29 mar 2014

PHILIPP VON HUTTEN
Palabras pronunciadas el viernes 4 de octubre de 2002, en el Auditorio de la Asociación Cultural Humboldt, con motivo de la entrega de la réplica del cenotafio de PHILIPP von HUTTEN, a ser colocada en la Iglesia Catedral de Coro.

Señoras y señores:

Cuando los españoles iniciaron en firme  la  conquista de Venezuela, ni existía Venezuela ni existía España, y su Serenísima Majestad  El Rey,   no sabía hablar español porque era alemán. El hijo de Juana “La Loca” y Felipe “El Hermoso”, por ser nieto de los Reyes Católicos y del Emperador Maximiliano,  ceñía  ambas coronas. La de España y la del Sacro Imperio.  Casará  con la Princesa Isabel, hija y hermana de Reyes de Portugal.  Todo como parte de una estrategia trazada por los Reyes Católicos,  quienes conocían perfectamente, los beneficios que traía una buena política de enlaces y unos buenos matrimonios por conveniencia. Casarán a Isabel con el heredero al trono portugués, a Juan y Juana con dos herederos de la Casa de Austria, a Catalina con el Príncipe de Gales, y a Juana con Felipe, hijo del Emperador. Esta política fue correcta y como consecuencia de su aplicación, legaron a sus sucesores un imperio donde jamás se ponía el sol.

Si preguntáramos  a cualquier estudiante de mi generación ¿Quién fue Carlos I?, es probable que dudaría mucho antes de reconocer que no lo sabe. Pero si le preguntamos por Carlos V, responderá enseguida que fue el Rey de España y Emperador de Alemania, y ello, porque este ilustre Emperador del Sacro Imperio,   rigió a España y pasó a la historia, con su nombre alemán. No es de extrañar entonces,  que en los comienzos de esa gigantesca empresa que fue la conquista de América, muchos de los adelantados, hayan sido alemanes, a pesar de que Alemania, en ese entonces, tampoco existía.

Le corresponderá a su hijo, El Rey Felipe II, volver la mirada hacia el Oeste,  y ceñir para sí y para su hijo y nieto, los Reyes Felipe III y Felipe IV, la corona de Portugal. Podríamos afirmar entonces, estirando un poco las apreciaciones y fijando la atención en muchas de las reales decisiones y los lugares donde se tomaron,  que en gran medida, durante casi todo el siglo XVI y buena parte del  XVII, por más de cien años,  rigieron sobre nuestras cabezas,  una corona alemana y tres coronas portuguesas.**************************

Dos poderosas familias de comerciantes habían ayudado a financiar la elección de Carlos como Emperador de Alemania y ambas reciben los favores del Rey, correspondiéndole a la de los Welser (Los Welsares) con fortuna y nobleza acumulada por más de cuatro siglos,  estas alejadas y polvorientas costas, llenas de misterios y de posibilidades.

Están muy poco tiempo los Welser entre nosotros; apenas 17 años que no es mucho, pero su paso está lleno de aventuras, de frustraciones, de leyendas,  y sobre todo de desconocimiento sobre lo que pasó en esos tiempos. Entre los españoles, los nativos y los propios alemanes parece haberse hecho un pacto de silencio para que no quedara huella de ese tiempo, pero la historia que es la gran  ordenadora de los hechos, la gran emparejadora, la que confiere a cada uno su verdadera estatura  y la que en fiel aplicación  de la definición romana de la justicia, da a cada quien lo que le corresponde, -la historia- ha ido entresacando de esa  larguísima y oscura noche que es el olvido,  la presencia de unos hombres más blancos que los hombres blancos, de ojos azul plomizo, que fueron  primeros actores en un drama cuyo último acto aún no ha concluido, y  que fijó  patrones de conducta que de tiempo en tiempo, se han ido repitiendo en el acontecer nacional.

El  27 de marzo de 1527,  a apenas 34 años del descubrimiento y a apenas 28 de la llegada de Colón a Macuro,   se firma la contratación entre la Corona de Castilla y la Casa de Welser, por la cual les concede la Provincia de Venezuela desde el Cabo de La Vela hasta Maracapana.  En febrero de 1529 llegan los alemanes a la Península de Paraguaná y estarán aquí hasta 1545.***** Por supuesto que eso de que “estarán aquí hasta 1545” se refiere a quienes regresaron, porque muchos de ellos se quedaron para siempre,  abonaron con su sangre la nueva tierra y sus huesos están hoy dispersos por la vasta geografía de nuestras patrias.

