DISCURSO DE EL QUIJOTE
PRONUNCIADO EN EL HEMICICLO DE LA
ASAMBLEA NACIONAL DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA
DE VENEZUELA, DURANTE LA
SESIÓN ESPECIAL CELEBRADA EL 27 DE ABRIL DE 2005, CON MOTIVO
DE CUMPLIR CUATROCIENTOS AÑOS LA PUBLICACIÓN DE “EL
INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA
MANCHA ”
Señoras y señores:
El 6 de diciembre de 1830, en la sala de una casa de campo, situada en
un apartado rincón de la costa colombiana, un buen lector, moribundo del cuerpo
y desesperanzado del alma, se acerca con dificultad, a la desvencijada vitrina
donde tiene sus libros el dueño de la finca, el marqués don José Joaquín de
Mier y Benítez, quien le ha brindado la hospitalidad que le niegan sus paisanos
y que tanta falta le hace para morir tranquilo. El noble caballero español se
le adelanta apenado: “Mi biblioteca es muy pobre, General; apenas tengo dos
libros”. El Libertador los toma entre sus manos y le dice: “No necesita más;
aquí tiene usted la historia de la humanidad: “Tiene a “Gil Blas”, de Santillana,
donde está el hombre tal cual es; y aquí
tiene usted “Don Quijote de la
Mancha ”, donde está el hombre como debiera ser”.
Y es que ya entonces, desde hacía dos siglos y cuarto, como ahora, hace cuatro siglos, “El Caballero de la Triste Figura ”, andaba y desandaba caminos, uniendo al mundo
hispano, al cual también pertenecemos, porque lo que no pudieron las espadas ni
las cruces, lo pudo la palabra.
Echó a andar en busca de aventuras, en un mundo antiquísimo y naciente
a la vez, que se reacomodaba después de
las asombrosas transformaciones de finales del siglo XV. Se había comenzado a
unificar España con el muy conveniente matrimonio de Fernando, el Rey de Aragón
con Isabel, la Reina
de Castilla; culminaba La
Reconquista con la toma de Granada y con la definitiva
expulsión de los moros en 1492 -si es que se puede expulsar definitivamente a
alguien que ha estado adentro durante ocho siglos- y en el amanecer del 12 de
octubre de 1492, se completa la redondez
del mundo, al menos para Europa.
Florecen el Renacimiento y el
Siglo de Oro, comienza la
Edad Moderna , surgen en propiedad la Economía Capitalista
y la internacionalización de los mercados;
aparecen nuevas clases sociales,
se producen cambios fundamentales en la filosofía, en la visión del mundo y del hombre y
en su ubicación sobre el planeta, y se expande la Evangelización. Para los habitantes del
nuevo mundo es el comienzo de la transculturización, del despojo, de la
esclavitud y en muchos de los casos, del exterminio. Aparecen la Utopía y el pensamiento
revolucionario. Se plantean gigantescos problemas jurídicos y morales que aún
están por resolverse y por supuesto, los lógicos problemas de orden militar,
político, social, económico y jurídico.
En esa clara mañana
comienzan varios procesos,
imperceptibles entonces, pero que
hoy, a cinco siglos de distancia, podemos visualizar. El primero es que se
completa la visión geográfica del
planeta; Colón ha descubierto para
España un continente y la novedad europea consiste en enterarse de “que más
allá de la mar queda mundo todavía”. Comienza el mestizaje. Vienen tres largos
y silenciosos siglos de mezcla de culturas y de sangres. Los trescientos años
de formación del pueblo venezolano. De lo que somos hoy. Junto con la religión,
la lengua, las instituciones, los caballos, las espadas y las cruces, llegan
las contradicciones; el despojo de la tierra, la esclavitud, la injusticia, y comienza un proceso que todavía, cinco
siglos después, está por resolverse.
Se ha agigantado y
enriquecido el poderoso imperio español.
Primero fue descubrir la
tierra: montañas, valles ríos, lagos, llanuras inmensas y solitarias; una
vegetación desconocida, animales exóticos; un verdadero mundo nuevo. Luego
conquistarla a punta de espadas y cruces; pólvora y oraciones. La conquista de
la tierra no fue tan dura ni tan peligrosa como la conquista de sus habitantes.
Después fue poblarla: siembra de hombres y siembra de pueblos. Y durante todo
el tiempo, la mezcla creadora del pueblo.
Españoles con
indias, negros con españolas, indios con negras, guitarras con tambores,
maracas con zambombas, panderetas con quenas; oraciones, ensalmes, conjuros;
guajiros con andaluces y con negros mandingas,
guaiqueríes y jiraharas mezclados con canarios, castellanos con luangos,
africanos con caribes, maremares con fandangos; la tristeza india con la sangre
caliente de los negros y el rasguear de guitarras con maracas y tambores, y al final: galerones, fulías, décimas, jotas, lloras, polos, él “cuatro” y sobre la
tierra el hombre nuevo; y en el aire: el
joropo que era, hecha sonidos, el alma nacional. Años después pudo decir
Bolívar que no éramos ni indios ni europeos ni sino un crisol de razas, una
nueva raza sobre la faz de la tierra.
Pero no todo fue paz ni aguas
mansas, porque esa misma mañana había desembarcado grandes contradicciones.
Explotación, esclavitud y látigo. Las perlas para España; el cacao para España; el añil para España, el
oro para España; y de allá para acá: nuevos gobernadores, nuevos obispos nuevos
tributos. Vinieron la lengua castellana, la religión y las instituciones, entre
las cuales, El Municipio. Éramos un pedazo más del imperio español. Con el
Atlántico en el medio, pero españoles. Cuando nace Bolívar, el caraqueño, nace español.
Por sobre nuestras cabezas emplumadas, la corona de España.
Se premió a los
hombres que hicieron la conquista, con el botín de guerra: la tierra y los
hombres. Junto con las matas, los pájaros, los ríos, repartieron los hombres
que habitaban la tierra y al final unos fueron dueños de otros: los amos y los
esclavos. Los de arriba y los de abajo. Desde el propio comienzo,
imperceptiblemente, comenzó el movimiento. Fugas, rebeliones, y todo un caudaloso río subterráneo que
desemboca el 19 de abril de 1810. Lo que
en nuestra patria había comenzado una mañana clara de 1498, comienza a
desmoronarse una mañana clara de 1810, primero en luchas por la independencia
de la corona española, luego contra la
aristocracia criolla y que subsiste hoy contra los explotadores. Y esa lucha en
la que estamos enfrascados desde antes de 1810 no ha terminado, porque nunca
hemos logrado consolidar una verdadera revolución.
Siempre nos hemos engolosinado con la palabra,
nos gusta, nos motiva, nos hace levantar los sueños, pero siempre ha terminado
teniendo un sabor amargo. Se habló de la Revolución de Independencia; como después se
hablará de la
Revolución Federal , luego de la Revolución Andina
o de la Revolución
de Octubre; pero no hubo tales; dejamos pasar la oportunidad; se quedó en el
papel, porque no todos estaban claros; muchos de los revolucionarios asumieron
los privilegios del régimen depuesto, la mayoría de las tierras permaneció en
manos de los mismos propietarios que la detentaban hacía tres siglos y siguió
en sus manos durante los siglos siguientes.
Por esa defensa a ultranza de los intereses particulares e individuales
frente a los intereses colectivos, en
Venezuela, en cinco siglos, dos de ellos independientes, nunca hemos
podido consolidar una verdadera revolución. Por ese “acomodarse bien para
porsiacaso” que ha obnubilado tradicionalmente a los líderes, todas se han
quedado en el discurso y en el tintero y
han terminado siendo revoluciones de saliva y de papel. Así, socavadas por las
pajarerías de los más vivos, se han frustrado a lo largo de nuestro continente,
con muy contadas excepciones. Se podría simbolizar esa frustración con el caso
de un bravo guerrero de la Revolución Mexicana llamado Sandalio Rojas, quien
después de haber luchado con bravura por los desposeídos y ver como al final
los generalotes se cogían las tierras, se enriquecían con los dineros públicos
y se convertían todos en panzudos multimillonarios, regresó a su bodega de Michoacán y sobre el mostrador puso un
cartelito con un verso que decía:
SI ME VIENEN A BUSCAR
PARA OTRA REVOLUCIÓN,
LES DIRÉ: “TOY’ OCUPADO
TRABAJANDO PAL’ PATRÓN”.
