JURA DE LOS PRIMEROS ABOGADOS VICTORIANOS AL INCORPORARSE AL COLEGIO
PALABRAS PRONUNCIADAS POR GERMÁN FLEITAS NÚÑEZ
CRONISTA DE LA VICTORIA Y PROFESOR DE LA
U. B. V., EL JUEVES 21 DE JULIO DEL 2011, EN EL ACTO DE INCORPORACIÓN DE LOS
ABOGADOS VICTORIANOS Y DEL EJE ESTE, AL COLEGIO DE ABOGADOS DEL ESTADO ARAAGUA.
Señoras y Señores:
Asistimos a un
acontecimiento triplemente histórico para la vida de nuestra ciudad y de
nuestra región, porque estamos recogiendo
y cada vez con mayor solemnidad, las primeras cosechas de una siembra cuyas
semillas fueron esparcidas por nuestros paisanos victorianos hace más de tres
siglos; porque hoy nuestro municipio y
los municipios vecinos incorporan al foro de Aragua y de Venezuela un torrente
de sangre nueva y de voces nuevas que va a engrosar el ejército de hombres y
mujeres que luchan por la justicia y por
la libertad; y porque este acto extraordinario, está llamado a ser a partir de
hoy, un acto ordinario y cuotidiano.
Queridos exalumnos
y colegas:
A finales del siglo
XVIII murió el cura párroco de La Victoria don Lucas Joseph Colmenares y dejó
como herencia una inmensa fortuna constituida por casas, haciendas, esclavos y
mucho dinero efectivo en monedas de plata y de oro, pero no dejó herederos.
Dispuso en su testamento, que con todo
ese caudal, se pagaran misas cantadas y
rezadas de cuatro y de dos reales cada una, por la salvación de su alma. Ya se
había caído la primera iglesia del pueblo que estaba donde actualmente está la
estatua de José Félix Ribas y él mismo -el cura- había comenzado a construir nuestra Iglesia
Matriz, pero la obra, a la cual
solamente se le habían asignado catorce mil ladrillos, catorce mulas y catorce
esclavos, estaba paralizada por falta de recursos. Además existía el
inconveniente de que para gastar ese dineral que dejó el opulento sacerdote, tendrían que estársele diciendo misas de a
cuatro reales cada una, durante ocho siglos y ningún otro difunto tendría
chance, porque cuando se acabaran las
misas del padre Colmenares, ochocientos años después ya no quedarían descendientes que se ocuparan
de rezarles ni de hacerles misas y tal vez ya todos habrían caído en el olvido.
Sometieron el delicado asunto al buen criterio del primer abogado victoriano, el
doctor don Domingo Gómez de Rus quien evacuó la consulta de la siguiente
manera: que la jerarquía eclesiástica de la Provincia declarara solemnemente,
que todas las misas cantadas o rezadas que se dijeran en el nuevo templo, por
los siglos de los siglos y para siempre, fueran oficiadas por la salvación del
alma del Padre Colmenares y juntamente, por el alma de otros fieles, de tal
manera que todos tuvieran oportunidad de alcanzar la salvación; y que la fortuna de la herencia, se aplicara a
continuar la obra hasta su total culminación. Gracias a este sabio dictamen, se pudo
terminar nuestra imponente catedral y el cielo se fue llenando de almas
victorianas y consejeñas hasta nuestros días (para ese entonces solo existían
La Victoria y San Mateo de los siglos XVI y XVII y El Consejo del siglo XVIII;
La Colonia Tovar es del siglo XIX y Las Tejerías del siglo XX). Este primer
abogado victoriano, fue el primer Rector Magnífico de la Real y Pontificia
Universidad de Caracas en el siglo XIX, de 1801 a 1803 y muy bien podría ser el
Patrono del Colegio de Abogados de La Victoria, porque desde entonces nuestros
abogados le han estado sirviendo a la ciudad; y ese servicio, ahora será mayor, porque con este aporte de nuevos profesionales
que estamos haciendo a nuestra región, van
nuestras ilusiones y nuestras esperanzas, porque entre ustedes están los
futuros profesores, jueces, alcaldes, concejales, síndicos, litigantes,
prefectos y demás altos funcionarios públicos de nuestros municipios cuya
actividad deba tener alguna relación con el derecho.
