PHILIPP VON HUTTEN
Palabras pronunciadas el viernes 4 de octubre de 2002, en el Auditorio
de la Asociación
Cultural Humboldt, con motivo de la entrega de la réplica del
cenotafio de PHILIPP von HUTTEN, a ser colocada en la Iglesia Catedral
de Coro.
Señoras y señores:
Cuando los
españoles iniciaron en firme la conquista de Venezuela, ni existía Venezuela
ni existía España, y su Serenísima Majestad El Rey,
no sabía hablar español porque era alemán. El hijo de Juana “La Loca ” y Felipe “El Hermoso”,
por ser nieto de los Reyes Católicos y del Emperador Maximiliano, ceñía
ambas coronas. La de España y la del Sacro Imperio. Casará
con la Princesa
Isabel , hija y hermana de Reyes de Portugal. Todo como parte de una estrategia trazada por
los Reyes Católicos, quienes conocían
perfectamente, los beneficios que traía una buena política de enlaces y unos buenos
matrimonios por conveniencia. Casarán a Isabel con el heredero al trono
portugués, a Juan y Juana con dos herederos de la Casa de Austria, a Catalina
con el Príncipe de Gales, y a Juana con Felipe, hijo del Emperador. Esta
política fue correcta y como consecuencia de su aplicación, legaron a sus
sucesores un imperio donde jamás se ponía el sol.
Si preguntáramos a cualquier estudiante de mi generación
¿Quién fue Carlos I?, es probable que dudaría mucho antes de reconocer que no
lo sabe. Pero si le preguntamos por Carlos V, responderá enseguida que fue el
Rey de España y Emperador de Alemania, y ello, porque este ilustre Emperador
del Sacro Imperio, rigió a España y
pasó a la historia, con su nombre alemán. No es de extrañar entonces, que en los comienzos de esa gigantesca
empresa que fue la conquista de América, muchos de los adelantados, hayan sido
alemanes, a pesar de que Alemania, en ese entonces, tampoco existía.
Le
corresponderá a su hijo, El Rey Felipe II, volver la mirada hacia el
Oeste, y ceñir para sí y para su hijo y
nieto, los Reyes Felipe III y Felipe IV, la corona de Portugal. Podríamos
afirmar entonces, estirando un poco las apreciaciones y fijando la atención en
muchas de las reales decisiones y los lugares donde se tomaron, que en gran medida, durante casi todo el
siglo XVI y buena parte del XVII, por
más de cien años, rigieron sobre
nuestras cabezas, una corona alemana y
tres coronas portuguesas.**************************
Dos poderosas familias de
comerciantes habían ayudado a financiar la elección de Carlos como Emperador de
Alemania y ambas reciben los favores del Rey, correspondiéndole a la de los
Welser (Los Welsares) con fortuna y nobleza acumulada por más de cuatro
siglos, estas alejadas y polvorientas
costas, llenas de misterios y de posibilidades.
Están muy poco
tiempo los Welser entre nosotros; apenas 17 años que no es mucho, pero su paso
está lleno de aventuras, de frustraciones, de leyendas, y sobre todo de desconocimiento sobre lo que
pasó en esos tiempos. Entre los españoles, los nativos y los propios alemanes
parece haberse hecho un pacto de silencio para que no quedara huella de ese
tiempo, pero la historia que es la gran
ordenadora de los hechos, la gran emparejadora, la que confiere a cada
uno su verdadera estatura y la que en
fiel aplicación de la definición romana
de la justicia, da a cada quien lo que le corresponde, -la historia- ha ido
entresacando de esa larguísima y oscura
noche que es el olvido, la presencia de
unos hombres más blancos que los hombres blancos, de ojos azul plomizo, que
fueron primeros actores en un drama cuyo
último acto aún no ha concluido, y que
fijó patrones de conducta que de tiempo
en tiempo, se han ido repitiendo en el acontecer nacional.