El propósito estaba claro: cobrarse la deuda. Pero las obligaciones tambien estaban claras: poblamiento y gobierno. Quedaban obligados a fundar dos ciudades en dos años; a construir tres fortalezas, armar cuatro navíos y conducir 300 españoles y 50 mineros alemanes.  Por su parte quedaban autorizados a introducir yeguas, caballos y mulas, cuatro mil negros,  cobrar impuesto de sal y de almojarifazgo;  bodega libre, licencia para esclavizar a los indios rebeldes; aprovechamiento de los minerales extraídos y de las mercancía introducidas. Quienes traen  en cantidad a Venezuela, los caballos, las  mulas y los negros, son los alemanes.

Hay una agenda no tan oculta que es la de encontrar el mar del sur; una salida al Pacífico que les facilite el camino hacia la isla de las especies, hacia el Japón. No olvidemos que desde hace muy pocos años, la tierra ha comenzado a ser redonda. Esta ruta se busca por el sur del lago de Maracaibo y por su puesto, jamás se encuentra. La encontrarán los norteamericanos siglos después por el istmo de Panamá.

Con la llegada del primer barco el 28 de febrero de 1528, queda fundada la Gobernación de Venezuela.

Durante su estadía nombraron siete  gobernadores,  sujetos a la confirmación de la corona. Ellos fueron: Ambrosio Alfínger, Hans Seissenhofer  (Juan Alemán),  Nicolás Federmann, Bartolomé Sailer, Jorge Hohermuth (Jorge Spira), Enrique Remboldt y Philip von Huten. Todos tuvieron problemas con las autoridades españolas quienes como se dice modernamente, “no los dejaban gobernar”.  Si contáramos el tiempo en que verdaderamente ejercieron el gobierno en forma clara, los diecisiete años se reducirían a apenas cinco y compartidos.

Desde el punto de vista económico  no les fue tan mal. Durante su primera década extrajeron y fundieron más oro que en el resto del período colonial (más)  de 90.000 pesos; esclavizaron a más de 1000 indígenas, ingresaron muchos navíos cargados de mercancía y extrajeron riquezas que compensaban con creces la deuda por cobrar. Según sus propios alegatos, cumplieron con su obligación, porque hasta fundaron las ciudades a que se habían comprometido.

Cada uno de estos gobernantes vivió su propia tragedia al enfrentar un medio inhóspito y ejercer un poder mediatizado en el medio de intrigas y celadas de sus propios compañeros de aventura. Casi todos murieron en la nueva tierra y quienes regresaron lo hicieron enfermos para morir en el suelo natal.

El último de estos gobernantes, es el que nos congrega esta noche: Fhillipp von Hutten von Ebersburg o como lo conocimos en la escuela: Felipe de Hutten.

Nacido, como ustedes saben, el 18 de diciembre de 1511 en Schloss Birkenfeld, segundo hijo de Bernhard y Gertraud von Hutten. Pertenecía a una familia de la alta aristocracia y como tal, recibe una educación esmerada,  frecuenta la Corte, llega a ser Page de Carlos V y compañero de juventud del Príncipe Ferdinand, quien luego será Kaiser del Sacro Imperio Romano. El 18 de octubre de 1534, a la edad de 23 años,  por el Puerto de San Lucar de Barrameda, sale de Europa, a donde no regresará jamás. Tres meses después, el 6 de febrero de 1535, llega a Coro en la Provincia de Venezuela, donde encontrará el pedestal de su gloria.

Busca lo que buscaban todos, la fortuna, el poder y la gloria. Y los persigue con una constancia y un valor que asombran. En contra de todas las opiniones y de todas las profecías, marchará decidido al encuentro con su destino y lo cumplirá como los antiguos héroes griegos, con estoicismo y aplomo,  para al final convertirse en un triunfador que durante  casi cinco siglos  escondió los laureles del triunfo tras la hojarasca de una falsa derrota.

Von Hutten vino a buscar riquezas y anduvo tras la búsqueda por los falsos caminos que conducían a “El Dorado”, nuestra primera gran mentira colectiva; vino a buscar poder y lo encontró cinco años antes de morir cuando la Audiencia lo nombra Capitán General de la Provincia, cargo que le confirma su amigo, El Rey. Y vino a buscar la gloria y la encuentra, aunque tardíamente,  gracias a su temple, a su sacrificio y al amor lejano de su querido hermano.

