FUNDACIÓN DE EL CONSEJO
GERMÁN
FLEITAS NÚÑEZ
DEDICATORIA:
A LA MEMORIA DE MI ABUELA BELÉN, DE MI MAMÁ VESTALIA
Y DE MI HERMANA MORELLA. No nacieron en el pueblo pero fueron buenas
consejeñas.
A
LA MEMORIA DEL MAESTRO MIGUEL TOMÁS MEDINA, DE JOSÉ ALBARRÁN, FERNANDO BORGES MEDINA, RAFAEL
APONTE, FRANCISCO SALAZAR, PASTOR MORENO, HENRIQUE HERNÁNDEZ, JOSÉ JULIÁN NAVARRO, LUCRECIA FLORES, AUGUSTO
ZAPATA, AYMARA HERNÁNDEZ Y “CHUCHÚ” FERNÁNDEZ. Nacieron y vivieron en el pueblo
y fueron muy buenos consejeños.
AL
OLVIDO DE UN ALCALDE Y UNOS CONCEJALES DE CUYOS NOMBRES NO QUIERO NI ACORDARME.
Pretendieron borrar parte de la historia del pueblo y no lo consiguieron. Nacieron
en el pueblo pero fueron malos consejeños.
A
RÓMULO APONTE MEJÍAS, RAFAEL ANTONIO SANABRIA MARTÍNEZ, REBECA MORENO DE CUENCA
y ERNESTO TORRES. Custodios de la memoria histórica del pueblo.
A DON
HUMBERTO HERRERA DE TOVAR Y RAMELLA, A DON LUÍS LARRAIN BLANK, A LOS DOCTORES GUSTAVO Y ALBERTO VOLLMER HERRERA
y A MIS COMPAÑEROS DE LA ANTIGUA ESCUELA
FEDERAL GRADUADA “JUAN ÚSLAR”.
Justificación consejeña
“Me dolía tanto que mis muertos se volvieran a morir
conmigo, que se me ocurrió la idea de encerrarlos aquí. Este es el retrato de
mi memoria. Lo dejo entre tus manos.
(Mamá Blanca a Teresa)
Era una larga calle sombreada de almendrones y al
final había un río. Llegamos el primero de octubre de 1940. Mi abuela iba a ser
la enfermera del Dispensario de «Santa Teresa» y yo tenía dos meses de nacido.
Nos quedamos para siempre. Ella se fue poniendo vieja y yo me fui haciendo
hombre. Me enseñó a caminar, a leer y escribir. Entre los dos aprendimos a
conocer y querer al pueblo y a su gente.
Vinieron los días de la antigua Escuela Federal
«Juan Uslar», las primeras lecciones y los primeros amigos. Descubrí que el
mundo era más grande; que detrás de la calle de almendrones había más calles.
Arriba estaban los cerros neblinosos y abajo estaba el valle sembrado de
tablones de caña. Dos plazas, una frente a la otra como en eterno reto; la
Iglesia de la Santa Patrona y había cuatro caminos: el del río, el de los
españoles, el de la carretera y el camino de hierro del Gran Ferrocarril de
Venezuela.
El pueblo era más antiguo que nosotros pero no
sabíamos cuánto. Había una idea remota que afloraba de vez en cuando en la
memoria colectiva, por boca de los viejos que conversaban en la plaza. Cuando
alguien preguntaba, unos decían que lo había fundado un Doctor Blanco y otros
que un Padre Lindo. Todos coincidían en que había sido «. . .cuando los
españoles».
En 1960 me fui para Caracas a estudiar en la
Universidad. Llevaba un encargo que en las tertulias de la plaza me habían
hecho mis cuatro amigos viejos: José Albarrán, Fernando Borges Medina, Rafael
Aponte, Francisco Salazar y el Maestro José Julián Navarro. El encargo era:
investigar los orígenes del pueblo.
Llevado de la mano de José Antonio de Armas Chitty,
llegué un día al Seminario Arquidiocesano de Caracas en la sabana del Blanco,
donde conocí a uno de los sacerdotes más útiles de nuestro país, el Padre Jaime
Suriá, Director del Archivo. Se ocupaba entonces de organizar el inmenso
reservorio documental que allí reposaba, clasificándolo primero por siglos y
luego por décadas. Me convertí en su ayudante. Clasificábamos materiales y
después, los protegíamos con las carátulas de cartón piedra que aún conservan.