Pero la vinculación de la Universidad venezolana con
nuestra región histórica no comenzó
allí. Entre los diligenciantes para que en 1673 (hace ahora 338 años) se creara el Colegio de Santa Rosa de Lima y para que medio siglo después en 1721, el Rey
Felipe V y el Papa Inocencio XIII, le confirieran el derecho de otorgar títulos
universitarios, estaba los vitorianos; y cuando por fin en 1725 nace el Real y Pontificio Colegio Universidad de
Santa Rosa de Lima de Santiago de León del Valle de Caracas, su Primer Rector
Magnífico es el doctor Francisco Martínez de Porras, perteneciente a antiguas familias victorianas y sanmateanas.
Desde entonces siempre hubo en la universidad, profesores, estudiantes,
autoridades y bedeles de nuestra ciudad.
El Primer Rector del siglo XIX, doctor Domingo Gómez
de Rus, nacido en nuestra ciudad, fue además, el primer abogado
victoriano; y a mediados del siglo XX,
el Rector más joven de la Universidad Central de Venezuela, quien le entrega el
cargo al Ilustre Rector Francisco De Venanzi, fue el abogado victoriano,
doctor Emilio Spósito Jiménez.
Y el instante más
glorioso y sublime de nuestra historia universitaria, tiene aquí su escenario y es el mismo instante más
glorioso y sublime de la historia de esta ciudad, cuando jóvenes
universitarios, junto con jóvenes campesinos, soldados y seminaristas, vienen
al mando del bravo general José Félix Ribas a salvar la Patria el 12 de febrero
de 1814, hoy y por ello, “Día Nacional de la Juventud”.
Y quienes el 24 de junio de 1827, durante su última
visita juntos a Caracas, redactan los reglamentos de la universidad, para
democratizarla y permitir que puedan ser rectores los pardos y los médicos –hasta
entonces para ser estudiante era necesario ser blanco con limpieza de sangre y
para ser rector, ser blanco, blanco, blanco, clérigo o abogado- y luego le
cambian el nombre de Real y Pontificia
(del Rey y del Pontífice) por el de Universidad Central de Venezuela, le ponen
de Rector a José María Vargas y le dan a la nueva UCV para que se mantenga sin
depender de los gobiernos, dos haciendas aragüeñas, una en Cata y otra en Chuao,
son un consejeño y el más ilustre hijo de un victoriano; el consejeño se
llamaba José Rafael Revenga y el más
ilustre hijo de un victoriano, quien al final de su vida le deja en su testamento
a la UCV parte de su biblioteca, se llamaba Simón Bolívar.
Cuento estas historias
porque es necesario saber de dónde venimos para saber para donde vamos porque
quien no sabe para donde va, puede llegar a cualquier parte. Venezuela no es un
campamento minero ni los pueblos de nuestra región son campamentos mineros.
Venezuela es una Patria que tiene miles de años y La Victoria y El Consejo y
San Matheo y La Colonia y Las Tejerías son ciudades que tienen doscientos,
trescientos, cuatrocientos años con miles de años en la espalda, antes de la
llegada de los conquistadores. La patria y nuestras ciudades han marchado
parejo; lo que le ha pasado a Venezuela le ha pasado nuestras poblaciones y viceversa. Somos indivisibles. Por eso no
podemos separar sino amalgamar, la vida universitaria de la Patria con la de la
región; especialmente la de esta región tan indisolublemente unida a la vida
universitaria de Venezuela.
Pero con toda esa
íntima relación que de antiguo teníamos con nuestra alma mater, no teníamos
universidad; llegamos a tener estudios superiores, pero no teníamos universidad; ahora si tenemos y a falta de
una, tenemos dos y ustedes son de los primeros frutos de
esa siembra.
