DISCURSO EN EL PANTEÓN NACIONAL
PRONUNCIADO EL 19 DE SEPTIEMBRE DEL 2006, CON MOTIVO
DE CELEBRARSE EL 231 ANIVERSARIO DEL NATALICIO DEL GENERAL JOSE FÉLIX RIBAS Y
PRIMERO DE SU INCORPORACIÓN SIMBÓLICA AL PANTEÓN NACIONAL.
Señoras y señores:
Hace un año emprendió viaje de
regreso hacia el amanecer, el águila de más empinado y breve vuelo, que rasgara
la inmensidad de nuestro azul, en los días aurorales de la guerra por la
independencia; y lo hizo, desde el máximo pedestal de su gloria: la histórica y
heróica ciudad de La Victoria. Cuando
remontó el vuelo, el bravo general del gorro frigio iba liviano, y llegó a aquí sin nada, porque
por el camino, lo fue dejando todo.
Lo despidió la ciudad de las grandes hazañas, la de su gran batalla el
12 de febrero de 1814, custodia de su gloria; porque nunca una ciudad, un nombre y una fecha
estuvieron tan indisolublemente ligados como esa ciudad, esa fecha y ese
hombre. El peleó en mil batallas pero cuando se pronuncia su nombre se piensa
en La Victoria ;
nuestra ciudad dio hijos ilustres a la patria en todas las épocas, comenzando
por el padre del Libertador; y fue escenario de muchas acciones de guerra y de
paz, pero cuando se la menciona, solo se piensa en Ribas. Así fue ayer y así será
mañana. El propio Libertador los unió para siempre al bautizarlo como el
Vencedor de los Tiranos en La
Victoria y el Cabildo de Caracas, cuando al elevar a la vieja
Villa al rango de Ciudad, la bautizó con el sobrenombre de Ciudad Victoriosa de
Ribas. Existe hasta el afortunado error de creer que La Victoria debe su nombre
al triunfo del 12 de febrero, cuando en realidad desde dos siglos antes se
llamaba así. Pero la ciudad es agradecida y andar por sus calles es como
caminar por entre las páginas de un libro de historia. Sus calles, su primera
escuela, su liceo, el municipio, llevan su nombre. A finales del siglo XIX,
Aragua se llamaba Estado Ribas; en el Escudo de Aragua aparecen solo dos
fechas, una de ellas, Febrero de 1814 en recuerdo de la gran batalla; y el
verso del Himno de Aragua, que es un himno victoriano oficializado en 1905
cuando la ciudad era la capital de Aragua,
se canta:
CORONÓ NUESTRAS CUMBRE LA
GLORIA
CUANDO RIBAS SU ESPADA BLANDIÓ
Y A SU HOMÉRICO AFAN LA
VICTORIA
CON SANGREO OPRESORA SUS CAMPOS REGÓ.
En 1957 se oficializa el Escudo de Armas de la Ciudad , y en su cuartel
superior derecho aparece el Monumento a cuyos pies nos congregamos anualmente;
en 1988 se crea la Bandera
de La Victoria ,
en cuyos colores se recuerda el manto de La Virgen Vencedora
de la gran Batalla. En 1986 al crearse el municipio cuya capital es La Victoria , se le dio el
nombre de Municipio José Félix Ribas, segundo del mismo nombre, ya que el
distrito guariqueño cuya capital era Tucupido, se llamó siempre Distrito Ribas,
nombre que conservó el actual municipio.
De la antigua villa aragüeña, llegó a este sagrado reciento, escoltado
por estudiantes revolucionarios, dignos herederos de la muchachada que lo
acompañó en La Victoria
el 12 de febrero de 1814.
No vinieron sus huesos a buscar eterno reposo en el sagrado claustro
del Panteón Nacional, porque sus huesos jamás tendrán reposo, mientras
permanezcan abiertas las puertas del templo de Jano. No vinieron sus huesos a
mezclarse con los que el Cardenal Quintero llamó Huesos de Leones; vino su
espíritu guerrero sembrado en la tierra que abonó con su sangre y que una vez
se estremeció bajo el repiquetear de los cascos de su caballería.
En él se cumplió la palabra divina: “En polvo te convertirás”. Vino
hecho tierra de Tucupido, donde encontró la muerte y se elevó a la
inmortalidad, y tierra de La
Victoria , donde fue coronado por la gloria, a confundirse con
tierra de Caracas, donde encontró la vida. Bien podría haber contenido ese
cofre también, tierra de Vigirima, del
primer Carabobo, de Niquitao, de Los Horcones, de Taguanes, de Charallave, de
Ocumare del Tuy, de Urica, y de todos los otros lugares que él fue marcando con
su espada para que fueran altares de la patria. Pero en ese pequeño cajón vino
toda la tierra venezolana, porque en ese puño de tierra está la patria y sea
cual sea el tamaño del que se la mire, la Patria será siempre grande y será siempre una
sola.