El 27 de marzo de 1527, a apenas 34 años del descubrimiento y a
apenas 28 de la llegada de Colón a Macuro,
se firma la contratación entre la Corona de Castilla y la Casa de Welser, por la cual
les concede la Provincia
de Venezuela desde el Cabo de La
Vela hasta Maracapana.
En febrero de 1529 llegan los alemanes a la Península de Paraguaná y
estarán aquí hasta 1545.***** Por supuesto que eso de que “estarán aquí hasta 1545” se refiere a quienes
regresaron, porque muchos de ellos se quedaron para siempre, abonaron con su sangre la nueva tierra y sus
huesos están hoy dispersos por la vasta geografía de nuestras patrias.
El propósito estaba claro:
cobrarse la deuda. Pero las obligaciones tambien estaban claras: poblamiento y
gobierno. Quedaban obligados a fundar dos ciudades en dos años; a construir
tres fortalezas, armar cuatro navíos y conducir 300 españoles y 50 mineros
alemanes. Por su parte quedaban
autorizados a introducir yeguas, caballos y mulas, cuatro mil negros, cobrar impuesto de sal y de
almojarifazgo; bodega libre, licencia
para esclavizar a los indios rebeldes; aprovechamiento de los minerales extraídos
y de las mercancía introducidas. Quienes traen
en cantidad a Venezuela, los caballos, las mulas y los negros, son los alemanes.
Hay una agenda no tan oculta
que es la de encontrar el mar del sur; una salida al Pacífico que les facilite
el camino hacia la isla de las especies, hacia el Japón. No olvidemos que desde
hace muy pocos años, la tierra ha comenzado a ser redonda. Esta ruta se busca
por el sur del lago de Maracaibo y por su puesto, jamás se encuentra. La
encontrarán los norteamericanos siglos después por el istmo de Panamá.
Con la llegada del primer
barco el 28 de febrero de 1528, queda fundada la Gobernación de
Venezuela.
Durante su estadía nombraron
siete gobernadores, sujetos a la confirmación de la corona. Ellos
fueron: Ambrosio Alfínger, Hans Seissenhofer
(Juan Alemán), Nicolás Federmann,
Bartolomé Sailer, Jorge Hohermuth (Jorge Spira), Enrique Remboldt y Philip von
Huten. Todos tuvieron problemas con las autoridades españolas quienes como se
dice modernamente, “no los dejaban gobernar”.
Si contáramos el tiempo en que verdaderamente ejercieron el gobierno en
forma clara, los diecisiete años se reducirían a apenas cinco y compartidos.
Desde el punto de vista
económico no les fue tan mal. Durante su
primera década extrajeron y fundieron más oro que en el resto del período
colonial (más) de 90.000 pesos;
esclavizaron a más de 1000 indígenas, ingresaron muchos navíos cargados de
mercancía y extrajeron riquezas que compensaban con creces la deuda por cobrar.
Según sus propios alegatos, cumplieron con su obligación, porque hasta fundaron
las ciudades a que se habían comprometido.
Cada uno de estos gobernantes
vivió su propia tragedia al enfrentar un medio inhóspito y ejercer un poder
mediatizado en el medio de intrigas y celadas de sus propios compañeros de
aventura. Casi todos murieron en la nueva tierra y quienes regresaron lo
hicieron enfermos para morir en el suelo natal.
El último de estos
gobernantes, es el que nos congrega esta noche: Fhillipp von Hutten von
Ebersburg o como lo conocimos en la escuela: Felipe de Hutten.
Nacido, como ustedes saben, el
18 de diciembre de 1511 en Schloss Birkenfeld, segundo hijo de Bernhard y
Gertraud von Hutten. Pertenecía a una familia de la alta aristocracia y como
tal, recibe una educación esmerada,
frecuenta la Corte ,
llega a ser Page de Carlos V y compañero de juventud del Príncipe Ferdinand,
quien luego será Kaiser del Sacro Imperio Romano. El 18 de octubre de 1534, a la edad de 23
años, por el Puerto de San Lucar de
Barrameda, sale de Europa, a donde no regresará jamás. Tres meses después, el 6
de febrero de 1535, llega a Coro en la Provincia de Venezuela, donde encontrará el
pedestal de su gloria.