Al tiempo, cuando ya éramos amigos, puso en mis manos un voluminoso expediente
en cuya primera página se leía: «Pueblo de Nuestra Señora del Buen Consejo del
Mamón». Me leí de un jalón más de quinientas páginas escritas en letra
enredada. Ninguna de las emociones que he experimentado en el más de medio
siglo transcurrido desde entonces, se iguala a la que sentí, cuando me topé con
una acta fechada el veinticuatro de enero de mil setecientos setenta y siete,
mediante la cual se erigía la nueva parroquia. Había descubierto la fecha de
fundación de mi pueblo querido de El Consejo. Publiqué los primeros resultados
de mi investigación, en un artículo aparecido el 5 de mayo de 1961 en el diario
La Esfera, bajo el título de «No fue el Padre Lindo el fundador de El Consejo»
y como no era tiempo de microfilms ni fotocopiadoras, dediqué los próximos
meses, con la ayuda del Padre Suríá quien se convirtió en mi espontáneo
profesor de Paleografía, a copiar a mano, página por página, todo el
expediente, con la esperanza de algún día, escribir un libro. Al año siguiente,
por vez primera y desde entonces siempre, celebramos los consejeños nuestra fecha
natal.
En 1962 me inscribí en la Escuela de Historia de la
Universidad Central de Venezuela, aprobé el primer año y me retiré. Ya graduado
de abogado, me inscribí en la Maestría de Historia de la U.S.M. y también me
retiré. Me costó mucho tiempo comprender que no quería ser un doctor en
Historia sino simplemente escribir un libro sobre mi pueblo querido. Tarde he
comprendido que para escribir el libro tengo que continuar mis estudios de tan
difícil ciencia. Por eso estoy aquí.
En la paciente labor de acopiar materiales para ese
libro, me encontré con que el origen de El Consejo, en poco se parece al de los
demás pueblos del antiguo distrito. La
Victoria y San Mateo datan de finales del siglo XVI y principios del XVII
mientras que El Consejo es el único pueblo fundado durante el siglo XVIII. La
Colonia Tovar es del XIX y Las Tejerías del XX, pero no coloniales sino
republicanos. Por otra parte la fundación no es el producto de ajuntamiento de
encomiendas por mandato real o episcopal sino de la diligencia de los propios
vecinos, extinguida ya la encomienda y producido el mestizaje que dio origen al
pueblo venezolano. Y por último, se funda en sitio elegido a propósito,
atendiendo la calidad de las aguas y de los aires.
Primero fue un camino; después, un punto en el
camino; luego una iglesia y por último, un pueblo. En su nacimiento intervienen
las figuras principales de su momento: El Gobernador y Capitán General de la
Provincia Brigadier don José Carlos de Agüero representante de la Corona
Española; El Gran Obispo de Caracas don Mariano Martí, representante de la
iglesia; los terratenientes hacendados encabezados por don Martín de Tovar y
Blanco, Conde de Tovar, representante de la opulenta aristocracia territorial
de los grandes cacaos; el padre Joseph
García de Mohedano cura de Chacao y futuro Obispo de Guayana; el Vicario
General Dr. Gabriel Joseph de Lindo Juez Provisor y cabeza del Santo Oaficio de
la Inquisición. El pueblo, las esclavitudes y peonadas, motor y causa de todos
los grandes cambios, no se enteró, aun cuando todo se hizo en su nombre, por la
salvación su alma y por el buen servicio de Dios.
Cinco años dura el proceso. Comienza en septiembre
de 1772 con la petición suscrita por el Conde de Tovar y culmina el 24 de enero
de 1777 con la fundación, decretada por el Obispo Martí. Argumentos jurídicos,
sociales y religiosos le sirven de sustentación. Todo será debatido durante el
proceso: la desmembración del Curato de La Victoria, la escogencia del Sitio,
la fijación de los linderos, el nombre, el prorrateo de los gastos y la
fundación de la iglesia. Testigos de toda índole van a proceso a defender la
necesidad de fundar el pueblo; entre ellos, el victoriano Juan Vicente Bolívar
Ponte, futuro padre del Libertador.
Después, el echar a andar y el meterse en la
historia. Se trata ahora de levantar paredes, echarles piso y ponerles techo.
Nacen los hombres que van a derramar la sangre en los campos de batalla o el
sudor sobre el surco. Hombres como José Rafael Revenga, prócer de la
Independencia y primer secretario del Libertador o como el negro esclavo José
Tomás León, quien después de haberse incorporado al ejército libertador y
peleado en la Batalla de Ayacucho tiene que regresar a librar una nueva
batalla, esta vez legal contra sus antiguos dueños, quienes lo habían vendido a
un nuevo amo, mientras el negro peleaba por la libertad de un continente.