El general Ribas es un personaje romántico; envuelto en el misterio de
los héroes griegos cuyas vidas heroicas culminan casi siempre en tragedia. Es
un aristócrata, hacendado, que en su juventud ha querido consagrarse al
servicio de Dios, con preocupación social e inclinación política, testigo de
los acontecimientos de su tiempo. Tiene 24 años cuando presencia el martirio de
José María España y 31 cuando Miranda invade por primera vez por Ocumare de la Costa , y hace flamear a bordo de sus buques, el
tricolor nacional. Tiene conocimiento de la derrota naval de un Miranda a quien
no conoce pero bajo cuyas órdenes servirá luego. Presencia la incineración de
la bandera el 4 de agosto de 1806. De allí en adelante se convierte en un
conspirador. Participó en todas las conspiraciones de su tiempo, especialmente
en la de 1808, muchas de cuyas reuniones clandestinas de hacían en su casa.
El general Ribas fue un revolucionario. Además de ser un Libertador,
fue un revolucionario. Y esto es necesario decirlo, porque no todos nuestros
libertadores lo fueron. Creyeron en la independencia y lucharon con heroicidad
por conquistarla, pero no creyeron en la libertad. Hubo quienes hasta 33 años
después de la Batalla
de Carabobo, 44 años después del 19 de abril, en 1854, seguían comprando y
vendiendo esclavos. Muchos de ellos poseyeron grandes esclavitudes; compraban y
vendían hombres, como compraban y vendían caballos y mulas;
y “pegaron el grito en el cielo” cuando la ley de abolición promulgada
por un llanero, les arrebató tan rentable propiedad. Lucharon con denuedo por
arrebatarle el poder a la corona española, pero defendieron a capa y espada sus
tierras y sus esclavos. Las que tenían antes,
quiénes las tenían; y las que se apropiaron después los próceres,
mediante el cobro de sus “haberes de guerra”, procedimiento que El Libertador
llamó graciosa e irónicamente “las adquisiciones de sus lanzas”.
El general Ribas fue el único guerrero venezolano que usó sobre su
cabeza un gorro colorado; un gorro rojo, como el que usaron los antiguos
frigios, luego los franceses que hicieron la revolución a finales del siglo
XVIII y por último, los republicanos españoles; y usaba un gorro frigio, porque
ese era el símbolo de los revolucionarios y él era uno de ellos.
Tal vez su mayor frustración como soldado la
sufrió cuando en vísperas de la batalla de La Victoria , solicitó al
Cabildo de Caracas el envío de 300 esclavos para reforzar el ejército de
estudiantes, seminaristas y soldados que entrenaba sobre la marcha para
enfrentar a Boves. El 14 de febrero, cuando todavía no se han apagado los
fuegos en nuestra ciudad y no se ha terminado de enterrar a los muertos, el
ayuntamiento resuelve negar la solicitud. El acta del cabildo dice: “La Municipalidad ha
meditado sobre el proyecto y ha recordado dos razones poderosas que impiden se lleve a cabo esta medida. Uno
de nuestros comandantes del llano se resolvió a usar de algunos esclavos convidándolos a que se incorporaran a nuestro
ejército bajo la promesa de la libertad. Esta determinación fue absolutamente
desaprobada por el Libertador. Esta medida tiene también otros inconvenientes
como es el de que los demás eslavos acaso creyendo que sus compañeros que
marchen al ejército van a obtener su libertad, aspiren a esto mismo y piensen
en ir a buscar el ofrecimiento a casa del enemigo. Conviene echar mano de todos
los hombres libres que todavía no faltan en esta capital y sus pueblos
inmediatos, en el concepto de que este cuerpo es decir, todos sus integrantes
se ofrecen al gobierno para salir al ejército siempre que se estime necesario.
Caracas, 14 de febrero de 1814” .
Prefirieron los ilustres cabildantes ofrecerse como soldados antes que correr
el riesgo de perder a sus esclavos. Pensarían que buena es la libertad, pero no
tanta.
Su corta vida militar que duró menos de 5 años revela claramente que no
sucumbió ante las tentaciones que históricamente han seducido a los
revolucionarios venezolanos y que han acabado con todas nuestras revoluciones y
que consisten en hacer que los revolucionarios se apropien y hagan suyos, los privilegios contra los cuales iniciaron
sus revoluciones.
No se conformó jamás y así lo
dice, con ser un libertador sino que es un revolucionario; cree en una
revolución. Como han creído tantos en nuestros casi dos siglos de vida
independiente.
Si no hubiera muerto tan
temprano, a apenas cuatro años de
iniciada la guerra, otro habría sido el destino de Venezuela, porque su espada
no hubiera permitido que se desviara el destino de la Revolución de
Independencia.