Busca lo que buscaban todos,
la fortuna, el poder y la gloria. Y los persigue con una constancia y un valor
que asombran. En contra de todas las opiniones y de todas las profecías,
marchará decidido al encuentro con su destino y lo cumplirá como los antiguos
héroes griegos, con estoicismo y aplomo,
para al final convertirse en un triunfador que durante casi cinco siglos escondió los laureles del triunfo tras la
hojarasca de una falsa derrota.
Von Hutten vino a buscar
riquezas y anduvo tras la búsqueda por los falsos caminos que conducían a “El
Dorado”, nuestra primera gran mentira colectiva; vino a buscar poder y lo
encontró cinco años antes de morir cuando la Audiencia lo nombra
Capitán General de la
Provincia , cargo que le confirma su amigo, El Rey. Y vino a buscar
la gloria y la encuentra, aunque tardíamente,
gracias a su temple, a su sacrificio y al amor lejano de su querido
hermano.
Participa en varias
expediciones organizadas por Jorge Spira en 1535 y otras organizadas por él
mismo, ya Capitán General, en las cuales lo acompaña Bartolomé Welser, hijo del
jefe de la casa, lo cual demuestra la confianza que los financista del Rey
tenían en la empresa. Logra llegar en su viaje lleno de sorpresas, de combates, de peripecias y de sacrificios
dignos del mejor libro de aventuras, hasta las profundidades del territorio recién
descubierto, hasta los linderos del mundo de los Omaguas. Vive –y lo dice- más
temeroso a la guerra contra sus propios compañeros que a la guerra contra los
indios. Siempre adolorido por la ausencia
de su tierra natal, a la cual no se cansa de añorar, y el recuerdo de sus seres
queridos, especialmente su madre y su padre cuyas muertes lo sacudirán en lo
más profundo. Le queda el consuelo de su hermano Mauricio quien salva su
memoria. A su regreso, encuentra en El
Tocuyo un nuevo Capitán General, el español Juan de Carvajal, con quien se
enfrentará. Viaja a Coro pero Carvajal lo persigue y lo asesina el 17 de mayo
de 1546 junto con Bartolomé Welser y otras dos personas en la Plaza de El Tocuyo. El asesino
será juzgado y ejecutado cuatro meses después, el 16 de septiembre de
1546. El suyo será un crimen con
castigo. Esta es una historia que se repite en Venezuela y corresponde de a los
historiadores examinar el caso para que determinen si este es el primer golpe
de estado venezolano o el primer caso de utilización del crimen como arma
política..
En el momento de su muerte
tiene 34 años cumplidos de los cuales, once en Venezuela y cinco como Capitán
General.
Es necesario estudiar tambien
en cual medida influyó el gobierno alemán –si es que lo hubo- o su rechazo por parte de los españoles, en
la formación del ya incipiente espíritu nacional, del “alma nacional”, tal vez
hasta de “Patria”, Estimulada por los propios españoles para hacer oposición a
los alemanes, y que al poco tiempo revertirá contra ellos mismos dando origena
la infinidad de pequeñas manifestaciones y movimientos que desembocarán luego
con mayor fuerza en 1749 y en 1810.
El triunfo de von Hutten
consistió en su fracaso porque ansiaba la gloria, y si hubiera triunfado, si
hubiera encontrado El Dorado, habría
regresado a su tierra con riquezas, pero hoy no estuviéramos nosotros reunidos
aquí. Hubiera regresado y satisfecho al interés. Pero su sacrificio encontró
recompensa en el inmenso amor de su hermano, el Obispo Mauricio, quien al
perpetuar su memoria en esa lápida, lo metió en la historia, en el arte y en la
literatura de una Patria lejana cuya tierra se abonó con su sangre y con la cal
de sus huesos.