Participa en varias expediciones organizadas por Jorge Spira en 1535 y otras organizadas por él mismo, ya Capitán General, en las cuales lo acompaña Bartolomé Welser, hijo del jefe de la casa, lo cual demuestra la confianza que los financista del Rey tenían en la empresa. Logra llegar en su viaje lleno de sorpresas,  de combates, de peripecias y de sacrificios dignos del mejor libro de aventuras, hasta las profundidades del territorio recién descubierto, hasta los linderos del mundo de los Omaguas. Vive –y lo dice- más temeroso a la guerra contra sus propios compañeros que a la guerra contra los indios. Siempre adolorido  por la ausencia de su tierra natal, a la cual no se cansa de añorar, y el recuerdo de sus seres queridos, especialmente su madre y su padre cuyas muertes lo sacudirán en lo más profundo. Le queda el consuelo de su hermano Mauricio quien salva su memoria. A su regreso,  encuentra en El Tocuyo un nuevo Capitán General, el español Juan de Carvajal, con quien se enfrentará. Viaja a Coro pero Carvajal lo persigue y lo asesina el 17 de mayo de 1546 junto con Bartolomé Welser y otras dos personas en la Plaza de El Tocuyo. El asesino será juzgado y ejecutado cuatro meses después, el 16 de septiembre de 1546.  El suyo será un crimen con castigo. Esta es una historia que se repite en Venezuela y corresponde de a los historiadores examinar el caso para que determinen si este es el primer golpe de estado venezolano o el primer caso de utilización del crimen como arma política..


En el momento de su muerte tiene 34 años cumplidos de los cuales, once en Venezuela y cinco como Capitán General.

Es necesario estudiar tambien en cual medida influyó el gobierno alemán –si es que lo hubo-  o su rechazo por parte de los españoles, en la formación del ya incipiente espíritu nacional, del “alma nacional”, tal vez hasta de “Patria”, Estimulada por los propios españoles para hacer oposición a los alemanes, y que al poco tiempo revertirá contra ellos mismos dando origena la infinidad de pequeñas manifestaciones y movimientos que desembocarán luego con mayor fuerza en 1749 y en 1810.

El triunfo de von Hutten consistió en su fracaso porque ansiaba la gloria, y si hubiera triunfado, si hubiera encontrado El Dorado,  habría regresado a su tierra con riquezas, pero hoy no estuviéramos nosotros reunidos aquí. Hubiera regresado y satisfecho al interés. Pero su sacrificio encontró recompensa en el inmenso amor de su hermano, el Obispo Mauricio, quien al perpetuar su memoria en esa lápida, lo metió en la historia, en el arte y en la literatura de una Patria lejana cuya tierra se abonó con su sangre y con la cal de sus huesos.

Si von Hutten no muere, su nombre apenas sería recordado como el de tantos otros alemanes contemporáneos suyos, Remboldt, Spira, Federman, Alfinger, Seissenhofer,  pero su tragedia lo convierte en un símbolo que resume la osadía, la ambición, la tenacidad, la negativa a aceptar la derrota. Su nombre estaría en el montón; pero su fracaso lo convierte en triunfador, porque alcanzó la gloria y su nombre hoy figura junto con el de Humboldt, junto con los alemanes que pelearon en Carabobo, junto con los que vinieron a sembrar la tierra, a comerciar o a capitanear empresas,  como uno más de los formadores de la nacionalidad.

El gobierno alemán –si es que lo hubo- duró más que la guerra de independencia. Nuestra gesta magna en Venezuela duró de 1810 a 1821, y en América hasta 1824, año de la Batalla de Ayacucho. La gestión de los Welser duró hasta 15xx, 17 años. Pero ha sido poco y mal estudiado. Especialmente porque la historia siempre la historia siempre la escriben los vencedores pero en esta caso la escribieron los enemigos.


Tras el  vil asesinato de von Hutten declina la influencia de la Casa Welser en el occidente. Terminará definitivamente entre 1846 y el 57 cuando se retiran las demandas intentadas contra la corona por el cumplimiento del contrato. Los sobrevivientes de la aventura se retiran a otros lugares y muchos regresan a Alemania, y mientras los navíos cruzan los mares en viaje de regreso, las huestes españolas cruzan valles, selvas y montañas desconocidas en busca del valle de los Caracas.  En vez de rumbo al sur, se emprende la conquista del naciente, la conquista del centro, y a una década de la muerte  de von Hutten, nace Caracas. Coro y El Tocuyo dejan de ser la capital,  y comienza otra historia.