El pueblo venezolano siempre ha sido
revolucionario, ha creído ciegamente en las revoluciones y se ha entregado sin
reservas en defensa de las causas que ha creído justas. Pero sus dirigentes muy
pocas veces han estado a su altura. Durante los siglos XIX y XX, el pueblo
pobre no vaciló en irse detrás de los caudillos de caballo y bandera que le
ofrecían mejores condiciones de vida y que siempre terminaron en el
encumbramiento de los jefes y el pronto olvido de promesas y ofrecimientos. De
allí su permanente frustración. Durante dos siglos, se le ofrecieron
revoluciones que no fueron tales. Se habló de Revolución de Independencia; como
después se hablará de Revolución Federal, Revolución Azul, Revolución de Abril,
Revolución de las Reformas, Revolución de Marzo, Revolución de Queipa,
Revolución Genuina, Revolución Legalista, Revolución Liberal Restauradora o Revolución
Andina, la
Revolución Libertadora , Revolución Reconquistadora,
Revolución Reivindicadora, Revolución Liberal Conservadora o de la Revolución de Octubre;
pero no hubo tales; fue puro nombre rimbombante, porque dejamos pasar la
oportunidad; se quedó en el papel, porque no todos estaban claros; muchos de
los revolucionarios asumieron los privilegios del régimen depuesto, la tierra
permaneció en manos de los mismos propietarios que la detentaban hacía tres
siglos y siguió en sus manos durante los siglos siguientes.
Y todo se inicia con el desvío de la primera de
ellas, la de la independencia, frustrada a partir de la prematura e inesperada
muerte del general Ribas.
Por esa defensa a ultranza de los intereses particulares e individuales
frente a los intereses colectivos, en
Venezuela, en cinco siglos, dos de ellos independientes, nunca hemos
podido consolidar una verdadera revolución. Por ese “acomodarse bien para
porsiacaso” que ha obnubilado tradicionalmente a los líderes, todas se han
quedado en el discurso y en el tintero y
han terminado siendo revoluciones de saliva y de papel. Así, socavadas por las
pajarerías de los más vivos, se han frustrado a lo largo de nuestro continente,
con muy contadas excepciones. Se podría simbolizar esa frustración con el caso
de un bravo guerrero de la Revolución Mexicana llamado Sandalio Rojas, quien
después de haber luchado con denuedo por los desposeídos y ver como al final
los generalotes se cogían las tierras, se enriquecían con los dineros públicos
y se convertían todos en panzudos multimillonarios, regresó a su bodega de Michoacán y sobre el mostrador puso un
cartelito con un verso que decía:
SI ME VIENEN A BUSCAR
PARA OTRA REVOLUCIÓN,
LES DIRÉ: “TOY’ OCUPADO
TRABAJANDO PAL’ PATRÓN”.
La sangrienta Revolución Federal no sirvió de
mucho, porque volvimos a perder la oportunidad. No hubo tal federación, porque
así como la Primera
República fue una "federación de centralismos",
esta vez se produjo un centralismo de federaciones; después de teñirnos de tinta y de sangre, después de 5
años de proclamas que hablaban de federación, produjo el gobierno más
centralista de siglo XIX: los 20 años de autocracia del general Antonio Guzmán
Blanco; al final la guerra federal no fue tan federal ni tan guerra. Apenas
hubo dos grandes batallas: la de Santa Inés que ganó la revolución y la de
Coplé que ganó el gobierno; lo demás fueron combates de grupitos contra
grupitos, una horrible matanza de escaramuza en escaramuza, y la tierra siguió
estando en manos de los godos, a excepción de aquellas que se cogieron los
generales y los doctores que hicieron la guerra. Eso tampoco fue una
revolución.
Cada una de las llamadas revoluciones se convirtió por culpa de pocos,
en fábricas de nuevos ricos y de nuevos oligarcas, a costa de los muchos.
El pueblo cree en La Revolución Bolivariana. Las grandes mayorías participan en la
ejecución de sus proyectos y se han incorporado con entusiasmo a su defensa.
Eso nos obliga a ser doblemente cuidadosos y vigilantes para que no se frustre.
Visto en perspectiva, creemos que muy otro hubiera sido el destino de
Venezuela si la influencia del general Ribas se hubiera prolongado al menos,
hasta el fin de la guerra y los primeros años de la construcción de la República.
Por eso llama la atención que en ese panorama
lleno de frustraciones, se pueda decir de uno de nuestros libertadores, que
además de haberlo sido, haya sido también un revolucionario; y Ribas lo fue y
lo demostró en su muy breve vida pública que duró apenas 5 años. En 1810 no se
le conocía como político ni como guerrero; y
apenas 5 años después, en 1815,
ya estaba muerto y cubierto de glorias.
Pertenecía a la más opulenta aristocracia
territorial de Venezuela. Hijo de un isleño riquísimo y de una de las Herrera
Mariñes, emparentado con las familias más principales de la colonia, entre
ellas la del Libertador, era rubio de tez blanca quemada por el sol, pelo
castaño claro y ojos azules. Dueño de tierras y esclavos, casado con una
hermana de Concepción Palacios la madre del Libertador y emparentado con la
alta aristocracia caraqueña, dueña del poder colonial, de todos los empleos, de
las tierras y de los hombres. Pero eso no le impidió presentarse el 19 de abril
de 1810 como representante de los pardos; usar un gorro frigio símbolo de los
revolucionarios más radicales, participar en todas las conspiraciones de 1808,
encabezar una rebelión de negros y esclavos y luego, organizar y disciplinar el
célebre Batallón Barlovento formado por mulatos, zambos, negros libres y esclavos,
en lo cual se adelanta al propio Libertador.