Si von Hutten no muere, su nombre
apenas sería recordado como el de tantos otros alemanes contemporáneos suyos,
Remboldt, Spira, Federman, Alfinger, Seissenhofer, pero su tragedia lo convierte en un símbolo
que resume la osadía, la ambición, la tenacidad, la negativa a aceptar la derrota.
Su nombre estaría en el montón; pero su fracaso lo convierte en triunfador,
porque alcanzó la gloria y su nombre hoy figura junto con el de Humboldt, junto
con los alemanes que pelearon en Carabobo, junto con los que vinieron a sembrar
la tierra, a comerciar o a capitanear empresas,
como uno más de los formadores de la nacionalidad.
El gobierno alemán –si es que
lo hubo- duró más que la guerra de independencia. Nuestra gesta magna en
Venezuela duró de 1810 a
1821, y en América hasta 1824, año de la Batalla de Ayacucho. La gestión de los Welser
duró hasta 15xx, 17 años. Pero ha sido poco y mal estudiado. Especialmente
porque la historia siempre la historia siempre la escriben los vencedores pero
en esta caso la escribieron los enemigos.
Tras el vil asesinato de von Hutten declina la influencia
de la Casa Welser
en el occidente. Terminará definitivamente entre 1846 y el 57 cuando se retiran
las demandas intentadas contra la corona por el cumplimiento del contrato. Los
sobrevivientes de la aventura se retiran a otros lugares y muchos regresan a Alemania,
y mientras los navíos cruzan los mares en viaje de regreso, las huestes
españolas cruzan valles, selvas y montañas desconocidas en busca del valle de
los Caracas. En vez de rumbo al sur, se
emprende la conquista del naciente, la conquista del centro, y a una década de
la muerte de von Hutten, nace Caracas.
Coro y El Tocuyo dejan de ser la capital,
y comienza otra historia.
La presencia alemana continúa
en menor escala. Misioneros, viajeros, científicos, comerciantes, exploradores,
hasta que en las postrimerías del siglo XVIII, arriba al otro extremo, a la
costa oriental, quien será símbolo de esa presencia; el Barón Alejandro de
Humboldt, el verdadero descubridor de Venezuela, al menos ante el mundo científico.
Durante el siglo XIX, tras de
las huellas de Humboldt, vienen definitivamente los alemanes y vienen a
quedarse. Importantes familias se asientan en las diferentes zonas del país y
hoy en día cada región es el hogar de alguna centenaria familia germano venezolana.
Cada pueblo venezolano tiene entre sus vecinos a por lo menos, un alemán. Mi
estado es un caso excepcional. Permítaseme una
digresión regionalista. El Estado Aragua, vio asentarse a comienzos del siglo antepasado, en dos de
sus pueblos principales, San Matheo y El Consejo, a una familia de origen
alemán que ha sido modelo de virtudes personales, familiares y ciudadanas; la familia Vollmer. Su
fundador, casó con Francisca Ribas Palacios, hija de una hermana de doña
Concepción Palacios, la madre del Libertador, y de un hermano del general José
Félix Ribas, Vencedor de los Tiranos en La Victoria; en consecuencia, prima
hermana de Simón Bolívar Palacios y de los hermanos Ustáriz Palacios, Palacios
Tovar, todos próceres de la independencia. Creemos que mayor integración a su
nueva patria era imposible. Sus
descendientes, venezolanos ejemplares, han honrado el gentilicio venezolano por
más de siete generaciones. Pero hay más; somos el único estado venezolano que en lugar de
haberse formado del entrecruce de tres
etnias como todos los demás, se formó de cuatro, porque al afluente autóctono
precolombino, al europeo que hizo la conquista y al negro africano, une una
cuarta, por haber visto nacer en su más altas cumbres un pueblo entero de origen
alemán: La Colonia
Tovar. En mi caso particular,
aprendí a leer y escribir en la escuela pública de El Consejo y durante
seis años escribí diariamente en mi cuaderno el nombre de “Escuela Federal Juan
Uslar”.