La sangrienta Revolución Federal no sirvió de
mucho, porque volvimos a perder la oportunidad. No hubo tal federación, porque
así como la Primera
República fue una "federación de centralismos",
esta vez se produjo un centralismo de federaciones; después de teñirnos de tinta y de sangre, después de 5
años de proclamas que hablaban de federación, produjo el gobierno más
centralista de siglo XIX: los 20 años de autocracia del general Antonio Guzmán
Blanco; al final la guerra federal ni fue federal ni fue propiamente una
guerra. Apenas hubo dos grandes batallas: la de Santa Inés que ganó la
revolución y la de Coplé que ganó el gobierno; lo demás fueron combates de
grupitos contra grupitos, una horrible matanza de escaramuza en escaramuza, y
la tierra siguió estando en manos de los godos, a excepción de aquellas que se
cogieron los generales y los doctores que hicieron la federación. Eso tampoco
fue una revolución.
Los paños calientes no han sido suficientes, apenas han servido de
anestesia local y los grandes problemas siguen sin solucionarse.
Algo pasó ese día y cuando hoy lo celebramos o lo conmemoramos (no se
cual es el término correcto), debemos plantearnos que de allí arrancó
la formación de un crisol que dio origen al pueblo venezolano. De la mezcla de europeos, africanos y
habitantes de esta parte del mundo, del cruce de sus sangres, culturas,
religiones, artes, creencias y vivencias, surgió lo que hoy somos. Pero somos
mestizaje de mestizajes, porque los españoles que vienen son el producto de
diez siglos de mezclas allá en la península y los africanos, los que menos, se
han mezclado entre ellos un siglo antes
de venir; esta mezcla es la más difícil de observar porque todos se nos
parecen, pero es necesario meterse entre los libros de Marcial Ramos
Guédez.
Nuestra patria la hemos ido haciendo entre todos; nos caemos y nos reconstituimos una y otra vez, y la seguimos
construyendo día a día entre todos; quienes nacimos aquí y quienes llegaron de
otras tierras. Desde los días aurorales estamos juntos. El Acta de la Independencia la
redactó un italiano, el Escudo Nacional lo pintó un inglés, los grandes
descubridores del territorio ante el mundo fueron un alemán y un italiano
Prócer de la
Independencia ; en la Batalla de Carabobo pelearon más ingleses que
aragüeños, y ese día en el ejército realista había más venezolanos que
españoles. Nuestra mezcla de mezclas, nuestro mestizaje de mestizajes es
nuestra verdadera identidad nacional; aquí junto con las culturas propias de
nuestros abuelos cobrizos, en gran parte arrasadas por nuestros abuelos blancos
y la de nuestros abuelos negros traídos del África contra sus voluntades y
esclavizados por nuestros antepasados, se fusionaron seis siglos de cultura
grecorromana y ocho siglos de cultura árabe. Ahí está, diluida pero fácilmente
identificable, nuestra identidad nacional.
No podemos quienes desde hace dos siglos hemos gobernado nuestro país,
eludir la responsabilidad que tenemos por haber abandonado, ignorado y explotado
a nuestros hermanos indígenas, eludiendo nuestra responsabilidad, y endosándole
nuestra desidia y nuestra gran culpa, a los conquistadores españoles. Eso es un
viejo vicio que consiste en echarle las culpas al gobierno anterior. Los
verdaderos dueños de esta tierra somos todos sin discriminación de grupos
étnicos y si nos seguimos descalificando unos con otros afirmando que más
derecho tienen los negros de Curiepe o los indios del Amazonas o los catiritos
de la Colonia Tovar ,
que el hijo de la inmigrante que desembarcó ayer en La Guaira con su barriga,
nuestra Patria en lugar de ser de todos, seguirá siendo de quienes la han
explotado ante nuestras miradas fragmentadas.
La novedad del nuevo mundo es
materia que enciende la imaginación de los científicos, poetas, aventureros,
soñadores, novelistas, y entre ellos, a Cervantes, y así lo va a reflejar en su
obra.
Colón muere apenas a seis años de haberle engarzado a
la corona de España su joya más preciosa; pero la injusticia persigue al
descubridor; muere sin enterarse de que había encontrado un mundo nuevo.
También podríamos decir que contra su memoria ese día comenzó a dar buenos
frutos la viveza y la pajarería; y el caso más ilustrativo tiene que ver con el
nombre de nuestro continente. Un ilustre
cartógrafo, quien nada tuvo que ver con la hazaña de atravesar un mar desconocido
para llegar a cualquier parte, dibujó los mapas de las tierras “recién
descubiertas” y esas se comenzaron a llamar “tierras de Américo”, hasta que al
final quedaron bautizadas como “América” o “Continente Americano”, en el acto de mayor injusticia bautismal,
cometido para con el Almirante Cristóbal Colón, que fue quien tuvo que hacer
los cuatro largos y arriesgados viajes.
Nuestro Libertador Simón Bolívar quiso corregir ese
error y esa gigantesca injusticia y creó una gran patria con el nombre de
Colón. Tal vez aspiraba a que con los tiempos esa patria se hiciera
más grande y fuera ganando terreno y cubriendo el continente, con el nombre de su “descubridor”. Pero ese
sueño fue roto y destruido por quienes ni lo entendieron ni lo defendieron, se
partió en pedazos, y hoy en día, uno de los
pedazos de ese hermoso sueño de Bolívar lleva su propio nombre y América se
sigue llamando América.
Desde ese día quedó institucionalizado el triunfo de
quienes “dicen y pregonan” sobre quienes “hacen y logran”. Desde entonces, si
un hombre va adelante pegando gritos y diciendo que hace falta construir un
edificio, y detrás viene otro hombre con una carretilla llena de ladrillos y
cemento y lo construye, el día de la inauguración, le colocan una estatua al
hombre que pegó los gritos y no al hombre que construyó el edificio. Por este
lado deben buscarse las causas del gran éxito que durante los últimos siglos
han tenido en nuestras patrias los demagogos y los picos de plata.
Pero hay más.
Los “norteamericanos” decidieron apropiarse del nombre de todo el
continente; se lo cogieron para ellos; y
ahora, cuando su presidente habla de “América”, o del “pueblo de América”, se
está refiriendo solamente al de los Estados Unidos.
La otra injusticia bautismal
que lo persigue, es que 513 años
después, no nos hemos puesto de acuerdo en el nombre que le vamos a poner al
día de su hazaña, porque al bautizarlo, lo estamos limitando con una definición
parcializada, que como toda definición es cuestionable y deja por fuera partes
importantes de lo definido. Durante cinco siglos, el solo hecho de ponerle un
solo nombre a este día, ha resultado imposible. En los lejanos días de la
escuela primaria, se lo llamó “El Día del Descubrimiento de América” o “El Día
de la Raza ”, pero ambas denominaciones fueron cuestionadas
alegando que la raza era una sola, la humana, y que no se podía hablar de
descubrimiento sin aclarar “quién había descubierto a quién”; porque si es
cierto que los europeos tuvieron un primer contacto –que muchos dicen que no
fue el primero- con los indios, también lo es,
que ese mismo día los indios tuvieron su primer contacto con el hombre
blanco. Por otra parte, este término de “indios” con el que se denominó a los
habitantes de esta tierra de gracia, encerraba un error, porque los navegantes
creían –y murieron creyéndolo- que habían llegado a Las Indias.
Se cuestiona la idea del descubrimiento de un nuevo mundo, alegando que
no era tan nuevo, tanto así, que la primera ciencia que floreció después de
aquel memorable día, fue la arqueología,
que estudia precisamente lo muy antiguo.
Mucho menos se podía hablar del descubrimiento de América por Europa,
porque cuando se produjo ese hecho no existían ni Europa ni América, y en todo
caso la idea era “europeizante”, porque se simbolizaba con la imagen de un
hombre (Rodrigo de Triana) montado sobre el Palo Mayor de una de las carabelas
gritando: “Tierra, Tierra”; cuando desde
nuestro punto de vista americano o indiano, más bien debería simbolizarse con
la imagen de un habitante de nuestra costa oriental, encaramado sobre lo mas alto de un cocotero
gritando: “Barco, Barco”.