Esta actitud revolucionaria y antiesclavista
fue rechazada por muchos libertadores de su época.
Su lucha, de la cual no voy a hablar en este
acto, abarca muchos aspectos, desde conspirador en 1808, miembro del gobierno
que surge después del golpe de estado de 1810, líder de una de las primeras
protestas públicas contra los asesinatos de Quito en 1810, oficial coronel al
mando de Miranda, Comandante Militar de Caracas, exilado en el caribe y nueva
granada, Jefe de la retaguardia en la Campaña Admirable ,
jornada en la cual vence en las batallas de Niquitao, Los Horcones y Los Taguanes. Recuperada la Segunda República , es Comandante de la Provincia de Caracas y
ascendido al grado de Mariscal de Campo.
Surge Boves y sale Ribas a defender la Patria en Vigirima, Puerto Cabello, y al final La Victoria , donde lo
derrota personalmente. Quiero hacer hincapié en la presencia de Boves en la Batalla de La Victoria , porque algunos
historiadores del siglo XIX, tal vez para exonerar al asturiano de la espantosa
derrota, se dieron a la tarea de afirmar que quien había venido a la batalla
era Morales, su segundo. Eso es incierto, pero es probable que sigamos
escuchando esta mentira por más tiempo. En cambio, todos los historiadores y
documentalistas que estuvieron presentes o fueron contemporáneos de los actores
o tuvieron referencias de primera mano, dan fe de la presencia de Boves en la Victoria. Pero por
si fuera poco, el parte Oficial de la batalla escrito de su puño y letra por el
general Ribas en la madrugada del día 13 de febrero, dice: “Boves en persona
mandaba la acción, a quien se le han cogido todos sus libros de órdenes”.
Participa en la Emigración hacia el
Oriente hasta que el 5 de diciembre de 1814 se enfrenta por última vez a Boves
en Urica. Ninguno de los dos bravos guerreros
estará vivo para el primer aniversario de la Batalla de La Victoria. Boves
muere el 5 de diciembre y a los pocos días, el 31 de enero, muere Ribas. Fueron los dos líderes de una guerra feroz y ambos comandaron
ejércitos populares sobre cuyos caballos venía la patria y bajo cuyos cascos se
estremecía la tierra para dar a luz una patria única. Eran nuestros abuelos
patriotas luchando contra nuestros abuelos realistas. Nunca fue una guerra
entre venezolanos y españoles y mucho menos entre Venezuela y España; lo fue
entre patriotas y realistas y nosotros somos los herederos de la ferocidad de
ambos y el pueblo venezolano es heredero de ambos bandos y hoy en día la Patria somos todos.
Cuando muere tiene 49 años. Había nacido en
Caracas el 19 de septiembre de 1775, hace hoy 231 años; y a la edad de 21 años casa con María Josefa
Isidra Juana Nepomucena Palacios Blanco,
hermana de doña Concepción Palacios. Era en consecuencia, tío político
del Libertador, quien había nacido cuando él tenía 8 años. Cuando le faltaban
apenas 4 años para morir y ya tiene 15 de casado, nace su único hijo llamado José Félix
Valentín de la
Concepción Ribas y Palacios,
quien llegó a ser el oficial más joven que ha tenido el ejército de
Venezuela. Nació el 14 de febrero de 1811, el año de la independencia, el Día
de San Valentín; de allí su nombre. La batalla de La Victoria fue el 12 de
febrero; el 13, el Libertador por decreto concede a su primo hermano, el hijo
del general Ribas, el grado de Capitán Vivo y Efectivo de
Infantería de Línea y al siguiente día, el 14, el nuevo capitán cumple 3 años.
Es importante hablar brevemente de este niño
porque es el tronco común de todos los descendientes del general. Huérfano de
padre, creció al lado de su madre. Venezuela no le reconoció el título de
Capitán que le había conferido su primo El Libertador, pero Colombia sí. Fue
enviado a estudiar a los Reynos de Francia al cuidado de las hermanas Montilla
(hermanas de los generales Tomás y Mariano Montilla), regresó en 1829 y al año
siguiente muere su primo y protector y él escribe: “Ha muerto mi primo
hermano Simón Bolívar Palacios El
Libertador. Hoy he conocido la verdadera orfandad”.