La presencia alemana continúa en menor escala. Misioneros, viajeros, científicos, comerciantes, exploradores, hasta que en las postrimerías del siglo XVIII, arriba al otro extremo, a la costa oriental, quien será símbolo de esa presencia; el Barón Alejandro de Humboldt, el verdadero descubridor de Venezuela, al menos ante el mundo científico.

Durante el siglo XIX, tras de las huellas de Humboldt, vienen definitivamente los alemanes y vienen a quedarse. Importantes familias se asientan en las diferentes zonas del país y hoy en día cada región es el hogar de alguna centenaria familia germano venezolana. Cada pueblo venezolano tiene entre sus vecinos a por lo menos, un alemán. Mi estado es un caso excepcional. Permítaseme una  digresión regionalista. El Estado Aragua, vio asentarse  a comienzos del siglo antepasado, en dos de sus pueblos principales, San Matheo y El Consejo, a una familia de origen alemán que ha sido modelo de virtudes personales, familiares  y ciudadanas; la familia Vollmer. Su fundador, casó con Francisca Ribas Palacios, hija de una hermana de doña Concepción Palacios, la madre del Libertador, y de un hermano del general José Félix Ribas, Vencedor de los Tiranos en La Victoria; en consecuencia, prima hermana de Simón Bolívar Palacios y de los hermanos Ustáriz Palacios, Palacios Tovar, todos próceres de la independencia. Creemos que mayor integración a su nueva patria era imposible.  Sus descendientes, venezolanos ejemplares, han honrado el gentilicio venezolano por más de siete generaciones. Pero hay más; somos el  único estado venezolano que en lugar de haberse formado del entrecruce de  tres etnias como todos los demás, se formó de cuatro, porque al afluente autóctono precolombino, al europeo que hizo la conquista y al negro africano, une una cuarta, por haber visto nacer en su más altas cumbres un pueblo entero de origen alemán: La Colonia Tovar. En mi caso particular,  aprendí a leer y escribir en la escuela pública de El Consejo y durante seis años escribí diariamente en mi cuaderno el nombre de “Escuela Federal Juan Uslar”.

Le correspondió a los alemanes comenzar a gobernar en un continente de espejismos y de engaños que coexisten con una contundente realidad hermosa, rica, creativa y exuberante. Continente de contradicciones  donde las palabras parecen sustituir la realidad. Se enseñorea sobre nuestras cabezas la viveza y el pajarobravismo que debieron sorprender a  todos. Pero no es “El Dorado” nuestra primera gran mentira; hay muchas otras antes y después. Creo que la más universal de todas es nuestro nombre;  nace América con el nombre  de un cartógrafo que jamás se aventuró a la travesía del mar pero que usurpó la Eponimia que por mil títulos correspondía al Descubridor. Nos llamamos América en lugar de Colombia y al final, los norteamericanos se cogieron el nombre para ellos, tanto que al decir América, se refieren solo a los Estados Unidos. Nuestro Libertador pretendió corregir el error y creo a Colombia pero su gran república, su sueño fue partido en pedazos, y a este pedazo nuestro, tan querido, convertido en república contra su expresa voluntad, se la bautiza como bolivariana. Es parte de nuestras contradicciones verbales. Hablamos de revoluciones sin que jamás haya habido ninguna en Venezuela; y hablamos de gobierno alemán, sin que sepamos ciencia cierta si lo hubo.

En la clara mañana oriental de 1498, comienzan varios procesos,  imperceptibles entonces,  pero que hoy, a cinco siglos de distancia, podemos visualizar. El primero es que se completa la redondez del mundo y comienza la Edad Moderna. Surgen en propiedad,  la Economía Capitalista y la internacionalización de los mercados;  aparecen  nuevas clases sociales, se producen cambios fundamentales en la filosofía,    en la visión del hombre y en  su ubicación sobre el planeta y comienza la expansión de la Evangelización.

Para los habitantes del nuevo mundo es el comienzo de la transculturización, del despojo, de la esclavitud y en la mayoría de los casos, del exterminio. Con la aparición de la Utopía surge también el pensamiento revolucionario. Se plantea un gigantesco problema jurídico y moral que aún está por resolverse y por último, los lógicos problemas de orden militar, político, social, económico y jurídico.