Con la creación de las misiones que tienen que
ver con la educación, sin duda alguna el mejor proyecto del gobierno nacional y
especialmente con la Misión Sucre y la Universidad Bolivariana, el peregrinar
de los estudiantes hacia Caracas, Valencia o Mérida, desapareció, porque desde
entonces tuvimos por fin, la Universidad
a la vuelta de la esquina.
Ustedes son de los primeros profesionales
universitarios que lograron culminar sus estudios y obtener sus títulos, sin
haber salido nunca de la ciudad y eso hay que celebrarlo porque es un hecho histórico.
Ahora deberán seguir vinculados a la universidad, a la
ciudad, a la Patria y a las gentes, por gratitud y por patriotismo.
Deben seguir vinculados
a la universidad que se esmeró en darles una buena preparación jurídica, ética,
cívica, política, y cultural en general. Algunos serán los nuevos profesores,
otros seguirán los cursos de postgrados que ya se anuncian, otros irán a
fortalecer la creación del “espíritu de cuerpo”, uniendo sus voces al “Orfeón
Universitario”, a la Estudiantina Universitaria, a la Biblioteca Central
Universitaria y una Aula Magna que bien
puede ubicarse en la Aldea José Félix Ribas o en el legendario Grupo Escolar
“Rubén Darío”. Por lo pronto un bonito regalo para la universidad y para las
futuras generaciones de estudiantes de nuestros pueblos, será el que se coloquen en sitio de honor, placas
con los nombres de todos los graduandos de cada una de las promociones.
Ustedes centraron parte de su esfuerzo estudiantil
en la elaboración de Proyectos cuya finalidad principal fue la de vincularlos a
la comunidad; no solo para diagnosticar sus problemas y ayudar a gestionar las soluciones, sino para
que la universidad se vinculara con la comunidad y la comunidad con sus universitarios. Pero ahora que están graduados es cuando
pueden ser más útiles y en consecuencia
no pueden dejar de regresar, no pueden abandonar esas trincheras donde hacen
falta, porque ustedes se ganaron la confianza del pueblo y sembraron en cada
vecindario una esperanza. Ahora son apenas un almácigo, un semillero de futuros
árboles frondosos de quienes se espera sombra, protección y abrigo. Pero tienen
que seguir vinculados a la tierra y a la gente, crecer con ellos y afincar bien
la raíz, recordando siempre que al árbol que no afinca bien sus raíces, el
viento se lo lleva.
Poco a poco; estamos dando los primeros pasos y
cuando se dan los primeros pasos lo que importa no es la distancia que se
recorre sino la dirección hacia la cual se apunta. Ustedes están dando hoy un
paso agigantado en la dirección correcta-
Tendrán momentos de tempestad y
de oscuridad pero siempre habrá un faro encendido en la orilla indicando donde
está la playa.
Hoy se incorporan hoy al Colegio de Abogados del
estado Aragua, de la mano de Rosalino Medina, un hombre decente, un buen
abogado y un buen gremialista que ha dedicado sus esfuerzos a mejorar la
condición de los abogados aragüeños y del ejercicio profesional. Me honra ser
su amigo desde hace más de
cuarenticinco años, porque tenemos
ideales comunes y afectos comunes y nos conocimos y nos hicimos amigos, cuando
él y yo, teníamos cuarenticinco años menos. Como ambos somos hijos de llaneros
juntamente con decirles que pueden confiar en él, les recuerdo que “quien sigue
al baquiano no se pierde”.
Sabíamos que la verdadera Municipalización llegaría
cuando nuestros estudiantes pudieran graduarse dentro de la ciudad, rodeados de
sus familiares, de sus profesores y amigos, y de toda la comunidad orgullosa de
sus universitarios, sueño este que ya se ha hecho realidad. El aporte que le
hacemos al Colegio de Abogados de La Victoria y de la región es tan
significativo, que hoy se incorporan más
abogados que los que hemos tenido en toda nuestra historia. Eso nos permite
solicitar con propiedad, no una independencia total pero si una
descentralización de la que podremos hablar después y que se cree el “Colegio
de Abogados de
La Victoria”
y el de El Consejo y el de San Matheo y el de Las Tejerías y el de La Colonia.
