdido andando con una sola rueda del carruaje;
ayer: aborígenes y conquistadores; amos y esclavos, mantuanos y peonadas,
patriotas y realistas, liberales y conservadores, centralistas y federalistas,
gomecistas y “malos hijos de la Patria”, explotadores y explotados; en nuestra
juventud: perezjimenistas y demócratas, civiles y militares, adecos y
copeyanos; hoy: chavistas y antichavistas, porque hasta en lo religioso andamos
divididos: hay quienes son de José Gregorio Hernández y quienes somos de la Madre
María de San José. Simón Bolívar
pretendió ser el líder de “todos los venezolanos”; para lograrlo, se abrazó con
el capitán general Pablo Morillo, nombró como representante del ejército
patriota de Colombia a un general realista, le escribió cartas al Rey Fernando
Séptimo y le envió mensajes a José Tomás Boves. El pueblo venezolano, lo que
somos hoy en día, es producto del mestizaje y de esa guerra; además de ser el
punto equidistante entre América, España y África, como lo dijo el Libertador, es tambien el punto equidistante entre
nuestros abuelos patriotas y nuestros abuelos realistas y de la bravura con la
que ambos defendieron sus diferentes causas, debemos sentirnos todos
orgullosos, porque descendemos de todos y el pueblo somos todos. **********************************************
Lo que pasó
aquel día,
venía pasando desde antes, siguió pasando luego y seguirá pasando en el futuro,
porque es la eterna lucha del pueblo por
resolver las contradicciones que arrastramos desde los días mismos del
descubrimiento y que todavía no se han resuelto.
Contra aquella
Primera República, la república aérea -como la llamó el Libertador- nacida el 19 de abril de 1810 y confirmada el
5 de julio de 1811, reaccionó con fiereza el gobierno de la corona y el pueblo venezolano, nuestros
abuelos, en lugar de irse detrás del
patriota Francisco de Miranda, se fue detrás del caudillo realista Domingo
Monteverde y aunque el Precursor lo derrotó dos veces aquí, en la “Primera
Batalla de La Victoria”, a los cinco días se rindió y le entregó la Patria que
tanto trabajo estaba costando construir. Aquí murió la Primera República y
nació la Segunda, cuando al final de la Campaña Admirable, el 4 de agosto de
1813, a dos cuadras de esta plaza, en la “Casa de la Capitulación”, mejor conocida como casa de “La
Mascota”, el gobierno realista de
Caracas capitula y El Libertador, quien era hijo de un victoriano, recoge en la
cuna de su padre, las banderas que el año anterior, aquí mismo, había dejado
caer Miranda. Pero esta Segunda República también va a caer, porque nuevamente
el pueblo venezolano, nuestros abuelos,
otra vez y por las mismas causas,
en lugar de irse detrás de los patriotas Simón Bolívar y José Félix
Ribas y del mantuanaje criollo -que era capaz de ofrendar sus vidas por darle libertad a La
Patria pero no se la daba a sus esclavos- se va detrás del nuevo caudillo
realista que esta vez se llama José Tomás Boves. Es en el marco de esta Segunda
República cuando se produce la gran Batalla del 12 de febrero de 1814 que
estamos recordando hoy.
En realidad se
trató de un rosario de batallas, libradas durante mucho tiempo en el más amplio
frente que conoció la historia de Venezuela,
porque cuando los libertadores Bolívar y Ribas entraron a Caracas
después de cubrirse de gloria en la Campaña Admirable, ya Boves tenía reunido
en el llano guariqueño, un ejército de veinte mil hombres con veinte mil lanzas
sobre veinte mil caballos, el mayor que ha conocido nuestro país en toda su
historia; más grande que el que un siglo después, en 1902 trajo el banquero
Manuel Antonio Matos a la “Cuarta Batalla de La Victoria”, a sufrir la primera
derrota militar del imperialismo en Latinoamérica. Era como una misma gran batalla movible, con variados escenarios
y distintas suertes.
Se libraron en
el llano, en el centro y en oriente,
grandes combates: Santa Catalina, donde derrotaron a Mariano Montilla;
Mosquiteros, con el enfrentamiento de dos españoles, en el cual Campoelías
derrotó a Boves; La Puerta, donde siempre perdieron los patriotas; La Victoria
y Pantanero; luego vendrán las dos de San Matheo, con el épico sacrificio de
Antonio Ricaurte; Bocachica, con triunfo del recién llegado Mariño sobre Boves;
la segunda de La Puerta, trágica victoria
de Boves sobre Bolívar y Mariño juntos;
después Valencia y la espantosa huida de 20.000 caraqueños hacia el
oriente por entre pantanos, fieras y plagas,
perseguidos de cerca por Boves y Morales llamando a degüello; y todo,
para ver perecer a la Patria en Urica donde fue aniquilado el ejército
patriota. En Urica mueren La Patria y su peor verdugo; derrotan a Ribas pero
matan a Boves. Todos los grandes jefes patriotas derrotaron a Boves pero todos
fueron derrotados por él. Con estas derrotas de Urica y Maturín cayó la segunda república y hubo
que volver a empezar.*********
Nuestra gran
batalla
ha sido estudiada por todos los historiadores, quienes han hecho variadas
descripciones y dicho desde sublimes exaltaciones hasta tremendos disparates.