Pero lo más importante que comienza ese día, es el mestizaje. Vienen tres largos y silenciosos siglos de mezcla de culturas y de razas. Los trescientos años de formación del pueblo venezolano. De lo que somos hoy.

Primero fue descubrir la tierra: montañas, valles ríos, lagos llanuras inmensas y solitarias; una vegetación desconocida, animales exóticos; un verdadero mundo nuevo. Luego conquistarla a punta de espadas u cruces; pólvora y oraciones. La conquista de la tierra no fue tan dura ni tan peligrosa como la conquista de sus habitantes. Después fue poblarla: siembra de hombres y siembra de pueblos. Y durante todo el tiempo la mezcla creadora del pueblo.

Españoles con indios, negros con españoles, indios con negros, guitarras con tambores, maracas con zambombas, panderetas con quenas, oraciones, ensalmes, conjuros, guajiros con andaluces y con negros mandingas,  guaiqueríes y jiraharas mezclados con canarios, castellanos con luangos, africanos con caribes, maremares con fandangos; la tristeza india con la sangre caliente de los negros y el rasguear de guitarras con maracas y tambores y al final: galerones, fulías, décimas jotas, lloras,  polos, él “cuatro” y sobre la tierra el hombre nuevo;  todos café con leche; unos más leche y otros más café;  y en el aire: el joropo que era, hecha sonidos, el alma nacional. Años después pudo decir Bolívar que no éramos ni indios ni europeos ni sino un crisol de razas, una nueva raza sobre la faz de la tierra.

Y surge la pregunta: ¿está en esa mezcla el elemento alemán? Al parecer si. En algunas expresiones del occidente, en algunas comidas, en versos populares que cantan nuestra epopeya, aparecen huellas. Pero ¿y en la sangre? Todo eso está por estudiarse.

Pero no todo fue paz ni aguas mansas, porque esa misma mañana clara habían desembarcado grandes contradicciones. Explotación, esclavitud y látigo. Las perlas para España;  el cacao para España; el añil para España, el oro para España; y de allá para acá: nuevos gobernadores, nuevos obispos nuevos tributos. Claro está que vinieron la lengua castellana, la religión y las instituciones, entre las cuales, el municipio. Éramos un pedazo más de España, un poco más acá, con el Atlántico en el medio, pero españoles. Cuando nace Bolívar nace español.  Por sobre nuestras cabezas, presidiéndonos: El Rey de España, algún tiempo, un alemán.

Se premió a los hombres que hicieron la conquista, con el botín de guerra: la tierra y los hombres. Junto con las matas, los pájaros, los ríos, repartieron los hombres que habitaban la tierra y al final unos fueron dueños de otros: los amos y los esclavos. Los de arriba y los de abajo. Comenzaba a gestarse el movimiento. Fugas, rebeliones y todo un caudaloso río subterráneo que desemboca  el 19 de abril de 1810. Lo que había comenzado una mañana clara de 1498, y un día de 1528, comienza a desmoronarse una mañana clara de 1810, primero en luchas por la independencia de la corona española,  luego en lucha contra la aristocracia criolla y que subsiste hoy contra los explotadores. Se produce una guerra de independencia, una guerra federal y  aún está por resolverse.

Cinco siglos después, Venezuela es un País de integración, hecho entre todos y por hacer entre todos.  La participación ayer, está simbolizada en hechos significativos. El Acta de la Independencia, la redactó un italiano; el Escudo de Venezuela fue dibujado por un inglés; los grandes descubridores de nuestra Patria fueron  un alemán y un italiano: Humboldt y Codazzi; y en la Batalla de Carabobo, había más alemanes y británicos que carabobeños. La participación de hoy se ve todos los días en todas las actividades del quehacer nacional en el cual, hombres y mujeres venidos de otra tierras comparte con los venezolanos la construcción del país..

Producto de ese mestizaje, hubo un hombre que consagró su vida al logro de dos ideas fundamentales: la primera, independizar a las naciones del nuevo mundo para organizarlas en repúblicas democráticas donde los hombres fueran libres e iguales y luego, unir a esos países, no en un solo país sino en lo que el llamaba una nación de repúblicas, para así, presentarlas como un bloque homogéneo ante el resto del mundo y lograr un nuevo equilibrio del universo. Ese hombre logró su primer objetivo,  pero en la hazaña se le fueron veinte años y la vida. Su paradoja y su tragedia fueron que mientras alcanzaba lo primero, se le iba de entre las manos lo segundo. Nuestra lucha hoy, cinco siglos después, sigue siendo la de construir repúblicas democráticas y unirlas para conquistar el nuevo equilibrio del universo, por el cual  luchó Simón Bolívar.