Este José Félix Ribas Palacios no fue importante,
si lo medimos por el rasero con que se medía a los hombres importantes del
siglo XIX. No fue general ni doctor, ni masón, ni gobernante, ni miembro de
clubes, ni poeta. Heredó seis haciendas
de su madre, vendió 4, cultivó 2, e hizo lo que los hacendados de su época:
sembró caña y vendió papelón y aguardiente; tuvo casa en Caracas y en Guarenas
donde era propietario de la famosa hacienda Maturín que había sido de los
Palacios Blanco, sus abuelos. Vivió 64 años y murió en 1875 (el año que su padre
cumplió un siglo). El único acto público donde lo hemos encontrado es en el
traslado de los restos de su primo Simón en 1842, cuando marcha inmediatamente
detrás del alto gobierno, acompañado de los familiares del Padre de la Patria. Casó dos
veces: primero con doña Amalia Anzola Tovar y luego con doña Carmen
Villavicencio. Del segundo matrimonio no tuvo hijos pero del primero tres que
fueron: José Félix Ribas Anzola, sin descendencia; José Ignacio Ribas Anzola,
quien casó con Luisa Paz de Valencia y tuvo hijos y nietos solamente; y doña
Trinidad Ribas Anzola quien casó con el general Martín María Aguinagalde y tuvo
3 hijos Martín, Carlota y Trina. Esta última, doña Trina Aguinagalde Ribas, que
fue la última en usar el apellido Ribas del general, casó con el general Ramón
Ayala Anzola, y es el tronco común del cual descienden todos los herederos del
prócer que pasan de cuatrocientas personas y que algún día debemos invitar a
visitar este lugar sagrado, a colocarle una ofrenda floral a su ilustre
antepasado.
En la Proclama dictada en Valencia el Libertador al
dirigirse a los Vencedores de la
Victoria dice una frase profética: “Vuestros nombres no irán
nunca a perderse en el olvido”. Se ha cumplido. Pero con quien mas se ha
cumplido es con Ribas. Desde el mismo instante de su espléndida victoria, hasta
hoy.
El 12 de febrero fue un sábado de gloria. El
héroe había retado al destino con una sola frase. No dejo lugar a elección; no
se podía escoger entre Patria o Muerte, ni entre Victoria o Sacrificio; no! “Ni
aún podemos escoger entre Vencer o Morir; Necesario es Vencer. ¡Viva la República !”. Nadie escogió y todos vencieron.
Los homenajes al general Ribas no se hicieron
esperar. Al siguiente día desde Valencia Bolívar dice: El general Ribas sobre
quien la adversidad no puede nada, el héroe de Niquitao y los Horcones ser
desde hoy titulado “EL VENCEDOR DE LOS TIRANOS EN LA VICTORIA ” y da a su hijo de dos años de grado de
Capitán de Infantería.
El nombre de “Vencedores”, que hoy en día se
utiliza para bautizar a los participantes en una de las misiones educativas del
estado venezolano, lo acuñó el Libertador, precisamente, a raíz de la Batalla de La Victoria , cuando se
dirige a “Los Vencedores de La
Victoria ” y da a Ribas el título de “Vencedor de los
Tiranos”. Por eso creo que corresponde a los miembros de la Misión Ribas , por colecta
popular capitaneada por ellos, y con la ayuda de las Alcaldías de La Victoria y Tucupido,
erigir en el Panteón Nacional un Cenotafio al General Ribas. Un Cenotafio es una tumba vacía, como existen
las erigidas en memoria del Mariscal Sucre, del Generalísimo Miranda y de otros
ausentes del Panteón de los Héroes. Propongo un imponente monumento de
mármol con la efigie del general, que
bien podría ser copia del extraordinario bronce de Eloy Palacios que se
encuentra en esta Plaza Mayor de La Victoria.
Que a su pie se abra un catafalco vacío, debajo del cual se
entierre este cofre con su contenido de patria y se coloque una inscripción que
diga: “Venezuela llora la ausencia de los restos del general José Félix Ribas
Vencedor de los tiranos en La
Victoria , pero se consuela al saber que su memoria recibe la
veneración del pueblo amante de la libertad”.
El 17 de febrero el Cabildo de Caracas
bautiza a la ciudad como CIUDAD VICTORIOSA DE RIBAS y ordena la erección de la
estatua; a los pocos días se asciende a Ribas al grado máximo de General en
Jefe, ganado en el campo de batalla y a la Villa de La Victoria al rango de ciudad. En el mismo mes de
febrero del 14 se hace la primera misa votiva en honor de la Virgen Vencedora
en la Catedral
de Caracas y de allí pasa a la
Victoria y es el origen de la celebración anual. En 1897 se
declara el 12 de febrero Fiesta Parroquial y en 1944 Día de Venezuela en
Aragua. En 1947 la
Asamblea Nacional Constituyente lo declara Día Nacional de la Juventud a proposición
del diputado Ramón Escovar Salón , mediante decreto firmado por Andrés Eloy
Blanco y el guariqueño Miguel Toro Alayón. A finales del siglo antepasado se
bautiza al estado con el nombre de Estado Ribas y al distrito guariqueño como
Distrito Ribas. El 23 de octubre de 1986 a proposición del Cronista de La Victoria , se creó el
Municipio José Félix Ribas, capital La Victoria. En 1984 la Virgen Vencedora
fue entronizada como Patrona de la Academia Militar de Venezuela. Por cierto que
algún día, debemos traer a este templo de la Patria , a la Inmaculada Concepción ,
la Virgen Vencedora ,
a presencia del Padre de la
Patria y del soldado que
cubrió con su manto el 12 de febrero y quien le atribuyó el triunfo al
manifestar en carta al cabildo de Caracas “La sangre de los ilustres caraqueños
derramada en La Victoria
y la protección visible de María Santísima de la Concepción fueron los
que salvaron la patria en aquel memorable día”.
