ESTE
ES EL VERDADERO ROSTRO DE RICAURTE
Germán
Fleitas Núñez
Boves debió huir
despavorido porque probablemente en toda su vida de guerrero no había escuchado
jamás un estallido tan pavoroso como el que había iluminado el cielo sanmateano
desde la alta casa del ingenio, hace dos siglos. La derrota de Boves más que
militar, ha debido ser psicológica, una derrota moral. El hombre que
despreciaba la muerte, que no conocía el miedo y era capaz de sacrificar
ejércitos y poblaciones enteras, ha debido sentir pánico ante la inesperada
explosión. Fue a parar la carrera en Bocachica, un poco más allá de Villa de
Cura, donde lo esperaba el general Mariño que venía subiendo hacia el centro y
le hizo probar el valor de los orientales, en cuya lejana tierra moriría ese
mismo año, atravesado precisamente, por la lanza de un soldado del
ejército oriental.
Pero mientras tanto,
¿qué pasó con Antonio Ricaurte? ¿Dónde están los restos de ese valeroso capitán? Según
dice Facundo Mutis Durán en su Estudio
biográfico de Ricaurte publicado en 1894, “Venezuela alzó una estatua en bronce a Ricaurte en el campo de San
Mateo (1911) y un busto de bronce se le erigió en
Bogotá (1910). El centenario del sacrificio se celebró en 1914, y la Ley
colombiana número 40 de 1913 creó la orden militar de San Mateo. Como dato nuevo insertamos lo que refiere
sobre la sepultura de Ricaurte el testigo ocular
Tomás Gutiérrez, en su autobiografía u hoja de servicios:
“se peleó en San Mateo por más de un mes; todos
los días o los más de ellos se tenían reñidos
combates; en uno de ellos incendió y voló con el
parque el héroe granadino Antonio Ricaurte. Sus restos no quedaron insepultos, como equivocadamente se
dijo; no: un oficial granadino cucuteño, con otros compatriotas, los recogimos
y sepultamos en la iglesia de aquel pueblo” (San
Mateo). (Boletín de Historia y Antigüedades, número
80, volumen VII). Diríase hoy, lo que dijeron los compañeros de un héroe de la Coruña:
sobre su sepulcro no pusimos ni una piedra, ni
trazamos una línea. Lo dejamos sólo con su gloria”.
Por su parte, el soldado
neogranadino Tomás Gutiérrez en su autobiografía, dice que él y otros tres
soldados neogranadinos habían llevado el cadáver de Ricaurte y lo habían
enterrado en el “altar derecho” de la iglesia de San Mateo y le habían puesto
encima dos metros de cal para poder identificarlo en el futuro.
En
febrero del año antepasado (2012),
Monseñor Antonio Rojas Mata, cura valiente y decidido cuando hay que
serlo, Ilustre Párroco del histórico pueblo de San Matheo, dirigía la
remodelación de la iglesia para embellecer sus altares e informado de lo dicho
por los historiadores colombianos, se interesó mucho en el asunto. Lo primero
que hizo fue determinar cuál sería el “altar derecho” para el soldado
neogranadino Tomás Gutiérrez, porque
visto desde la puerta principal hacia adentro, el altar derecho es el del
Santísimo; pero visto desde el altar mayor hacia la plaza, es el de la Virgen
de Belén. Por casualidad en ese momento se trabajaba en el altar de la
izquierda, donde buscamos y no encontramos nada. Como luego se remodelaría el
altar de la derecha para colocarle mármol a los pisos, él consideraba que una
vez hecho el piso sería más difícil la búsqueda. Como se requerían ciertos permisos, el 17 de
febrero comunicamos el asunto a los
profesores Luís Ramón Mendoza y Víctor Ángel Rivero y los cuatro nos
comunicamos con don Arístides Medina Rubio director del Centro Nacional de
Historia quien ofreció ordenar la búsqueda. Lamentablemente fue separado del
cargo y todo quedó para una próxima oportunidad que seguramente llegará.
Probablemente los restos del héroe reposan en el lugar más sagrado, mejor que
en el más imponente panteón: a los pies de nuestra querida Santa Patrona y
Símbolo de Aragua Nuestra Señora de Belén.