Más tarde se lo bautizó como “El Día de la Hispanidad ”, pero
enseguida se alegó que eso refería a España y excluía a Portugal. Entonces se acudió al término “Día
Iberoamericano”, que incluía a Portugal, vecino de España en la Península Ibérica ,
por inmediatamente se dijo que se dejaba afuera Inglaterra y Francia,
conquistadoras de todo el norte del continente, así como Holanda y otros países
que participaron en “eso que pasó“.
Se descartó lo de descubrimiento, que era un concepto unilateral, y se sustituyó por el de encuentro; pero
entonces surgió la interrogante: “¿encuentro de qué o de quiénes?”. Primero se dijo que de “dos mundos” y se
arguyó que ni eran dos, ni se habían
encontrado. Entonces se dijo que “de dos
culturas”, pero tampoco se aceptó,
porque no se podía considerar encuentro, el hecho de que una cultura borrara y
aplastara a otra, tal como pasó; porque al borrar las ideas religiosas, las lenguas y las formas de
vida de unos para ser sustituidas por
las de otros, habría de todo menos encuentro; y en todo caso, sería más bien,
no un encuentro sino “un encontronazo”.
Nuestra incorporación al mundo hispano ha sido muy dura porque comenzó
por la fuerza y no hemos podido ni siquiera ponerle nombre.
Para muchos fue el comienzo “del genocidio”; “del exterminio” de unos
hombres que hasta entonces habían sido libres para ser sometidos a la manera de
pensar, de creer y de vivir de otros. Por el contrario surgió la idea de que
ese día comenzó “La
Evangelización ” y la civilización de “los infieles”. Esta
Honorable Asamblea le ha dado un nuevo nombre: El de “Día del comienzo de la
resistencia indígena”, el cual refiere a la resistencia que en muchas partes
comenzó en las mismas mañanas de sus respectivos descubrimientos y que aun se mantiene, no ya
contra los conquistadores sino contra el abandono, los despojos y las
injusticias a que los sometieron y aun los tienen sometidos los gobiernos que sustituyeron al
régimen español después de la independencia.
Donde se resistió, porque hubo, como
algunos indios de nuestras costas, quienes le pidieron a los invasores que no
se fueran, que los defendieran de unos indios que venían de las islas del mar,
que los invadían, se llevaban a las mujeres, les robaban las cosechas, los
mataban y se los comían.
Cuando en 1547 nace Cervantes en Alcalá de Henares, Su Serenísima
Majestad, el Rey de España, no sabía
hablar español porque era de Bélgica. El hijo de Juana “La Loca ” y Felipe “El Hermoso”,
por ser nieto de los Reyes Católicos y del Emperador Maximiliano, ceñía
ambas coronas: la de España y la del Sacro Imperio. Casará
con la Princesa
Isabel , hija y hermana de Reyes de Portugal. Todo como parte de una estrategia trazada por
sus abuelos los Reyes Católicos, quienes
conocían perfectamente por experiencia propia, los beneficios que traía una
buena política de enlaces y unos buenos matrimonios por conveniencia. Casarán a
Isabel con el heredero al trono portugués, a Juan y Juana con dos herederos de la Casa de Austria, a Catalina
con el Príncipe de Gales, y a Juana con Felipe, hijo del Emperador. Esta
política fue correcta y como consecuencia de su aplicación, legaron a sus
sucesores, un imperio donde jamás se
ponía el sol.
Si preguntáramos a cualquier estudiante de nuestra generación
¿Quién fue Carlos I?, es probable que dudaría mucho antes de reconocer que no
lo sabe. Pero si le preguntamos por Carlos V, responderá enseguida que fue el
Rey de España y Emperador de Alemania, y ello, porque este ilustre Emperador
del Sacro Imperio, rigió a España y
pasó a su historia, con su nombre alemán. No es de extrañar entonces, que en los comienzos de esa gigantesca
empresa que fue la conquista de América, muchos de los adelantados, hayan sido
alemanes, a pesar de que Alemania, en ese entonces, tampoco existía.
Le
corresponderá a su hijo, El Rey Felipe II, volver la mirada hacia el
Oeste, y ceñir para sí y para su hijo y
nieto, los Reyes Felipe III y Felipe IV, la corona de Portugal. Podríamos
afirmar entonces, estirando un poco las apreciaciones y fijando la atención en
muchas de las reales decisiones y los lugares donde se tomaron, que en gran medida, durante casi todo el
siglo XVI y buena parte del XVII, por
más de cien años, rigieron sobre
nuestras cabezas, una corona alemana y
tres coronas portuguesas.
Y ese es el mundo en pleno
proceso de creación y reacomodo, en el cual nace, vive, escribe envejece y muere Cervantes.
Echa a andar por caminos de palabras, en una lengua en
plena formación: el castellano. Un mestizaje lingüístico en el cual se mezclan
los latines –porque hay un latín noble que hablan los curas, los césares, los
escritores los poetas, el de Cicerón; y hay otro común (lo han llamado latín
vulgar), el del hombre común y
corriente, el del pueblo bajo, los autores lo denominan “sermo urbanus”,
“rústicus”, “humilis” y “plebeius”. Ha llegado a la península en el siglo III y
se queda durante seis siglos. Allí se mezcla con las lenguas de los iberos,
celtas, fenicios, griegos y toda una gama de lenguas provinciales. Se asienta
sin dificultad en Castilla de donde toma su nombre y hay quienes señalan como
su inicio, tan solo once palabras
Las glosas emilianenses compuestas en el Monasterio de San Millán de la Cogolla. Un monje glosa un sermón de San Agustín y escribe once líneas que son las primeras escritas en castellano. Dice “Con la ayuda de Nuestro Señor Don Cristo, Don Salvador, Señor que está en el honor y Señor que tiene el mando con el Padre, con el Espíritu Santo, en los siglos de los siglos. Concédenos Dios omnipotente, hacer tal servicio que delante de su faz gozosos seamos. Amén”.
Once líneas que se pueden comparar con esos pequeños manantiales de los
cuales al correr del tiempo nacen majestuosos
y turbulentos ríos.
De boca en boca en esta lengua se cantan las hazañas, los cantares de
gesta y entre ellos “El Mío Cid”, la historia Ruí Díaz de Vivar, el Cid
Campeador. Y en 1268 el Rey Alfonso X El Sabio escribe su obra y su monumental
“Siete Partidas”, fuente fundamental del derecho indiano. Hay regiones donde no
logra penetrar tan fácilmente. Mantienen hasta hoy sus fablas, el País Vasco,
Cataluña, Valencia, Galicia, regiones que en su secular lucha por la autonomía
espiritual, cultural y hasta territorial, la primera defensa que hacen es la de
la lengua así como para doblegar las pretensiones autonómicas la dictadura de
Franco lo primero que hace es prohibir que en Cataluña o en Euzkadi, se hable
catalán o Vasco. Parece ser verdad eso de que lo que no pueden las espadas ni
las cruces, lo puede la palabra.
El latín le va
cediendo paso al castellano en las “Glosas Silenienses”, en las “Glosas
Emilianenses” y en “Los Milagros de Nuestra Señora”, de Gonzalo de Berceo.
Quiero fer una
prosa en roman paladino (*)
en cual suele el pueblo fablar a su vecino
ca non son tan letrado por fer otro latino
bien valdra como creo un vaso de bon vino.
en cual suele el pueblo fablar a su vecino
ca non son tan letrado por fer otro latino
bien valdra como creo un vaso de bon vino.