Por supuesto que todo no fue paseo triunfal. El 1 de septiembre del mismo
año 1814 doña María López de Villavicencio encopetada realista denuncia ante el
Juez de Secuestros que el 10 de febrero cuando hacía su entrada a la ciudad
para esperar a Boves, Ribas le robó 800 pesos fuertes, un doblón de a 4, varias
onzas de oro, un cofre con 9 cubiertos de plata, argollas, sortijas de perla,
ocho hierros de planchar, dos pilas de
cobre, cinco cuchillos y cinco tenedores, una fanega de arroz, media de
caraotas, media de frijoles, varios pollos, un gallo y cuarenta gallinas. El
tribunal lo condenó pero nada pudieron embargarle porque cuando salió la sentencia que lo condenaba
como ladrón de gallinas, se encontraba ya en el oriente defendiendo a la
patria.
Hoy en día el gobierno nacional ha bautizado
con su nombre inspirador a uno de sus programas, cuya misión es devolver a las
aulas a quienes ayer la abandonaron por diferentes causas para que culminen el
bachillerato y se enrolen en lo que para
muchos puede significar una segunda y definitiva oportunidad.
Dentro de 8 y 9 años serán los bicentenarios
de su mayor triunfo militar, su mejor batalla, y de su terrible muerte. Debemos
prepararnos para honrar dignamente su memoria y
testimoniar con obras tangibles que beneficien a nuestras
comunidades, el afecto que su
hazaña inspira entre nuestros pueblos.
Pensemos a futuro. Nueve años son suficientes para que planifiquemos,
programemos y ejecutemos. Desde obras públicas hasta edición de libros y ciclos
de conferencias, charlas, concursos estudiantiles que nos acerquen más a ese
desconocido que es ha veces José Félix Ribas. Ese hombre puede ser muestro
héroe porque su vida, su personalidad, su lucha y hasta su muerte, tienen las
características de los héroes griegos. No necesitamos buscar fuera.
Uno de los aspectos llamativos y desconocidos del héroe romántico, es
su nombre; se llamaba Januario. En su Partida de Bautismo
aparece su nombre completo como JOSE
FELIX JANUARIO RIBAS HERRERA. Este extraño tercer nombre fue
profético. Poco frecuente en su época y
en su entorno, lo escogen de la Mitología Romana ,
lo cual no se repite con ninguno de sus
dieciocho hermanos. Va a ser conocido en sus orígenes y significado, por el
bravo guerrero, y seguramente a servirle de inspiración en sus ideales, ya
que en momento de gloria, expresará en carta memorable, una referencia sin duda alguna relacionada
con el origen de este su extraño nombre.
JANUARIO
viene de JANO, el Dios de las Puertas.
Es
un Dios itálico y más específicamente: Romano, que no aparece en ninguna otra
mitología, ni siquiera en la griega. No debe confundirse con JUNO, Diosa
femenina del alumbramiento.
Jano
es una divinidad solar y etimológicamente evoca la idea de un cielo luminoso.
Es el Dios de todas las puertas, tanto públicas como privadas y su insignia es
la llave que las abre y las cierra. Se le representa con rostro doble, lo cual
le permite vigilar el exterior y el interior de la morada y las entradas y
salidas de las puertas públicas. Por lo mismo es también el Dios de las
partidas y de los regresos y en consecuencia, de las vías de comunicación y por
extensión, de los puertos y se le tiene como el inventor de la navegación. Jano
era igualmente el Dios de los comienzos; presidía el comienzo del día, y todas
las iniciativas de los humanos. Se le
atribuye un papel esencial en la creación del mundo. Encabezaba las enumeraciones, el primer día
de cada mes y se le dio su nombre al primer mes del año: JANUARIO (Enero).
Cuando varios siglos después, durante el mes de enero, los expedicionarios descubran el inmenso río
brasileño, lo bautizarán como el Río de “Janeiro”. Jano tenía un templo en el
Foro y sus puertas permanecían abiertas durante la guerra y cerradas durante la
paz; solo que en muy pocas oportunidades,
se cerró. Se cuenta que durante
el ataque que sufrió Roma por los Sabinos de Tacio, quienes trataban de
recuperar a sus mujeres robadas por los romanos, el Dios Jano, una de cuyas
atribuciones es abrir paso a las fuentes cuando tratan de brotar a la
superficie, hizo salir un torrente de agua hirviente que detuvo a los
invasores. En ese mismo lugar se le edificó su templo y se ordenó que permaneciera abierto en
tiempos de guerra para que el Dios pudiera salir libremente a ayudar a los
romanos. La doble cara permitía a Jano
ver lo pasado y lo porvenir. Su oficio era el de “Janitor” (Portero del Cielo)
y le dedicaron el mes de Januario porque abre la puerta del año. No se le
conservan estatuas ni bustos pero su imagen aparece en muchas monedas romanas.