Entre los mejores libros destacan: “Venezuela Heroica” de don Eduardo Blanco,
“Lanzas Coloradas” de Arturo Uslar Pietri, la “Rebelión Popular de 1814” del
doctor Juan Uslar, la “Biografía de
José Félix Ribas” de Juan Vicente González, las historias de Francisco Javier
Yánez, Feliciano Montenegro y Colón y Héctor Bencomo Barrios. Para decir estas
palabras, he decidido poner a un lado el
promontorio de papeles escritos por quienes no estuvieron en la acción, de
quienes le dan más crédito a las palabras de Morales que a las de Ribas, de
quienes ni siquiera habían nacido y guiarme por lo que dice el mejor testigo
presencial que es el propio general José Félix Ribas.
El gran
estratega es el general Bolívar quien está en Valencia; Ribas está en Caracas. Sabe El Libertador que
Boves está en Villa de Cura con 7000 hombres y que en su afán de tomar el
centro, avanzará sobre Valencia o sobre
Caracas. Por si va sobre Valencia, fortifica las dos puertas de entrada que son
el Portachuelo de Guaica al sur del lago y Los Guayos al norte; por si va sobre
Caracas, fortifica las entradas por el Tuy y a La Victoria, que es la puerta
natural de Caracas, porque la geografía determina la historia. Enseña don Ramón
Tovar que la historia no es más que “la geografía en el tiempo”, así como la
geografía no es más que “la historia en el espacio”. Cuando tiene claro que el ataque es a La
Victoria, envía al Teniente Coronel
Mariano Montilla (del Pao de Zárate) a llevarle a Ribas la orden de avanzar sobre
nuestra ciudad. El bravo guerrero quien desempeña el cargo de Gobernador Militar
de la Capital, parte el 8 de febrero con
un ejército integrado por jóvenes estudiantes universitarios, seminaristas,
soldados, campesinos, muchachos del pueblo y todos los que se le iban sumando.
Y aquí topamos con una de las mayores mentiras que nos han repetido, según la
cual los jóvenes, o no eran jóvenes, o eran unos imberbes asustados, quienes
venían arriados, obligados, temerosos, temblorosos, refugiados detrás de sus
sotanas –que por cierto todos debían usar aunque no estudiaran para curas- que
venían aferrados a sus crucifijos y a sus rosarios, rezando y viendo por
primera vez un fusil o una lanza. No es verdad; desde el 19 de abril de 1811,
en el primer aniversario del golpe de estado contra las autoridades realistas,
los estudiantes marcharon por toda Caracas dando “vivas” a la independencia y
“mueras”, a Fernando VII, quemaron sus retratos, bailaron arriba de ellos y
zapatearon sobre el pálido rostro de su Real Majestad tal como le chismosea
José Domingo Díaz al monarca. Se organizaron en cuerpos y recibieron
instrucción militar especialmente en el manejo de las armas, a diferencia de la
conseja según la cual aprendieron a manejarlas por el camino. El Cabildo de
Caracas estableció que el manejo de las armas se enseñara en los patios de sus
colegios, pero tuvo que prohibir que se siguieran aceptando menores de catorce
años, hasta que Bolívar prohibió que se siguieran alistando los estudiantes de
la universidad. Los mayores en la batalla fueron: Campoelías de 42 años, Ribas
de 38, Rivas Dávila de 35, Mariano Montilla de 32, Boves de 32 y Carlos
Soublette de 19. Los demás eran menores tal como se comprueba de sus hojas
militares y peticiones posteriores ante el Congreso.
Después de
avanzar por las encrespadas montañas que separan El Valle de los Caracas del
Valle de Aragua, descienden por Las Cocuizas, Buen Paso, El Conde, Quebrada
Seca, Urbina, El Mamón, El Consejo y solía contar don Gustavo Richard Flores,
que al llegar a la Quebrada de Macuaya, una comunidad indígena residente en la
zona lo espera y el jefe le ofrece: “General, a los que huyan por aquí no los
persiga que de aquí no pasan; Usted no se enterará porque las armas de nosotros
no hacen tanto ruido como las de ustedes” y todos le enseñan las puntas de sus
lanzas. ********************
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