Don Antonio de Nebrija pretende ponerle orden al idioma, por mandato de
la Reina Isabel ,
y compone la Primera Gramática
de la Lengua
Castellana. Su autor, Lebrija o Nebrija, , cuando la Real Majestad le pregunta que
para qué sirve ese libro, le dice: “después que su alteza metiesse debaxo de su
iugo muchos pueblos bárbaros e naciones de peregrinas lenguas, e con el
vencimiento, aquellos tenian necesidad de recibir las leies quel vencedor pone
al vencido, e con ellas nuestra lengua, entonces por esta mi Arte podrian venir en el
conocimiento della como agora nos otros
deprendemos el Arte dela gramática
latina para desprender el latín”. Lo que es igual no es trampa, pensaría Don
Antonio. Esa lengua castellana fresca es la que enseñan aquí los conquistadores
y por eso nuestros campesinos hablan tan bien un castellano que en España tuvo
necesidad de darle paso al español. El Padre Heredia desde La Victoria , según se lee en
la magnífica obra de Gisela Pastori, de informa al Rey: “Los he enseñado a
hablar nuestra lengua, para que en todo se parezcan a los españoles”. Era el
ideal de quienes nos enseñaban sus hablares y sus dioses, para civilizarnos, en
la seguridad de que nos estaban haciendo un gran favor. Nuestro máximo poeta
popular decía que no, que nuestro Dios nos alegraba más y nos mantenía en
constante navidad; oigamos de su Canto España:
Y ES SU PASCUA, LA PASCUA MATUTINA ,
MÁS CLARA QUE LA PASCUA JOVIAL DE
PALESTINA,
PORQUE SI EN LOS CATÓLICOS
REBAÑOS
EL PASTOR GALILEO NACE TODOS LOS
AÑOS,
CADA AURORA DEL INDIO FLORECE
EPIFANÍAS,
PORQUE EL SOL, DIOS SUPREMO,
NACE TODOS LOS DÍAS.
Esa es la lengua que va a servir de pedestal definitivo al mayor de sus
monumentos, que es la obra de Cervantes.
En este momento en todo el planeta se habla de
Cervantes, de la lengua castellana, de su extraordinario libro y del personaje:
Don Quijote. Hay que mencionarlos separados porque la aventura del autor y la
aventura del libro son tan apasionantes como la de Alonso Quijano.
Si Cervantes no hubiera
escrito nunca una sola línea, de todas maneras merecería una biografía. Su vida
es tan apasionante, porque de fracaso en fracaso alcanzó la gloria que tal vez
jamás hubiera conocido si hubiera sido un triunfador; si nunca hubiera
fracasado.
Cervantes vivió el momento
cimero de la literatura universal, el siglo de oro, y eso que parece ser una
fortuna, es una desafortunada circunstancia, porque sus contemporáneos no lo
dejan brillar. En Inglaterra William Shakespeare, quien murió el mismo día 23
de abril del mismo año en que murió Cervantes; en Portugal Camoens, y en
España: Francisco de Quevedo y Villegas, Luís de Góngora, Tirso de Molina, muy
jóvenes Zurbarán, Velásquez, El Greco, Murillo y Gracián, Ignacio de Loyola quien en
1540 funda la Compañía
de Jesús; Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz , Gracilazo de La Vega , Calderón de la Barca , Fernando de Rojas,
Espinel, el hombre que le ha puesto las quinta y sexta cuerdas a la guitarra
española y ha inventado la décima o espinela, y su rival, Fray Lope Félix de
Vega Carpio, el gran Lope de Vega. Han
aparecido en esos tiempos las grandes novelas de caballería: “El Caballero
Cifar”, “Palmerín de Oliva”, “El Conde de Lucanor”, “Tirante El Blanco” y sobre
todos, “Amadis de Gaula” que tanto ensalza Cervantes. Novelas pastoriles como
“Arcadia” de Lope de Vega, “La
Diana ”, “La
Galatea ”; y picarescas como “El Lazarillo de Tormes”, “Guzmán
de Alfarache” de Mateo Alemán, el “Libro del buen amor” del Arcipreste de Hita,
“El Corbacho” del Arcipreste de Talavera. Este nombre de picaresca le viene de
una región de Francia de donde pasaban a España vagabundos y aventureros y de
“picar”; “picar de aquí y de allá”. Aparecen “La Celestina ” atribuida a
Fernando de Rojas y “El Buscón” de Quevedo. Es una partida demasiado fuerte
para Cervantes quien no logra destacarse entre sus contemporáneos;
especialmente frente a Lope de Vega cuyas obras de teatro dominan la escena
mientras las de Cervantes no logran grandes públicos.
Pero así como el no destacarse
entre los de su tiempo es una desventura, es al mismo tiempo su gran ventura,
porque junto con sus otras desgracias, se ve en la necesidad de recorrer
conocer un mundo va a reflejar en su obra para surgir como el más grande entre
todos.
Su vida no fue ni corta ni
larga; vivió 59 años pasando trabajo.
Nació en Alcalá de Henares en
1547, probablemente el 29 de septiembre, día de San Miguel. Su padre era
Rodrigo de Cervantes, un modesto médico cirujano, y su madre Leonor Cortina. Su abuelo era
abogado sin clientela; pertenecían a una familia hidalga pobre, con ascendencia
gallega, probablemente conversos. Tenía tres hermanos y tres hermanas. Su
familia andaba para arriba y para abajo, persiguiendo a las cortes.
El abuelo
paterno se hizo abogado del Santo Oficio (La Inquisición ) y Miguel a la edad de cuatro años
cambió de residencia junto con sus padres y hermanos, en 1551 se mudan a Valladolid y
allí comienza estudios probablemente en un colegio de Jesuitas. Su padre sufre
prisión por deudas. En 1561 la corte se muda para Madrid y toda la familia se
muda para Madrid. Su formación es improvisada,
pero frecuenta Salamanca y Alcalá de Henares tal revela un sus
descripciones de la picaresca vida estudiantil de la época. a
Valladolid en donde Les fue tan mal, con el encarcelamiento del padre por
deudas, que vivieron posteriormente en Córdoba y Sevilla hasta que, en 1566, se
aposentaron en Madrid.
Pero no
todo era cultura en la vida de Cervantes, en 1569 reta a duelo a un
cortesano real y se le condena a que se le fuese cercenada la mano derecha y al
destierro. Huye y cuando se dicta la sentencia ya está en Roma al servicio del
cardenal Acquaviva. Recorre Italia, se enroló en la Armada española y en 1571
participa con heroísmo en la célebre Batalla de Lepanto. Resultó herido y
perdió el movimiento del brazo izquierdo, por lo que fue llamado desde
entonces, el Manco de Lepanto.
En 1575,
cuando regresaba a España, cargado de honores y con recomendaciones del propio
Don Juan de Austria, corsarios
berberiscos lo apresan y lo llevan a Argel, donde lo venden como esclavo y pasa
cinco años de cautiverio (1575-1580). Realiza cuatro intentos de fuga pero en
todos fracasa. Finalmente es obtenido su rescate el 19 de septiembre de 1580,
gracias a la intervención de los frailes trinitarios recolectando éstos, de los
mercaderes cristianos, el dinero necesario que les faltaba; se pedían 500
escudos por Cervantes y su familia sólo había podido reunir 300.
A su regreso a Madrid encontró a su
familia en la ruina. Se casa en Toledo con Catalina de Salazar y Palacios.
Publica
Sin recursos para vivir, marcha a Sevilla como comisario de abastos
para la Armada
Invencible y recaudador de impuestos. Quiso cobrarle
impuestos a la iglesia y fue excomulgado. Allí va a la cárcel por
irregularidades en sus cuentas. Después se traslada a Valladolid. En 1605
publica la primera parte del Quijote. Es al final de su vida, diez
años antes de morir, cuando comienza a saborear las mieles de un triunfo que se
le ha negado durante medio siglo.
En 1605, hace ahora cuatro
siglos, aparece la primera parte de su obra cumbre.
Al año
siguiente, en 1606 la corte va a Madrid
y Cervantes la sigue, escoltado por su familia –todas mujeres: esposa,
hermanas, sobrina e hija.
Intenta venir a América, la llama “refugio y amparo de los desesperados de
España” y así lo dice en sus cartas mediante las cuales solicita empleo en
Cartagena de Indias; pro la respuesta es “Busque por acá en qué se le haga
merced”. Don Miguel de Unamuno decía que los Quijotes se venían a América
mientras que los Sanchos se quedaban en España.
En sus últimos años publica las Novelas
ejemplares (1613), el Viaje del Parnaso (1614), Ocho comedias y
ocho entremeses (1615) y la segunda parte del Quijote (1615). El
triunfo literario no lo libró de sus penurias económicas. Dedicó sus últimos
meses de vida a Los trabajos de Persiles y Segismunda (de
publicación póstuma, en 1617).