Se le representa como un hombre maduro, con doble faz y barbudo, con una corona
de laureles. Si con un poco de
imaginación, a su rostro de hombre maduro y con barba, le sustituimos la corona
de laureles por un gorro frigio, tendremos la imagen del “Vencedor de los
Tiranos en La Victoria.”
No
sabemos nada de la motivación que tuvieron los padres del General Ribas, para
ponerle este tercer nombre. Su padre era Don Marcos de Ribas Bethencourt,
canario, natural de El Sauzal, Tenerife; y su madre era Doña Petronila Herrera
Mariñas, caraqueña por los cuatro costados. De los diecinueve hermanos Ribas
Herrera, todos tienen nombres comunes y corrientes en su época: María de la Soledad , Juán Nepómuceno,
María de la Candelaria ,
Valentín, María de la
Concepción , Francisco José, Marcos Francisco, María
Petronila, María Altagracia, Antonio José. Por eso extraña encontrar este
nombre de JANUARIO, especialmente si tomamos en cuenta que el General no nació en enero ni en comienzo de mes, sino
el 19 de septiembre de 1775. Hará mañana 230 años. En cambio sí murió en el
primer mes, pero el último día; el 31 de
enero de 1815.
De
lo que si estamos seguros, es de qué hombre culto e ilustrado como era, conocía
su tercer nombre y su extraordinario significado. No sabemos hasta que punto lo
inspiró, pero además del parecido físico con la deidad romana, existe un enorme
parecido espiritual: el Prócer comienza la lucha por la independencia desde el
primer día (no olvidemos que el propio 19 de abril se incorpora al Ayuntamiento
de Caracas como representante de los pardos); encabeza el combate y en la hora
de la batalla va siempre adelante; facilita el surgimiento de las fuerzas que
luchan por salir a la superficie; mira
el pasado y atisba el futuro; vigila entradas y salidas, partidas y
regresos; se le atribuye papel
principalísimo en la creación de un “nuevo mundo” y fue “portero” cuando
defendió con heroísmo el “antemural de Caracas”, nombre
con el cual el Ayuntamiento
Caraqueño calificó a La Victoria en 1814, después
de la heroica batalla. Su fulgurante carrera militar lo lleva a ser Mariscal de Campo y General en
Jefe, todo ello en “el comienzo”; en menos de cinco años, ya que para 1815,
había ofrendado su vida por la independencia.
Conocía bien el significado de su tercer nombre y así lo demuestra. Cuando el Cabildo de Caracas, luego de su
esplendoroso triunfo, le acuerda honores
y la erección de una estatua en la
Villa de La
Victoria , en el párrafo final de su histórica carta dirigida
al Ayuntamiento el 18 de febrero de 1814, apenas cuatro días después de la
batalla, mediante la cual rechaza cualquier homenaje dice: “La
Patria exige de mí aún mayores servicios y sacrificios, ella
se ve atacada de sus enemigos y yo,
añadiendo a mi deber, la gratitud
para con este Pueblo, ofrezco a ese Ilustre Cuerpo, no envainar la espada, “hasta que no vea cerrado el Templo de Jano.”
Quienes hayan conocido su estatua en La Victoria , recordarán que aun tiene su espada
desenvainada, lo que significa que aun le quedan batallas por librar.
Cuando todavía no era militar sino civil, Ribas incorpora a los
excluidos. En la mañana auroral de la
Patria , el 19 de abril de 1810 se incorpora al Cabildo de
Caracas, como representante de los pardos. Ribas era blanco, ojos azules, pelo
castaño, riquísimo, dueño de haciendas, perteneciente a la más rancia
aristocracia de Caracas; hijo de un
canario y de una de las Herrera Mariñes, de la familia del Libertador; no tenía
una sola gota de sangre de pardos; pero se incorpora como representante de los
pardos. Visto desde aquí está claro que sabía que los pardos, no podían ni
asomarse a aquella reunión, que ni siquiera los hubieran dejado entrar, y él
los incorpora cuando se anuncia como su representante. Es el primer
incorporador de los marginados; de los excluidos. Esa mañana, la secular
exclusión que comenzó el 12 de octubre de 1492, comienza a resquebrajarse hasta
nuestros días. Incorporará luego a los negros, cuando entrena el célebre
Batallón Barlovento; luego a los esclavos cuando le solicita al Cabildo de
Caracas el envío de cien esclavos para defender La Victoria , solicitud que
es negada por unanimidad; y por último a los estudiantes, en las batallas de
Vigirima y La Victoria.
Hasta en su manera de llegar aquí, el incorporador de los excluidos nos
señala caminos. Actualmente Venezuela gestiona la repatriación de los restos de
del Precursor de la
Independencia. “No se que tienes Venezuela, si en la sangre,
en la leche o la placenta, que el hijo vil se te eterniza adentro, y el hijo
grande se te muere fuera”.