Las Matrículas hechas por los Párrocos de La
Victoria desde 1744 y por los de El Consejo desde 1777 en adelante, arrojan luz
sobre la evolución demográfica del pueblo. Allí están las haciendas y demás
sitios poblados, los nombres de los propietarios y encargados, el número de
casas, los habitantes por familia con indicación de su estado, sexo y demás
condiciones que permiten reconstruir toda la jurisdicción.
El gran debate ayer fue sobre el sitio: El Mamón, La
Sabaneta o Zurita. Al final, pudo ser Monte Oscuro el elegido. El debate hoy
podría ser: El Conde de Tovar o el Obispo Martí ¿a quién debe tenerse como
fundador?
Topamos con el Primer Cura y sus dignos sucesores;
con los nombres de los primeros consejeños, sus nacimientos, matrimonios, sus
hijos y sus muertos.
Cuatro años más tarde, en 1781 el Obispo hace su
primera visita al pueblo recién nacido y nos deja testimonio de su estado
actual, inventario de los bienes de la iglesia, censo de casas y habitantes,
los vicios principales que nos acompañan desde entonces y las providencias
dictadas para corregirlos.
Estudiamos el hecho glorioso de que el primer y el
último enfrentamiento armado que le opone el centro del país al dominio
europeo, tienen como escenario a nuestro pueblo. El primero, doscientos trece
años antes de la fundación, en 1564, en la garganta que nos une con la región
del Tuy Arriba, llamada desde entonces el Valle del Miedo. La última, a los 44
años de fundado, cuando el 20 de mayo de 1821 el General en Jefe José Francisco
Bermúdez derrota en El Consejo a las fuerzas realistas del Brigadier General
Ramón Correa.
Junto con el proceso de creación (1772-1777),
estudiamos los veintitrés primeros años (1777-1800), para concluir con la
visita y las interesantes descripciones que al comenzar el siglo XIX, hace
Alejandro de Humboldt.
Importante es la presencia de El Consejo durante el
Siglo XIX, especialmente durante la guerra de la Independencia. Será el único
lugar de Venezuela que se rebelará contra la inexplicable Capitulación de 1812;
en Las Cocuizas una Asamblea de Oficiales, destituye a Miranda, nombra General
de los Ejércitos al español patriota don Joaquín Pineda y desconoce la
rendición. En suelo consejeño firmará Bolívar su ratificación al Decreto que
declara libres a los esclavos que se incorporen a la lucha. Un hijo del pueblo,
prócer de la Federación, terror de la oligarquía, reposa en el Panteón
Nacional: José de Jesús González «El Agachao».
Fuentes documentales, bibliográficas, hemerográficas
y testimoniales han sido consultadas para la elaboración del libro. Igualmente
hemos utilizado los recursos de la historia oral y la propia vivencia.
La única razón que justifica este trabajo es el
amor. No quiero que mis muertos se vuelvan a morir conmigo.
El Consejo me marcó. En más de medio siglo de
andanzas, donde quiera que haya estado, me acompaña la sensación de que estoy
en el pueblo, de que no he salido aún de sus linderos. Mejor dicho, como que
nunca he querido salirme del todo. Sigo teniendo por el norte una montaña
neblinosa y por el sur, un valle sembrado de tablones de caña. En cada rincón
de mi memoria están sus calles, sus plazas, sus caminos y sus rostros. Cuando
la brisa fresca de alguna mañana me sorprende, cierro los ojos y tengo la
impresión de que frente a mí, caudalosas y cantarinas, corren las aguas de un
río turbulento que viene de muy lejos.
Primero
fue un camino; después, un punto en el camino; luego una iglesia y por último,
un pueblo.
Excelente trabajo para la posteridad,Germán. Ojalá la memoria del pueblo no se siga desdibujando por el olvido. Felicitaciones.
ResponderEliminarErnesto Gracias por tus palabras de estímulo, para oír eso vale la pena escribir, te esperamos..
ResponderEliminarEstimado profesor Fleitas:
ResponderEliminarReciba un cordial saludo. El Instituto de estudios Regionales y Urbanos de la Universidad Simón Bolívar realiza en la actualidad un estudio urbano de El Consejo y desearíamos realizarle una entrevista.
Email: omarin@usb.ve
ResponderEliminarCuando gusten. Ni teléfono es 0244-322.3980 y el celular 0412-531.5519. Yo asisto los lunes a la Academia Venezolana de la Lengua y los jueves a la Academia Nacional de la Historia. Podemos vernos en Caracas durante esos días o en La Victoria el resto de la semana.
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