Cuando hace 44 años recibí mi título, en La Victoria habíamos 22 abogados y por
fortuna, casi todos estamos vivos. Había
que enfrentarse diariamente a inteligencias preclaras. Ahora será más difícil
el ejercicio porque en pocos años tendremos diez mil abogados en el municipio.
Prevalecerán los mejores, como en la naturaleza; los mejor preparados, los más
cultos, los más diligentes, los más estudiosos, los más honestos, los más
avispados. Sobre todos, los más honestos. Existe una falsa creencia según la cual, el abogado avispado
tiene que ser deshonesto, porque el
abogado honesto es pendejo; ninguna de las dos afirmaciones es verdadera; no es verdad; se puede ser avispado y honesto,
como se puede ser deshonesto y pendejo; pero la honestidad eficiente es la
mejor tarjeta de presentación del abogado, un cliente satisfecho es la mejor
propaganda. “Caribear” al cliente es “pan para hoy y hambre para mañana”. Nuestra profesión debe ser ejercida con gran
responsabilidad porque en nuestras manos ponen todos, su tranquilidad, su fortuna o su libertad. Nuestro querido profesor Arminio Borjas nos
decía: “Pobre del abogado a quien no le tiemble la mano en el momento de firmar
una demanda” y luego nos aconsejaba: “Antes de redactar una demanda, redacten
la contestación”. Debemos esmerarnos en
ser abogados cultos; Líbrenos Dios de un abogado que solamente sepa de derecho;
debe ser tan peligroso y tan fastidioso como un médico que solamente sepa de
medicina.
Existe un Código
de Ética del abogado de obligatorio cumplimiento, cuya lectura recomiendo.
Quien quiera leerlo y cumplirlo que lo lea y que lo cumpla; ese es nuestro deber. Yo nunca he podido pasar de la
primera línea del artículo 1° que dice
“|Las normas contenidas en este código serán de obligatorio cumplimiento para
todos los Abogados en su vida pública y privada”. Creo que la decencia, la honestidad, la
honradez, no se pueden imponer mediante artículos y bajo amenaza. Es un
problema de formación. Imponerle valores
al ser humano a juro y bajo amenaza es menos eficiente que persuadirlo.
Prefiero recomendarles la lectura y la colocación en sitio de honor de sus
bufetes, al lado de sus títulos, del decálogo del maestro uruguayo Eduardo
Couture, que ya todos deben conocer. Ya que en el se desarrollan ideas fundamentales que deben servirnos de
norte:
El gran jurista
uruguayo aconseja en sus “Mandamientos del Abogado” , mejor conocido como “Decálogo del Abogado”:
los siguientes enunciados: I. Estudia, II. Piensa, III. Trabaja. IV. Lucha. Tu deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia. V. Sé leal. Leal con tu cliente, con el adversario, con el Juez. VI. Tolera. VII. Ten paciencia. VIII. Ten fe. en el Derecho, en la Justicia, en la Paz y sobre todo, en la Libertad, sin la cual no hay Derecho, ni Justicia, ni Paz. IX. Olvida. X. Ama tu profesión, de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que sea Abogado.
los siguientes enunciados: I. Estudia, II. Piensa, III. Trabaja. IV. Lucha. Tu deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia. V. Sé leal. Leal con tu cliente, con el adversario, con el Juez. VI. Tolera. VII. Ten paciencia. VIII. Ten fe. en el Derecho, en la Justicia, en la Paz y sobre todo, en la Libertad, sin la cual no hay Derecho, ni Justicia, ni Paz. IX. Olvida. X. Ama tu profesión, de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que sea Abogado.