Venezuela Llora la ausencia de los restos del Mariscal Sucre, pero se
consuela al saber que reciben la veneración del pueblo ecuatoriano, en la Catedral de Quito; llora
igualmente la ausencia de los restos del General Miranda, pero su dolor de
agranda porque sabe que no reciben la veneración de nadie en ninguna parte. Los
sabios con su carbono 14 no han logrado saber donde están esos restos; pero
nosotros si sabemos dónde está la tierra con la cual se confundieron en el
camposanto del Arsenal de La Carraca en Cádiz. Propongo muy respetuosamente que
a semejanza de lo hecho con el General Ribas, traigamos tierra de Ocumare de la Costa , de La Vela de Coro, de La Victoria y de Caracas, y
simbolicemos en ella la reliquia de sus huesos y los dejemos descansar en paz.
El nuestro es un país de integración, hecho que se puede simbolizar en
el hecho de que nuestra Acta de Independencia la redactó un italiano, nuestro
Escudo de Armas lo pintó un inglés; en la batalla de Carabobo había más
británicos que carabobeños y nuestro primer Ejército Patriota estuvo integrado
por jóvenes polacos, portugueses y norteamericanos.
Vamos a invocar la intercesión del general Ribas, incluidor de excluidos,
para que, aprovechando la magnífica iniciativa del señor Presidente de la República , que incorporó
a nuestros abuelos indios al escudo de Armas de la República , se incorpore
también a nuestros abuelos africanos y a nuestros abuelos españoles. Nuestro Libertador
lo vio claro: “no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre
los aborígenes y los españoles. Nuestro pueblo es un compuesto de África y
América. Somos un crisol de razas”. Todos café con leche; unos más leche y
otros más café.
Incorporemos a nuestras efemérides a nuestra primera batalla, la de
Ocumare de la Costa.
Miranda llegó a Ocumare de la Costa el 27 de abril de
1806, se cumplieron dos siglos de
silencio. En ese mar azul de Ocumare ondeó por vez primera el tricolor mirandino
en territorio venezolano; allí se produjo el primer combate militar entre dos
ejércitos organizados; nuestro primer ejército patriota comandado por Miranda y
el ejército de Su Majestad, el Rey de España. Perdimos la batalla. Nos
cañonearon, ahogaron al capitán y varios marineros, a otros los mataron con
fuego de metralla, apresaron a dos de los tres buques, capturaron a 57
soldados, los juzgaron en Puerto Cabello, diez fueron condenados y ahorcados, y la bandera, humillada, clavada
al lado de cada víctima con el asta hacia abajo, y condenada a ser incinerada
en la Plaza Mayor
de Caracas. El General huyó a Trinidad y varios meses después regresó, esta vez
a La Vela de
Coro. El mismo día que llegó a Coro, el 4 de agosto, se quemaba entre burlas y
humillaciones, la bandera tricolor en la Plaza de Mayor de Caracas y Ribas estaba allí.
Fue el primer combate militar por la independencia; nuestra primera batalla
naval; allí recibió la bandera su bautizo de fuego, de sangre, de muerte, de
ahogados, de cautiverio, de enjuiciados, de condenados, de ahorcados, de
humillación y de incineración. Por eso propusimos muy respetuosamente el 27 de
abril antepasado ante la
Honorable Asamblea nacional, que se cambiara el Día Nacional
de la Bandera
para el 27 de abril, lo cual aún se puede hacer, para que no quede en el olvido, en la ignorancia y baypaseada,
nuestra primera batalla, y no se queden los primeros mártires de la guerra de
independencia, sin un piadoso Padre Nuestro.
Que se incorporen a la bandera las provincias de Coro y Maracaibo, y que se estudie la posibilidad de cambiar
nuevamente el Día Nacional de la
Bandera para el 27 de abril, fecha en la cual ondeó por
primera vez en territorio nacional, el tricolor mirandino y honrar así a
nuestra primera batalla militar, a nuestro primer combate naval y a los
primeros mártires de nuestra guerra magna.
Actualmente Ribas es un Capitán Válido, vivo y efectivo. Un líder está
vivo, cuando su ideal sigue vigente; cuando la lucha en la cual se empeñó no
está cumplida y cuando quienes se empeñan en alcanzarla, necesitan una fuente
de inspiración. Actualmente, dentro del proceso de transformaciones que
experimenta la república, el general Ribas tiene un papel importante que
desempeñar.
Señoras y señores:
Las aguas vuelven al lugar de donde salieron.
José Félix Januario Ribas Herrera salió un día de su Caracas natal, a
darlo todo por Una Patria verdadera, con independencia y libertad y por una
Revolución verdadera, con igualdad y justicia,
y lo dio todo. Entregó cuerpo y alma
a luchar por los ideales en los que creía y en el camino lo fue dejando
todo; hasta sus huesos. No vinieron los
suyos a confundirse con los “Huesos de Leones”; pero llegaron escoltados por revolucionarios guariqueños y aragüeños,
dignos herederos de la muchachada de Vigirima y
La Victoria.
General: en el Altar de la
Gloria lo dejamos; junto a sus compañeros de ideales,
encabezados por su sobrino político, su
superior y subalterno, su único jefe, El Libertador.
HE DICHO.
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