Le correspondió a los alemanes
comenzar a gobernar en un continente de espejismos y de engaños que coexisten
con una contundente realidad hermosa, rica, creativa y exuberante. Continente
de contradicciones donde las palabras
parecen sustituir la realidad. Se enseñorea sobre nuestras cabezas la viveza y
el pajarobravismo que debieron sorprender a
todos. Pero no es “El Dorado” nuestra primera gran mentira; hay muchas
otras antes y después. Creo que la más universal de todas es nuestro
nombre; nace América con el nombre de un cartógrafo que jamás se aventuró a la
travesía del mar pero que usurpó la Eponimia que por mil títulos correspondía
al Descubridor. Nos llamamos América en lugar de Colombia y al final, los
norteamericanos se cogieron el nombre para ellos, tanto que al decir América,
se refieren solo a los Estados Unidos. Nuestro Libertador pretendió corregir el
error y creo a Colombia pero su gran república, su sueño fue partido en
pedazos, y a este pedazo nuestro, tan querido, convertido en república contra
su expresa voluntad, se la bautiza como bolivariana. Es parte de nuestras
contradicciones verbales. Hablamos de revoluciones sin que jamás haya habido
ninguna en Venezuela; y hablamos de gobierno alemán, sin que sepamos ciencia
cierta si lo hubo.
En la clara mañana oriental de
1498, comienzan varios procesos,
imperceptibles entonces, pero que
hoy, a cinco siglos de distancia, podemos visualizar. El primero es que se
completa la redondez del mundo y comienza la Edad Moderna. Surgen
en propiedad, la Economía Capitalista
y la internacionalización de los mercados;
aparecen nuevas clases sociales,
se producen cambios fundamentales en la filosofía, en la visión del hombre y en su ubicación sobre el planeta y comienza la
expansión de la
Evangelización.
Para los habitantes del nuevo
mundo es el comienzo de la transculturización, del despojo, de la esclavitud y
en la mayoría de los casos, del exterminio. Con la aparición de la Utopía surge también el
pensamiento revolucionario. Se plantea un gigantesco problema jurídico y moral
que aún está por resolverse y por último, los lógicos problemas de orden
militar, político, social, económico y jurídico.
Pero lo más importante que
comienza ese día, es el mestizaje. Vienen tres largos y silenciosos siglos de
mezcla de culturas y de razas. Los trescientos años de formación del pueblo
venezolano. De lo que somos hoy.
Primero fue descubrir la
tierra: montañas, valles ríos, lagos llanuras inmensas y solitarias; una
vegetación desconocida, animales exóticos; un verdadero mundo nuevo. Luego
conquistarla a punta de espadas u cruces; pólvora y oraciones. La conquista de
la tierra no fue tan dura ni tan peligrosa como la conquista de sus habitantes.
Después fue poblarla: siembra de hombres y siembra de pueblos. Y durante todo
el tiempo la mezcla creadora del pueblo.
Españoles con
indios, negros con españoles, indios con negros, guitarras con tambores,
maracas con zambombas, panderetas con quenas, oraciones, ensalmes, conjuros,
guajiros con andaluces y con negros mandingas,
guaiqueríes y jiraharas mezclados con canarios, castellanos con luangos,
africanos con caribes, maremares con fandangos; la tristeza india con la sangre
caliente de los negros y el rasguear de guitarras con maracas y tambores y al
final: galerones, fulías, décimas jotas, lloras, polos, él “cuatro” y sobre la tierra el
hombre nuevo; todos café con leche; unos
más leche y otros más café; y en el
aire: el joropo que era, hecha sonidos, el alma nacional. Años después pudo
decir Bolívar que no éramos ni indios ni europeos ni sino un crisol de razas,
una nueva raza sobre la faz de la tierra.