Murió en Madrid el 23 de abril de 1616 en
la más absoluta pobreza,
El
Quijote no es su primera obra ni será la última, y trayectoria del libro es tan
interesante como la de su autor. Escribió la primera parte en 1604,
probablemente en la cárcel, dirigida al duque de Béjar, y entregó los
originales a Federico Robles. Se publicó en 1605, hace ahora cuatro siglos,
editado por Juan de la Cuesta
y vendida por Francisco Robles “librero del Rey nuestro Señor”.
Está documentado que más de la mitad de esta primera edición salió por
el puerto de Cádiz hacia América. Era de entenderse, desde entonces de lado acá del
charco se habla más español que en el resto del mundo; hoy tenemos el país con
mayor número de hispanohablantes que es Méjico (España es el segundo), y hemos ganado más Premios Nóbel de
Literatura que España (entre ellos, la única mujer).
A Venezuela llega
desde los primeros días. En viejos documentos, testamentos e inventarios consta
que tan pronto como la
Santa Inquisición dio licencia, Rocinante cabalgó libremente
entre nosotros.
En su obra sobre
los libros en la colonia, don Ildefonso Leal dice que aparte del Quijote que
tenía Fray Agustín Antonio Álvarez en Barquisimeto, no se han encontrado otros
ejemplares. “Esto solo prueba la escasez
de datos que poseo” dice con humildad propia de los hombres sabios.
Luego se sabe que
para 1699 aparece en el inventario del hacendado caraqueño Diego González de
Castro y en 1682 es el libro más vendido en Venezuela.
Fue tan grande el
éxito alcanzado por la primera parte de la novela que a Cervantes le piratearon
la segunda. Aun cuando no
existían los adelantos técnicos de que disponen hoy los falsificadores de
ediciones y los quemadores de CD, le
piratearon la obra. En 1614 apareció en
Tarragona una segunda parte apócrifa, titulada Segundo tomo del ingenioso
hidalgo don quijote de la mancha, escrita por
alguien que se escudó en el seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda
y que para muchos autores fue el propio
Lope de Vega.
Nunca como en este momento se hace tan verdad
la frase que acuña don Francisco de Quevedo en el Buscón: “Tu enemigo, el de tu
oficio”.
Obligado a acelerar le segunda parte, la
publica en 1605 y al año siguiente muere en el hospital de las Trinitarias
Descalzas y tiene que ser enterrado “de caridad”. Ese mismo día muere en Inglaterra William
Shakespeare.
En esos mismos días, dedicado hoy al idioma,
muere también un americano, Gracilazo Inca de La Vega.
Traducido a todos los idiomas del mundo, se hicieron Ciento noventa y
nueve ediciones en el siglo XIX y ciento ochenta y dos en la primera mitad del
XX. Quienes no lo hemos leído con fundamento, en lugar de angustiarnos, debemos
consolarnos con las palabras de don Martín de Riquer: “Que gran suerte no haber
leído nunca El Quijote y poder leerlo por primera vez”,
Ya existen por supuesto las ediciones cibernéticas en CD, casetes y en
la red, donde pueden leerse todos los capítulos con ilustraciones de Doré y los
demás ilustradores que han enriquecido la obra con sus creaciones pictóricas.
Por curiosidad consulté la red y descubrí cosas interesantísimas como
que Sigmud Freud aprendió a la perfección el idioma castellano, solamente para
poder leer “El Quijote” en su versión original; Jorge Luís Borges confesó que
lo había leído una sola vez, pero en inglés; en toda la obra no hay una sola
palabra escrita con la letra “W”, El poema del Mio Cid tiene 211.000 ventanas,
Las Mil y una noches 461.000 y El Quijote 1.950.000, solo superado por La Biblia que tiene 3.450.000.
La única edición venezolana de la obra fue
hecha por la
Academia Nacional de la Historia en 1992, con motivo de los quinientos
años del 12 de octubre, bajo la dirección de Guillermo Morón quien la prologa.
Es facsimilar de la segunda edición completa, la de 1647, e incluye además de
su magnífico prólogo, una Bibliografía Cervantina Venezolana, compilada por
Rafael José Lovera De Sola y treinta ilustraciones de Régulo Pérez, Luís
Guevara Moreno y Pedro León Zapata. La imprimió Italgráfica de Caracas.
Solamente la edición venezolana y la de 1647,
de la cual es copia facsimilar, corrigen lo que par el prologuista es un error
de impresión secularmente repetido. Dice la primera edición: “En algún lugar de la Mancha , de cuyo nombre no
quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lança en
astillero, adarga antigua, rozin flaco,
y galpo corredor”. Son las seis primeras líneas. Según Morón no debe leerse
“galgo” sino “algo corredor”. Ello por varias razones: primeramente: El Quijote
no tiene perro y segundamente: Rocinante no corre mucho.
Las dos partes se publican juntas en 1637 la
primera vez. Es la edición que se repite, corrige, comenta e ilustra en la
gloriosa marcha del libro, la segunda vez en 1647: “En un lugar de la Mancha , de cuyo nombre no
quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lança en
astillero, adarga antigua, rozin flaco, y algo corredor”. En flaco está
puesta una coma para destacar la condición del rocín que recibió el nombre de
Rocinante. Era flaco y “algo corredor”. ¿Cuándo echó una carrera ni corta ni
larga…? Nunca.
En Venezuela desde siempre muchos intelectuales se ocuparon de ella.
Don Tulio Febres Cordero, para el tercer centenario publica “El Quijote en
América”; Pedro Pablo Pareces “Leyendas del Quijote” el Maestro Ángel
Rosemblat: “La lengua del Quijote”.
Esos son los dineros mejor
gastados, los de educar al pueblo. Por supuesto que la educación, la formación,
la alimentación, la salud y la cultura, solamente, no hacen la felicidad; hace
falta mucho más.
Siempre se ha dicho que el
atraso y la incultura de los pueblos de este continente es el germen de
nuestras desgracias políticas y que el único producto netamente latinoamericano
ha sido el caudillo, el dictador. No debe ser cierto porque los pueblos más
cultos del mundo: España, la tierra de Cervantes; Alemania, patria de la música
y de la filosofía; e Italia, cuna del derecho y del renacimiento, pueblos bien
cultos y bien comidos, han padecido en el solo comienzo del siglo XX, tiranías
espantosas como fueron las de Franco, Hitler y Musolini. Hace falta algo más.
En Venezuela desde siempre muchos
intelectuales se ocuparon de ella. Don Tulio Febres Cordero, para el tercer
centenario publica “El Quijote en América”; Pedro Pablo Pareces “Leyendas del
Quijote” el Maestro Ángel Rosemblat: “La lengua del Quijote”.
La novela tiene más de realidad que de ficción pero es tenida por lo
contrario. El paisaje no solo es real sino que el itinerario también lo es,
tanto que “La Ruta ”
y sus lugares constituyen hoy un paseo turístico en el que hasta los toponímicos
se conservan. Existen mapas de comienzos del siglo XVIII que prueban la
existencia de la ruta original. El contexto histórico se corresponde con la
realidad del tiempo descrito; la situación de la raleza, de la iglesia, de la
nobleza y sus relaciones con el común, son reales. La descripción psicológica
de los personajes se ajusta a las descripciones del castellano de la época. La
música, las comidas, son reales. El lenguaje, personaje principal de la novela
es el que habla el pueblo, sin afectaciones ni rebuscamientos literarios,
tanto, que con El Quijote, nuestra lengua se consolida definitivamente para
siempre.
El humor, otro de los elementos fundamentales, es más humorístico que
cómico; es un humor serio. Llama más a la sonrisa y a la reflexión que a la
risa. Entre nosotros podríamos decir que
muchas de sus escenas de humor, nos provoca la misma actitud que
asumimos ante algunos poemas humorísticos de Aquiles Nazoa o ante las
caricaturas de Zapata.
A “El Quijote” como a “La
Biblia ”, hay que estarlo leyendo toda la vida. Poco a poco,
palabra por palabra, frase por frase, porque su contenido es infinito como el
alma humana.
En el capítulo XIV de la primera parte, sus amigos entierran a
Grisóstomo quien ha muerto de amor por la bella Marcela. Y, como al enamorado
ausente no hay cosa que no le fatigue ni temor que no le dé alcance, así le
fatigaban a Grisóstomo los celos. Ha
muerto de celos y “del áspero rigor tuyo la fuerza”.
Al acto se
presenta Marcela y la acusan porque no amaba a quien la amaba.