Apenas
agregaríamos: Sé un ejemplo a seguir en tu vida pública y en tu vida privada,
de manera tal, que si algún día, no solo
tu hijo, sino cualquier hijo de
cualquier padre le pida consejo sobre su destino, ese padre le sugiera a ese
hijo, que se haga abogado, para que
algún día se parezca a ti. Y, se leal
con los demás, especialmente con tus amigos y recuerda siempre, que “cuando la
palabra del enemigo acusa, el silencio del amigo, condena”,
Enseña lo que sabes y se un multiplicador de tus
saberes y de tus valores, en el foro y dentro y fuera del aula, para que algún
día, algún alumno pueda decirte las palabras que Simón Bolívar le dijo desde
Pativilca en 1824, a don Simón Rodríguez: “Maestro, Usted formó
mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso,
yo he seguido el sendero que Usted me señaló”.
Propongo que los Colegios de Abogados de La Victoria
y nuestros demás pueblos, editen bellamente este decálogo y lo vaya n entregando junto con el título a cada
abogado que vaya culminando sus estudios, para que le sirvan de inspiración.
Perdónenme que insista,
pero hace ya muchos años, cuando todavía era un humilde caminito de tierra,
bautizamos con el pomposo nombre de Avenida Universidad, a la que pasaba frente
al Tecnológico, para darle bomba y así llamar
la atención y apoyar la campaña que desde tiempo atrás auspiciábamos para
convertirlo en una Universidad. En ese momento no teníamos ninguna universidad
pero ya teníamos una avenida universidad. Ahora, no solo tenemos una, sino que
tenemos dos y esa carreterita de tierra ahora convertida en gran avenida, no
solo pasa por frente a la Universidad Territorial de Aragua “Federico Brito
Figueroa”, sino que desemboca en otra, en la “Universidad Bolivariana” de la
“Misión Sucre”. Por eso hemos propuesto cada vez que podemos, y seguiremos
proponiéndolo cada vez que podamos, de palabra, de pensamiento y de obra, a
nuestras autoridades, rebautizar dicha avenida con el nombre que nos enaltece de “Avenida Universidad”; y continuar la
construcción de módulos en los terrenos de la aldea y en los contiguos, para
construir allí la “Ciudad Universitaria José Félix Ribas de La Victoria.
.
Nos toca ahora darle calor y amor a nuestra
universidad victoriana y por ende a la universidad venezolana, o para decirlo
con la letra del himno universitario de nuestro gran poeta victoriano Luis
Pastori: darle calor y amor a “este
mundo de azules boínas (…) a esta casa que vence las sombras”
De aquí saldremos todos
a la vida, a la lucha, a enfrentar nuestros destinos que serán superiores
porque ahora vamos bien equipados, bien armados, ahora somos abogados de la
República y la justicia, la libertad, la solidaridad, lo grande, lo hermoso,
son nuestras banderas; Vamos sin complejos, ni de superioridad ni de
inferioridad. a honrar a nuestras ciudades a nuestra universidad a nuestras
mujeres, y a nuestros compañeros y profesores, a ser los mejores, a
desempeñarnos con laboriosidad, honestidad y con inteligencia, a taparle la
boca a quienes pretendieron descalificarnos en un principio, diciendo que esta
era una universidad pirata, una universidad de “tierrúos”, de pegadores de afiches y de camisas rojas; y
que no nos graduaríamos de abogados sino de “juristas”, o lo que es peor, que nos graduaríamos de
“asistentes jurídicos” y que para poder ejercer, tendríamos que hacerlo teniendo al lado un “abogado
de verdad verdad”. Por supuesto que esta Universidad es diferente y ustedes
saben bien en qué consiste, en donde está la diferencia; pero los demás, la
gente de la calle, sabrá cual es la diferencia, mañana, cuando ustedes
comiencen a ejercer. En ese momento ustedes marcarán la diferencia de la cual
no voy a hablar aquí porque ustedes estuvieron cinco años oyéndola todos los
días de boca de sus profesores. A partir de hoy queridos abogados, Como dice el
“Himno de la Creación”: “De cara al
viento saldremos al camino, con ansias a buscar la claridad del sol”.
HE DICHO.
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