Y surge la
pregunta: ¿está en esa mezcla el elemento alemán? Al parecer si. En algunas
expresiones del occidente, en algunas comidas, en versos populares que cantan
nuestra epopeya, aparecen huellas. Pero ¿y en la sangre? Todo eso está por
estudiarse.
Pero no todo fue paz ni aguas
mansas, porque esa misma mañana clara habían desembarcado grandes
contradicciones. Explotación, esclavitud y látigo. Las perlas para España; el cacao para España; el añil para España, el
oro para España; y de allá para acá: nuevos gobernadores, nuevos obispos nuevos
tributos. Claro está que vinieron la lengua castellana, la religión y las
instituciones, entre las cuales, el municipio. Éramos un pedazo más de España,
un poco más acá, con el Atlántico en el medio, pero españoles. Cuando nace
Bolívar nace español. Por sobre nuestras
cabezas, presidiéndonos: El Rey de España, algún tiempo, un alemán.
Se premió a los
hombres que hicieron la conquista, con el botín de guerra: la tierra y los
hombres. Junto con las matas, los pájaros, los ríos, repartieron los hombres
que habitaban la tierra y al final unos fueron dueños de otros: los amos y los
esclavos. Los de arriba y los de abajo. Comenzaba a gestarse el movimiento.
Fugas, rebeliones y todo un caudaloso río subterráneo que desemboca el 19 de abril de 1810. Lo que había
comenzado una mañana clara de 1498, y un día de 1528, comienza a desmoronarse
una mañana clara de 1810, primero en luchas por la independencia de la corona
española, luego en lucha contra la
aristocracia criolla y que subsiste hoy contra los explotadores. Se produce una
guerra de independencia, una guerra federal y
aún está por resolverse.
Cinco siglos después,
Venezuela es un País de integración, hecho entre todos y por hacer entre
todos. La participación ayer, está
simbolizada en hechos significativos. El Acta de la Independencia , la
redactó un italiano; el Escudo de Venezuela fue dibujado por un inglés; los
grandes descubridores de nuestra Patria fueron
un alemán y un italiano: Humboldt y Codazzi; y en la Batalla de Carabobo, había
más alemanes y británicos que carabobeños. La participación de hoy se ve todos
los días en todas las actividades del quehacer nacional en el cual, hombres y
mujeres venidos de otra tierras comparte con los venezolanos la construcción
del país..
Producto de ese mestizaje,
hubo un hombre que consagró su vida al logro de dos ideas fundamentales: la
primera, independizar a las naciones del nuevo mundo para organizarlas en
repúblicas democráticas donde los hombres fueran libres e iguales y luego, unir
a esos países, no en un solo país sino en lo que el llamaba una nación de
repúblicas, para así, presentarlas como un bloque homogéneo ante el resto del
mundo y lograr un nuevo equilibrio del universo. Ese hombre logró su primer
objetivo, pero en la hazaña se le fueron
veinte años y la vida. Su paradoja y su tragedia fueron que mientras alcanzaba
lo primero, se le iba de entre las manos lo segundo. Nuestra lucha hoy, cinco
siglos después, sigue siendo la de construir repúblicas democráticas y unirlas
para conquistar el nuevo equilibrio del universo, por el cual luchó Simón Bolívar.
Hay un
triángulo imaginario de grandes distancias que eleva cada vez más la estatura
histórica de von Hutten. Busca la gloria con valor y constancia, y muere en una
lejanísima tierra americana. Más allá del océano, su querido hermano Mauricio,
presa de intenso dolor, decide perpetuar la memoria de su hermano, mediante la
erección de este monumento que encarga al escultor Loy Hering, con texto
escrito en latín por el humanista Joachim Cramerius, Rector de la Universidad de
Leipzing, pero indudablemente dictado y orientado por el Obispo Moritz. Ahora
bien, ¿Qué perpetúa?.