Ella
defiende sus derechos y sin saberlo, se adelanta a quienes cuatro siglos
después, defendemos el derecho de la mujer, a amar con libertad.
“Vengo a
dar a entender cuán fuera de razón van todos aquellos que de sus penas y de la
muerte de Grisóstomo me culpan; y así, ruego a todos los que aquí estáis me
estéis atentos.
»Hízome el
cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera que, a que me améis os
mueve mi hermosura; y, por el amor que me mostráis, decís, y aun queréis, que
esté yo obligada a amaros. Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me
ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser
amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama. Y más,
que podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo, y, siendo lo feo
digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir —Quiérote por hermosa; hasme de
amar aunque sea feo—. Pero, puesto caso que corran igualmente las hermosuras,
no por eso han de correr iguales los deseos, que no todas hermosuras enamoran;
que algunas alegran la vista y no rinden la voluntad; que si todas las bellezas
enamorasen y rindiesen, sería un andar las voluntades confusas y descaminadas,
sin saber en cuál habían de parar; porque, siendo infinitos los sujetos
hermosos, infinitos habían de ser los deseos. Y, según yo he oído decir, el
verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario, y no forzoso. Siendo esto
así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza,
obligada no más de que decís que me queréis bien? Si no, decidme: si como el
cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros
porque no me amábades? Cuanto más, que habéis de considerar que yo no escogí la
hermosura que tengo; que, tal cual es, el cielo me la dio de gracia, sin yo
pedilla ni escogella. Y, así como la víbora no merece ser culpada por la
ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado naturaleza,
tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa; que la hermosura en la
mujer honesta es como el fuego apartado o como la espada aguda, que ni él quema
ni ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra y las virtudes son adornos
del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe de parecer hermoso.
Pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y al alma más
adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por
corresponder a la intención de aquel que, por sólo su gusto, con todas sus
fuerzas e industrias procura que la pierda?
»Yo nací
libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles
destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos;
con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego
soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he
desengañado con las palabras. Y si los deseos se sustentan con esperanzas, no
habiendo yo dado alguna a Grisóstomo ni a otro alguno, el fin de ninguno dellos
bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad. Y si se me
hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada a
corresponder a ellos, digo que, cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava
su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era
vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi
recogimiento y los despojos de mi hermosura; y
él, con todo este desengaño, quiso porfiar contra la esperanza y navegar
contra el viento. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido: ¡mirad
ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa! Quéjese el engañado,
desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confíese el
que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida
aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito.
»Este
general desengaño sirva a cada uno de los que me solicitan de su particular
provecho; y entiéndase, de aquí adelante, que si alguno por mí muriere, no
muere de celoso ni desdichado, porque quien a nadie quiere, a ninguno debe dar
celos; que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes. El que me
llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama
ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me
siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta
desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera.
Puestos en
boca de Marcela, Cervantes se adelanta en cuatro siglos a la defensa que hoy se
hace de los derechos de la mujer.
Así aconseja Don Quijote a Sancho cuando se dispone a asumir el crgo de Gobernador de las Ínsula de Barataria:
Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la
sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada. Lo segundo, has de poner
los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey,
Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio. La sangre se hereda y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale. Si trajeres a tu mujer contigo (porque no es bien que los que asisten a gobiernos de mucho tiempo estén sin las propias), enséñala, doctrínala y desbástala de su natural rudeza, porque todo lo que suele adquirir un gobernador discreto suele perder y derramar una mujer rústica y tonta. Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico.
Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, como
por entre los sollozos del pobre. Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia. No te ciegue la pasión propia en la causa ajena, Si alguna mujer hermosa veniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera de espacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros. Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras. Muéstratele piadoso y clemente, porque, aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia. Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte, en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros nietezuelos.
Esto que hasta aquí te he dicho son documentos que han de adornar tu alma; escucha ahora los que han de servir de servir para adorno del cuerpo.
Lo primero que te encargo es que seas limpio, y que te cortes las uñas; no andes, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmazalado; toma con discreción el pulso a lo que pudiere valer tu oficio,
Repárte entre tus criados y los pobres: quiero decir que si has de vestir seis
pajes, viste tres y otros tres pobres, y así tendrás pajes para el cielo y
para el suelo; No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu
villanería. Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala.
Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago. Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra. Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos, ni de erutar delante de nadie. Sea moderado tu sueño, que el que no madruga con el sol, no goza del día; y advierte, ¡oh Sancho!, que la diligencia es madre de la buena ventura, y la pereza, su contraria.
Sancho: será menester que se me den por escrito, puesto que no sé leer ni escribir, yo se los daré a mi confesor para que me los encaje y recapacite cuando fuere menester.
¡Ah, pecador de mí -respondió don Quijote-, qué mal parece en los
Gobernadores el no saber leer ni escribir.
Cuan otra sería la historia de Venezuela, si quienes nos gobernaron durante los dos últimos siglos, hubieran leído “El Quijote”, o si por lo menos todos, especialmente los Prefectos y Jefes Civiles, hubieran sabido leer y escribir.
Se ha hecho énfasis en la anécdota divertida, en las ocurrencias, en lo
gracioso, en lo cómico, pero la grandeza mayor está en lo que dijo. Cada uno de
sus pasos, de sus movimientos, está motivado por una idea, un pensamiento o un
sentimiento que explica. Nada es sinrazón. Y Cervantes pone en su boca y en las
de los otros personajes, sus propios pensamientos. Tiene la novela mucho de
proyección, autobiográfico. Si el quijote hubiera hecho lo que hizo pero no
hubiera dicho lo que dijo, no estaríamos aquí reunidos recordándolo.
La escritura de la nueva
lengua estuvo también rodeada de magia, de belleza, de ingenuidad y de pureza.
Contó nuestro sabio académico don José del Rey Fajardo en su discurso de
incorporación, citando a Gaspar Poeck,
que los primitivos habitantes de la orinoquia descubrieron que los
papeles hablaban con los misioneros. Ellos se dieron cuenta de que cuando
llegaban los papeles, los misioneros se iban solos a alguna parte donde hubiera
silencio y los abrían; entonces los papeles les contaban cosas. Algunos se
ponían a llorar porque el papel les había dicho que había muerto un ser
querido; otros se alegraban porque sus familias estaban bien, o había nacido un
nuevo príncipe. En la misa, el padre ordenaba silencio e inclinaba la cabeza y
casi la pegaba del misal y luego lo abría para poder oírlo. Muchas veces
relataban historias que habían pasado en lugares lejanos donde nunca habían
estado. Entonces los indios decidieron
escuchar lo que decía el papel y se ponían en completo silencio, muy cerca de
los misioneros. Algunos afirmaban que si se oía, pero muy bajito; otros se lo pegaban en el
oído pero no escuchaban nada y decían que solamente le hablaban a los hombres
blancos porque el papel era blanco. Otros pensaban que solamente podía oír el
primero que lo abriera. Entonces empezaron a llegar cartas abiertas y con las
lacras rotas. Cuando los padres preguntaron, ellos el dijeron. Entonces los
jesuitas se enteraron de la curiosidad y le explicaron a los indios que el
papel si hablaba, pero que solo podían escucharlo, quienes entendieran y
pudieran descifrar las rayitas que venían pintadas en la hoja. Ellos se
interesaron en aprender y los misioneros se comprometieron a enseñarlos. Al
mes, todos los indios de la misión, sabían leer y escribir.
El buen castellano que hablan
nuestros campesinos, lo hablan porque sus antepasados lo aprendieron de los
castellanos de castilla, y mientras en la península evolucionó y fue absorbido
por el español, en nuestros campos se mantuvo como lengua viva. Los magníficos
trabajos de nuestro gran profesor Ángel Rosemblat y de su brillante alumna la
doctora María Josefina Tejera, son fuente inagotable de conocimientos acerca
del castellano que se habla en Venezuela. A unos campesinos analfabetas de
Chabasquén les oímos cantar un par de coplas que decían:
Yo vide claro llover,
Tronar y quedar oscuro,
Y vide un amor perder
Cuando estaba más seguro.
Dicen que muere de espanto
Aquel que visiones ve;
Yo vide unos ojos negros,
No se si me moriré.
Ese es el buen castellano.
