LOS FUSILADOS DE EL CONSEJO
Por: Germán Fleitas Núñez
La Segunda
República nació en el Pueblo de La Victoria el 4 de agosto de 1813, cuando
después de culminar la más admirable de sus campañas, El Libertador, hospedado
en la casa de don Juan de La Madriz (hoy “La Mascota” frente a “La Liberal”), visita a la comisión que le envía el gobierno
realista de Caracas, en la casa de don
Francisco Sosa (hoy Casa de Mariño), acepta la rendición que le ofrecen y se
retira a descansar para continuar al día siguiente su viaje y hacer su entrada
triunfal a Caracas, el 7 de agosto.
En la
capitulación se establece que Monteverde y los demás integrantes del gobierno
de Su Majestad, esperarán a Bolívar en
Caracas para hacerle entrega formal del gobierno, pero cuando éste llega a
Caracas, encuentra a la ciudad sin autoridades, abandonada por sus dirigentes,
quienes contrariando lo estipulado, han huido hacia La Guaira y de allí a
Puerto Cabello.
Los patriotas
acusan a los realistas de haber incumplido con los términos de la rendición
pero estos se defienden diciendo que “los insurgentes” no respetan ni sus
propios acuerdos, ya que después de haber aceptado la capitulación y con ella,
el fin de la guerra, a su paso hacia Caracas, fusilaron a 21 personas en La
Victoria, a 9 en El Consejo y a una en San Pedro de Los Altos, y que si
ellos los hubieran esperado en Caracas,
los habrían fusilado también.
El nuevo
gobierno patriota de Caracas, presidido por José Félix Ribas, negó estos
fusilamientos y acusó a los fugitivos de
incumplir lo acordado mientras que los realistas insistieron en que las tropas
de Bolívar habían fusilado entre el 4 y el 6 de agosto, a 21 en La Victoria, 9
en El Consejo y 1 en San Pedro.
Hace 50 años,
cuando tuvimos conocimiento de estos fusilamientos, investigamos en los libros
parroquiales respectivos, con el siguiente resultado:
1) No
encontramos los 21 fusilados de La Victoria porque en esa ciudad no existen
libros parroquiales de ningún tipo, anteriores al año de 1821.
2) Pudimos revisar
los libros de San Pedro de los Altos y
encontramos a un pulpero, isleño, “pasado por las armas” (fusilado).
3) Distinta
suerte tuvimos en El Consejo, porque pudimos confirmar que los realistas habían
dicho la verdad. A su paso por mi pueblo querido, lo cual ocurrió al día
siguiente, el 5 de agosto de 1813 (hizo 199 años), las fuerzas patriotas fusilaron a nueve (9) personas. Al cura del pueblo que era el
presbítero doctor Juan Félix de Castro, se le permitió prestarle el auxilio
espiritual a los condenados y enterrarlos en el cuarto tramo del cementerio,
según se desprende de las actas levantadas al efecto.
Los nombres de
los Fusilados de El Consejo son los siguientes: Don ISIDORO BERNAL, adulto, “pasado
por las armas”; quien recibió cristiana sepultura con entierro rezado y recibió
“los santos sacramentos de la penitencia”.
Don JOSÉ SUNIGA, marido de doña JOSEFA
GONZÁLEZ, “pasado por las armas”.
Don MATEO TORRES, isleño “pasado por las
armas”.
Don FRANCISCO GONZÁLEZ, isleño, “pasado por
las armas”.
Don DOMINGO GORRÍN, isleño, “pasado por las
armas”.
Don AGUSTÍN MONROY, isleño, “pasado por las
armas”.
Don JOAQUÍN, isleño, “pasado por las
armas”.
Don AGUSTÍN, isleño, “pasado por las
armas”.
Don JOSÉ JOAQUÍN, isleño, “pasado por las
armas”.
Todos eran pulperos
y siete de ellos, isleños. Sorprenden sus ejecuciones porque ya para la fecha
había quedado sin efecto el Decreto de Guerra a Muerte firmado en Trujillo; con la Batalla de Taguanes había
terminado militarmente la campaña admirable y con la Capitulación de La
Victoria había terminado la guerra y nacido nuevamente la República.
De los nueve
fusilados solo se le menciona la esposa a
Don JOSÉ SUNIGA (creemos que es Súñiga o
Suniaga); a seis de ellos se los identifica como “isleños” (recordemos lo de
“españoles y canarios”) y a los tres últimos no se les anota el apellido.
Extraña que
siendo personas relevantes, principales y seguramente ricas, en un pueblo tan
pequeño como era El Consejo que apenas tenía 36 años de fundado, de estos 9 condenados
a muerte, que recibían el título de “Don”, el cual no se le concedía sino a
personas libres, blancas y ricas, el
Cura Párroco no conociera los nombres de las esposas de 8 de ellos ni los
apellidos de los otros tres. Es muy probable que la conmoción causada en un
pueblo tan pequeño por los fusilamientos, hubiera turbado a todos. Era la Guerra a
Muerte aplicada extemporáneamente a 9 consejeños, siete de ellos de origen
canario.
Claro está que
no dio tiempo a confesarlos porque no murieron de muerte natural sino bajo las
balas de los fusiles patriotas, en quien sabe cual improvisado paredón. Al conocer
sus nombres y algunos de sus apellidos en 1959, fue fácil comprender que eran
vecinos muy conocidos, muchos de cuyos
descendientes vivían aun entre nosotros;
al fin y al cabo había transcurrido menos de siglo y medio de los fusilamientos
y aun la memoria colectiva estaba fresca. Investigamos entre viejas familias
amigas descendientes de los fusilados y logramos completar alguna información. Vale
la pena que los jóvenes historiadores consejeños, especialmente mis amigos Rómulo
Aponte Mejías, Rafael Sanabria Martínez y Rebeca Moreno de Cuenca, escudriñen
la memoria de nuestros paisanos más ancianos y esa inagotable fuente de
información que es la memoria del pueblo, para ver si recuerdan haber oído decir entre
sus mayores, algo sobre estos fusilamientos.
Entre nosotros
viven los descendientes de estos mártires de la guerra. Jamás olvidemos que
todos somos descendientes de todos; que
entre nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos hay indios, negros,
españoles, esclavos y hombres libres, patriotas y realistas: que todos somos
producto de un mestizaje, de una mezcla enriquecedora, y que el pueblo somos todos. A casi 200 años de
sus muertes, elevemos una oración por el alma y en memoria de estos 9
consejeños fusilados por el ejército patriota, muy seguramente por defender las
banderas de su Rey.
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