Primeramente el Cristo,
inspirador de la fe religiosa suya y de
su hermano; el escudo familiar; los rostros de ambos en actitud de fe y
devoción hacia el crucificado; el navío símbolo de la travesía y la
aventura y el ejército de hombres a
caballo que acompañó a su hermano en la exploración por el nuevo mundo. Debajo
la inscripción en la cual destaca el gran amor hacia su hermano, su origen, su
formación en la Corte
de Carlos V, el propósito de su viaje que era extender la fe cristiana y
conocer nuevas gentes y nuevas naciones, sus expediciones y rangos, sus
hazañas, la traición y la celada del asesino, el nombre del criminal y su
posterior castigo, sus compañeros de sacrificio, y la frustración de la gran
esperanza que representaba el querido hermano. Toda una biografía.
Casi cinco siglos después, esa
obra de arte, tal vez la primera referida a esta tierra de gracia, revela su
mensaje y nuevamente ese barco que es sin duda la “Santa Trinidad”, vuelve a
surcar los mares, esas tropas se adentran nuevamente en los territorios
desconocidos, esa fe cristiana y ese profundo amor de los hermanos se renueva y
ese aventurero de piel blanca y ojos azul plomizo echa a andar por los caminos
de una patria que lo vio nacer y por los
caminos de otra patria que lo vio morir, hasta convertirse en el primer símbolo
de una amistad entre dos países distintos y distantes pero indisolublemente
ligados en la historia. Por eso hablé de las grandes distancias, en la
geografía y en el tiempo. Es como un triángulo espaciotemporal; una muerte y un
recuerdo amoroso separados por el atlántico, revividos a cinco siglos de
distancia para situar en el presente a un actor principal de nuestro pasado. Esa
es la gloria que él encontró sin saberlo.
Historiadores y novelistas han
encontrado en von Hutten a uno de nuestros primeros mitos o arquetipos. Las
obras de Karl Henrich Panhort, Erich
Ritcher, Hildegart Rüprich, Rolf Walter, Juan Friede, la apasionante novela de
Herrera Luque y el magnífico trabajo de la profesora así lo confirman. Ahora le ha correspondido a sus paisanos
hacerlo presente en el escenario de su tragedia; en la tierra donde reposan sus
huesos. Los señores Jenckel, la
Cámara de Comercio e Industria Venezolana Alemana, don
Mathías von Fedak von Ballerstein y muchos otros caballeros alemanes o amigos
de alemanes, han hecho posible este regreso.
Su patria venezolana les agradece esta contribución a la difícil tarea
de armar el rompecabezas de nuestro pasado histórico y de nuestra formación
como pueblo.
Señoras y señores: Con los
Welzares, especialmente con este héroe de novela venezolana, de auténtica
novela venezolana, que es Von Hutten,
comienza la presencia alemana en Venezuela, afortunadamente acrecentada en el
presente. Esta presencia alemana, aunque
casi tres siglos anterior a su visita, está simbolizada por la figura de
Alejandro de Humbodt; y la
Patria Venezolana , aunque nacida varios siglos antes que él,
está simbolizada por la figura de Simón Bolívar. Estos dos hombres se
conocieron, fueron amigos y mantuvieron correspondencia. Pues bien, creo que el
mejor homenaje de gratitud a la presencia alemana en Venezuela se puede rendir,
repitiendo las palabras con las que nuestro Libertador definió el aporte del
sabio alemán a nuestro continente con las cuales termino este discurso: “El nuevo mundo, le debe más al Barón de
Humbodt, que a todos sus conquistadores”.
Un relato emocionante . Muchas gracias.
ResponderEliminarExcelente narrativa de un discurso interesantísimo de nuestra historia.
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