Algo tenemos que hacer para conservarlo y evitar que nos sigan diciendo que
“son las once con cuarenta minutos”, o que vamos a “aperturar” el acto, o que
cuando con humildad pedimos un vasito de agua, se nos señala con dedo acusador
mientras se nos humilla con el clásico grito de: “un vaso con agua para esta
mesa”, como si Cervantes hubiera hablado de odres con vino.
Toda esa literatura popular nos llega y nos conquista. Nuestros cantares llaneros tienen sus raíces en Andalucía; llegaron en barco.
UN AÑO PARA UNA FIESTA
PARA UN BAILE ME INVITARON
PARA QUE FUERA A CANTAR
CERCA DE PUERTO MIRANDA…
Lo único que cambia es el nombre del pueblo.
PAJARILLO PAJARILLO
QUE VUELAS EN LA RIBERA
POR QUÉ NO VUELAS AHORA
QUE LLEGÓ LA PRIMAVERA.
Nosotros no usamos el diminutivo “illo” sino el “ito”. Hubiéramos dicho: “Pajarito pajarito”. Los versos del Pajarillo llanero, son andaluces con ancestros árabes.
Aun en los momentos mas
cruentos de la guerra magna, pertenecíamos al mundo hispano. La guerra de
independencia no fue propiamente una guerra entre venezolanos y españoles ni
entre Venezuela y España, sino entre patriotas y realistas. El más furibundo
realista es José Domingo Díaz, médico caraqueño autor del terrible libro sobre la Revolución de Caracas y
en cambio quien salva a Ribas en la
Batalla de La
Victoria es Vicente Campoelías de Valladolid; y en la Batalla de Carabobo,
frente al inderrotable ejército patriota, entre los valientes defensores de las
banderas del Rey, en el ejército
realista, había más venezolanos que españoles.
Quien jamás niega y por el
contrario, busca nuestra incorporación al mundo hispano es Bolívar. Hay que
releer sus cartas a Fernando VII. Esta integración nuestra al mundo hispano es
de vieja data. Quien recibe en Madrid a la delegación venezolana que gestiona
el reconocimiento a la independencia, es Pablo Morillo, El Pacificador, el
antiguo Capitán General que se entrevista en Santa Ana con Bolívar, convertido
ahora en Capitán General de Madrid.
Nuestros enemigos naturales no han estado nunca en el mundo hispano. Me
alegré al saber que la estatua de Colon no había sido derribada en nombre de
Simón Bolívar, su gran admirador, sino por un vástago de nuestros enemigos
naturales, los que pretendieron las desembocaduras del Orinoco, y nos
arrebataron La Trinidad
y El Esequibo.
En la Venezuela del siglo XX
entre las muchas voces se elevaron para cantar a España; destaca la de nuestro
poeta nacional Andrés Eloy Blanco. En su laureado Canto a España invita al
Quijote:
VEN…AQUÍ
VERÁS EL MUSGO EN LOS SENDEROS,
PORQUE
PARA TUS LANZAS NO TENEMOS MOLINOS
Y
PARA TUS ESCUDOS NO TENEMOS CABREROS.
…
¡HAZTE
A LA MAR ,
QUIJOTE! NAVE DE LA
ESPERANZA ,
UNA
ADRGA LA VELA Y
EL BEAUPRÉS UNA LANZA:
CIERRA
CONTRA EL REBAÑO QUE EN LAS OLAS BLANQUEA,
COBRA
AL FUTURO EL SECULAR REPOSO,
QUE
HAY EN ESTAS RIBERAS DEL TOBOSO
LECHO
DE PALMAS PARA DULCINEA.
Aun en los momentos mas
cruentos de la guerra magna, pertenecíamos al mundo hispano. La guerra de
independencia no fue propiamente una guerra entre venezolanos y españoles ni
entre Venezuela y España, sino entre patriotas y realistas. El más furibundo
realista es José Domingo Díaz, médico caraqueño autor del terrible libro sobre la Revolución de Caracas y
en cambio quien salva a Ribas en la
Batalla de La
Victoria es Vicente Campoelías de Valladolid; y en la Batalla de Carabobo, entre
los valientes defensores de las banderas del Rey, había más venezolanos que españoles.
Quien jamás niega y por el
contrario, busca nuestra incorporación al mundo hispano es Bolívar. Hay que
releer sus cartas a Fernando VII. Esta integración nuestra al mundo hispano es
de vieja data. Quien recibe en Madrid a la delegación venezolana que gestiona
el reconocimiento a la independencia, es Pablo Morillo, El Pacificador, el
antiguo Capitán General que se entrevista en Santa Ana con Bolívar, convertido
ahora en Capitán General de Madrid.
Por parte de España ha sido la
propia corona quien ha hecho las demostraciones más significativas.
Cuando murió en Roma el
ilustre Académico de la
Historia , Embajador de
Venezuela ante la Santa Sede ,
doctor Carlos Grisanti Franceschi, se ofició un solemne funeral en la iglesia
gótica de San Camilo, presidido con toda la pompa cardenalicia, por el
Secretario de Estado Eugenio Paccelli, convertido al poco tiempo en Papa Pío
XII. En pleno velatorio, llegó un caballero enjuto de rigurosa etiqueta cuya
augusta presencia impresionó a todos los presentes. Era el Rey Alfonso XIII
quien vivía en Roma desde su derrocamiento. Al recibir el reconocimiento que en
nombre del gobierno se le manifestó por participar en nuestro duelo, recalcó:
“Era mi deber, y deber de gratitud, porque como Rey de las Españas, estoy
obligado para con Venezuela, en donde nació el más grande de los españoles
modernos: ¡Simón Bolívar!”.
En 1930, el mismo monarca y su
corte en pleno, habían convocado y presidido en Madrid, grandes solemnidades
para conmemorar el centenario de la muerte del Libertador.
Y nosotros fuimos testigos de
un hecho que ni el propio Bolívar, en sus momentos de mayor optimismo, hubiera
imaginado jamás; cuando el actual monarca don Juan Carlos I, fue al Panteón
Nacional a colocar sobre su tumba, una corona de flores. Ese día, para muchos,
dentro de nuestros corazones, terminó para siempre la guerra de la
independencia y España dejó de ser la Madre
Patria para ser de allí en adelante, la Patria Hermana.
Por qué El Quijote ? Si en El
Quijote -según Bolívar- está el hombre “como debiera ser”, nos surge una
pregunta: ¿cómo debiera ser el hombre?
La respuesta parece fácil: “Como es El Quijote”. Pero entonces cabe
preguntarse: y… ¿cómo es El Quijote? Muy
fácil: “loco”. Pero, es realmente loco El Quijote porque reacciona
alocadamente frente a la realidad que captan sus sentidos y su imaginación o
¿es la alocada realidad que él capta, la verdaderamente subvertida? Sabemos por
la simple lectura, que es aventurero, noble, leal, arriesgado, solidario,
justo, serio. Pero es doble. Hay dos, Alonso y Sancho. Dos caras de una misma
moneda. El autor no puede dibujar al hombre “como debiera ser”, en un solo
personaje y tiene que crear dos. Entonces preguntamos: Si a la mejor pluma de
la lengua castellana no le alcanzó un solo personaje y tuvo que echar mano de
otro, es que el hombre “como debiera ser”, es doble? Alguien que pueda hacerlo, deberá alguna vez,
dar respuesta a esta interrogante.
Nosotros también hemos tenido los nuestros.
Quijote entre nosotros fue Alonso Andrea de Ledesma, de los fundadores
de Caracas y su Alcalde. Un su ancianidad, cuando el Pirata Preston amenaza
saquear la ciudad recién fundada, ensilla su caballo y armado de su lanza, sale
por el camino que conduce a la mar, a enfrentar al numeroso enemigo. Hiere a varios, hasta que un estúpido lo
derriba mortalmente herido de un arcabuzazo. Admirado el viejo corsario lo hace
traer con honores a la naciente ciudad. Alonso Andrea de Ledesma ganó su última
batalla después de muerto como el Cid Campeador. Don Mario Briceño Iragorri,
digno presidente que fue de este parlamento, le dedica uno de sus mejores
libros y deja entrever, que Cervantes conoció la historia diez años antes de
publicar las aventuras de “El Quijote de la Mancha ”, a quien le puso el nombre de Alonso.