En conversatorio público
celebrado en la plaza de San Matheo hace poco, propuse nuevamente que
buscáramos esas sagradas reliquias donde los neogranadinos dicen que están y
que el mejor homenaje en el bicentenario de su heróico sacrificio sería
entregarle a las Patrias Venezolana y Colombiana ese tesoro, pero creo que nada
se ha hecho.
Ahora bien, surge otra pregunta:
¿cómo era Ricaurte? Hasta ahora solo conocemos a un joven soldado que no
llegaba a los treinta años y que ha sido pintado y esculpido por artistas que
no lo conocieron pero que se lo imaginan. Alguno lo pinta con una pistola en la
mano cuando según relató la Negra Matea, lo que llevaba en la mano era “un
tizón de candela” que le había dado “la niña Petrona”. Nuestro gran artista
Lorenzo González lo esculpió por orden del general Gómez en 1811, centenario de
la Independencia, para colocarlo en la Casa del Ingenio, tal como se lo
imaginaba. Pero el único pintor afamado que lo conoció personalmente por ser su
amigo y vivir en el mismo pueblo, fue su paisano José María Espinoza (1796-1883),
el mismo que pintó cuadros muy conocidos del Libertador, especialmente los dos
de 1828 y 1830 en los cuales se ve el deterioro del rostro y la presencia
inminente de la muerte. José María Espinosa Prieto fue un pintor, grabador y dibujante colombiano, que no sólo elaboró
piezas históricas de arte nacional, sino que aportó a la historia testimonios
de valor documental. Nació en Santa Fe de Bogotá en 1796 cuando ya Ricaurte
tenía 10 años. Inició su vida como pintor cuando ingresó como
cadete en el ejército centralista que comandaba Antonio Nariño, durante la
llamada Campaña del Sur. Durante su servicio militar realizó sus
primeros apuntes. Fue uno de los soldados escogidos al azar para ser fusilado
por los españoles que dominaban el sur del país. El 8 de diciembre de 1816,
logró huir y comenzar una de sus correrías por las zonas indígenas de su país,
donde aprendió las técnicas pictóricas de los nativos. Acogiéndose a un indulto
real del pacificador Pablo Morillo, se entregó a las autoridades españolas en
1819, lo que le permitió regresar a la capital de la República. Espinosa
se dedicó a retratar a las familias de la alta sociedad de la capital, con la
técnica de la miniatura que ya había aprendido. Más tarde, se convirtió en el
pintor del libertador Simón Bolívar. Desarrolló su iconografía y la de otros próceres de la independencia.
Iconografía considerada actualmente como una de las más valiosas en su
país. Actualmente, algunas de sus obras
son de propiedad de instituciones gubernamentales del país como, la Biblioteca
y el Museo Nacional, la Casa Museo 20 de Julio, el Museo del Fondo Cultural
Cafetero, la Quinta de Bolívar y el Palacio Presidencial y Episcopal de Santafé
de Bogotá.
Dice que la última vez que vio a Ricaurte a quien
mucho conocía y veía con frecuencia, fue en 1813 cuando se alistó en la filas
que acompañarían a Bolívar en la Campaña Admirable.
Este retrato que presentamos es la primera vez que
se publica en Venezuela; fue copiado de un libro colombiano aparecido en el
siglo XIX, totalmente desconocido entre nosotros. Lo ofrecemos como un regalo
al querido pueblo de San Matheo, tan metido en el rincón de nuestros afectos
juveniles.
Lo primero que revela el retrato es que era
altísimo, de rostro serio y hermoso, pose decidida y resuelta, que vestía traje
civil y que usaba sombrero. No hemos
podido determinar qué lleva en la mano porque parece un paraguas o un rollo de
papeles, pero para la época no existían paraguas dentro de un forro como ahora.
El retrato hecho a lápiz sobre papel está
desvaído; casi no se ve bien, pero los rasgos del pantalón y del rostro nos dan
una idea clara de cómo era el hombre que en el momento crucial, cambió su vida
por la Gloria.
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