Hay un triángulo imaginario de grandes distancias que eleva cada vez más la estatura histórica de von Hutten. Busca la gloria con valor y constancia, y muere en una lejanísima tierra americana. Más allá del océano, su querido hermano Mauricio, presa de intenso dolor, decide perpetuar la memoria de su hermano, mediante la erección de este monumento que encarga al escultor Loy Hering, con texto escrito en latín por el humanista Joachim Cramerius, Rector de la Universidad de Leipzing, pero indudablemente dictado y orientado por el Obispo Moritz. Ahora bien, ¿Qué perpetúa?.

Primeramente el Cristo, inspirador de  la fe religiosa suya y de su hermano; el escudo familiar; los rostros de ambos en actitud de fe y devoción hacia el crucificado; el navío símbolo de la travesía y la aventura  y el ejército de hombres a caballo que acompañó a su hermano en la exploración por el nuevo mundo. Debajo la inscripción en la cual destaca el gran amor hacia su hermano, su origen, su formación en la Corte de Carlos V, el propósito de su viaje que era extender la fe cristiana y conocer nuevas gentes y nuevas naciones, sus expediciones y rangos, sus hazañas, la traición y la celada del asesino, el nombre del criminal y su posterior castigo, sus compañeros de sacrificio, y la frustración de la gran esperanza que representaba el querido hermano. Toda una biografía.

Casi cinco siglos después, esa obra de arte, tal vez la primera referida a esta tierra de gracia, revela su mensaje y nuevamente ese barco que es sin duda la “Santa Trinidad”, vuelve a surcar los mares, esas tropas se adentran nuevamente en los territorios desconocidos, esa fe cristiana y ese profundo amor de los hermanos se renueva y ese aventurero de piel blanca y ojos azul plomizo echa a andar por los caminos de una patria que lo vio nacer y  por los caminos de otra patria que lo vio morir, hasta convertirse en el primer símbolo de una amistad entre dos países distintos y distantes pero indisolublemente ligados en la historia. Por eso hablé de las grandes distancias, en la geografía y en el tiempo. Es como un triángulo espaciotemporal; una muerte y un recuerdo amoroso separados por el atlántico, revividos a cinco siglos de distancia para situar en el presente a un actor principal de nuestro pasado. Esa es la gloria que él encontró sin saberlo.

Historiadores y novelistas han encontrado en von Hutten a uno de nuestros primeros mitos o arquetipos. Las obras de Karl Henrich  Panhort, Erich Ritcher, Hildegart Rüprich, Rolf Walter, Juan Friede, la apasionante novela de Herrera Luque y el magnífico trabajo de la profesora así lo confirman.  Ahora le ha correspondido a sus paisanos hacerlo presente en el escenario de su tragedia; en la tierra donde reposan sus huesos. Los señores Jenckel, la Cámara de Comercio e Industria Venezolana Alemana, don Mathías von Fedak von Ballerstein y muchos otros caballeros alemanes o amigos de alemanes, han hecho posible este regreso.  Su patria venezolana les agradece esta contribución a la difícil tarea de armar el rompecabezas de nuestro pasado histórico y de nuestra formación como pueblo.

Señoras y señores: Con los Welzares, especialmente con este héroe de novela venezolana, de auténtica novela venezolana,  que es Von Hutten, comienza la presencia alemana en Venezuela, afortunadamente acrecentada en el presente. Esta presencia alemana,  aunque casi tres siglos anterior a su visita, está simbolizada por la figura de Alejandro de Humbodt; y la Patria Venezolana, aunque nacida varios siglos antes que él, está simbolizada por la figura de Simón Bolívar. Estos dos hombres se conocieron, fueron amigos y mantuvieron correspondencia. Pues bien, creo que el mejor homenaje de gratitud a la presencia alemana en Venezuela se puede rendir, repitiendo las palabras con las que nuestro Libertador definió el aporte del sabio alemán a nuestro continente con las cuales termino este discurso: “El nuevo mundo, le debe más al Barón de Humbodt, que a todos sus conquistadores”.


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