Quijote entre nosotros fue aquel Sebastián Francisco, caballero en
corcel de madera, quien llegó galopando por caminos de un azul salobre, a la
mar de Ocumare de la Costa ,
en un día como hoy, enarbolando una bandera tricolor, a enfrentarse a un
gigante omnipotente por salvar a una dama cautiva llamada Libertad.
La guerra de independencia comenzó un día como hoy,
hace 199 años. Por supuesto que antes y después hubo rebeliones y movimientos
precursores, pero la guerra, la verdadera guerra, entendida como el enfrentamiento
de un ejército organizado contra otro ejército organizado, comenzó el 27 de
abril de 1806, cuando jóvenes norteamericanos, polacos y portugueses,
reclutados por el General Miranda, invadieron la Provincia a bordo de tres buques, por el mar de Ocumare
de la Costa ,
donde algunos bajaron a hacer reconocimientos.
En el mástil de la nave capitana, el Leander, venía ondeando por vez
primera en territorio venezolano, la bandera tricolor que habían izado en el
puerto de Jacmel, en Haití, el 12 de marzo anterior. Atacado el ejército
invasor por la Armada
realista, fueron apresados dos de los
buques con sus más de setenta tripulantes. Llevados a Puerto Cabello, tras un
juicio sumario, diez de ellos fueron ahorcados en un cadalso irónicamente
adornado con tres inmensas telas, una amarilla, una azul y otra roja. A quien
declaró ser el abanderado del grupo, antes de ahorcarlo le colocaron entre las
manos la bandera. Nuestra primera batalla por la emancipación fue una batalla
Naval y la perdimos. En ella recibió nuestra bandera nacional su bautismo de
fuego, de sangre y de muerte. Varios meses después Miranda volvió a invadir,
esta vez por La Vela
de Coro con igual mala suerte, solo que esta vez el desembarco fue en sana paz
y no a cañonazos como en Ocumare. No puedo desaprovechar la oportunidad de
proponer ante esta máxima representación de la voluntad nacional, que se cambie
el día de la bandera del 12 de marzo para el 27 de abril, fecha en la cual
flameó por vez primera en territorio venezolano, en el mar de Ocumare, el
tricolor que es símbolo de nuestra Patria Venezolana.
Cuando en 1963 el Presidente Rómulo Betancourt
solicitó asesoría de muy destacados intelectuales entre quienes estaban don
Martiano Picón Salas y don José Nucete Sardi, ambos, biógrafos de Miranda, le
hablaron del 12 de marzo, día del izamiento en Haití y del 3 de agosto, día del
desembarco en La Vela ;
y el presidente, sabiamente, decidió declarar el 12 de marzo, porque en agosto
los estudiantes estaban de vacaciones. Nadie le habló del desembarco en
Ocumare. En el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar ,
el más completo publicado hasta ahora en el país, en el capítulo dedicado a la
bandera, no se dice nada del desembarco en Ocumare. Me permito, con la venia de
ustedes, proponer muy respetuosamente ante esta Asamblea Nacional, que estudie
el asunto y previa consulta a la Academia
Nacional de la
Historia , el año que viene,
tal día como hoy, cuando se cumplan doscientos años de la primera
batalla naval librada en América por la emancipación, declare el 27 de abril, como Día Nacional de la Bandera.
Tras su segundo intento, como los cañones ya no alcanzaban a don
Quijote de Miranda, de quien Napoleón Bonaparte había dicho: “Es un Quijote
pero no está loco”, quienes bien conocían el poder de la palabra, pretendieron
ridiculizarlo, y desde lejos le lanzaron
una cuarteta escrita en muy buen castellano, que copiaron como graffiti en las
paredes. La cuarteta, rescatada por Edgardo Mondolfi, dice así::
A ESTE VENDIDO AL INGLÉS
CON SU ZARCILLO EN LA OREJA
Y SU PELUCA DE VIEJA
TODO LE SALE AL REVÉS.
Se expone en el hemiciclo de
esta Honorable Asamblea Nacional, una escultura de Don Quijote, obra del
médico, artista y diputado victoriano doctor Orlando Jaimes Ochoa. De aquí irá
a su destino final, la
Catedral de La
Victoria , donde simbolizará una curiosa relación que existe
entre Cervantes y nuestra histórica ciudad. Es la siguiente: En 1571, cuando
las tropas cristianas se disponían a enfrentar a los turcos de Salim II,
sucesor de Solimán, en la célebre Batalla de Lepanto, el Papa Pío V ordenó a
las iglesias de Roma, que rezaran el Santo Rosario, para que la divinidad
protegiera a la flota de la
Alianza , integrada por España, Venecia, Génova y los Estados
Papales, al mando de don Juan de Austria, hijo de Carlos V y hermano del Rey
Felipe II. En uno de los barcos, la galera “Marquesa”, se enroló como soldado, Miguel de Cervantes a
los 24 años de su edad. La batalla naval se produjo el 7 de octubre de 1571, en
el golfo de Lepanto, con triunfo de la Escuadra Confederada
sobre los turcos al mando de Alí Bajá, quien murió de un arcabuzazo. Durante la
acción, la más cruenta de su tiempo, Cervantes, quien peleó enfermo, lucho
valientemente y recibió tres heridas. Una de ellas le inutilizó la mano izquierda
y desde entonces fue conocido como el Manco de Lepanto. Una antigua leyenda
afirma que durante la noche, La
Virgen apareció en el cielo y le iluminó el camino a las
naves de la santa alianza, señalándoles el lugar donde estaba escondido el
enemigo. Al conocerse la noticia del triunfo, Su Santidad Pío V instituyó la
devoción del Santo Rosario y agregó a las letanías, el “auxilium cristianorum”
auxilio de los cristianos. Su inmediato sucesor Gregorio XIII, el pontífice que
cambió el calendario, bautizó a la
Virgen del Rosario con el nombre de Nuestra Señora de La Victoria de Lepanto y el
Rey Felipe II, ordenó a sus ejércitos en
América, que todos los pueblos que se fundaran en esos años, se bautizaran con
el nombre de Nuestra Señora de La Victoria. La histórica y heroica ciudad de donde
venimos, cuna del padre del Libertador y pedestal de la gloria de José Félix
Ribas, fundada en esos años, se llamó desde un principio, Pueblo de Nuestra
Señora de La Victoria ,
y su primera patrona fue La
Virgen del Rosario. La carambola es larga, Sancho, pero
nuestra ciudad de La Victoria ,
que se llamaba así dos siglos antes de la batalla del 12 de febrero, debe su nombre profético a una acción de
guerra en la cual se batió con valor y heroísmo, el creador de ese personaje
que está representado en esa estatua.
Señoras y señores:
Once días después, en la misma lejana y solitaria costa colombiana,
como en el acto final de una tragedia griega, el Sol de América, o como dijo el
Rey Alfonso XIII, “el más grande de los españoles modernos”, muere en casa ajena y con camisa prestada.
Días antes ha confesado: “Jesucristo, don Quijote de la Mancha y yo, hemos sido los
más insignes majaderos de este mundo”.
Mucha debió ser su admiración por ambos personajes, y su identificación
con lo que hicieron, para, en el momento final de su vida, en la oportunidad de
escoger una imagen con la cual presentarse ante la posteridad, crear e
incorporarse a una trilogía de insignes majaderos, en la cual los otros dos son nada menos que Cristo y El Quijote.
Muchos rasgos comunes identifican a estos tres majaderos; pero hay dos,
con los cuales quiero terminar estas palabras: fueron tres revolucionarios; el primero se
atrevió a afirmar en un mundo de desigualdades, que todos éramos iguales y
hermanos, por ser hijos de un mismo
padre que era Dios; el segundo luchó en
defensa del honor, la libertad y la
justicia; y el tercero, libertó a un continente; los tres, con sus dichos y sus hechos, dejaron tras de
sí, mundos diferentes; y los tres,
alcanzaron la inmortalidad, por la resurrección. El Cristo Redentor
resucitó al tercer día y está sentado a la diestra del Dios Padre todopoderoso;
don Quijote de la Mancha , resucita cada vez que alguien, lanza en
ristre, enfrenta un enemigo poderoso, sea real o imaginario; y Simón Bolívar El
Libertador, resucita, al decir del gran
poeta de la lengua castellana Pablo Neruda, “cada cien años…cuando despierta el
pueblo”.
HE DICHO
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